abril 12, 2018

El debate sobre el trabajo futuro ¿Y la perspectiva de género?


El trabajo del futuro se discute cada vez más y comienza a estar presente en las agendas de gobiernos, organizaciones internacionales y sindicales. ¿Este debate ha incorporado una perspectiva de género? ¿La mayor educación de las mujeres y la innovación tecnológica contribuirán a brindar mayores posibilidades para lograr autonomía económica? ¿Se mantienen los roles de género tal como los conocemos hasta ahora?

El empleo y los ingresos laborales resultan imprescindibles para contribuir a la autonomía y el empoderamiento femenino; el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en los hogares que en su mayor parte es realizado por mujeres es imprescindible para asegurar la sostenibilidad de la vida. Sin embargo, ambos tipos de trabajos continúan estando enfrentados y en tensión, de manera que ni se logra la autonomía ni la sostenibilidad de la vida de la manera que se requiere.


Mujeres en ingeniería.

Los mercados laborales han cambiado y con gran aceleración en las últimas décadas, al compás de otros relacionados con la economía, la ciencia y la tecnología, los factores demográficos y culturales. Uno de los más importantes factores de cambio ha sido la incorporación de las mujeres. Su telón de fondo ha sido el proceso de globalización que abarca la internacionalización de la producción, las finanzas (incluidas las remesas), el comercio, la migración, la creciente financiarización de los negocios con el resultado de cambios en las pautas mundiales de producción (cada vez más en el sector de los servicios) y repercute sobre las empresas y el empleo. Todo ello ha sido posible por la reducción de los costos del comercio y el transporte, así como por la innovación tecnológica (OIT 2017).1


Científica.

En el largo plazo en América Latina se han expandido los derechos laborales, se registraron mejoras en la protección social, se han ido ratificando cada vez más convenios de OIT. No obstante, se mantienen altas tasas de desempleo, la desigualdad de los ingresos junto con una disminución en la participación del ingreso laboral y subsisten problemas ligados a la calidad del empleo. Estos últimos, están asociados con frecuencia —aunque por supuesto no únicamente en América Latina en que subsisten formas históricas de empleo precario— a modos no convencionales de empleo. Por ejemplo, en lo que se refiere a la inseguridad laboral, la volatilidad de los ingresos, el acceso limitado a los regímenes de protección social o la formación y la promoción profesional. Aunque, estos nuevos empleos también podrían favorecer a los trabajadores, por ejemplo, contribuir a que las personas puedan equilibrar sus responsabilidades laborales y familiares (OIT 2017).

El cambio tecnológico que constituye un factor esencial del crecimiento y el desarrollo, está asociado con los cambios en el mercado de trabajo y está en la base de muchos de los desafíos que hoy se plantean para lograr empleos suficientes y de calidad: «innovaciones tecnológicas como los megadatos, la impresión en tres dimensiones, la inteligencia artificial y la robótica, por citar algunas, están teniendo un impacto transformador sobre la naturaleza del trabajo»(OIT, 2017:10).

La división sexual del trabajo dentro y fuera de los hogares

La situación de mujeres y hombres en el mercado laboral presenta brechas en distintos indicadores: participación laboral, empleo, desempleo, remuneraciones así como la permanencia de la segregación laboral y ocupacional de género. Estas condiciones están presentes con mayor o menor intensidad en todos los países, y responden a características estructurales de los mercados y al sistema de relaciones de género en cada sociedad. Es decir, resultan en buena parte del funcionamiento de mercados laborales configurados de acuerdo a las características de las relaciones de género predominantes en la sociedad en cuestión (el trabajador ideal, hombre proveedor).


Doctorado en ingeniería.

Las mujeres continúan mayoritariamente sosteniendo la reproducción biológica y social, la reproducción de la vida; y si bien el envejecimiento de la población refleja las mejoras en la salud y la longevidad, ese cambio ejerce cada vez mayor presión en términos de las responsabilidades en torno al cuidado de las personas mayores (OIT 2017).

Las mejoras en la situación laboral femenina son indiscutibles, debido al aumento de las calificaciones para el empleo basadas en la educación y la adquisición de experiencia; a las tendencias demográficas relacionadas con menores tasas de fecundidad que crean condiciones para el empleo remunerado,2 a los movimientos sociales y de mujeres que han abogado por sus derechos y alcanzado conquistas. Sin embargo, la tensión entre trabajo doméstico y de cuidados sigue existiendo y operando como un límite a las aspiraciones y expectativas de las mujeres y al desarrollo de trayectorias laborales y profesionales acordes con sus mejoras educativas.

Si el cambio trae ventajas para la humanidad ¿todas y todos podremos aprovecharlas?

Aprovechar ventajas requiere tener oportunidades; la relación entre lo que sucede en las economías y la asignación social de las mujeres –tanto desde el punto de vista práctico como simbólico– a las tareas del hogar limitan esas oportunidades.

Por su parte, la relación entre empleo femenino y heterogeneidad estructural de las economías latinoamericanas no aparece como casual sino en cierta medida funcional. La heterogeneidad a la que se hacer referencia radica en las diferencias entre los distintos sectores de actividad y dentro de cada uno de ellos de productividad, lo cual deriva en desigualdades de ingresos que se ven retroalimentadas o reforzadas por factores de discriminación y segregación como los étnicos y raciales, que en todos los casos se entrecruzan con las desigualdades de género. Con relación a esto debe tenerse en cuenta que las mujeres en Uruguay tienden a ubicarse en los sectores de menor productividad3 —41% en el estrato de baja productividad y 44% en el de productividad medio-baja— y representan 15,1% en los estratos de productividad alta y media alta sobre el total de trabajadores.


Trabajos técnicos especializados.

Por su parte, la relación entre los niveles de productividad de las ramas de actividad y el porcentaje de mujeres ocupadas es negativa, las ramas altamente feminizadas registran bajos niveles de productividad, y no existe casi ninguna rama que tenga alto nivel de productividad si más del 50% son mujeres. Superar la heterogeneidad estructural es un pendiente histórico de nuestras economías.

El reciente informe de ONU Mujeres (2017) plantea que la organización de los cuidados y el trabajo domestico constituye un bloqueo estructural para el empoderamiento económico de todas las mujeres. Pero también, señala el citado informe, que el efecto puede variar según el estrato socioeconómico en que se encuentren, sus niveles educativos, las políticas públicas orientadas al empoderamiento. En ese sentido, pensar en el futuro del mundo del trabajo y la ubicación de las mujeres requiere ahondar en las diferencias intragénero de manera de tener un diagnóstico más detalladlo y completo de carencias y posibles oportunidades.

¿Y las nuevas tecnologías?

Las mujeres continúan concentrándose en campos disciplinarios considerados tradicionalmente femeninos y una vez que ingresan al mercado laboral tienden a hacerlo en puestos de trabajo correspondientes a ocupaciones relativamente devaluadas en términos de remuneraciones promedio.

Las oportunidades de las mujeres no están solamente determinadas por restricciones derivadas de la carga de trabajo no remunerado, cuentan también los valores creencias y expectativas de hombres y mujeres.

Si bien se considera un notable avance el que las mujeres estén mejorando sus niveles educativos también se mantienen brechas importantes en los sectores que podrían contribuir a un mejor futuro para la humanidad. «La brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la Ingeniería y las matemáticas persiste desde hace anos en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, están todavía insuficientemente representadas en estos campos» (ONU citado en Da Silva 2018).4


Toma de muestras y control. Agronomía.

Según datos de UNESCO el 30% de los investigadores en el mundo son mujeres y en Uruguay, también estamos subrepresentadas en el ámbito educativo y laboral que nuclea los aprendizajes y las posibilidades de desarrollar nuevas capacidades en las disciplinas académicas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas: tecnología de la información y comunicación 3%; matemática y ciencias naturales 5%; ingeniera 8%; salud 15%. Las mujeres representan alrededor de la cuarta parte de los egresados del país en Ingeniería y profesiones afines y las TICs. (Da Silva 2018).

Esta situación está dada por múltiples factores culturales, históricos, económicos y sociales. Modificar esta realidad no puede dejarse librado a las fuerzas del mercado o al devenir histórico; ni acceder a estos estudios depende exclusivamente de la voluntad de la personas, ni el cambio tecnológico afectará a todo el mundo por igual y por lo tanto, sus frutos pueden distribuirse de manera desigual.

Ya se observa una polarización del empleo, dado que han aumentado los puestos de trabajo en ocupaciones que requieren bajo o alto nivel de calificaciones. La robotización conlleva riesgos de pérdida de empleo en el caso de los trabajos rutinarios y manuales, e incluso en algunos ámbitos del sector servicios (OIT 2017).

Para comenzar a discutir

Este tema tiene una gran amplitud y en estas líneas apenas se destacan ciertos puntos para este nuevo debate, que tiene que incluir las políticas públicas en el ámbito de la economía y que pueden reducir la desigualdad si se orientan al desarrollo inclusivo y sostenible.

La ruptura con estereotipos arcaicos y con consecuencias negativas para las personas y el funcionamiento de las economías puede atacarse desde la educación más temprana estimulando a las niñas y adolescentes, y brindándoles confianza y una mayor amplitud de opciones educativas; desde las políticas de comunicación y difusión de derechos, que promuevan a una participación igualitaria de hombres y mujeres en todos los terrenos de la vida.

La tecnología importa.

Las políticas de cuidados deben avanzar en el desarrollo de un sistema que promueva la redistribución de roles y responsabilidades en la atención de la población dependiente (ya sea por edad o discapacidad) entre el Estado, la familia y el mercado, y entre varones y mujeres.

Para seguir discutiendo

Si creemos que la superación de las brechas de género en diversos ámbitos de la sociedad es un importante desafío para alcanzar mayor desarrollo humano: ¿el rol de las mujeres en escenarios como los que se vaticinan cambiará con respecto a los trabajos de cuidados sobre los cuales la tecnología podría tener menor injerencia?

Por Alma Espino
Fuente: Revista Bravas

Notas:

1. OIT (2017) Informe inicial para la Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo. Ginebra.

2. La disminución de la fecundidad promedio esconde importantes diferencias por grupos sociales, con una menor incidencia en los sectores más pobres. En los sectores medios, la disminución de la fecundidad se suma a las estrategias de apoyo en redes familiares o sociales para el cuidado de los dependientes como estrategias muy frecuentes para resolver la posibilidad de acceder y mantener el trabajo remunerado de las mujeres.

3. En el trabajo se clasifican los sectores productivos en cuatro estratos de productividad (bajo, medio-bajo, medio-alto y alto), según tamaño de empresa y sector de actividad (Amarante e Infante, 2016).

4. Da Silva, Natalia (2018) Algunas iniciativas con perspectiva de género en STEM. Ponencia presentada en la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración con motivo del Día Internacional de la Mujer.

Sí a la Diversidad Familiar!
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