julio 07, 2020

Economistas feministas demandan mayor perspectiva de género en la ley del teletrabajo

Investigadoras de la economía feminista piden una visión más global en el anteproyecto de la ley de trabajo a distancia e incidir en la perspectiva de género para no perpetuar desigualdades.



El próximo martes 7 de julio finaliza el plazo para hacer aportaciones al anteproyecto de normativa que regirá el teletrabajo en España, la llamada ley de trabajo a distancia que ha impulsado el ministerio de Yolanda Díaz. Antes de la irrupción del covid-19, apenas una de cada diez personas teletrabajaba en España; ahora, el porcentaje supera el 30%. Si bien de qué manera y hasta qué punto se va a normalizar el teletrabajo en el país es todavía una incógnita, la crisis sanitaria ha evidenciado la obligatoriedad de regularlo. Pero sobre todo, defienden desde la Unidad de Investigación de Economía Feminista de la Universitat de València (UV), de hacerlo con perspectiva de género. 

“La ley de teletrabajo es una nueva forma de regulación que tiene que ver con la flexibilidad tanto laboral como espacial”, inicia Isabel Pla, profesora universitaria y directora de la mencionada unidad, integrada en la Facultad de Economía de la UV. “Pero el teletrabajo debe ser voluntario y tener carácter reversible, porque en caso contrario nos podemos encontrar con situaciones de discriminación que ya generan otras prácticas como el trabajo a tiempo parcial”. Se refiere a lo feminizado de este tipo de jornadas, algo que corroboran los datos del INE: en el primer trimestre del 2020 —últimos datos oficiales—, el 74% de las personas que trabajaba a tiempo parcial eran mujeres.
Pla defiende que si no se regula con perspectiva de género, el teletrabajo puede llevar a “situaciones de discriminación que ya generan otras prácticas como el trabajo a tiempo parcial” o a “fijar a las mujeres en el espacio doméstico”

Aparte de por no encontrar trabajo a jornada completa, una de las principales razones por las que las personas mantienen este tipo de contratos, según los datos, son los cuidados. De este grupo, el 93% de las personas que trabajan a tiempo parcial para poder dedicarse al cuidado de personas dependientes son mujeres. “La empresa nos ofrece tiempo parcial a nosotras, que somos las que acabamos realizando en mayor medida trabajo no remunerado. Con el teletrabajo puede suceder lo mismo, ya que se nos puede ofrecer esta modalidad para conciliar, pero es una conciliación mal entendida”, advierte Pla. “Si no se regula bien el teletrabajo, puede fijar a las mujeres en el espacio doméstico”. 

Por eso la investigadora defiende que es corresponsabilidad lo que realmente ha de buscarse, y esto pasa por entender que la llamada conciliación no ha de verse como algo que marginar al seno de las familias, “sino que debe influir en la forma de funcionar de las empresas y ser considerado en las políticas gubernamentales”. 



MISMO TÉRMINO, DISTINTO CONCEPTO

Ya antes de la pandemia, explica Pla, la forma de hacer teletrabajo presentaba diferencias entre hombres y mujeres. Si bien según los resultados del proyecto Work-Life Balance —liderado por esta profesora universitaria— con el confinamiento tanto hombres como mujeres afirman haber incrementado su dedicación a tareas del hogar y cuidados, son ellas quienes se encargan en mayor medida. Algo que para la investigadora también se refleja en que las mujeres hagan más teletrabajo en el domicilio que los hombres, quienes desarrollan un trabajo a distancia “más móvil, porque en el fondo ya estamos asignando a las mujeres las tareas de cuidados”, afirma.



En relación con esto, la ley hace mención a la necesidad de establecer tiempos de trabajo y descanso, algo muy complicado de acotar, advierte, si coexisten situaciones de cuidados dependientes, “pues aparece una jornada interminable donde no cumplimos al 100% ni en cuidados ni en trabajo”. Por eso la ley debe ser revisada punto por punto, “en aspectos como las franjas horarias, si se trabaja en el domicilio o en otros espacios, en reducir la teleuberización y el aislamiento físico y social que puede disminuir la capacidad de negociación de las mujeres, en facilitar la democratización de horarios de reuniones o limitar su duración o incidir en el derecho a la desconexión digital”, enumera Pla.

La futura ley de trabajo a distancia, sostiene Pla, “debe estar unida a una ley más integral de cuidados que permita que las opciones de flexibilidad no fijen a las mujeres en el espacio doméstico”

Debería ser prioritario, para ello, conseguir una “visión muy global, entender el teletrabajo no como algo aislado, sino ubicarse en políticas con perspectiva de género”. La futura ley de trabajo a distancia, sostiene, “ha de estar unida a una ley más integral de cuidados que permita que las opciones de flexibilidad de las que habla no fijen a las mujeres en el espacio doméstico”. Hace referencia, en este punto, al anuncio del Ministerio de Igualdad de impulsar una ley de tiempo corresponsable. “La propuesta desde la economía feminista es ir más allá de regular una forma concreta de trabajo y poner los hogares y la sostenibilidad de la vida humana en el centro de los análisis, y a partir de ahí crear políticas de empleo y para el empleo”, resume. 

OTRAS DESIGUALDADES

Pero existen otras desigualdades. No todo el mundo ha tenido la misma facilidad para teletrabajar y, según expone la investigación realizada por Pla Teletrabajo no es conciliación, este método acentúa las desigualdades. Así lo corroboran, incide la autora, diferentes encuestas: mientras en el caso de personas con sueldos superiores a 4.000 euros el 70% ha podido desarrollar la modalidad telemática durante la pandemia, solo el 13% de personas con sueldos mileuristas ha tenido la opción. Por eso también es importante “que los costes [del teletrabajo] los asuman las empresas”.

Mientras el 70% de personas con sueldos superiores a 4.000 ha teletrabajado durante la pandemia, solo el 13% de personas con sueldos mileuristas ha tenido la opción

“Los trabajos del sector servicio, que emplean a muchas mujeres, tienen un alto nivel de atención al público, además de que entran en juego aspectos como el techo de cristal o suelos pegajosos: por ejemplo, somos menos cargos directivos, con lo que tenemos menos posibilidades de teletrabajo”. Exceptuando la educación, otros empleos feminizados como la enfermería, cuidados o peluquería sí han sido considerados servicios esenciales durante la pandemia y no ofrecen opción a teletrabajo.

A esto se suma, considera Pla, la propia estructura económica de España, que a diferencia de otros países europeos, tiene un amplio peso de sectores como turismo o construcción. “El teletrabajo reproduce segregación vertical (hay menos mujeres directivas, con lo que el teletrabajo a menudo supone una posición laboral mejor) y horizontal (con sectores muy feminizados, como la hostelería o la enfermería) que va a generar mayor brecha socioeconómica”. El teletrabajo, concluye, “no es barra libre y no debe generar una segregación en la empresa, sino más democratización”. Por eso considera fundamental que los mínimos exigidos a la empresa con la nueva ley consideren estas cuestiones.

TAMBIÉN PARA LA RECONSTRUCCIÓN

Los programas de reconstrucción del covid-19, concluyen desde la Unidad de Economía Feminista valenciana, también deberían tener en cuenta estos aspectos, ya que se ha visto que las crisis impactan negativamente en la brecha de género: “Después de la crisis de 2008, las mujeres hemos salido peor paradas; inicialmente el impacto del paro fue más masculinizado pero después ha ocurrido que hay más paro femenino y más precariedad entre las mujeres”, haciendo referencia a sectores feminizados como los del sector turístico o de cuidados. 

Que los planes de contingencia y reconstrucción deban tener estas cuestiones en cuenta, incide Pla, se justifica en que influirá en las ayudas que se vayan a poner en marcha, las cuales “deben garantizar que incorporen su impacto de género de modo que las mujeres no vuelvan a pagar las consecuencias de la crisis”.

Sí a la Diversidad Familiar!
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