De Josina Machel a Enia Lipanga: del Mozambique revolucionario a la agitación cultural.
Aprovechamos un viaje a Mozambique para entablar conversación con varias mujeres artistas y activistas del país. Conscientes de las aspiraciones de aquellas activas guerrilleras de las luchas anticoloniales y las esperanzas depositadas en la revolución socialista de los años 60 y 70, nos preguntamos ¿existen conexiones entre aquellos reclamos y los que articulan las mujeres actualmente?, ¿qué medios utilizan estas últimas?
La guerrillera revolucionara Josina Machel es recordada cada 7 de abril en Mozambique. La fecha de su muerte se ha convertido en el Día Nacional de la Mujer Mozambiqueña. Poco queda de aquella sociedad socialista no patriarcal soñada. Ahora el hip-hop, la poesía y la agitación cultural son las armas de lucha por la igualdad, contra la opresión y violencia masculina, las complejidades de la mutilación genital femenina o el rol de las mujeres en los puestos de toma de decisión.
Para situarnos, quizás sea conveniente recordar la evolución y contexto sociohistórico del país. Mozambique formó parte de los territorios colonizados por Portugal en el continente africano, así como Angola, Cabo Verde, Guinea Bisáu y las islas São Tomé y Príncipe. Mientras la mayor parte de los movimientos anticoloniales y los consecuentes procesos de descolonización ocurrieron a lo largo de la década de los 60 –si convenimos que tal descolonización es un proceso terminado–, en el caso de aquellos controlados por Lisboa tuvieron que esperar hasta 1975, a que el éxito de la Revolución de los Claveles pusiera fin a la dictadura portuguesa de Salazar, algo que no puede entenderse sin el papel desestabilizador y de desgaste para el régimen de las luchas anticoloniales africanas.
“As mulheres têm um papel fundamental na mobilização e educação política do povo e dos guerrilheiros”, Josina Machel.
Poco conocido, el papel y participación activa de las mujeres en muchas de las luchas anticoloniales del continente fue muy significativo, especialmente en aquellas de corte socialista. Ya no solo en las múltiples acciones de resistencia civil –manifestaciones, boicots económicos, performances, etc.–, sino a menudo como combatientes en las luchas de liberación armadas, como aquellas de las excolonias portuguesas u otros países como Zimbabue, Sudáfrica o Namibia.
No en todos los casos formaron parte activa de la lucha, sino con una participación dispar según cada caso, y desempeñando una variedad de papeles: desde una extensión de las tareas domésticas tradicionales como la provisión de alimentos, a la educación política o la lucha armada propiamente dicha. En el caso del Mozambique de la FRELIMO (Frente de Liberação de Moçambique, aún en el poder) la liberación de las mujeres sí fue especificada como parte integral del programa de liberación nacional, y su liderazgo visto como indispensable para la creación de una nueva sociedad socialista no patriarcal. Además, la participación armada fue paradigmática, con la creación del Destacamento Femenino en 1965 debido a las presiones de las propias mozambiqueñas que reclamaron ese espacio armado. Para la época y el contexto, que las mujeres sobrepasaran su rol de cuidadoras domésticas y de la familia claramente amenazaba el status quo colonial así como el sistema patriarcal tradicional.
La mozambiqueña combatiente
Una de las principales mentoras e impulsoras de este destacamento fue Josina Machel, guerrillera revolucionaria recordada por su conciencia y lucidez política. A los 13 años era ya una estudiante astuta y consciente de los objetivos de la educación colonial. Pronto participa muy activamente en organizaciones clandestinas, empoderando a los estudiantes mozambiqueños en un sentimiento positivo de identidad cultural y educación política, dirigiendo diversas campañas de denuncia y sensibilización anticolonial.
Con 18 años abandona el país con un grupo de estudiantes para unirse a FRELIMO en Tanzania, donde estaba su base central. Después de más de 1.500 kilómetros recorridos, fueron capturados, deportados y entregados a las manos brutales de la PIDE, la polícia política del régimen dictatorial portugués. Machel estuvo encarcelada en una celda disciplinar, totalmente incomunicada, sujeta a malos tratos y presiones psicológicas. Después de seis meses en la cárcel, donde nunca llegó a ser juzgada ni condenada, FRELIMO logró su liberación gracias a una campaña de solidaridad internacional que presionó al Gobierno colonial.
Josina Machel
Josina Machel tuvo un papel fundamental en la estructura orgánica de FRELIMO,ya que fue la encargada de organizar y difundir la educación política entre las mujeres de la región norte del país. En 1967 entra en el Destacamento Armado Femenino, sobresaliendo como importante líder y haciendo bandera de la igualdad de la participación de las mujeres en la vida política, económica y social.
Es considerada la responsable de desarrollar todo un programa social para las zonas liberadas (incluyendo un sistema de centros de salud, escuelas y atención infantil), y contribuyó a la movilización de la solidaridad internacional con la lucha mozambiqueña.
Afectada en su salud por la dureza de sus actividades, fallece en 1971 a los 25 años, poco después de casarse con su compañero de lucha Samora Machel, quien se convertiría en el primer presidente del Mozambique independiente.
El día de su muerte, 7 de abril, es celebrado desde entonces como el Día Nacional de la Mujer Mozambiqueña, que la honra por su lucha y como icono de la emancipación femenina y símbolo de la mujer mozambiqueña combatente. Durante essa jornada, en todo el país, las mujeres se organizan y salen a la calle, bailan y cantan a favor de la dignidad, de la igualdad, de la integridad física y de la seguridad de las mujeres que lucharon y de las que siguen luchando diariamente.
Mujeres mozambiqueñas celebrando el Día de la Mujer Mozambiqueña.
Fagotización y revitalización
A pesar de lo prometedor de este período, las estrategias y prioridades de las mujeres para la resistencia, movilización y organización fueron cooptadas y hasta cierto punto neutralizadas por la agenda marcada por el partido a través de la Organização da Mulher Moçambicana (OMM, brazo político de la participación femenina en la lucha de liberación nacional creado en 1973), como fue habitual en multitud de casos africanos.
Tras las independencias, las movilizaciones de mujeres tendieron a estar vinculadas a las redes de patronaje de los partidos que detentaban el poder estatal, en lo denominado como “feminismo de estado”. Según la investigadora Aili Mari Tripp, con estas estrategias estatales multitud de países se ajustaron a las reclamaciones internacionales en materia de derechos de las mujeres, y resultaron con frecuencia inefectivas, desactivando las movilizaciones con mayor potencial de transformar las condiciones de vida de las mujeres.
En términos generales en el ámbito continental, a partir de la década de los 90, los movimientos de mujeres ganan autonomía económica y amplían e independizan sus agendas de la esfera de los partidos, en parte debido a la proliferación gradual de elecciones multipartidistas y a la apertura a una mayor participación de la sociedad civil.
Mozambique no fue distinto en esta tendencia, tal como recoge en sus trabajos la antropóloga y especialista en género Soledad Viéitez. Desde un enfoque de derechos humanos de las mujeres, temas como la educación, el acceso a la salud y el bienestar, incluida la lucha contra la violencia de género, así como un énfasis en la importancia estratégica de la incidencia política y el acceso a puestos de representación, ganan aún más protagonismo.
En la actualidad, las tasas más altas de participación de mujeres en el legislativo se encuentran en África, con Ruanda a la cabeza con un 61,30 por ciento y Mozambique ostentando un 39,60 por ciento, justo un puesto superior a España.
La palabra como arma de lucha
Sobre la vigencia de algunos de los temas urgentes para las mozambiqueñas y los medios y herramientas para avanzar en su consecución, hablamos con activistas locales que emplean el hip-hop, la poesía y la agitación cultural como armas de lucha.
Grupo de hip-hop Revolução Feminina.
Es el caso del grupo de hip-hop Revolução Feminina. En una sociedad en que el rap tiene cara masculina, este colectivo intenta expandir el espíritu revolucionario a través de la música y la danza, cuestionando los estereotipos sobre el papel de las mujeres en Mozambique. Las letras de sus canciones inciden también en la valorización de las tradiciones, en el orgullo de la africanidad y en el placer de ser diferente. No solo es en el panorama musical donde transmiten sus mensajes, sino participando activamente en diferentes movimientos y eventos, como debates sobre arte y feminismo o denuncia de la violencia sexual, entre otros.
Una de sus integrantes es la poetisa, activista y agitadora cultural Enia Lipanga. Su máxima “quien tiene palabra tiene poder” expresa el interés de conquistar espacios para la participación de la ciudadanía en una sociedad más equitativa. Lipanga se multiplica para dar abasto a todas sus intervenciones, desde la organización de eventos culturales en la capital (Maputo), a la realización de workshops de turbantes dirigidos a mujeres enfermas de cáncer, o a la colaboración con diferentes entidades locales. Uno de los principales eventos del cual es fundadora es el ‘Palavras são palavras’, un proyecto que busca despertar conciencias a la vez que promover la literatura a través de la poesía, el canto y el teatro. Cita mensual obligada a la que acude mucha juventud proveniente de todos los puntos de la ciudad y de todos los extractos sociales que, en formato de micro abierto, pueden expresar sus sentimientos, sus vacíos, presencias, angustias y revueltas. Recientemente, en el marco del Festival Mundial de Slam Poetry, Enia Lipanga también impulsó el evento Moz Slam, una batalla de slam poetry en formato de concurso, con el objetivo de atraer una diversidad de participantes, estilos y lenguajes, desde poetas, escritores, músicos, rappers, periodistas, etc.
Tal como dice la activista, “la libertad de expresión no es un favor sino un derecho inalienable” y por ello difunde en todos sus proyectos mensajes de equidad y denuncia de comportamientos machistas. Valora el legado de los movimientos feministas y de Josina Machel pero considera que las leyes aprobadas son insuficientes para abordar los problemas reales, como en el caso de lo que llama violencia doméstica donde los patrones de socialización reproducen comportamientos que muchas veces no son considerados como violencia. Gracias a su lucidez y energía incansable, trabaja diariamente en diferentes frentes para ayudar a que las mujeres se levanten y luchen por sus sueños y derechos.
También Iveth Mafundza es una referencia actual en la batalla por la emancipación de las mujeres en el país. Multifacética y con fuertes convicciones, además de ser una referencia nacional en el mundo de la música como cantante de hip-hop, trabaja como abogada en la Liga Mozambicana de los Derechos Humanos y como docente en la Universidad de Maputo. Como activista, desarrolla su labor en estos dos campos, que considera complementarios: si como abogada lucha por defender a muchas mujeres víctimas de violencia, como rapera genera conciencia social con canciones como ‘Amiga’, un relato profundo que visibiliza y se hace eco de esta realidad social tan generalizada. Si las leyes no son suficientes para proteger a las víctimas, se hace necesario luchar para despertar las sensibilidades y conciencias, e Iveth Mafundza lo hace aprovechando su reconocimiento público como cantante. Expresa lo que le pasa por el alma reivindicando la presencia de las mujeres en el hip-hop nacional. Fácilmente reconocible por su voz ronca, con un estilo pedagógico, asertivo y constructivo, rapea para que las jóvenes mozambiqueñas sepan que pueden hacer valer sus derechos. Abraza el hip-hop como su expresión artística y aboga por la igualdad de género, denunciando la perpetuación de la opresión masculina, las complejidades de la mutilación genital femenina y el rol de las mujeres en los puestos de toma de decisión.
Tal como Josina Machel en su momento irrumpió en el contexto masculino del combate armado, hoy diferentes grupos de mujeres y activistas batallan por la mismas causas pero en otros contextos, ámbitos y realidades. Unidas en la lucha por la visibilidad femenina y la equidad de género, entienden las prácticas artísticas como un arma de intervención social, de cambio, de construcción y diseminación de ideas. No es casual que su herramienta sea el arte, ya que consideran que es justamente a través de la danza, la música y otras disciplinas como las mujeres africanas logran expresarse mejor y encontrar su lugar en la sociedad, usándolas como una puerta al mundo.
A luta continúa.
Por Celia Murias y Sara Caeiro
Fuente: Pikara