mayo 09, 2020

Gestión autónoma de recursos: la sala de máquinas del trabajo feminista en el medio de una pandemia global


Las respuestas feministas al COVID-19 han sido veloces, perspicaces y numerosas.

Aparecieron seminarios en línea (tantos.tantos.seminarios.en.línea), hilos de Twitter, ilustraciones, comunicados de prensa y recomendaciones de políticas, y fiestas en línea en casa . Los artículos de análisis cubren todo, desde los impactos de género del COVID-19 hasta cómo trabajar en forma remota y el rol del capitalismo neoliberal.

© source: IPS

Lo que es más notable es cómo lxs feministas nos hemos movilizado masivamente para generar nuestros propios recursos autónomos para realizar actos diarios de solidaridad y supervivencia, y para responder de forma política, colectiva y potente a este momento. Muchas de estas acciones provienen de comunidades y movimientos de algunos de los lugares más afectados y menos privilegiados, y han surgido, especialmente, de los movimientos negros, LBTQI+, de personas discapacitadas y migrantes, y de tierra y trabajo. Algunas de las respuestas son locales, mientras otras son globales.
La solidaridad feminista es, en este momento, la «sala de máquinas» que impulsa las acciones más innovadoras y necesarias que se están realizando hoy en día.

Our movements are literally resourcing each other during this pandemic -- with emergency funds, information provision, art, love, time, sharing of experience, documentation of impact, and more -- sharing, connecting, analysing, strategising and imagining new feminist realities more than ever before. 

Durante esta pandemia, nuestros movimientos están, literalmente, gestionando recursos unos para otros (con fondos de emergencia, suministros de información, arte, amor, intercambio de experiencias, documentación del impacto, y más), están compartiendo, conectando, analizando, formulando estrategias e imaginando nuevas realidades feministas, más que nunca antes.

Las comunidades de trabajadorxs sexuales se han visto particularmente afectadas por el COVID-19. Como describe el Fondo Paraguas Rojo (RUF, por sus siglas en inglés), «Como siempre, [las comunidades de trabajadorxs sexuales] están situadas en el punto de mira, experimentando esta nueva catástrofe en todas sus multiplicidades [...] violaciones de los derechos humanos en todas sus formas, incluida la inseguridad de la vivienda, la disparidad de ingresos, la escasez de alimentos, el acceso desigual a la atención de la salud y otros servicios públicos, y la violencia», pero han respondido con «resiliencia y agencia». Esta resiliencia y agencia se han traducido en iniciativas autogestionadas para apoyar a lxs trabajadorxs sexuales de todas las regiones del planeta. Por ejemplo, Aprosmig [Asociación de Trabajadorxs Sexuales de Minas Gerais] de Brasil, está liderando una campaña para brindar alojamiento, alimentos, productos de limpieza y dinero a trabajadorxs sexuales y personas en situación de calle.

En Berlin, Karada House, un espacio de arte colaborativo queer, ha pasado a proveer ayuda de emergencia a través de su programa «LGBTQIA+ & WOMXN RELIEF FOR COVID-19», [Ayuda para comunidades LGBTQIA+ y de Mujerxs por el COVID-19] con asistencia financiera directa, preparación y entrega de comidas, e incluso, poniendo en contacto personas para que hablen entre sí y alivien su estrés mental.

En los Estados Unidos, SUSU: a black feminist giving circle [círculo de donación de feministas negrxs] está distribuyendo fondos de respuesta rápida a feministas negrxs que están «viviendo/cuidando/sanando/ respondiendo y más al COVID-19». El colectivo negro de empoderamiento y democracia Cooperation Jackson está reconvirtiendo su «fab lab» [«laboratorio fabuloso»] de producción comunitaria, para elaborar mascarillas impresas en 3D y cosidas a mano, y tiene planes de «publicar videos para enseñar a otras personas cómo hacerlas, sobre el modelo de la cultura DIY [hazlo tú mismx], que es una parte fundamental de la tradición radical negra».

Algunas activistas feministas de Kenya están utilizando Twitter para recaudar fondos para personas queer y trans afectadas por el COVID-19. También están dirigiendo recursos hacia grupos como #MutualAidKe, que distribuye alimentos, artículos sanitarios y educativos, y dinero. #MutualAidKe pone de manifiesto su misión, como dice Toni Morrison: «La función de la libertad es liberar a otra persona.»

La Huelga Mundial de Mujeres (GWS) y Mujeres de Color GWS, que hace décadas luchan por el reconocimiento financiero de las tareas de cuidado no remuneradas, se han unido al Green New Deal for Europe [Nuevo Pacto Ecológico para Europa] para instar a los gobiernos de todo el mundo a brindar un ingreso por tareas de cuidado, a partir de este momento.
En muchos casos, los movimientos feministas están haciendo todo esto mientras siguen resistiendo los ataques a sus derechos.

En Polonia, por ejemplo, el gobierno decidió que una pandemia global es un buen momento para debatir la prohibición de los abortos de fetos con anormalidades serias, y otro proyecto de ley que podría eliminar la educación sexual. Afortunadamente, el debate ha sido pospuesto, por ahora, pero lxs activistas respondieron creativamente a las reglas de aislamiento por el COVID-19, ubicándose a dos metros unxs de otrxs para sostener carteles, o exhibiéndolos desde sus automóviles y bicicletas. Han hecho todo este trabajo, tan increíble y tan riesgoso, mientras, en forma simultánea, establecían una campaña solidaria de mecenazgo para apoyar a aquellas activistas y personas afectadas por la discriminación interseccional de Polonia, quienes atraviesan una situación económica difícil debido al COVID-19.
© Peg Hunter / Flickr (CC BY-NC 2.0)

TODO esto es gestión de recursos en acción.

Pero ¿cómo es posible? Con todos los obstáculos personales, políticos y económicos que la gente está enfrentando por el COVID-19 (los que se suman a los múltiples desafíos que ya enfrenta el activismo feminista), ¿cómo es que los movimientos feministas se han inspirado y han sido capaces de lograr esta increíble respuesta en tan poco tiempo?

Primero, los grupos sociales a los que los movimientos feministas pertenecen y a quienes atienden son aquellos más afectados por la pandemia, de modo que existe una urgente necesidad de análisis feminista, de acciones solidarias, y de respuestas. Como señaló la Liga Internacional de las Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF): «La capacidad para aislarse, trabajar desde casa, educar a lxs hijxs en el hogar, almacenar despensas, acceder a la atención médica y reconstruir la propia vida financiera (y psicológica) después de la pandemia depende de la clase, el género, la raza, la edad y la geografía.» Casi toda la población está siendo afectada financieramente por la crisis, pero el apoyo estatal, que varía enormemente de un país a otro, siempre está reservado a categorías particulares de trabajadorxs, cuentapropistas y ciudadanxs, mientras que millones de personas (con frecuencia las mujeres y las personas de género no normativo) no entran en dichas categorías.

Segundo, los movimientos feministas han logrado responder tan rápidamente porque eso es lo que hacen. Los movimientos feministas y sociales en general están habituados a depender unos de otros, sacando conejos de la galera y creando conjuntamente impulso y poder colectivos para resistir y desestabilizar las opresiones, para promover el cambio y, lo más importante, para cuidarse unos a otros. Esto no quiere decir, por cierto, que este sea nuestro destino en la vida. Los movimientos y las agendas feministas merecen MUCHO más que los magros recursos que se nos otorgan. La pandemia del COVID-19 es solo otro ejemplo del trabajo que hacen los movimientos feministas y sociales en general.

Tercero, desde hace décadas los movimientos feministas y otros movimientos sociales han estado conectándose, documentando, apoyando, analizando y elaborando teoría dentro y a través de las fronteras para planificar y diseñar un mundo nuevo. La pandemia del COVID-19 puede haber agregado complejidad al momento, pero no estamos comenzando desde cero.

La «sala de máquinas» feminista, que ha arrancado a toda velocidad e impulsa estas acciones innovadoras y necesarias, en un contexto único y extremadamente difícil, demuestra el poder que tienen los recursos autónomos para producir una participación, una influencia y un impacto reales.

Sin embargo, la mera existencia y la gran amplitud de las respuestas feministas al COVID-19 también demuestran la urgente necesidad de transformar nuestros sistemas debilitados e injustos, que dejan a tantas personas en peligro. Ahora que la sociedad civil debe nuevamente luchar para tapar todos los agujeros de un barco que se hunde, deberíamos dedicarnos a la arquitectura misma del barco. Este momento pone de relieve las fallas del sistema de la distribución de la riqueza, y debería atraer nuestra mirada colectiva hacia la transformación estructural del modo en que los recursos son generados y distribuidos en la sociedad. Es la clase de transformación que vienen reclamando los movimientos feministas, y son precisamente los movimientos feministas quienes están mejor posicionados para liderarla.

Por Rochelle Jones
Fuente: AWID/IPS

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