Afanosas de la sabiduría
La historia de las ideas, de la reflexión sobre el ser humano y su trascendencia se ha escrito desde la experiencia masculina, y se ha expresado en su lenguaje. Más aún ha sido coto de algunos hombres que por su condición de clase pueden permitirse filosofar, es decir, buscar la sabiduría. Proceso que requiere de libertad de pensamiento, movimiento y acción. Una libertad que, desde los orígenes de los tiempos patriarcales, le fue vedada a las mujeres, a quienes la mayoría de filósofos ha considerado siguiendo las enseñanzas de una de sus máximas figuras, Aristóteles, como seres inferiores que deben ser dominados por el único ser con racionalidad plena: el hombre libre adulto.
Estas ideas se han filtrado, reproducido y llegado a considerar una verdad incuestionable, casi un dogma, que tiene como consecuencia la exclusión de las mujeres de todos los espacios de la vida social y por supuesto del pensamiento y la ciencia. Sus capacidades creadoras y su afán de sabiduría han sido restringidos y la historia apenas registra algunos nombres de mujeres excepcionales que, en todas las culturas, han filosofado. Mujeres que han observado su entorno, escudriñado el cielo, o reflexionado sobre la profundidad del ser, y lo han hecho en las condiciones más adversas, incluso a costa de sus vidas.
Es apenas ayer en la historia que las mujeres han logrado hacer mella en ese muro de la filosofía, construido durante milenios. Y lo han hecho denunciando la pretensión universal de un conocimiento que sólo ha codificado la experiencia masculina y es por lo tanto, parcial, sexuado y racializado porque la adscripción étnica también ha sido un factor de discriminación. En ese sentido, Simone de Beauvoir nos ha legado un aporte significativo con su conocida frase la mujer no nace, se hace que sustenta la libertad y autonomía de las mujeres, un verdadero hito en la explicación patriarcal de que las mujeres estarían destinadas, “naturalmente”, al encierro doméstico y la servidumbre.
Al constatar la parcialidad del pensamiento masculino, las mujeres se han empeñado en rastrear la historia y han descubierto cada vez a más mujeres que habían sido invisibilizadas, estos aportes han permitido reconstruir una femealogía del pensamiento en femenino, una mirada feminista sobre la filosofía, y también una filosofía feminista que reflexiona y debate sobre la condición, situación y posición de las mujeres.
A pesar de sus innegables aportes filosóficos, las mujeres aún son tratadas como recién llegadas en los cenáculos del saber, como sucede frecuentemente en seminarios y congresos. Son invitadas incómodas porque continúan preguntando ¿dónde están las mujeres¿ ¿por qué estamos tan pocas aquí? ¿qué haremos para incorporar la experiencia de las mujeres en nuestro filosofar?
Por Ana Silvia Monzón
La Ciudad de las Diosas