febrero 24, 2019

Hasta otra, Alyokhina: la casi entrevista a las Pussy Riot.

En 2012 tres activistas del grupo ruso punk, fueron detenidas tras su actuación en la Catedral de Moscú. María Alyokhina y Nadya Tolokónnikova pasaron dos años en colonias penales en Siberia, ¿qué ha ocurrido siete años después? ¿tenemos idea de los feminismos en Rusia y Europa del Este?

Las Pussy Riot en la Plaza Roja de Moscú. / Foto: Denis Bochkarev (Wikipedia)

Han pasado siete años desde aquel 21 de febrero. En la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, tomaron el altar cinco mujeres. Una oración punk. Una plegaria directa a la Virgen María: Madre de Dios, conviértase en una feminista (…) Virgen María, llévese a Putin. La actuación duró pocos segundos. María Alyokhina, Nadya Tolokónnikova y Katia Samutsévich, integrantes de las Pussy Riot, fueron detenidas por hooliganismo y por herir los sentimientos religiosos de los fieles ortodoxos. En Rusia las iglesias se han convertido en escenarios de propaganda política que apoyan el régimen de sus gobiernos. La política es ortodoxia, y viceversa. Han pasado siete años y Rusia, sigue siendo de Putin. “Pussy Riot no quiere que el centro de atención sea la apariencia de las chicas, sino crear personajes que expresen ideas. Elegimos el día para nuestra actuación ex profeso. Era Maslenitsa, la ‘semana de la manteca’, fiesta tradicional caracterizada por los disfraces y los bailes”, explicaba en alegato inicial de su detención Alyokhina. Desde 1917, no había habido en Rusia ningún juicio por blasfemia.

Las integrantes de las Pussy Riot utilizaron el punk, como réplica a la represión a personas LGTBIQ+, derechos de los presos y presas políticos, violencia de género e himno feminista. Nadya Tolokonnikova, redefine el significado del término en su reciente publicación, El libro Pussy Riot: de la alegría subversiva a la acción directa, explicando que el punk puede ser un acto artístico con trasfondo político que va más allá de imagen. “Ser punk es sorprender en todo momento. No se trata de llevar una cresta hasta que te mueras. Ser punk significa cambiar tu propia imagen de forma sistemática, ser esquivo: sabotear los códigos culturales y políticos”. A pesar de que el colectivo concentró el mayor foco internacional con la actuación por la que fueron condenadas, las Pussy detonaron el inicio de sus acciones en 2011. La idea nace cuando a Nadya y a Katia les propusieron dar una charla de punk feminista en Rusia. Como no había antecedentes, decidieron crearlo ellas mismas. Pussy Riot empezó ensayando en el sótano de una iglesia moscovita. Su primera canción fue Kill the sexist. Sus escenas de acción se concentraban en espacios públicos: la Plaza Roja de Moscú, el techo de un autobús en funcionamiento, el interior de cualquier boutique o lugares donde se reunían los putinistas. La duración de sus conciertos era de una canción. Siempre terminaban en comisaría.

Arte versus el régimen

El 10 de diciembre de 2011, la población rusa sale a la calle como respuesta al fraude electoral en las elecciones del 4 de diciembre. Hubo manifestaciones en más de 69 ciudades rusas. Las protestas se convocaron a través de un llamamiento en Facebook: el sábado en la Plaza de la Revolución. El presidente de la Federación Rusa calificó los actos de protesta como ilegales y advirtió que la policía haría frente a los asistentes. Miles de personas fueron detenidas. Como réplica a los arrestos, las Pussy Riot compusieron una canción que representarían al día siguiente en el techo del centro de detención por la libertad de los presos políticos. En el caso de Nadya y Katia, su interés por la protesta artística y performance emerge de su participación en el grupo de arte callejero ruso llamado Voiná (guerra). El colectivo fue creado en 2009 y sus actos de protesta política han sido muy diversos, desde tener sexo público en el Museo Estatal de Biología Timiryazev de Moscú hasta proyectar una bandera pirata en la sede del Gobierno de la Federación Rusa. Una de las acciones protagonizadas por Tolokónnikova y Samutsévich consistió en besar a mujeres policías en espacios públicos.


Han pasado siete años de la estancia en prisión de María Alyokhina, Nadezhda Tolokónnikova y Yekaterina Samutsévich. El 10 de octubre de 2012, tras recurrir al veredicto de culpabilidad, Samutsévich fue liberada, mientras que Aliójina y Tolokónnikova pasaron dos años en colonias penales en Siberia. Tolokónnikova relata en su libro las condiciones de las presas en la campo de trabajo de Mordovia (Siberia). “Cuando se manda a alguien a Mordovia, es como si lo mandaran a morir”. En el complejo de prisiones mordvino actual, las presas trabajan entre 16 y 17 horas al día. Pan duro, sopa, mijo pasado y leche aguada para comer. El trabajo consiste en coser uniformes con máquinas viejas. Sin parar. “Una noche murió una mujer en la fábrica de costura (…). Las presas se quedan dormidas delante de sus máquinas de coser. Se cosen los dedos. Se mueren. Cuando una aguja te atraviesa la uña (…), tardas unos cinco segundos en asimilar lo que está sucediendo”, escribe Tolokónnikova. Durante la época de Stalin, el correccional mordvino se convirtió en una cárcel sólo para presos políticos. Los trabajos forzados funcionaban como método reeducativo. Después de morir Stalin, se siguieron enviando presos políticos a Mordovia entre 1961 y 1972. La distribución de literatura prohibida era uno de los motivos.

Tras la liberación de las dos integrantes del colectivo, Pussy Riot se ha extendido y siguen en activo. ¿Qué ha pasado después del tiempo transcurrido con los y las integrantes? En el Mundial de Rusia de 2018, activistas de las Pussy Riot invadieron el campo en la final entre Croacia y Francia deteniendo el partido. “En Rusia no existe el Estado de Derecho y cualquier policía puede interrumpir tu vida sin ninguna razón. El Mundial demostró cómo de bien pueden comportarse los policías, pero ¿qué pasará cuando acabe?”, decían en un comunicado en el que justificaban su protesta y apelaban también a la liberación del cineasta y preso político ucraniano Oleg Sentsov. Los y las integrantes que protagonizaron la acción fueron detenidas durante 15 días, y uno de los miembros, Pyotr Verzilov, fue envenenado meses después. En julio de 2018, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Rusia por no investigar el caso de la periodista asesinada Anna Politkovskaya en 2006 y por el degradante tratamiento y violación de la libertad de expresión en el caso Pussy Riot. El año pasado, una blogger feminista de Siberia fue acusada de promover un discurso de odio en contra de los hombres por contenido publicado en 2013 en la red social rusa VKontakte. ¿Qué está sucediendo entorno a los derechos humanos y feminismos en Rusia y en Europa del Este? Por desgracia, todas estas preguntas quedaron en mi imaginario sin poder resolverse.
Preguntas al vacío

Son las 10:30. Miércoles, 6 de febrero. Hoy actúan las Pussy Riot en Bilbao con el espectáculo Riot Days. Llevo toda la semana histérica porque voy a entrevistar a Maria Alyokhina y no puedo separar mis sentimientos de fan y los de periodista. Sobre las cinco de la tarde debería reunirme con ella. Estoy nerviosa porque desde hace dos días la persona que lleva la comunicación del evento no me aclara la hora del encuentro. Debería entrevistarlas, sí, pero a las diez de la mañana, siete horas antes, me comunican: “La entrevista no va a producirse, lo siento”. Y el “lo siento” baja por mi esófago como un cerillazo. No hay entrevista. NO HAY.


Estoy en cólera. Creo que me va a salir un orzuelo en el otro ojo. Y, a parte de quedarme ciega, voy a mandar el periodismo muy lejos de mi vida. Estoy en cólera porque mi tiempo y energías depositadas en esta entrevista se han esfumado. Y sigo en cólera. ¿Sabéis por qué? Porque quería sentarme cara a cara con Maria Alyokhina. Quería mirarle a los ojos y preguntarle: ¿Será el privilegio, la hegemonía occidental y la falta de inclusión lo que no nos hace solidarizarnos con el Este? ¿Nos importa el Este? ¿Nos hubiéramos interesado por el feminismo del Este si no hubieran existido las Pussy Riot o Femen? ¿El feminismo en Rusia debe desarrollar sus propias herramientas de lucha alejadas de los feminismos occidentales? ¿Qué han aportado las Pussy Riot al feminismo ruso? Si este caso no hubiera adquirido proyección internacional, ¿qué hubiera sido de las Pussy Riot? Alyokhina, tú que piensas, ¿seguiríais cosiendo en Siberia? Mientras en Occidente cuestionamos y luchamos porque la marcha LGTBIQ+ no sea un acto capitalista en nuestras ciudades, en el Este, salir a la calle -solo en los países donde se puede celebrar-, es un acto punk. Decir que eres feminista en el Este es ser punk. Ser gay, trans o lesbiana en el Este es ser un antisistema.
El ideal feminista occidental y colonial

El investigador y activista ruso Vanya Solovey hace un replanteamiento sobre el feminismo occidental impuesto en su ponencia para la Universidad de Bucarest y muestra cómo las mujeres rusas ven ese Occidente feminista y progre. Solovey parte de que en la relación entre Occidente y Rusia no ha existido una violencia colonial, y que el avance entre ambos polos ha sido diferente. Visto de manera externa, Occidente se ha construido en el polo del progreso y libertad, mientras que Rusia y Europa del Este se ha edificado en el retroceso e ignorancia, porque lo que estos países no se encuentran dentro del feminsimo normativo. Otra cuestión interesante que desarrolla es: ¿debería proyectarse y adaptarse la historia del feminismo en Rusia a través de las tres olas? Solovey critica cómo en entornos feministas se han hecho burlas aludiendo que Rusia no está preparada ni para la segunda ola. En la investigación, Solovey también cita a la activista y feminista rusa Tatyana Bolotina y apela a que el material feminista estadounidense no es adecuado citando este ejemplo: “Cuando se habla de una ama de casa de Estados Unidos se habla de una mujer de clase media; en Rusia hay pocas amas de casa y el concepto la clase media en Rusia no es aplicable”. Haciendo una alusión de que en Rusia la clase media es escasa o inexistente.

Seis integrantes de las Russy Piot. / Foto: Wikipedia Commons

La búlgara feminista Kornelia Slavova hace una relectura de la Mística de la feminidad de Betty Friedan argumentando que el “enigma de la feminidad” coloca a la ama de casa en el centro y en un estatus de clase media, considerando este hecho esencial dentro de la opresión. Y puntualiza en que no se pueden aplicar este tipo de obras como estándar universal del feminismo en la práctica política de las mujeres feministas en los países post-socialistas. “Las mujeres de Europa del Este teníamos un sentido diferente de identidad femenina, relativamente independiente de la figura del marido, pero estrechamente relacionada con el estado comunista. Todavía no hemos experimentado el ‘culto al hogar’, los ‘mitos sobre la belleza’ y el consumismo occidentales. Por otro lado, internalizamos el mito socialista de superwoman, combinando las obligaciones domésticas y sociales, a menudo a costa del sacrificio, la autoestima y la abnegación”, escribía Slavova dentro de la publicación Women and Citizenship in Central and Eastern Europe.

Como especifica Vanya Solovey, en su estudio después de entrevistarse con feministas rusas, muchas coinciden en que la difusión de ideas feministas provenientes de otros conceptos es enriquecedora pero están en contra de la aplicación dogmática de las teorías occidentales. Una de ellas señala que es más útil el material y los libros de la escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexievich y cita su libro, La guerra no tiene rostro de mujer, que recoge los testimonios de cientos de mujeres que combatieron en el Ejército Rojo.
Personas punk

En 2017 la marcha del Orgullo en Kiev hizo historia y se convirtió en una de las más potentes en la zona del Este. A la manifestación acudieron personas de Rusia, Georgia, Moldavia y Rumanía. También se unieron a la marcha personas ucranianas procedentes de otras ciudades, como Svetlana y su grupo de amigas. Todas eran de Járkiv, ciudad a seis horas de Kiev y en la que se encuentra el Gender Museum, el primer museo sobre género en Europa del Este.

Nos reunimos con Svetlana después de la protesta en Jreshchátyk, la calle principal de la ciudad, cerca del Maidán. A pesar de que la guerra siga viva en el este del país, por las calles de la ciudad circulan batallones de seguridad. El oxígeno era denso y la atmósfera dañada entre cuerpos de guerra y paz. Pero ese día, se luchaba por otra guerra, y por eso Svetlana estaba tan radiante. Había salido a la calle sin miedo a celebrar sus derechos como mujer y lesbiana. Por todas.

— ¿Cómo ha sido para ti crecer en una sociedad tan homófoba?

— Difícil, pero ésta es mi elección. Se trata de mostrar que somos parte de la sociedad, que trabajamos, que estudiamos, que comemos lo mismo que los demás. Somos iguales, lo que nos diferencia es nuestra elección. Hay personas a las que no agradamos y esa es también su elección. Como con la religión, yo respeto todas las formas de pensar, y pido lo mismo para mí.

En aquel bar de Jreshchátyk, había una banda de músicos que interpretaban canciones de otras bandas rusas y ucranianas. Tocaron una de Zemfira. En aquellos segundos, Svetlana también entró en cólera y en éxtasis cantando la canción. Se levantó a cantar gritando mientras todo el bar le miraba. Entró corriendo al baño y se cambió la camiseta por una con la cara de Zemfira que llevaba en la mochila. La cantante es un ejemplo para muchas mujeres rusas porque desde sus inicios ha roto con la norma estética, llevando el pelo corto y un estilo andrógino; empoderándose en el escenario. En la mesa que compartíamos había más mujeres de Járkiv. Una de ellas, algo callada y tímida, tenía tatuado una palabra rusa en la ceja: человек.

— ‘Chelovek’, significa humano. Lo llevo tatuado en la cara porque quiero que me miren como a una persona humana. No por ser lesbiana. Ni por mi vestimenta.

Aquel día aprendí una palabra nueva en ruso y a callarme la boca. Si habría nacido con otro pasaporte, quizás no tendría el privilegio de haber podido escribir estas líneas. Como reivindicó Maria Alyokhina en el concierto: cualquiera puede ser una Pussy Riot.

Fuente: Pikara

Sí a la Diversidad Familiar!
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