noviembre 29, 2014

Sobre lo retrogrado y lo moderno. Parentesco y mediaciones en el Mozambique actual.

Hasta 1975 Mozambique era una colonia portuguesa. Tras la independencia, este país multicultural y multiétnico vive un periodo de 16 años de guerra civil, que terminó en 1992. Tanto durante el periodo colonial como durante el postcolonial, se combatieron en nombre de la modernidad muchas prácticas culturales como la dote o 'lobolo'. Pero tratar la dote como algo retrógrado supuso desplazar uno de los pilares de la constitución de la familia.

Escaleras en Mozambique. Fotografía: Kool Skatkat (www.flickr.com).

Mozambique, situado en la costa sudeste del continente africano, tiene aproximadamente 25 de millones de habitantes. Su capital es Maputo, se divide en 10 provincias y posee cerca de 41 lenguas habladas en mayor o menor escala, junto con el portugués, que es la lengua nacional. Multicultural y miltiétnico, al norte del país encontramos los maconde, yao y macua[1], cada uno con sus especificidades; en el centro, los pueblos cena, ndau, ciwabo, dema, tauara, nyungwe yngoni y sus culturas; en el sur, los pueblos rhonga y changana. Son apenas algunos ejemplos, pues hay muchos más grupos étnicos que se autorreconocen ya sea por la lengua o por compartir una manera de ser[2].

Parentesco y familia mozambiqueña

Puede que resulte obvio, pero no por ello queremos dejar de recordarlo: hablar de las sociedades africanas no es lo mismo que hablar de las occidentales, las diferencias son muchas. Una de estas diferencias es la noción de familia. En Occidente, la familia común es la elemental o nuclear, definida directamente por lazos biológicos: padre, madre, hijas e hijos, vivan juntos o no. En Mozambique, la configuración de la familia no se restringe sólo al núcleo biológico, sino que, por el contrario, se extiende a los parientes ligados por los lazos consanguíneos y a los afines. Al sobrepasar los límites y las fronteras biológicas de consanguinidad, se habla de familia extensa[3].

La familia es el resultado de la unión de dos miembros, cada uno de los cuales dejó su grupo para unirse matrimonialmente con alguien previamente conocido de otro grupo. Este movimiento, en el contexto africano, no implica sólo a un hombre y una mujer, sino que está concertado y consentido por miembros de ambas partes. Las personas que conciertan pueden ser los tíos maternos, cuando se trata de grupos que siguen la línea materna, o paternos, cuando se trata de grupos que siguen la línea paterna, e incluso pueden ser los propios padres biológicos. Más adelante explicaremos una experiencia que hemos tenido relacionada con este tema, con la que esperamos lograr aclarar el papel de los tíos. En resumen, podemos decir que un hombre jamás va en solitario a casa de los padres de la novia para presentarse y pedir a la mujer en matrimonio. Va acompañado del tío y éste, como mediador, es quien presenta la petición formal de matrimonio del sobrino.

Símbolo, mediación, línea patriarcal y sistema uxorilocal

La construcción de las relaciones de parentesco pasa en las sociedades africanas por la mediación de personas y también de símbolos que desempeñan un papel fundamental en la negociación de consolidación de las relaciones. En los grupos que crían ganado, por ejemplo, éste será un símbolo importante para consolidar y sellar las relaciones entre las partes. Es lo que se llama el proceso del lobolo, la dote, común en múltiples grupos étnicos. En caso de que no haya ganado, esta práctica, una de las más tradicionales en Mozambique, se establece en pagos de moneda.

La constitución familiar en el sur de Mozambique sigue la línea patriarcal; mientras que, por ejemplo, los cewa del norte del valle el Zambezi siguen la matriarcal. En el sistema patriarcal, la mujer pasa a pertenecer a la familia del marido y a vivir en casa de él tras el casamiento. Es decir, que la residencia será la de origen del varón. Los matrimonios estarán sujetos a esta relación de poder, en la que la mujer pasa a obedecer las reglas de convivencia de la familia del marido[4]. Entre los cewa, como comentábamos antes, el hombre es el que se desplaza para residir en la aldea de la esposa. En este caso la residencia es uxorilocal, del latín uxori (esposa) y locus (lugar).

Los matrimonios se realizan de tres formas en Mozambique: religiosa, civil y tradicional. Es en el modo tradicional en el que se lleva a cabo la entrega de la dote (lobolo), algo que se realiza, por ejemplo, tanto en el sur como en el centro del país entre los nyungwe y los dema. Para muchas mujeres de Mozambique, la ceremonia del lobolo es la más importante: implica un compromiso. Es una práctica que sella el reconocimiento matrimonial, garantizando la reproducción, la estabilidad, los derechos y los deberes entre un hombre y una mujer ante las familias y las comunidades en las que vayan a estar integrados. Según la tradición, la dote es un acuerdo hecho antes de la ceremonia por las dos familias. No se tienen en cuenta a los novios ni sus sentimientos, sólo la relación que las familias van a establecer.

Ritual de presentación del sur

En abril de 2014 participamos en las ceremonias de presentación y dote en la ciudad de Maputo. La presentación, que se hace dos semanas antes del acuerdo de dote, es un proceso ritual en el que el novio, acompañado por sus representantes, es presentado a la familia de la novia. A partir de ese momento, las dos familias se conocen oficialmente. Por ser de Inhambane, provincia del sur, emplean la lengua patriarcal (el jefe de familia es el padre).

Tras la presentación nos preparamos para el lobolo. El día anterior, la novia (que, en este caso, vivía ya con el novio), se marchó a casa de sus padres y permaneció allí, sin contacto con nadie del exterior, hasta el día señalado. La familia del novio se dirigió a casa del padre de la novia antes y llevó algunos presentes para ofrecer: caja de refrescos, cervezas, cinco litros de vino y una garrafa de bebida tradicional. Fuimos recibidos con música y después entramos en la sala, nos sentamos y aguardamos

El tío paterno de la novia, el padrino, dirigió la ceremonia con la ayuda de tres sobrinos y dos tías paternas (una de ellas, la madrina). Para empezar a hablar y hacer peticiones, dos señoras de la Iglesia, que nos acompañaban y que conocían mejor la tradición, quedaron al frente de las negociaciones: ofrecerían una gratificación monetaria de 20 o 40 meticales[5] al cambio. Cerca estaba sentada la madrina, que hacía las cuentas de lo recibido y conversaba con el padrino sobre si aceptaban o no.

Las metáforas de la petición matrimonial

Iniciando las conversaciones en changana, una de las lenguas del sur, el tío de la novia preguntó: “¿Qué es lo que queréis?” La respuesta fue: “Yikombela mati”, que significa “estamos pidiendo agua”. Agua es la metáfora de la novia. El agua se considera un líquido precioso, al igual que la hija que la familia acaba de perder para pertenecer a otra familia.

La familia de la novia, después de dar el valor monetario, la presentó con otra mujer joven, ambas cubiertas de los pies a la cabeza. Tuvieron que descubrir cuál es la mujer a la que han venido a buscar. En nuestra experiencia, la primera elección fue incorrecta. Las mujeres se fueron y pedimos que volviesen. La segunda elección resultó acertada.

Nos preguntaron qué teníamos para ofrecer, pues la novia no tenía con qué vestirse. Ofrecimos vestido, zapatos, collar, pendientes y pulsera. Ofrecimos también ropas a los padrinos de la novia (el tío y la tía por parte de padre). Las tías se llevaron a la novia y ella se cambió, regresando bien vestida. Entonces, las tías la rodearon y cantaron deseándole suerte y una unión estable. La sacaron fuera del recinto para mostrarla al resto de la familia y amigos que estaban allí. Cuando volvieron, preguntaron a la familia del novio qué tenían para ofrecer a la de la novia. Ofrecieron bebidas y monedas. Al final, preguntaron a los padres del novio qué querían, y la respuesta fue “la autorización de la boda”.

La hora de la petición de boda es también la hora de pedir que la novia deje la casa de sus padres. Es un momento delicado. En esta experiencia que narramos, se ofrecieron mil meticales para la familia de la novia. Pero no resultó sencillo: se ofrecieron estos mil meticales en cinco billetes de 200 y no en diez de 100, que es lo que marca la tradición. Al no seguir el dictado, este ofrecimiento se consideró dinero sucio.

Pedimos disculpas a ellos y a los antepasados. Ofrecimos monedas para limpiar los billetes sucios y quedamos con una deuda de 500 meticales. Los billetes, aún siendo de 200, valían como si fuesen de 100 porque se cuenta por número de billetes y no por la cantidad que representan. Además, la novia vivía desde hacía cinco años con el novio y estaba embarazada. Tuvimos que pagar una multa de más de 9.000 meticales. Esa multa era un valor ofrecido a la familia de la novia para compensar la pérdida de “agua preciosa” y para que los antepasados no maldijesen la constitución de la nueva familia, deseando suerte y felicidad a los novios y que pudiesen en un futuro juntarse también con los antepasados de la familia del novio. Comenzó así la relación entre las dos familias[6].

Tras la aceptación de la petición de matrimonio por parte de la familia del novio, éste fue llamado a integrarse en la ceremonia con el padrino. La novia recibe al novio y comienza la fiesta, con mucho bailes, canciones de prosperidad, bebidas, comidas y una oración, realizada por la madrina de la novia, seguida por otra oración, hecha por la madrina de bautismo de la novia. Al final, un brindis.

Las personas asistentes ofrecieron regalos a la pareja para que ésta pudiese construir su hogar. El novio quiso llevar a la novia a su casa, pues parte de su familia quería saludarla, pero fuimos avisados de que ella debería pasar la noche en casa de su padre. El novio, si quisiese, también podría quedarse allí, para marchar al día siguiente a casa de su madre a celebrar una conmemoración. Tras conversar, el novio se comprometió a volver al día siguiente a buscar a la novia, pues según la tradición deberían haber vuelto por la tarde a casa… y ya era de noche.

Nos cuestionamos, al marchar, por qué había resultado todo tan difícil, los errores que habíamos cometido. La familia del novio nos dijo entonces que las tradiciones del norte, de donde son ellos (Quelimane), son diferentes.

Ritual de presentación en el centro: “mphete na phaza”

En Tete, entre los dema de las Tieras Altas del Valle de Zambeze y los nyungwe de las Tierras Bajas del Valle de Zambezi, existe el símbolo designado como “mphete na phaza”, pendiente y azada. Cualquier unión matrimonial es mediada por este simbolismo. Es una cuantía de un valor simbólico hecha por los padres del novio a los de la novia, pero representa la señal más importante de acuerdo entre las dos familias para que se lleve a cabo el casamiento[7]. Una unión que se realiza sin observar este pago, un proceso prescrito y previsto en la tradición, puede acarrear multas y otras complicaciones entre los novios. Es, por lo tanto, un asunto muy serio, y el novio asume el compromiso de seguir íntegramente la tradición y respetar el papel de los mediadores.

A lo largo de todo el país, cada grupo étnico tiene un símbolo como un elemento importante en la formación de las relaciones de parentesco. Para conocer a las sociedades africanas, por tanto, es necesario conocer este amplio mundo simbólico. Porque, ¿qué es la cultura sino la capacidad de simbolización a través de la que se tejen, en equilibrio, las relaciones entre los grupos?

Por Antonio Alone Maia, graduado en Teología por el Centro Universitario Assunção (São Paulo), investiga acerca de las poblaciones africanas y afro-brasileñas. Marina Pastore es periodista.
Traducido para Pueblos – Revista de Información y Debate por Emma Menor Penedo.

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in