julio 15, 2019

Eileen Truax: «Las mujeres migrantes están sosteniendo la economía»


Eileen Truax. Ilustración: Diana Moreno

Eileen Truax es parte de la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos (NAHJ) y cofundadora de Cuadernos Doble Raya, una red de periodistas con miembros en ocho países. Ha sido parte de los programas de periodismo internacional del International Center for Journalists (ICFJ), y de International Women’s Media Foundation (IWMF) para reportar historias sobre jóvenes inmigrantes en España. Actualmente es directora de contenidos del Congreso de Periodismo de Migraciones de Mérida, España.

Además, cuenta con un amplio bagaje de textos y libros de migraciones. Pone la vida de las personas como el centro de la discusión de las políticas migratorias: las historias de vida generan empatía, los datos no. 

En octubre de 2019 sale tu libro El muro que ya existe. Las puertas cerradas de Estados Unidos a las víctimas de violencia (2019) por la editorial Harper Collins,una adaptación al español de We built the wall (2018). ¿Qué nos puedes contar sobre él? 

El libro habla de las políticas de asilo de Estados Unidos y expongo cómo, aunque no haya un muro físico, hemos construido un muro burocrático porque los criterios para otorgar el asilo o para autorizar cualquier otro mecanismo de migración legal, se han reducido y se aplican con un criterio político o económico antes que con de derechos humanos, que sería el criterio internacional para aplicar el derecho al refugio. 

Y es muy pertinente hablar del tema, entender cuáles son los criterios que estamos aplicando porque yo hablo del caso de Estados Unidos pero estamos viendo que en otros países está ocurriendo lo mismo: hay una serie de compromisos entre gobiernos que hacen que cada país haga una especie de statement político: “Tú vienes huyendo de este gobierno malo, malo y yo te recibo”. El mejor ejemplo ahora es Venezuela, pero si vienes de un país en donde no hay una dictadura abierta y con cuyo gobierno tiene relaciones con el país de destino, aunque ese gobierno también reprima o también violente es más difícil que reconozcan el asilo porque no quieren tener problemas con los países que son socios. Entonces, mientras esas relaciones comerciales-políticas sean el parámetro para aplicar los criterios de asilo, la herramienta no cumple su función y estamos dejando desprotegidos a quienes más lo necesitan. Y ahí me parece que esa es la aportación que puede hacer mi libro en la conversación actual. 

¿Cómo le explicamos a España el tema de la caravana migrante? 

El tema de la caravana migrante fue muy interesante porque tuvo una visibilización excesiva. 3.000 personas marchando sí son notables, pero estas son caravanas que ocurren todo el tiempo. Desde que se cubrió esa, han llegado dos más con más o menos ese mismo número de personas y además están esos pequeños grupos que van saliendo todo el tiempo y que se van juntando en el camino. La gente elige viajar en caravana porque el camino es peligroso y mientras más visible estés, más protegido estás de que ocurra algo y nadie se entere. Pero la realidad es que esta visibilización que llamó la atención de todo mundo es buena sólo si se entiende en el contexto de que esto ha estado pasando durante muchos años y que va a seguir ocurriendo.

No fue un evento aislado, no es algo que sea inusual y mi preocupación es que especialmente los medios en Estados Unidos fueron, cubrieron, entrevistaron y se regresaron a sus redacciones. Y eso no me parece que sea la mejor forma de entender por qué la gente migra, por qué la gente decide recorrer tres fronteras. 

Y de esto hablaste en el Congreso de Huesca 2019: se deja de cubrir en cuanto se cruza la frontera. Tú te enfocas en qué es lo que pasa después…

Sí, todos mis libros hablan de lo que pasa con la gente que llegó y lo que ocurre años después. A mí me parece que para entender cuáles son las razones del que va a venir, del que está en camino, tenemos que hablar con el que ya vino, que es parte de la comunidad y conocemos, es decir el señor de la tienda de la esquina que sabemos que es migrante. Porque luego la gente dice “es que todos los que vienen son malos”. Y ante eso, tú matizas, sí, todos son malos, pero el de la tienda de la esquina también vino y responden: “ah, bueno, pero él no, él es diferente” y esto pasa en todos los países y en todos los casos. Entonces, sí entendemos que ese fue el otro, el que venía hace cinco o diez años. Si hablamos con ellos, identificamos cuáles son las causas por las que vinieron y vemos el aporte que ha hecho a nuestra sociedad. 

Estoy pensando en el programa de Chef’s table en el que se trata el tema Cristina Martínez, chef mexicana y activista que cuenta cómo a pesar de estar casada con un ciudadano estadounidense, el ciclo administrativo por el que tiene que pasar no le permite regularizar su situación migratoria, es decir, personas integradas a la comunidad pero que siguen teniendo problemas.

Ese es el tema, eso es donde estamos fallando los medios de comunicación porque qué pena que tenga que ser un programa de cocina el que nos haga ver el programa de la migración. A mí me parece que eso es lo que tienen que hacer los periodistas, lo que tiene que pasar es que cada vez que tengas un dato, busques una historia. Así, nuestros relatos cotidianos serán el camino que nos ayude a transportar los datos. Esa combinación no tiene manera de fallar porque todas las personas somos capaces de sentir compasión por una señora cuyos hijos tienen la edad de nuestros hijos, o de entender las razones de una persona homosexual que tuvo que salir de su país porque ahí se penaliza con muerte la homosexualidad y a lo mejor la persona que está leyendo o escuchando tiene un hermano o tiene un hijo que es homosexual y que puede vivir su homosexualidad libremente. Es decir, hay mil formas de conectarnos y las historias son la manera de entender por qué inicia la migración pero también de entender la migración como solución y no como un problema. 

¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer migrante en Estados Unidos? 

Tengo que decir que hay una diferencia enorme en relación a la experiencia de muchas otras mujeres porque yo llegué con documentos que me permitían estar legalmente en Estados Unidos. Es una diferencia enorme porque, si puedes estar legalmente en el país, tienes un número de seguridad social que te permite sacar una licencia de conducir, buscar un empleo, alquilar un apartamento… Existes administrativamente. Quien llega indocumentado, no. Por eso no me atrevería a comparar mi experiencia de arribo con personas que tienen que pasar por situaciones mucho más difíciles. 

Ahora, como mujer sí que tienes que pelear más por las oportunidades, porque ser mujer y ser inmigrante te pone una escalera más. Para mí ha sido agridulce porque hay muchas organizaciones de defensa de los derechos de los migrantes y la mayoría están lideradas por mujeres. Ante esta doble, triple y cuádruple desventaja y vulnerabilidad que se tiene surge también la reacción de crear redes y ver cómo nos organizamos. Yo conozco el caso de una mujer que llegó en circunstancias en las que fue víctima de violencia familiar y sexual y vivió una discriminación enorme cuando llegó. Ahora no solo dirige una de las organizaciones más importantes de derechos de los inmigrantes sino que tiene una hija graduada en Berkeley. En una generación logran brincar todos esos obstáculos y a mí eso me emociona y me hace sentir orgullosa de pertenecer a estos colectivos. 

¿Dónde te enfocarías dentro de las reivindicaciones de las mujeres migrantes?

Yo creo que la principal reivindicación que tenemos que hacer es reconocer el rol del sostén de hogar de las personas migrantes. Hay una narrativa que tiende a poner a las mujeres migrantes en el lugar de compañera del hombre y se piensa en la reagrupación familiar en términos de que la mujer viene a alcanzar al esposo con los hijos. Pero la gran mayoría –creo que estamos en el 70 por ciento– son cabezas de familia, es decir, están migrando para seguir siendo el sostén económico de las familias de origen y de la familia que llevan consigo. Reivindicar esto es reconocer el rol que están teniendo las mujeres en la cadena productiva del país de arribo. Las mujeres están migrando y desde las sociedades receptoras tendríamos que reconocerlo. También desde las sociedades expulsoras: muchas de estas mujeres y sus remesas están sosteniendo las economías nacionales. Tenemos una gran deuda de reconocimiento hacia las mujeres migrantes. 

¿Cómo definirías el papel del periodismo en temas de migraciones?

Yo creo que en España se tiene que empezar a ver ya la utilidad de éste tipo de periodismo. En Estados Unidos, por ejemplo, los medios con audiencias compuestas por migrantes dan información general, pero también tienen la función de ayudar a las personas a convertirse en un ciudadano igual que todos. Y si tú no tienes ese tipo de periodismo, estás creando ciudadanos de primera y de segunda. En España se tiene que empezar a pensar de esta manera: se enriquecerá el periodismo y se enriquecerá tu audiencia. Ojalá pronto viéramos a muchos migrantes en las redacciones. Esa es una deuda, ojalá los migrantes tuvieran espacios en donde pudieran aportar al periodismo que hacemos, esa sería la meta.

Fuente: La Marea

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