Retando al poder: denunciar, protestar, resistir
El que pinta pared y mesa…demuestra su bajeza, ese dicho popular repetido a lo largo y ancho de nuestra infancia es uno de los primeros mandatos culturales que coartan la libertad de expresión, ya que se considera una falta al buen gusto e, incluso, un delito.
Uno de los principales mecanismos para mantener el poder es anular las capacidades de protesta, descalificar la palabra o cualquier forma de expresión que desafíe el orden establecido. Porque el ejercicio del poder ha significado dominación, sujeción y control. El ideal de quienes detentan ese tipo de poder es lograr la completa sumisión y, más aún, que las personas oprimidas justifiquen ese dominio. El patriarcado, vinculado estrechamente con el racismo y el clasismo, ha construido todo un andamiaje ideológico, económico, simbólico y político que justifica su existencia en la supuesta superioridad del hombre y, en contrapartida, la inferioridad de la mujer. Siguiendo esta lógica también ha jerarquizado el color de la piel, el lugar denacimiento, el idioma que se hable, los recursos con los que se cuente.
Para reproducirse recurre a la fuerza o a la ley, o a los dos recursos juntos pero, sobre todo, a los mensajes que repetidos cotidianamente en diferentes dosis y presentaciones, pretenden convencernos de que somos culpables de nuestra opresión, de nuestro destino y, a las mujeres de "parir con dolor" por el pecado original que desterró a la humanidad del paraíso.
Pero quienes impugnan este sistema que oprime han creado recursos para la resistencia y la acción. Han resignificado el poder despojándolo de su pretensión omnipotente y omnipresente. Han aprovechado los resquicios para hacerse notar, construyendo códigos, símbolos y estéticas que desafían a la autoridad, esa que pretende sostenerse por la fuerza y no por la razón.
Desde morder la manzana, primer acto de desobediencia al que por supuesto la versión oficial ha dado una lectura interesada, acusando a Eva de ser la maldad personificada, hasta usar el cuerpo como recurso para la protesta en sociedades que fomentan la doble moral y satanizan la desnudez. Los recursos para resistir ese poder ideológico y, a la vez, afirmar una posición han sido innumerables.
Por Ana Silvia Monzón
anas.monzon@gmail.com
La Ciudad de las Diosas