La economista feminista argentina Mercedes D'Alessandro aborda la ola neoliberal en Latinomérica y la respuesta de las feministas a la cumbre del G-20 en Buenos Aires.
“Lo que estamos manifestando es que las mujeres no estamos en la agenda del G-20 ni queremos estar”
Mercedes D'Alessandro
Mercedes D'Alessandro (Buenos Aires, 1978) es doctora en Economía por la Universidad de Buenos Aires, donde tiene una larga trayectoria como docente. En 2015 fundó junto a otras compañeras la web Economía Femini(s)ta, un espacio donde comparten información sobre los temas clave de la economía desde una perspectiva de género, ofrecen recursos educativos y abordan las cuestiones centrales de la agenda feminista. Su libro Economía Feminista: Las mujeres, el trabajo y el amor, se publicó en España en mayo de este año. La primera edición del libro en Argentina, que salió en 2016 en Argentina, se agotó en menos de dos semanas.
D'Alessandro ha visitado esta semana Madrid, donde ha debatido sobre Economía Feminista en la Universidad Complutense, y presentado su libro en la Morada. De fondo, la cumbre del G-20 en Buenos Aires y la resistencia en la calle. Conversamos con ella sobre economía y feminismo, los retos del movimiento en su país y la resistencia de las mujeres a la agenda neoliberal.
En el blog Economía femini(s)ta, así como en tu libro se aprecia una intención divulgativa, a través del uso de un lenguaje accesible.
Yo vengo de la academia, di clases durante mucho tiempo en la Universidad de Buenos Aires y, de alguna manera, sentía que el lenguaje académico se quedaba muchas veces adentro de las paredes de las universidades. No creo que eso pase solo con la economía feminista, sino que la economía en general es un ámbito que a veces cuesta entender desde la sociedad. Argentina en particular tiene una historia con grandes crisis, la del 2001, la que estamos atravesando ahora... Muchas veces las discusiones económicas parecen que son complejas, que no las podemos capturar, que son delegadas en algunos especialistas. Economía Feminista, tanto el libro como el blog, son una búsqueda de una manera de hacer llegar discusiones que proceden de ámbitos académicos a un público más masivo. Para ello tenemos que cambiar el lenguaje y la manera en la que debatimos ciertos temas y, además, aprender de las luchas feministas de lo que sucede en las calles. Porque la economía que se enseña en las universidades no siempre responde a las necesidades que hay en la sociedad.
En el titulo de tu libro se apunta a “Las mujeres, el trabajo y el amor” ¿Qué tiene que ver el amor con la economía?
Hay una serie de trabajos, los que tiene que ver con las tareas domésticas y los cuidados no remunerados que los realizamos las mujeres mayoritariamente. Normalmente se asume, ya no solo que se traten de tareas femeninas sino que se hacen por amor. Las madres relegan sus carreras profesionales, artísticas, científicas de por vida por amor a quedarse en su casa, preparan la comida por amor a la cocina. Es desde la economía feminista que se llegó a plantear, como dice Silvia Federici, que eso que llamamos amor es trabajo no pagado. Así ese subtítulo subraya lo que puede ser uno de los ejes centrales del libro y de la economía feminista en general que es esta distribución asimétrica de los trabajos reproductivos no remunerados que es una de las claves que explican la desigualdad de género.
Más allá de la desigualdad de género ¿en qué manera nos puede ayudar la Economía Feminista a identificar otras desigualdades como son la de clase o raza?
Cuando cruzamos esas variables de análisis nos encontramos que, primero, hay una desigualdad estructural. Sobre todo en América Latina tenemos un pobreza estructural muy grande, y una riqueza concentrada en muy pocas manos, pero además cuando uno mira la raza o el género va encontrando que esa estructura de desigualdad se amplifica: Dentro de las personas pobres, la mayoría son mujeres y dentro de las pobres que son mujeres, la mayoría son migrantes, o mujeres negras, o mujeres de pueblos originarios. O también de mujeres trans, que no acceden en la mayoría de países latinoamericanos al mercado de trabajo formal y siempre acaban en trabajos precarios o en la prostitución. Entonces cuando una va incorporando más dimensiones al análisis se va encontrando que a esa desigualdad de género, obviamente, convive con otras estructuras de opresión y desigualdad. Por ello es importante que la economía feminista tenga una perspectiva de clase junto a esa mirada feminista, son cuestiones casi inseparables.
Es importante que la economía feminista tenga una perspectiva de clase
Ante la ola neoliberal que recorre la región y en particular a Argentina, ¿podríamos pensar que el neoliberalismo es un sistema económico esencialmente anti feminista?
Ahora de hecho tenemos la cumbre del G-20 en Buenos Aires. Los países que componen este grupo representan el 80% de la economía mundial, también el 80% de las emisiones de carbono que impulsan el cambio climático. En estos países se vienen impulsando modelos neoliberales. En Argentina este año se firmo un acuerdo con el FMI que nos va a dejar una deuda que vamos a pagar durante más de cien años. Se compromete a un ajuste en las partidas presupuestarias, un recorte que va a afectar a las políticas de salud, a la ciencia, la educación. Y este ajuste impacta de una manera asimétrica sobre las mujeres.
Entonces, aunque el compromiso con el FMI tenga un capítulo sobre mujeres —que habla sobre empoderamiento de mujeres, o brecha salarial— impulsado por la directora general del Fondo, Christine Lagarde, lo cierto es que las políticas de corte neoliberal que firmó la Argentina van en contra de cerrar brechas de género. Al contrario: las amplifican. Como las mujeres se ocupan de los cuidados, cuando hay recortes sobre los servicios públicos es sobre sus espaldas que va a caer el peso de estas tareas, pues el Estado no las va a proveer o proveerá con menos cobertura y menos calidad. Además que muchos empleos de los sectores que se recortan están ocupados por una mayoría de trabajadoras, como es el caso de la educación y la sanidad. Así el efecto también se siente de manera asimétrica sobre los empleos de las mujeres.
Las mujeres no queremos estar en la agenda del G-20, con estos países que amplían las brechas de desigualdad. Nuestra agenda es totalmente distinta
El movimiento feminista argentino parece ser particularmente consciente de lo que supone en neoliberalismo para los pueblos y en particular para las mujeres. De hecho ha organizado el Foro Feminista contra el G-20.
Sí, he estado en Berlín hace días y ahí había gente con las camisetas del Foro Feminista en Argentina. Lo que estamos manifestando es que las mujeres no estamos en la agenda del G-20. No queremos estar en cuanto que estos países en general lo que hacen es amplificar las brechas de desigualdad de la sociedad en su conjunto, generando mayor riqueza en pocas manos y extendiendo la pobreza en la masa de la población. Además sus modelos productivos dañan el medio ambiente. Estas manifestaciones que se están viendo en muchas ciudades también hoy en Buenos Aires en torno a la cumbre, denuncian que las mujeres no somos parte de esto y que la agenda por la que luchamos es muy diferente y está por fuera de los marcos institucionales y de los marcos políticos que se están defendiendo.
El feminismo argentino se ha hecho fuerte y bien visible en los últimos tiempos. También recientemente ha sufrido dos duros golpes con la votación en el Senado que frenó la ley del aborto o la reciente sentencia sobre Lucía Pérez, en la que se niega que hubiera feminicidio. ¿Cómo afrontar estos varapalos y la emergencia de un claro movimiento antiderechos?
El feminismo en Argentina viene creciendo mucho desde las primeras movilizaciones de #niunamenos en 2015 hasta hoy. Se ha hecho más sólido y transversal. Ahí hay mujeres de distintas clases sociales, de distintas edades, de distintos partidos políticos. Así que es un movimiento que ha sabido trabajar en estas diferencias, que no es un movimiento unitario sino de unidad.
Ante los golpes que estamos recibiendo se está dando un proceso de reflexión dentro del movimiento pero sobre todo de reagrupamiento
Creo que ante estos golpes, estos retrocesos de cosas sobre las que queríamos avanzar se está dando un proceso de reflexión dentro del movimiento pero sobre todo de reagrupamiento. No es un golpe que te hace quedarte como tirada fuera del camino sino que es un golpe que te hace repensar estrategias y te hace formar lazos más fuertes. Por tanto, estos golpes que realmente son desmoralizantes por momentos, también nos están haciendo convertirnos en un bloque sólido que tiene una agenda muy clara y que sabe lo que quiere. Nos está haciendo aprender en red entre nosotras, estamos aprendiendo de derecho, estamos aprendiendo de economía, estamos aprendiendo de historia, estamos aprendiendo a hacer política, estamos aprendiendo a construir organizaciones.
Todo esto a veces no se ve porque lo visible es la marcha o la foto con el pañuelo. Es más difícil visibilizar todo lo que hay detrás de esas construcciones que rompen con lo que conocemos, rompen con la lógica de los partidos políticos tradicionales, con la la lógica de las organizaciones sindicales. Rompe también con una idea del rol de la mujer como al costadito de las luchas con pequeñas excepciones. Hoy las mujeres son actrices protagónicas. Realmente estamos aprendiendo mucho, con mucha rapidez. Este es un movimiento fuerte, contundente, que además está teniendo ramificaciones y el apoyo de otros países de América Latina, también una estrecha relación con el feminismo de España. Con el caso de Lucia Pérez de hecho hay algunos paralelismo con lo que pasó aquí con la Manada, hay puntos en común que van tejiendo estas luchas. Creo que el 8 de marzo del año que viene va a ser otro hito en estas articulaciones que atraviesan las fronteras. Yo soy optimista.
Por SARAH BABIKER
Fuente: El Salto