No caigamos en la amnesia colonial: Por un feminismo antirracista
Mujeres pertenecientes a al EZNL
La amnesia colonial, término que abordan autoras como Úrsula Santa Cruz o María Lugonés, nos habla precisamente de eso: entender el género como una categoría occidental impuesta, colonial y abstracta.
El debate sobre género y feminismo, sin duda, es tremendamente transformador, enriquecedor y liberador. Es un debate que abre mentes y que nos muestra que sí se puede vivir de forma diferente. Un debate que también nos muestra nuevas formas de relacionarnos en lo social, en lo amistoso, en lo sexo afectivo. Son formas que pasan por la sororidad, por el cuidado, por el auto-cuidado, por el respeto, por el consentimiento. Nuevas formas de relacionarnos con nosotras mismas y nuevas formas de mirar, de sentir y de habitar nuestros cuerpos. Formas que también pasan por poner en valor a todas aquellas expresiones no normativas del yo. En definitiva, un debate necesario a nivel social, ya que el feminismo es liberador, salva vidas y nos permite luchar contra aquellas estructuras que nos oprimen.
Pero, nos preguntamos: ¿qué esconde, qué silencia o qué invisibiliza el discurso de género? Como mujer chilena que actualmente vive en Barcelona, feminista en proceso de descolonización, me es inevitable pensar en este tipo de preguntas durante el último tiempo, ya que sin desmerecer ni por un segundo lo que el debate sobre el género ha aportado a la transformación social, creo que es una categoría de análisis nacida en el feminismo blanco hegemónico, que muchas veces puede llegar a ser violenta con mujeres cuyas vidas, historias y contextos difieren de modelo de mujer hegemónico y occidental. Y esto, me parece muy importante no perderlo de vista.
Viviendo acá he recocido opresiones que me atraviesan y que estando en mi territorio no podía ver, ni sentir, de la misma manera que lo hago ahora, porque sin duda el desplazamiento geográfico que he vivido, me ha trasladado a otros estados de conciencia que antes no habitaba. Reconozco y acepto los privilegios que tengo como mujer migrante en este país, mi situación es ventajosa en comparación a la de muchas compañeras migradas y no quisiera intentar universalizar mi experiencia. Pero reconociendo el lugar y la posición que ocupo en este momento de mi vida, me pregunto si el género puede explicar la violencia ejercida sobre mí y sobre muchas otras mujeres racializadas que en diferentes contextos somos violentadas no solo por el hecho de ser mujeres, sino por el hecho de ser latinoamericanas, africanas, árabes, asiáticas, migrantes o sin papeles. Creo crucial comenzar a preguntarnos qué otros sistemas de dominación entran en juego en estas situaciones, además del patriarcado.
La amnesia colonial, término que abordan autoras como Úrsula Santa Cruz o María Lugonés, nos habla precisamente de eso: entender el género como una categoría occidental impuesta, colonial y abstracta. Pensemos y reflexionemos cuando asumimos que el patriarcado es el sistema de opresión común a todas las mujeres, ya que esto podría constituirse como una negación de las experiencias sociales e históricas de muchísimas mujeres no blancas, no europeas, racializadas y afectadas por la colonialidad. Colonialidad que, por cierto, sigue operando a diferentes niveles en nuestros cuerpos y territorios.
Cabe situarse. Dice Santa Cruz: “ustedes recuerdan a las mujeres quemadas en la hoguera, las otras recordamos a las mujeres indígenas, africanas y de otros lugares del mundo en resistencia permanente al sistema colonizador. Ustedes recuerdan a las sufragistas, nosotras a las distintas mujeres –y hombres- que lucharon por la independencia de nuestros países”.
No caigamos nosotras mismas en la amnesia colonial. Reflexionemos sobre la pretensión de universalismo que tienen algunas corrientes y formas del feminismo. Sigamos analizando todo, absolutamente todo, con perspectiva de género, en todas partes, en todo momento, sigamos atacando al patriarcado constantemente, sigamos incomodando, pero no creamos que estos son los únicos ejes de opresión y sumémonos a la denuncia de las prácticas racistas y colonialistas. Incluyamos el eje raza y clase a nuestra lucha feminista. Por nosotras mismas, y por todas aquellas compañeras migradas que estamos alrededor del mundo -y también en Chile- y que junto con la opresión patriarcal sufrimos racismo, explotación laboral, exclusión por leyes de extranjería y violencia institucional.
Por Maritza Soré
Fuente: El Desconcierto