Movilizaciones y movilizaciones…
Llevamos muchos meses movilizándonos de todas las maneras para frenar el descalabro que tanto el último gobierno del PSOE como el actual gobierno del PP están llevando a cabo con los servicios públicos que sustentaban el estado de bienestar del que nos habíamos dotado. Mareas verdes, blancas, negras, violetas, rojas, etc. han recorrido las calles y plazas de nuestras ciudades con mayor o menor éxito de convocatoria.
Nos hemos movilizado como ciudadanía pacífica en numerosas ocasiones y, hemos ido mujeres y hombres a reivindicar justicia social para el conjunto de la población. Cuando la marcha minera, las mujeres de la mina estuvieron ahí. Cuando el pasado quince de septiembre fuimos convocados para inundar Madrid con mareas de colores y gritos reivindicativos, allá estuvimos las mujeres junto con los hombres reivindicando mejoras sociales para todo el mundo.
Son momentos muy duros en donde nos jugamos mucho como sociedad. Nos estamos jugando incluso, el modelo democrático actual que, como hemos visto, en algunos momentos ha quedado en una mera representación de voluntades que, con una mayoría absoluta conseguida a base de engaños y mentiras, imponen medidas antisociales que permiten situaciones impensables hace tan sólo dos años. Situaciones provocadas por especuladores que pretenden enriquecerse infinitamente a costa de los esfuerzos y sufrimientos de muchas personas que, cada día, seguimos aportando nuestro trabajo (cuando lo tenemos) y nuestra lucha para evitar caer en el pozo al que nos llevan estos gobernantes mentirosos que ahora tenemos que sufrir.
Pero hay una cosa que siempre me llama mucho la atención y me explico. El domingo pasado se conmemoró el DIA INTERNACIONAL CONTRA LA TRATA Y TRAFICO DE PERSONAS. Pocas palabras en los grandes medios de comunicación y espléndidos artículos en medios especializados pero poco más.
Acabamos la semana, concretamente el día veintiocho también con conmemoraciones. En este caso era DÍA INTERNACIONAL POR LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO. Desde diferentes colectivos se convocaron diferentes concentraciones para llamar la atención sobre las consecuencias que podrían tener para las mujeres, la reforma de la actual Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazoque el actual ministro de justicia pretende imponer.
Pues bien, sin pretender entrar en el fondo de la propuesta de reforma de Gallardón, es muy doloroso comprobar, de nuevo, que cuando se trata de temas específicos de mujeres o que nos afectan mayoritariamente a las mujeres, las movilizaciones se conviertes en simbólicas y poco o nada concurridas.
Tenemos la triste seguridad de que nuestros gobernantes actuales son de una rancia derechona y que para nada les importa que las desigualdades entre mujeres y hombres sigan vigentes. Es más, me atrevería a decir que incluso las potencian con medidas como el modelo de educación que pretenden impulsar, en donde la segregación de niñas y niños estará, casi, bonificada. Y, con su mayoría absoluta conseguida con mentiras y engaños, sacarán adelante aquello que deseen para modificar derechos básicos de ciudadanía, como lo es el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Pero es muy curioso comprobar como cuando se llama a las movilizaciones para parar esta reforma, en la calle nos encontramos las de siempre, las que pelearon por la ley del aborto del año 1985, las que forzaron al gobierno del PSOE a modificar aquella ley que se quedó obsoleta y unas cuántas más pero muy pocas. Y sobre todo, muy pocos hombres, como si el tema no fuera, para nada con ellos y les afecta de plano.
No debería ser utópico creer que en ese tipo de concentraciones o manifestaciones en defensa de nuestro derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y sobre nuestras propias vidas estuviéramos acompañadas por nuestros compañeros, amigos, amantes, cómplices de la vida etc, y que ellos reconocieran públicamente que nuestros derechos son, efectivamente, universales y que no se pueden tocar, puesto que no somos menores de edad a quienes haya que tutelar. Pero al parecer les sigue resultando, salvo honrosas excepciones, mucho más cómodo no implicarse en la reivindicación de algo que debería ser ya universal: el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, sobre nuestro placer y sobre nuestra vida.
En este aspecto no distingo entre hombres progresistas y/o conservadores, puesto que he visto a muy pocos y no me mirado militancias, sencillamente he visto, una vez más, ausencias, grandes ausencias.
Y es que estos temas tachados de ser temas que nos atañen sólo a las mujeres, son tan universales como el derecho al trabajo o el acceso a los recursos. La diferencia es que ellos, nuestros queridos compañeros ausentes de esas concentraciones, tiene la ceguera de dejarlo en aquella frase típica de hace unos años de “Uf, ya están las mujeres con sus cosas…!” sin entrar en la verdadera esencia del problema que les afecta como sociedad. Y prefieren ausentarse de esas luchas, como si no fuera con ellos. No entienden que con sus ausencias permiten el recorte de los derechos de sus hijas, compañeras, hermanas, amigas, y de todas las mujeres de sus vidas.
Hay fotos que duele ver y son aquellas en donde la ausencia de mujeres en los espacios de toma de decisiones es muy evidente. Pero hay otras que producen un hondo y desgarrador dolor y son aquellas en donde las concentraciones y movilizaciones convocadas para defender derechos de la mitad de la sociedad que somos las mujeres o impedir reformas que pretenden tutelar nuestras decisiones más privadas, nos encontramos sólo mujeres y muy pocos hombres, por no decir ninguno.
Hay movilizaciones y movilizaciones y en algunas da pena ver que sólo las mujeres somos conscientes que para la defensa de nuestros derechos no existe ni derecha ni izquierda, y que a nuestros queridos compañeros de otro tipo de luchas, nuestro derecho a una libertad integral para poder decidir sobre nuestras vidas, les importa, más bien poco.
Triste, pero real. Y lo acabamos de comprobar.
Pese a ello, ben cordialmet,
Teresa
Por Tere Mollá Castells
La Ciudad de las Diosas