#Feministasenlaslistas: ¿una política en femenino?
Esta semana que pasó, nos encontramos con un hashtag que inundó las redes sociales y los medios masivos de comunicación: #feministasenlaslistas, en coincidencia con el 22 de junio, día límite para la presentación de listas de candidatxs para compertir por las elecciones nacionales en dos niveles: ejecutivo y legislativo. El hashtag apareció como un recordatorio para aquellos “cabezones” de todos los partidos políticos: ahora que sí nos ven, queremos el lugar que nos ganamos. Sabemos que no fue la ley de Paridad de género, aprobada el año pasado, la impulsora de este cambio y sabemos también que no fue un cambio tan grande, las listas reflejan poco lugar para nuestras luchas. Pero este nuevo desafío nos lleva a cuestionarnos sobre las formas tradicionales de hacer política y las nuevas que creamos lxs feministas a lo largo del tiempo. ¿Qué política queremos llevar a esas bancas? ¿Caben nuestras demandas en las urnas? ¿Garantiza nuestra mera presencia en el Congreso una forma nueva de la política?
En 1991, se sancionó, en Argentina, la ley 24.012 de cupo femenino, que buscaba aumentar la representación de las mujeres en la política, garantizando que, al menos, el 30% de cada lista tuviera representatividad femenina. La realidad de la ley fue controvertida: los cupos como una manera de afirmación “positiva” de un derecho son, para algunas feministas, una manera de reconocer una inferioridad de las mujeres y negar la idea de que “llegaron ahí porque son capaces”. Pero, por otro lado, y teniendo en cuenta el cerrado contexto de la política partidaria argentina, fue la posibilidad para que muchas mujeres que venían trabajando en la sombra de los varones encuentren lugares de poder que les permitan, efectivamente, proponer una mirada diferente. La realidad de la aplicación de la ley fue dispersa.
Es verdad que, en algunas provincias, fueron colándose algunas mujeres en la escena política y tuvimos, de hecho, una presidenta mujer. Pero, así y todo, la forma de hacer política partidaria en la Argentina no ha cambiado.
A fines del año pasado, esta ley dio paso a la Ley Nº 27.412, que garantiza un sistema de paridad de género en los órganos legislativos nacional y subregional (Congreso Nacional y Parlamento del Mercosur), obligando a formar listas que intercalen varones y mujeres hasta el final, no definiendo quienes se ubican primero. Es claro que las críticas pueden ir en la misma sintonía que con la ley de cupo femenino, pero, en este caso, esta vieja ley establecía un piso, pero no un techo, a la presencia de mujeres, a diferencia de la de paridad de géneros, que pone un límite infranqueable: 50/50. Ni que hablar de que no menciona ni garantiza el acceso a identidades disidentes a estos lugares. Muchas listas fueron rechazadas por estar compuestas por mayoría o totalidad de mujeres. Su aprobación y reglamentación estuvo envuelta en una embestida de los feminismos en el espacio público, pero incluida casi al final del tratamiento de una reforma electoral y poco discutida por esas mujeres en las calles.
Así y todo, el debate estuvo instalado y, la semana pasada, las corridas por llenar esos lugares vacíos entre varón y varón fueron maratónicas. La marea verde fue un elemento clave de estas discusiones: los acuerdos electorales se complejizaron no sólo en el debate macrismo-kirchnerismo-peronismo, sino que ampliaron su espectro para incluir candidatxs que logren condensar la lucha de género y la del aborto (desde las dos posturas).
Partidos como Cambiemos, hoy llamado Juntos por el cambio, logró intercalar algunxs referentes de la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito (como Daniel Lipovetzky, quien impulsó la ley en diputadxs) con algunos del frente “pro aborto clandestino”, en continuidad con la elección de Miguel Ángel Pichetto como vicepresidente para armar un partido “amplio y abarcativo”. Sin embargo, luego de cerrar las listas, Mauricio Macri recibió a la legisladora electa en Santa Fe, Amalia Granata, la referente indiscutible del pañuelo celeste en los medios.
En el Frente de Todxs, las discusiones fueron más virulentas, pero la gran coalición de movimientos sociales y partidos que lo conforman obligó a armar listas que pudiesen, efectivamente, reflejar sus históricas luchas. En algunos casos, se logró y, en otros, imperó la política masculina y jerárquica. Por ejemplo, cuando le pidieron a Pino Solanas que deje el primer lugar a Victoria Donda, éste no lo cedió. Ofelia Fernández, la referente juvenil del pañuelo verde y combativo, quedó cuarta. La gran victoria es la presencia de Dora Barrancos, una de las primeras e indiscutibles del feminismo actual en la Argentina, e investigadora de CONICET. Dora ocupa el segundo lugar, detrás de Mariano Recalde, como candidatxs a senadorxs por la ciudad de Buenos Aires. Ambxs, se han declarado públicamente a favor de la Interrupción Legal del Embarazo.
¿Pero garantiza la presencia de feministas en las listas que el feminismo se cuele, efectivamente, en la política partidaria y gubernamental? La aparición de un hashtag pidiendo por feministas en las listas unos días antes del cierre fue una forma de presionar a los partidos -y a sus cabezones- para que no hagan caso omiso a la marea feminista que invade las calles, las casas, y el espacio público. Sin embargo, nos demuestra también que fue necesaria una estampida pública para presionar a aquellos pocos, varones, para que las listas se hagan eco de los reclamos sociales actuales. Y, así todo, fueron pocxs lxs que, efectivamente, llegaron a lugares significativos en esas listas. Si siguen decidiendo los mismos, ¿cuánto ha cambiado en la política? Lxs feministas tenemos que incomodar e incomodarnos en esos lugares.
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
Por una política “en femenino”
Desde esa incomodidad, algunas nos han planteado una salida diferente a esas formas de hacer política. Cotidianamente, el feminismo inventa nuevos mundos, a veces, pequeños y, otras, muy grandes, con dinámicas de relaciones nuevas. Raquel Gutiérrez las llama “política en femenino”,
“Porque me quiero separar de una política de las mujeres. Porque, en el “en femenino”, yo creo que pueden caber cuerpos de los que sean. Tiene que ver con hablar desde un lugar simbólico que no se pretende simétrico al lugar desde donde habla la dominación. El movimiento de mujeres va transformando el mundo y está empezando a ser una política en otro tono de voz, en otro idioma, que repudia las categorizaciones binarias y siempre trata de estar buscando dispositivos de pensamiento que sean dualidades o pluralidades no excluyentes. Es como es la vida. Sí, pero no también. Es una herramienta cognitiva que permite pensar el devenir”.
Raquel reflexiona desde las experiencias de las luchas de mujeres en el mundo y de sus formas de construcción de una política distinta, en la que no hay jerarquías y binarismos, y que tiene como objetivo el cuidado de la vida en todas sus formas. Experiencias que devienen de un habitar colectivo de las mujeres de espacios de lucha muy diversos, pero con un potencial enorme. Este “hacer caber” nos invita a pensar en lógicas que construyan desde la inclusión y no desde la exclusión, que nos obliga a una competencia feroz que destruye lazos comunitarios.
El habitar espacios tan hostiles como los partidos políticos para las mujeres e identidades disidentes nos obliga, constantemente, a dejar de lado prácticas más solidarias para pasar a lógicas de violencia, exclusión y jerarquías propias de la masculinidad hegemónica. El feminismo construye lugares comunes y, de ahí, saca su fuerza para producir una política diferente. La forma en la que se armaron las listas nos muestra que nada de esto estuvo presente. Que los hombres debieron “correrse” -y sólo un poquito- para hacer lugar a algunas mujeres, pero no a todas. Y, en este correrse, no resignaron, ni un poco, sus privilegios.
No somos ingenuas: sabemos que siempre es mejor estar presentes que no estarlo, pero debemos preguntarnos de qué forma queremos estar allí, en esos lugares “de poder”. ¿Queremos realmente el poder? ¿Queremos ese poder? Cuando luchamos por el aborto seguro, no nos conformamos con que la ley se apruebe en el Congreso, sino que trabajamos constantemente para que aborto ya no sea una palabra tabú en la sociedad: movimos una estructura arraigada de años en prácticas y discursos que violentaban y negaban derechos a los cuerpos gestantes. Nuestra lucha estuvo ahí, en lo social y colectivo que define los estigmas con los que nos movemos habitualmente, y que nos limitan. Sabemos que cambiamos la historia, aunque no cambiamos la ley, aunque a eso seguimos caminando.
Que el feminismo en las listas no sea sólo una manera nueva de que las viejas prácticas masculinas nos coopten y desarticulen. Ojalá podamos crear alianzas feministas reales en el Congreso, que ganen en libertades para las identidades no masculinas. Es un terreno de lucha difícil y hostil, celebramos y abrazamos a las que se animan a transitarlo. Desde las calles, será nuestra la tarea de mantener viva la llama de nuestras luchas, porque es acá, en la calle, en donde se define, para nosotrxs, la verdadera política.
Fuente: La tinta.