San Fermín, San Quintín y la revolución del santoral
Es terrible que violen a mujeres en las fiestas locales, pero también es terrible que no sepamos darnos cuenta del acto heroico y rompedor que es el que una mujer se levante la camiseta dentro de una masa de machirulos y disfrute de que la toquen por propia elección
Josu Santesteban
Este es un mundo difícil para las mujeres y, quién sabe, seré complicada, pero a veces me da por pensar que es por eso por lo que me gusta ser mujer, por el reto que significa cada día vivir con dos tetas y un coño a cuestas. Fíjate tú qué tontería ¿no? Si la mayoría del tiempo llevamos todo eso tapado…
San Fermín es una nueva oportunidad de las mujeres de realizar actos de rebeldía que revientan el sistema y las reglas. No he encontrado ni un solo artículo que hable de la alegría de las mujeres, de la diversión, del desenfreno y la borrachera a la que se lanzan en un contexto donde son absoluta minoría
Y sin embargo el mero hecho de poseer semejantes atributos te condiciona la vida de forma brutal. Y no digo “brutal” porque esté de moda (¡Es guay!¡Qué fuerte!¡A tope!…), no, no, digo brutal porque te hostian viva en tu casa, te despiden del trabajo, te condiciona la nueva contratación, te matan. Por tener tetas y coño. Hay que ver lo que son las cosas.
Pero al mismo tiempo, todo este asunto de ser mujer viene siendo algo así como un desafío constante, que cansa a veces, no te digo que no, pero que yo vivo en los últimos años como la oportunidad de hacer algo revolucionario a cada momento. Porque, por ejemplo, tal y como decía hace unos días en este blog, no tiene el mismo impacto social un hombre rapado que una mujer. No, perdona que te lo diga, querido varón, pero tu coger la maquinilla y quedarte pelón es algo bastante vulgar, es un ponerte fresquito, yo en cambio reviento mi imagen laboral, en mi entorno familiar creo el caos y ayudo a lxs vecinxs a terminar de decidir que no es buena idea que yo me ocupe de la presidencia de la comunidad, aunque el año que viene me toque.
Y así con todo. ¿O es que es lo mismo, querido varón, que cuelgues tus fotos de la playa en Facebook a que las cuelgue yo? ¿Cómo va a ser igual, si en el momento en que un pezón femenino asoma en las redes todo son denuncias, bloqueos de cuentas, pajas, críticas y enhorabuenas por la valentía?
Las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, la liamos parda casi con tan solo respirar. Es lo que tiene tanta represión patriarcal, que al haberse pasado de rosca nos han dado un poder implacable. Y esto me recuerda a la revolución antirracista de Rosa Parks: planta su coño en un asiento de blancxs de un autobús y desata la de San Quintín. Represión igual a poder, el/la reprimidx es siempre el virus del sistema. Y esta sociedad tiene el 50% de su población cometiendo actos virales a cada momento, ya sea de forma consciente o inconsciente.
Como en la fiesta de San Fermín. Asco me dan por machistas y especistas esas fiestas. El maltrato de los toros es el eje central de la barbarie a la que llaman celebración y, entre borrachera y desmadre taurina los mozos violan y acosan a las mujeres a su antojo, reportera incluida. Cómo me recuerda todo eso a las violaciones que cada año se ejecutan en el Rocío, a los caballos muertos en el camino, al tener que aguantar borrachos en la Feria de Abril… Es la España cañí, lástima que la corrupción y esta mierda nos una a todas las naciones que la forman.
Es una mierda que a menudo las mujeres no puedan parar a los hombres cuando ya no les apetece ser tocadas, pero también es penoso que haya gente que siga deslegitimizando la libertad femenina con el típico “no son conscientes de donde se han metido”
Pero qué queréis que os diga, no puedo dejar de darme cuenta de que San Fermín es una nueva oportunidad de las mujeres de realizar actos de rebeldía que revientan el sistema y las reglas, y pa muestra un botón (véanse las fotos). Buscando un poco en la red me he dado cuenta de que las fotografías de las mujeres en esta celebración aparecen en dos tipos de publicaciones: las que denuncian las agresiones sexuales y las que dan material a machirulos pajilleros. Pero no he encontrado ni un solo artículo que hable de la alegría de las mujeres, de la diversión, del desenfreno y la borrachera a la que se lanzan en un contexto donde son absoluta minoría y donde, nuevamente, querido varón, tu existencia queda reducida a vulgaridad y la nuestra, la de las poseedoras de coño, queda ensalzada en un acto tan sencillo como extraordinario gracias a la mierda de represión que este sistema quiso imponernos y que, año tras año, va reventando solo.
Es terrible que violen a mujeres en las fiestas locales, pero también es terrible que no sepamos darnos cuenta del acto heroico y rompedor que es el que una mujer se levante la camiseta dentro de una masa de machirulos y disfrute de que la toquen por propia elección. Es una mierda que en muchas de esas ocasiones las mujeres no puedan parar a los hombres cuando ya no les apetece ser tocadas, pero también es penoso que haya gente que siga deslegitimizando la libertad femenina desacreditando a estas señoras con el típico “no son conscientes de donde se han metido”; “se trata de extranjeras despistadas”; ”en las fotos se ríen pero en realidad querrían llorar, es que les da vergüenza”; ”están borrachas, mañana se van a arrepentir mucho”, etc.
El paternalismo en forma de liberación. No gracias, no me liberes de ese modo que me suena a lo de “critiquemos y persigamos el hijab que las musulmanas están anuladas y obligadas por sus maridos a llevarlo”, “prohibamos la prostitución que, aunque las putas digan que están ahí porque quieren, es porque tienen el cerebro anulado de tanta vejación”.
Harta me tiene esta visión de la mujer-niña que no es otra cosa que miedo al poder femenino (¡miedo, a veces, al propio poder!).
Y que no me hablen de segregación, el discurso de que las mujeres debemos buscar espacios seguros para tocarnos ¿Perdona?¿Debemos? Cada cual se dejará tocar en el espacio que crea conveniente, que para eso es su cuerpo. Y, además, encuentro que la segregación es un medio pero no puede ser el fin ¿Otra vez las mujeres en el espacio reducido, en el espacio íntimo y para ellos la plaza pública, el sol y todo el sitio que quieran? Pues no sé yo…
Por Alicia Murillo
Fuente: Pikara Magazine