noviembre 01, 2019

Brujas. (Nuevos estigmas para linchar a mujeres)



Ustedes bien saben que las cacerías de brujas no servían nada más para condenar a unas cuantas mujeres malas sino para infundirles miedo a todas, darles una lección y garantizar su obediencia. Recordemos que “el mejor medio para apaciguar la ira de Dios, obtener su bendición, infundir temor en algunos por el castigo de los demás, preservar algunos de la infección por otros, disminuir el número de los malhechores, asegurar la vida de la bien dispuesta y castigar los crímenes más abominables que la mente humana pueda concebir” era tratar a las brujas con todo rigor. Y sí, esas mujeres elegidas para recibir el castigo ejemplarizante y servir de escarmiento eran malas, aunque nosotros sabemos que no se debía a que hubieran hecho pacto con el diablo, sino a que veneraban a diosas prohibidas y no acataban los mandamientos de la verdadera religión. Unas insumisas.

Aquí entre nos, en ocasiones la insumisión no era imprescindible: el único requisito para ser bruja y merecer la leña verde era ser señalada como bruja. Esto resulta muy práctico, porque la gente no se va a poner a hacer averiguaciones de si en serio es bruja o no es bruja: mejor cree con fe ciega lo que otros le dicen o los rumores que oye por ahí. Cualquier vecino al que una pinche vieja le cayera mal podía ser el delator y su palabra ante los tribunales valía más que la de esa maldita adoradora de Satanás, mujer al fin y al cabo.

Pero lamentablemente ya no estamos en el siglo XVI. Hoy es un poco más difícil que nos crean si acusamos a una arpía de tener trato carnal con Lucifer. ¿Qué hacer para que las mujeres, en estos tiempos de peligroso feminazismo galopante, sigan obedeciendo y sometiéndose al varón? Unos lúcidos torquemadas de nuestro tiempo ya dieron con la solución perfecta. Ahora a las desobedientes podemos achacarles que propagan discurso de odio. Así, aunque se empeñen en hablar las muy tercas, la gente no las va a escuchar ni se detendrá a pensar si lo del odio es verdadero o si lo que ellas sostienen es atendible porque… ¿y si resulta que tienen un punto de razón? Creerles convierte automáticamente a la escucha en criminal, y mejor no arriesgarse. Además, como ya dijimos, ¿a quién le importa si la imputación es cierta?

El temor a ser acusadas ellas mismas y su necesidad de aprobación masculina podrán más que la cacareada sororidad. Su complicidad con la inquisición está casi garantizada.

Fíjense: podemos gritar muy fuerte que con sus ideas “lastiman la dignidad humana de otras mujeres que pertenecen a una categoría social vulnerada”, o alguna variante, y acicatear a varias féminas para que se sumen al coro. Así hasta podemos justificar que se las amenace de violación o se fantasee con su muerte, al fin que ellas se lo buscaron al “negarles a personas más oprimidas que ellas su derecho a la identidad”, y de paso nosotros mismos nos hacemos pasar por feministas y progresistas. Sí convendrá que ensayen esta terminología y esta retórica para salpicarlas siempre en sus imprecaciones.

Hemos notado que las palabras bruja y feminazi son cada vez menos aceptadas por las potenciales delatoras y puede ser que se nieguen a usarlas. Por eso acuñamos para las mujeres malas del siglo XXI una palabreja que suena aséptica: terf. Lo cierto es que hace las veces de estigma: con una vez que a una le digan terf, la marca queda, a menos que la acusada haga algo para borrar sus culpas. Quedará a criterio de los acusadores si conceden la expiación. Sugerimos no mostrarse demasiado indulgentes.

Debemos reconocer también que el De Demonomanie des Sorciers ya está un poco caduco con su catálogo de crímenes diabólicos como maldecir a Dios, ofrecerle al demonio los hijos en sacrificio sin haberlos bautizado, beber sangre o hacer cocimiento con los niños pequeños, porque quién cree ya en esas cosas. Pero tenemos buenas noticias: hemos lanzado una edición actualizada, apta para los nuevos tiempos, con una serie de prohibiciones más realistas, para que todo inquisidor las tenga presentes en su diaria búsqueda de faltas a la fe.

Se considerará brujería, o sea transfobia, o sea crimen de odio:
  • Afirmar que las mujeres no tienen pene, porque eso es biologista
  • Referirse a una persona sin usar el pronombre de su elección; a esta blasfemia la llamaremos misgenerar
  • Seguir haciendo la anticuada distinción feminista entre sexo y género, eso es muy segunda ola
  • Creer que sólo hay dos sexos, como afirmaba la ciencia decimonónica; a éstas hay que acusarlas de que no han leído el número de la revista Science donde ya se demostró que el sexo es un continuo y hablarles de la gente intersexual y los peces payaso; como tortura, esto último es infalible
  • Analizar el concepto de identidad de género o no creer que exista tal cosa
  • Hablar de la menstruación como algo que les sucede sólo a las mujeres: eso es transexcluyente y denota un cisprivilegio
  • Hacer con la mano el símbolo de la vulva: eso es coñocentrismo
  • Insistir en decirles mujeres sólo a las personas con vulva, cuando la postura oficial es que también hay mujeres sin vulva y personas con vulva que no son mujeres
  • Atreverse a decir que los estereotipos sexuales son un constructo social y no forman parte de la esencia personal de cada quien, porque equivale a negar la identidad de las personas más oprimidas por el sistema
  • Impedir la entrada de mujeres con pene adondequiera que a las mujeres con pene les salga del coño entrar
  • Criticar la participación de transmujeres en la categoría femenina en los deportes o su presencia en refugios, cárceles, vestidores, baños y otros espacios reservados para cismujeres
  • Preocuparse por el bienestar de niñas y niños que no se acomodan a los estereotipos sexuales y sugerir que se estudie si de verdad lo mejor para ellos es en todos los casos la transición; cuando alguien incurra en este crimen diremos que está “violentando a la niñez trans”, es muy efectivo
  • Pretender que el feminismo se centre en las mujeres sin pene; esto demuestra una falta de empatía monumental
  • Insinuar que las mujeres con pene han tenido socialización masculina y exigir que los delitos por ellas cometidos cuenten como delitos cometidos por hombres
  • Negarse a depilarle los testículos a una mujer o justificar a quien se niegue a hacerlo
  • Organizar aquelarres o, como ellas los llaman, “reuniones feministas”, sin la presencia vigilante de mujeres con pene
  • Rechazar las relaciones sexuales con una mujer con pene; en caso de que la delincuente sea lesbiana la sanción será mayor y la llamaremos fetichista del coño. Esta acusación es más efectiva si se hace en tono de chantaje emocional: estudien el comportamiento de los incel para inspirarse
  • Convocar a marchas de lesbianas, a menos que vayan encabezadas por lesbianas con pene
  • Llevarse bien con alguien que haya incurrido en cualquiera de estos crímenes o darle like a un post suyo en Facebook o Twitter; eso ipso facto las hará culpables por asociación
  • Leer con atención los textos de alguien que haya cometido cualquiera de estos crímenes, con mayor razón recomendarlos
  • Pensar por cuenta propia
Es una verdadera pena que quemarlas en la plaza pública ya no sea bien visto, pero eso no significa que las terf quedarán impunes. Hemos ideado una medidas especiales para que su discurso de odio no encuentre canales de difusión:
  • Evitaremos a toda cosa que se presenten a hablar en público. No importa que el tema de la conferencia no tenga nada que ver con sus ideas transgresoras. Recuerden: ellas son transmisoras de lenguaje de odio y por ningún motivo se les debe dar plataforma. Podemos acosarlas, escenificar acciones de protesta, gritar, golpear ventanas; la cosa es hacer mucho ruido para que nadie pueda oírlas
  • Nos encargaremos de que no puedan dar clases en universidades; su presencia en ellas es especialmente peligrosa porque ahí hacemos nosotros gran parte de nuestros reclutamientos y su discurso de odio puede inmunizar a los prospectos
  • A sus empleadores les haremos saber qué clase de criminales son y presionaremos hasta que las despidan
  • Si algún medio de comunicación las publica o un sitio de reunión las alberga, también ahí haremos presión incansablemente hasta conseguir que las veten
  • Si nada de esto funciona, podemos escalar las cosas y amenazarlas de violación. Como arma de guerra, los penes femeninos son indistinguibles de los penes masculinos
  • Con las terf especialmente perseverantes habrá que pasar a las amenazas de muerte. Es posible que sólo así doblen la cerviz
  • Para casos desesperados, nuestra arma favorita son unos bates de beisbol con el símbolo transgénero rosa y azul; también los hay con la bandera no binaria y otros atractivos modelos

Quienes conformamos este santo tribunal estamos convencidos de que tales medidas servirán para disuadir a casi todas las mujeres. A muchas les dará miedo arriesgarse a ser contaminadas con sus ideas y se alejarán de las culpables. Por consiguiente, éstas irán quedando cada vez más aisladas, y, así como la unión hace la fuerza, la desunión hace la debilidad. Prevemos que otras, para protegerse mejor, voluntariamente se harán delatoras y hasta se alistarán como policías de pensamiento para estar muy pendientes de cualquier resbalón de sus amigas y conocidas. El temor a ser acusadas ellas mismas y su necesidad de aprobación masculina podrán más que la cacareada sororidad. Su complicidad con la inquisición está casi garantizada.

Esperamos no equivocarnos.

Filosofía en la UNAM. Traductora y editora,. Autora del ensayo "Las mujeres son seres humanos" (Secretaría de Cultura, 2016). De vez en cuando desempolva su formación en filosofía y escribe sobre temas de interés feminista
Fuente: Tribuna Feminista

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