febrero 11, 2018

La misión de Lucy contra la ablación en la población masai

En la escuela Il Bissil, de Kenia, trabajan para evitar que las niñas sufran la mutilación genital femenina. Convencer a las familias y apostar por la educación son los retos.

Neema y Sian. / Foto: Oriol Peréz Serramià

Sian y Neema se escaparon juntas de la manyatta (conglomeración de casas) donde vivían con sus familias, en la provincia de Kajiado, tierra de los masai de Kenia. Caminaron toda la noche para huir y eludir la ablación a Neema; Sian ya había sido sometida a este ritual y sabía lo que era. Las dos amigas, de 11 años, desde su pequeña aldea situada cerca de la ciudad de Entorika, anduvieron alrededor de 50 kilómetros hasta llegar a Diaspora Village a la mañana siguiente. “Encontramos una mujer que nos preguntó qué hacíamos allí solas y le contamos nuestra historia”, explica Sian, que ahora vive junta a Neema en la escuela IlBissil, donde las encontramos tres meses después de la huida. “La señora nos acogió en su casa, pero su marido no estaba de acuerdo, nos preguntó de dónde veníamos y se fue con su moto”, afirma Neema. Al poco tiempo, el marido volvió junto a unos jóvenes de la manyatta. Cogieron a Neema; Sian consiguió encerrarse en una habitación.
El rescate

“Me llamaron porque había dos niñas en peligro, contacté con los policías que colaboran conmigo y fuimos a recogerlas”, comenta Lucy Yepe Itore, directora de la escuela IlBissil y promotora de rescates, algo que considera como parte de su trabajo en el centro educativo. “Encontramos Sian espantada y encerrada en una habitación, nos contó que se habían llevado a Neema a su pueblo. Fuimos allí y volvimos a nuestro centro con las dos”.

En IlBissil, cerca de la ciudad de Kajiado, estudian y viven unas 60 niñas rescatadas en territorios colindantes. Lucy hace años que lleva a cabo este tipo de acciones para ayudar a las más pequeñas y tiene una red de personas informadoras que la llaman cuando se está a punto de realizar una mutilación. “Cuando podemos actuamos de la noche, así las personas de los campamentos masai no ven cuando llegamos ni hacia donde huimos”, cuenta. “Me acompaña siempre la policía porque a veces se presentan situaciones muy peligrosas como enfrentarse a los moran (guerreros masais) que, armados con machetes, reivindican sus niñas prometidas”, añade.

Contra la MGF

Lucy Yepe Itore, directora de la escuela IlBissil. / Foto: Oriol Peréz Serramià

En Kenia, un 21 por ciento de las mujeres entre 15 y 49 años ha sufrido mutilación genital femenina (MGF). Dentro la comunidad masai el porcentaje, en la misma franja de edad, sube hasta un 78 por ciento. Aunque en 2011 se promulgó una Ley para la prohibición de la MGF, en las zonas rurales muchas personas desconocen la legislación y perpetúan la mutilación como símbolo de la entrada a la edad adulta. Los masais son una tribu muy tradicional, de las pocas que todavía viven de la ganadería en zonas aisladas de Kenia. El ritual se concibe como pasaje imprescindible para el desarrollo de una niña y son muy pocas las personas que lo cuestionan, ya que para su cultura es un valor añadido.

De los cuatro tipos de mutilación reconocidos, este pueblo practica la extirpación parcial o total del clítoris y de los labios menores. Las consecuencias son muy peligrosas: infecciones, SIDA, problemas durante el parto, muerte de la mujer y muerte neonatal, entre otras. Las niñas sufren traumas psicológicos y su integridad se verá comprometida para siempre.
Ablación y matrimonios forzados

Joyce tiene 10 años, vive en IlBissil desde hace un mes. Su mirada es dura y triste, nunca frecuentó una escuela, “mi padre quería casarme con un hombre discapacitado de 60 años y por esto tuve que someterme a la MGF”, recuerda. El matrimonio infantil forzado es una realidad muy común en Kenia, en muchas familias se considera normal casar a las niñas, a partir de los seis años, a cambio de unas vacas. “Las hijas se ocupan de todo tipo de trabajos domésticos y no es raro que sufran abusos por parte de sus familiares. La situación permanece igual cuando se casan, cambia solo el hombre que manda. El tío de Joyce quería que estudiara y deseaba para ella un futuro mejor, por esto la llevó aquí”, explica Lucy.

Reconciliación

Las chicas que quieren volver a su casa a menudo son sometidas al ritual para ser nuevamente aceptadas. Para evitar estos casos, el equipo de IlBissil media con las familias de la chicas rescatadas para conseguir su reconciliación: “Les hablamos de la importancia de los estudios para mejorar sus vidas y les advertimos de los riesgos de la ablación”. Cada mes un grupo de personas cercanas a Lucy, entre profesoras y familiares de las chicas que aprendieron de su experiencia personal, se van a hablar con los jefes de las manyatta y sus habitantes. El trabajo hecho con los hombres es muy importante ya que son ellos los que normalmente quieren seguir con la tradición. “Para una mujer que haya sufrido la MGF es más fácil entender el dolor físico y psíquico que este ritual conlleva, muchas de ellas nos confiesan que les gustaría que sus hijas no pasaran por este sufrimiento”, afirma Lucy. “Si nos ganamos el respeto de los jefes y logramos que entiendan los peligros de la ablación y la importancia de la educación de las niñas, nos ganaremos toda la manyatta”, añade.

La educación es primordial en este proyecto: “Las chicas que vuelven con un trabajo y vida independiente, se ganan el respeto de su comunidad y son un ejemplo para las demás”, subraya la directora de la escuela.

MGF, no solo en África

Según End FGM-Europen Network, en Europa cada año 180.000 chicas y mujeres están en riesgo de mutilación. “Hay la tendencia a pensar que es un problema lejano, que pertenece a países islámicos, aunque esto no es cierto”, explica Emanuela Zuccalá, periodista italiana especialista en MGF. Dentro la comunidad inmigrante que vive en Europa, las niñas que provienen de países donde la práctica es muy común, siguen en peligro. “El período de las vacaciones, cuando vuelven a ver sus familias, es muy arriesgado porque se aprovecha de estos días para mutilar las pequeñas”, explica Zuccalá.

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) más de 200 millones de mujeres en el mundo han sufrido la MGF: “Vista desde una perspectiva de derechos humanos, la práctica refleja una desigualdad profundamente arraigada entre los sexos y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer”.


El patriarcado, causa de la mutilación genital femenina

La mutilación genital femenina es una forma de violencia que, en muchas ocasiones, está además asociada al matrimonio forzado. Consiste en la extirpación completa o parcial de los órganos genitales femeninos con una finalidad no terapéutica, que se lleva a cabo por razones culturales y sociales. Esta práctica ancestral es una estrategia de control violento de la vida, el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, una violación grave y permanente de sus derechos. La vida de las mujeres mutiladas no sólo se ve afectada físicamente, el impacto es integral. Después de la mutilación se modifica inevitablemente la sensibilidad sexual, llegando a dificultar o impedir las relaciones sexuales, y puede ocasionar alternaciones del apetito y del sueño, sentimiento de pérdida de autoestima, depresión, ansiedad, entre otras. Sin duda, atenta contra la integridad física y psicológica de las mujeres. Supone una violación de derechos grave, debido a la severidad del daño inflingido, y sostenida ya que implica consecuencias a lo largo de toda la vida. Según explica CEAR-Euskadi, en el informe ‘Vivir sin miedo’, emana del patriarcado, como se muestra en las razones para practicarla, y se cruza con otras formas de violencia, como el matrimonio forzado y la violencia intrafamiliar.


Por Domitilla Delpivo
Fuente: Pikara

Sí a la Diversidad Familiar!
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