mayo 02, 2019

Leila Slimani: “Las madres en Marruecos sostienen el sistema patriarcal”


La escritora Leila Slimani. Heike Huslage-Koch

La escritora reflexiona sobre 'Sexo y mentiras', un valiente ensayo sobre la vida sexual de Marruecos.

La sensación de fragilidad que transmite su delgadez extrema dura solo hasta que separa los labios: apenas empieza a hablar, Leila Slimani (Rabat, 1981) es todo fuerza, solidez y claridad de ideas. Vistosa melena rizada, ojos grandes y expresivos, voz y gestos serenos, la escritora que se dio a conocer con Canción dulce (Cabaret Voltaire), premio Goncourt 2016, ha sorprendido también con Sexo y mentiras, un valiente ensayo sobre la vida sexual de Marruecos. 

A ratos, Canción dulce y Sexo y mentiras parecen dos libros escritos por autoras diferentes. ¿A qué cree que se debe?

Un poco es así, porque en Sexo y mentiras hablo de cosas que existen, ofrezco el testimonio de mujeres reales. Me pongo más en el papel de periodista, porque tengo que restituir la verdad, mientras que Canción dulce es una historia que invento, aunque esté inspirada en un suceso real. No es para nada la misma manera de construir, ni de escribir. 

¿Dos formas de reflejar la violencia, también?

Sí, la violencia está por todas partes. Es difícil escribir sin hablar de ella, forma parte de nosotros, de nuestra cotidianidad. Y me interesa preguntarme qué es ser mujer hoy, qué hacer para ser a la vez mujer, madre, profesional, y seguir siendo individuo.

En Sexo y mentiras falta la mirada de los hombres, que al fin y al cabo son la mitad de esa sociedad. ¿Por qué? 

Sí, quería realmente que este libro fuera una suerte de espacio protegido para las mujeres. No es como en un tribunal, donde vamos a pedirle a todo el mundo su opinión y a confrontrarlas luego. No digo que sea suficiente ni exhaustivo, los hombres son importantes también. Pero quería que se los escuchara a través de lo que ellas nos cuentan. Que por una vez no se escuche a los hombres, que no estén en este libro, es irrelevante: están por todas partes. 

¿Son ellos también víctimas, a su manera, del propio sistema patriarcal?

Por supuesto, son víctimas de esa represión de la sexualidad. Ellos mismos quieren amor, ternura, muchos desean construir otro tipo de relación con las mujeres. 

Y las madres: ¿qué ocurre con ellas en Marruecos?

El problema es que perpetúan el sistema patriarcal. Crían a sus niños para que se vuelvan futuros machos dominantes, que someterán a una mujer, y esta acabará educando a sus hijos de la misma forma. Esto es un tabú muy fuerte, no se critica a las madres en Marruecos. Pero haría falta que muchas mujeres se cuestionaran su manera de educar a los hijos, y así se iría arreglando poco a poco el mundo. 

Una amiga marroquí me contó que cuando perdió la virginidad, en lugar de ver la cara de su novio, vio…

… ¡La cara de su madre!

Así es. Qué pesadilla, ¿no?

En el libro cuento la historia de esa mujer a quien su madre le repite: “No te olvides de no perder la virginidad”. Las madres son las guardianas de la virginidad, de la moral. Tienen que hacer todo para que las chicas no se estropeen antes de casarse. Y desempeñan, a pesar de ellas mismas, el papel de sostén del sistema patriarcal. Finalmente, acaban reproduciendo sobre sus hijas lo que les hicieron a ellas antes. Hay que romper ese círculo infernal.

¿Cree que sea también una amenaza para la igualdad en Marruecos el hecho de que el esposo deba todavía aportar una dote?

Sí, desgraciadamente es así. Pienso que el hecho de que el matrimonio, las relaciones sexuales, estén vinculados a algún tipo de contrato o de comercio, donde alguien tiene que aportar dinero o similar, daña el principio mismo de la pareja. Parece que la mujer es algo que vamos a comprar, a obtener; y finalmente se educa a las mujeres en esa idea de que se casan a cambio de algo. No es una visión muy romántica, muy sentimental, del matrimonio. 

Con el auge del islamismo, para la sociedad marroquí, ¿es mayor la dificultad de avanzar o el miedo a retroceder? 

Soy bastante optimista sobre esto: no creo que retrocedamos. Aunque es verdad que la sociedad es más conservadora y moralista que antes, los marroquíes aprecian todo lo que hemos ganado. No tienen ganas de renunciar a salir, a irse al café, es gente a la que le gusta la buena vida, la música, la familia. Y luego sí, hay una parte de la sociedad que se ha encerrado en sí misma, que es más conservadora y defiende un islam radical, que no tiene nada que ver con Marruecos. Pero creo a pesar de todo que los marroquíes valoran su cultura.

¿La sociedad marroquí está en ese sentido más protegida que otras de la zona?

No, por desgracia, nadie lo está. Pero igualmente tenemos la suerte de tener una verdadera cultura, tradiciones muy fuertes, antiguas y consolidadas. No es como en Qatar, Arabia Saudí, etc., con ese islam radical desde siempre. En Marruecos hemos vivido mucho tiempo con los judíos, es una cultura de la apertura, incluso en su relación con España. Se ve en nuestra música, nuestra cocina, nuestra forma de vivir. Por eso no tenemos un país oscuro, es un país al que le gusta el sol, la amistad, la hospitalidad, la gente y la fiesta. Eso no se borra de la noche a la mañana. 

Películas como la polémica Much loved, o libros como el suyo, ¿pueden ayudar a cambiar algo?

La mentalidad no sé, pero hacen hablar a la gente, y eso ya es algo. En los periódicos, en la tele, en la radio, hay debates todo el rato sobre la sexualidad, qué debemos hacer o permitir, qué no. Se acabó aquel silencio, la hipocresía que hacía que ni se mencionara esto. Ahora hablamos. Yo siempre digo que respeto a todo el mundo, incluso los que piensan que hay que prohibir las relaciones sexuales, estoy dispuesta a hablar con ellos. Pero quiero poder opinar también. Y ya veremos hacia dónde avanza la sociedad marroquí. 

Una mujer de compras por la medina de Fez. Á. MINGUITO

Fuente: La Marea

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