junio 29, 2019

Excitación femenina




“Cuando la mujer se excita sexualmente, el útero empieza a latir como un corazón, pero un poco más lentamente.

Impulsado por la emoción erótica, palpita como una ameba que se contrae y que se expande, como lo hace el cuerpo de una rana al respirar. Justamente, los Taironas -indígenas de Colombia- representan el útero como una rana.

Durante 5 milenios fue el útero y no el corazón el símbolo del amor y de la vida. Y sabemos por la Medicina Tradicional China, que existe una conexión directa entre el corazón y esta entraña curiosa.

El útero, además, tiene conexiones nerviosas con el neocórtex y con el sistema nervioso voluntario. Por tanto, cuando la mujer recupera la unidad psicosomática útero-consciencia puede, consciente o semi-inconscientemente, acompañar ese movimiento ampliando la ola de placer, de tal manera que puede vivenciar su sexualidad de forma expandida, sana y continuada.

Lo que sucede habitualmente, es que cuando la niña llega a la adolescencia -debido a la represión de su naturaleza, miliar y social-, tiene el útero tan rígido y contraído, que la mínima apertura del cérvix uterino para dejar salir la menstruación, produce dolor.

Pero el útero es recuperable, y sabemos de jóvenes con dismenorreas, que al adquirir conciencia de su útero, visualizándolo, sintiéndolo y relajándolo, han normalizado sus ciclos.

Tomar conciencia del útero, visualizarlo, sentirlo y relajarlo puede lograr mejores y más satisfactorios resultados que las saldevas. Para recuperar la sensibilidad uterina la primera cosa que hay que hacer es explicar a nuestras hijas desde pequeñas que tienen un útero, para qué sirve y cómo funciona. Explicarles que cuando se llenan de emoción y de amor, su útero palpita de placer.”

Texto: Casilda Rodrigañez, en su libro ‘El Asalto al Hades’
Fuente: inspiracionfemenina.com

Libro ‘El Asalto al Hades’

Extracto del prólogo a la presente edición de marzo 2010

(descargar en Portada)


Uno de los temas de este libro tiene que ver con el actual debate sobre las teorías de la evolución de las especies. Desde que las teorías de la evolución irrumpieron en el mundo científico en el siglo XIX, estuvieron mediatizadas por su aplicación al orden social: hacía falta justificar la dominación, el saqueo y la jerarquía social. Dos escuelas de pensamiento sobre la evolución se enfrentaron entonces, la que representaba Darwin y la que representaba Kropotkin. En el capítulo 1 de este libro trato de explicar la vigencia de la teoría de Kropotkin en línea con la teoría actual de la simbiogénesis (Lynn Margulis), la autopoyésis y la autorregulación (Maturana y Varela).

La simbiogénesis explica la génesis de una forma orgánica por la simbiosis de dos formas orgánicas más simples. La célula eucariota se originó con la simbiosis de una célula sin núcleo con una bacteria; por ello, todas las células eucariotas tienen dos tipos de ADN, el del núcleo y el de las mitocondrias y/o plastidios. La célula eucariota resultante de la simbiosis integró y fijó la interacción cooperativa de las dos simbiontes. Cuando se encontró una bacteria fósil cuyo ADN tenía la misma estructura que el ADN de las mitocondrias y plastidios de las células eucariotas actuales, se consideró demostrada la simbiogénesis, la teoría evolutiva desarrollada por Márgulis.

Y sin embargo yo creo, que la prueba más evidente del mecanismo simbiogenético de la evolución, es el propio modelo sinérgico de organización de los complejos conjuntos de sistemas que, por ejemplo, forman nuestro propio cuerpo. El sorprendente funcionamiento de los conjuntos hipercomplejos de sistemas, órganos, células, moléculas, etc., con millones de relaciones simultáneas, en todas las direcciones y sentidos, en todos los niveles de organización (molecular, celular, etc.), de un modo unísono y armónico, se explica por el mecanismo simbio-genético de integración de lo simple en lo complejo, según el cual el propio desarrollo de la forma simple hace la unión para constituir una forma más compleja. La sinergia se hace desde lo simple y con el impulso de la forma de vida más simple, cuya autorregulación y dinámica propia no se anula sino que pasa a formar parte de lo más complejo. Por eso cada parte que integra un organismo complejo ‘sabe’ lo que tiene que hacer y lo hace sin que nadie se lo diga, sin línea de mandos ni jerarquía. La vida y su diversidad es una filo-génesis de 3 mil millones de años como mínimo; es así, funciona así y no tiene parangón con diseño artificial alguno.

La apertura de los sistemas orgánicos autopoyéticos (Maturana y Varela), y el transvase in-formacional entre ellos, funciona primordialmente para el mantenimiento y la autorregulación de cada uno de ellos, y no para su destrucción. Todos los entes orgánicos viven dentro de un ecosistema, ninguno vive aisladamente, por el contrario vive en tanto que forma parte de una cadena de seres vivos en interacción in-formacional. Si la dinámica de dicha interacción fuera principalmente de depredación, no habría seres vivos, ni vida; sería una dinámica autodestructiva. Por eso la depredación entre las especies no está situada al nivel del funcionamiento básico de la vida, sino a otro nivel secundario con respecto al básico, que es la interacción cooperativa.

En la evolución no ha habido ni hay nada predeterminado, son los fenómenos los que se suceden unos a otros, por eso toda la diversidad de las formas y ecosistemas estàn necesariamente interrelacionados. La ayuda mutua que Kropotkin contemplaba en las estepas rusas, se ha confirmado en la vida microscópica, explicando la evolución como un proceso de asentamiento de la interacción cooperativa.

Hoy el enfrentamiento entre Darwin y Kropotkin ha sido desplazado por un supuesto enfrentamiento entre el darwinismo y el creacionismo. Desde mi punto de vista y de mis escasos conocimientos, ambas corrientes sirven para justificar la esclavitud, la dominación y la jerarquía social. El darwinismo justifica una jerarquía y una dominación al arbitrio de las aptitudes o la capacidad de un@s de imponerse sobre l@s demás. Las creacionistas intentan justificar una dominación más absoluta, en la que cada cual tendría su misión definida por el creador (llámese Ser Supremo, Dios, Universo consciente, etc.etc.). En un orden cósmico establecido y predeterminado, también está predeterminada la función y la misión que cada cual debe cumplir y que se transmite por la línea de mandos, en cuya cúspide estaría el creador y en el grado inmediato inferior sus mensajeros y sus intérpretes. El creacionismo es la justificación de un tipo de sociedad esclavista como la antigua hinduista (Código de Manú, etc.): además, o en lugar, de prohibir tal o cual cosa, se encomienda una misión que cumplir. Mientras que la prohibición de cosas concretas deja un margen de maniobra para lo demás, la misión esclaviza la vida entera.

El creacionismo claro está, no destaca la sinergia como organización resultante del proceso evolutivo, una sinergia que se construye con el movimiento propio interno y autorregulado de cada ser vivo. Por el contrario, tiene un especial interés en mostrar a los seres vivos sin dinámica propia y la jerarquía como algo natural, porque detrás del creacionismo en todas sus variantes está la justificación de la dominación totalitaria.

* Texto de la contraportada:

El asalto al Hades es una propuesta de recuperar la vida que quedó prohibida y excluida de la sociedad patriarcal. Los mitólogos inventaron el Hades para desterrar esa vida que no debía saberse ni imaginarse; las manzanas y la serpiente, símbolos del placer que impulsa la vida, fueron conquistadas y destruidas por Hércules, arquetipo del nuevo ser humano patriarcal, que instituye la superioridad masculina y sustituye el principio del placer por el de la fuerza física. Posteriormente, los mitólogos cambiaron el Hades por el Infierno, creando el sentimiento de culpabilidad para quienes se dejan llevar por su vitalidad, como Eva, por quien entró el pecado en el mundo: la historia del Jardín del Edén (con la prohibición del fruto, simultánea al acceso del conocimiento del bien y del mal, y a la satanización de la serpiente) es el re-make judeocristiano de la historia de Hércules en el Jardín de las Hespérides. Así se institucionalizan la enemistad entre la mujer y la serpiente –su sexualidad-, el dominio del hombre sobre la mujer y el parto con dolor; en definitiva, el matricidio.

No sólo la mitología, también otros campos del conocimiento (biología, arqueología, etc.) y, sobre todo, la experiencia sensible y afectiva de nuestros cuerpos nos descubren la vida prohibida y ponen de manifiesto sus cualidades, derivadas de su condición autopoyética, autorreguladora, cooperativa, sinérgica y an-árquica. La vida y el Poder, que se presentan confundidos en nuestra realidad, se diferencian por sus formas y su modo de funcionar, y el análisis diferenciador llega hasta el sistema de identidad, el ego como agente de las relaciones de Poder y sumisión.

En el centro de lo prohibido está la mujer y la función social de la líbido femenina. Y en este libro asumo el reto de aquella observación de Freud: El conocimiento de una época pre-edípica en la mujer ha provocado en nosotros una sorpresa similar a la que, en otro campo, suscitó el descubrimiento de la civilización minoico-micénica anterior a la civilización griega. Todo en el ámbito de la primera vinculación con la madre me parece difícil de captar analíticamente, oscuro, remoto, sombrío, difícil de devolver a la vida, como si hubiera caído bajo una represión particularmente inexorable.

Fe de dos errores en el texto Aquí

Fuente: Diario femenino

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in