noviembre 09, 2017

¡Ay mama Inés! Nosotras también queremos tomar café: notas sobre feminismo negro en Cuba


Foto: Abelo (tomada en https://www.facebook.com/FotoAbelo/)

Hablar sobre feminismo negro en Cuba pone sobre la mesa una particular manera de afrontar ciertas desigualdades. Este movimiento, que ganó notoriedad en la década de los años 60 del siglo XX abordó, en consecuencia, el papel de las mujeres negras y mulatas dentro de las estructuras de poder, alentando una discusión que en Cuba, en diferentes momentos de su decurso histórico, fue asumida con total pasividad en el debate social y político.

Dentro de ese margen, la historia del movimiento feminista en Cuba mostró, en su momento de crecimiento, cierto abandono y frivolidad a la hora de actuar en los escenarios en donde la “raza” como sistema de clasificación social jugaba un rol esencial. Esta noción interpretativa ha tenido puntos de confrontación fundamentados en la lógica interna del discurso nacionalista cubano de igualdad racial. Sin embargo, hay una diferencia substancial entre abogar a favor de las mujeres y entender las discrepancias engendradas en una sociedad con una estructura socio-racial conflictiva que ha repercutido en el desarrollo de las reivindicaciones que engloban al sujeto “mujer” en toda su dimensión.

Ese punto de inflexión ha sido una de las características comunes del movimiento feminista en Cuba. Cada uno de los logros que fue alcanzando –Ley de Patria Potestad (1917), Ley del Divorcio (1918), Sufragio Femenino Universal (1934)– generó un igualitarismo suspicaz, puesto que de todos ellos disfrutaron todas las mujeres cubanas sin distinción de “raza” o clase.

Esta retórica ha propiciado una aureola de equilibrio al hablar de mujeres en plural, y en su momento aunque el mero hecho de ser una mujer feminista implicaba una cosa difícil de ser por la tónica de desprestigio que la cultura patriarcal quiso impugnarle, los rostros del feminismo en Cuba implicaban cierto color y estatus social, con lo cual llevar a discusión las interioridades de la realidad al blanco y negro, tal y como se vivía, sin demasiado camuflaje, constituyó un vacío de base que implicó una confrontación entre realismo e idealidad. De ahí que quedaran al margen algunas verdades.

Café mañanero: historia y memoria.

De una manera u otra, la perspectiva, la imaginación y la experiencia del feminismo cubano tuvo una intervención subjetiva ya que no se destacó con mayor responsabilidad las crónicas de la vida de mujeres cubanas que tenían que lidiar cotidianamente –en cada uno de nuestros momentos históricos trascendentales– con lo que implicaba su condición racial y de género.

La historia del movimiento feminista en Cuba, con un importante registro de lucha y reivindicaciones, ha dejado cierto vacío historiográfico –una realidad que, como comentaremos, ha ido cambiando–, que no ha tenido una mayor consideración al papel y la importancia que representaron un sector relevante de mujeres negras y mulatas que, con mayor o menor protagonismo, jugaron un rol fundamental dentro de este movimiento.

Hagamos un poco de historia. Dos de los pilares fundamentales de la historia del feminismo cubano a finales del siglo XIX, que alimentaron sus cimientos, fueron el desarrollo de un movimiento literario femenino y la creación de los clubes femeninos.

En primer lugar, dentro de este movimiento literario femenino nació la revista Minerva (1888-1889). Una publicación de carácter quincenal dedicada a la mujer “de color” que, durante su año de existencia, abordó tres grandes apartados: la poesía, la defensa de la educación y la instrucción, y las notas referidas a la moralidad. En sus páginas se expresaron un considerable grupo de mujeres afro-descendientes, y también colaboraron algunos de los intelectuales negros y mulatos más prominentes de la época. La singularidad que supone una publicación de estas características motiva el estudio en profundidad de las particularidades de las mujeres valoradas por un doble rasero de discriminación. Dichas mujeres cargaban a sus espaldas el histórico origen social, al que se sumaban el género y el “color de la piel” como puntos de confrontación dentro de las rígidas estructuras socio-raciales de la Cuba colonial decimonónica.

El segundo acontecimiento también representó un hecho significativo. La creación de los clubes femeninos en la emigración, en su mayoría nucleados en torno al Partido Revolucionario Cubano, que representó un punto de inflexión importante en la construcción de las bases del movimiento feminista. Además, también le imprimió cierta singularidad, ya que tres de estos clubes contaron en sus respectivas juntas directivas con mujeres negras y mulatas: el Club “Céspedes y Martí” (Nueva York), el Club “José Maceo” (Nueva York) y el Club “Mariana Grajales de Maceo” (Cayo Hueso). Ello sugiere que estas mujeres estuvieron involucradas activamente dentro de este movimiento organizativo que se convirtió en el primer bastión político en el que se desarrollo la primera acción concreta de sufragio, con la intención de no excluir a ningún sector económico y social.

Cada una de estas dos plataformas sentó los cimientos del feminismo cubano en correspondencia con la diversidad de intereses, motivaciones y peculiaridades que caracterizaron al sujeto “mujer” en las últimas décadas del siglo XIX. Ello propició una colaboración importante con la dinámica sufragista que caracterizó el primer terció del siglo XX. En la lucha social y política que desplegó el movimiento feminista cubano, un sector importante de mujeres negras y mulatas, marcaron pautas en este sentido desde diferentes plataformas. La prensa, por ejemplo, constituyó un referente importante, y en publicaciones que marcaron el desarrollo de la lucha antirracista, plantearon su alineación con el ideal feminista que revolucionaba la sociedad cubana (El Nuevo Criollo (1906-1908), Revista Minerva: Sección Páginas Feministas (1910-1915), Diario de la Marina: Sección Ideales de una Raza (1928-1931).

En las diferentes asociaciones también marcaron impronta. Dentro del Partido de los Independientes de Color (1908-1910), por ejemplo, se crearon los “Comités de Damas”. Un hito importante lo constituyó la presencia como delegada de una mujer negra, Inocencia Valdés, representante del Gremio de las Despalilladoras —una organización que aglutinaba a obreros/as del sector tabacalero, referente tanto en la lucha feminista como en la lucha sindical del movimiento obrero cubano—, en el Segundo Congreso Nacional de Mujeres organizado en el año 1925.

En esa misma sintonía, en el Tercer Congreso Nacional de Mujeres (1939) que antecedió a las reformas legislativas que se perfilaban para la nueva Constitución (1940), resaltó como eje de discusión el tema del papel prácticamente nulo que jugaban las mujeres negras y mulatas en la sociedad cubana, aludiendo al acceso de estas al mercado laboral en igualdad de condiciones respecto a las mujeres blancas. En este sentido, se abriría una mesa de discusión que llevaría por título: “La mujer y los prejuicios raciales”, en la que se plantearon varios puntos de confrontación que intentarían propiciar un diálogo más abierto entre el discurso feminista y los problemas que afrontaba un sector importante de mujeres por su condición racial.

Consecuentemente, aquí hemos mostrado algunos hechos que han marcado el decurso histórico del movimiento feminista en Cuba, y que no han tenido la relevancia pública que merecen. Ello destaca, cómo la plática del movimiento feminista y sufragista acaparó frentes muy concretos. Sin embargo, la temática que hemos hecho visible quedó, en cierto modo, rezagada, puesto que a nivel más general de representatividad en los debates centrales que propició este movimiento, no se manifestó una postura clara y concisa que considerara de manera más comprometida con los problemas que afrontaron las mujeres negras y mulatas.

Este tipo de disyuntiva generó omisiones en los anales de la historia de Cuba. Y a la hora de reivindicar cada uno de los aportes que estas mujeres legaron al feminismo cubano en una dimensión más participativa y plural, es importante que no omitamos los sucesos, los movimientos y los personajes que marcaron la tónica de un abordaje más amplio y solidario en la labor reivindicativa de las feministas cubanas blancas y negras.

Tal envergadura ha dejado al descubierto algunas de las sensibilidades que han caracterizado la historia de nuestro país, en una dinámica compleja y reiterativa. Por esa razón, asumir que el movimiento a favor de los derechos de la mujer, no tuvo en cuenta de manera más activa la confrontación de las taras que había legado el racismo anti-negro en la sociedad cubana, es poner una alerta en este apartado que tiene que ser examinado de manera más profunda, destacando algunos de los puntos de referencias que hemos comentado. Además, es también una manera de destacar el daño que han provocado este tipo de omisiones. En un sentido bastante estricto ha subsumido identidades y formas particulares de reivindicar y aceptar, con mayor fluidez, nuevas formas y herramientas en la transformación de un feminismo que aborde, en una mayor dimensión, los problemas y estructuras fundamentales que han marcado a la sociedad cubana y su historia social y política.

La mesa esta servida, así que tomemos el café que nos corresponde.

En base a estos escenarios de confrontación y lucha, la práctica ideológica y activista del feminismo negro, ha entrado a formar parte abiertamente en el contexto académico y cultural cubano contemporáneo. En líneas generales, como hemos hecho referencia, la discusión en torno a este tópico, había quedado relegada; inclusive, aunque la sociedad cubana en conjunto, abrió varios frentes de confrontación con el significado y la repercusión de los procesos de cambio y transformación que desplegó la Revolución cubana de 1959, no hubo una línea interpretativa que pusiera sobre la mesa algunas de las más complejas interrogantes que planteaba el feminismo negro como ideología política y social en las décadas sucesivas en otros escenarios.

De un modo muy particular, la historia de Cuba en la que habían sido protagonistas varios movimientos antirracistas, un legado que definiría a la Revolución del 59 simbólicamente, no se reconoció, al menos en los inicios, una línea teórica que propusiera un acercamiento dinámico y objetivo que planteara un debate abierto con las contrariedades que tenían que enfrentar las mujeres negras y mulatas.

Pero esa tesitura está cambiando, afortunadamente. En las últimas décadas de este tenso y controvertido joven siglo XXI, hay un movimiento académico, cultural y de activismo, que destaca con mayor contundencia el legado histórico y social de un sector importante de mujeres que transgredió barreras y puso en el punto de mira algunas de las problemáticas más trascendentes con las que tuvieron que lidiar por su condición racial y de género. En tal sentido, ¿podemos hablar de un feminismo negro cubano hoy día? Ciertamente hay puntos de referencia que destacan la asunción de esta perspectiva. Por otro lado, su impronta y argumentación ha ido transitando por diferentes zonas en su concreción y desarrollo.


En líneas generales, han destacado varias referencias académicas en el orden historiográfico en el rescate y reivindicación de hechos, movimientos y personajes históricos ­–algunos de los cuales hemos mencionado–, que constituyeron la base empírica para la fundamentación de esta perspectiva en el debate académico contemporáneo. Autoras como Daysi Rubiera Castillo, Oilda Hevia, Inés María Martiatu (lalita), María Ileana Faguada, María del Carmen Barcia, por solo mencionar algunos nombres, son varias de nuestras académicas que han contribuido notablemente a dinamizar el debate al respecto. Dos volúmenes importantes recogen algunas de sus contribuciones: Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales (2011); Emergiendo del silencio: mujeres negras en la historia de Cuba (2016).


En el ámbito del activismo también hay un frente abierto que intenta resaltar el papel histórico y social de las mujeres negras y mulatas en los anales de la historia de Cuba, haciendo hincapié en el plano de la representatividad y la desestructuración de los estereotipos raciales. El grupo “Afrocubanas”, un colectivo que en su mayoría integran algunas de las académicas antes mencionadas, es un referente al respecto.

En esta línea también destaca el blog: https://negracubanateniaqueser.com/, una plataforma digital a la que pone voz Sandra Álvarez Ramírez, y que de un modo trasgresor y notorio, se ponen a discusión algunas de las prerrogativas más complejas y a la vez más comunes que enfrentan las mujeres en la Cuba contemporánea por su condición racial y de género. Resulta también considerable resaltar, que desde esta plataforma se esta promoviendo el “Directorio de Afrocubanas”, que en palabras de su gestora es: “una herramienta digital que recopila fichas de mujeres cubanas afrodescendientes, quienes han contribuido de manera significativa a la cultura e historia nacionales. Más que el color de la piel, el criterio de selección que se ha considerado oportuno es el aporte que han realizado estas mujeres al pensamiento intelectual, la ciencia, la cultura y la historia nacionales.”


También, en el ámbito de la creación cultural, ha habido plasmaciones de referencia en el tema. La obra audiovisual de realizadoras como Sara Gómez y Gloria Rolando ha sido significativa. En el ámbito literario, los aportes de Nancy Morejón y Georgina Herrera nos han dotado de una experiencia vital a la hora de relatar situaciones, convencionales o no, dentro del discurso literario cubano.

Otro de los movimientos culturales que ha tenido un impacto significativo en el desarrollo y fundamentación del feminismo negro cubano, lo protagonizaron algunas de nuestras raperas (Magia MC del grupo “Obsesión” y las integrantes de “Krudxs Cubensi”), participantes activas de cada una de las plataformas y debates académicos mencionados. El posicionamiento y la contundencia de varias de las canciones que han expuesto estas artistas, ha manifestado una postura clara y concisa a la hora de empoderar la perspectiva del feminismo negro en el contexto cubano; las cuáles son, a modo general, algunas de sus luchas cotidianas más significativas.

Esta diversidad de posicionamientos e interpretaciones contribuyen a que un movimiento de estas características no quede condicionado. Al contrario, algunas de las problemáticas más latentes que aborda llegan a un sector muy amplio, bien en una publicación académica, en el debate dinámico que están produciendo las redes sociales gracias a la bitácora negracubanateniaqueser, en una novela o un poema, en una película o un documental, o en una de las rimas contestatarias de una canción de rap. El feminismo negro en Cuba, de una manera u otra, siempre ha estado con sus luces y sus sombras. Lo que sí está claro que el momento que vivimos actualmente es mucho más fuerte: contamos con un movimiento académico, de activismo y cultural que, sin lugar a dudas, ha convencido a “Mama Inés” que, en esta ocasión, las negras y mulatas cubanas no dejaran de tomar café nunca más.

Fuente: Cuba es posible

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