julio 11, 2020

Yusra Mardini, la refugiada que llegó al podio nadando

Yusra Mardini en el Estadio Olímpico Acuático de Río de Janeiro durante los Juegos Olímpicos Río 2016. EFE/Lavandeira jr

La nadadora olímpica Yusra Mardini tiene 22 años y una historia de supervivencia que la ha llevado a ser ejemplo de lucha para los miles de refugiados que hay en el mundo. Ella se ha subido a un podio del que nadie la podrá bajar.

Su historia de lucha comenzó a los 18 años en Damasco (Siria), su ciudad natal, de donde tuvo que huir junto a su hermana Sara después de que la guerra destruyera todo lo que encontraba a su paso, inclusive su vida cotidiana.

La lucha por sobrevivir

Fue en agosto de 2015 que las dos hermanas partieron de Siria al Líbano, y luego a Turquía, donde se subieron a un embarcación con otros 18 emigrantes, rumbo a las costas de Grecia.

La barca, pensada para transportar a seis personas, comenzó a hacer agua. El motor se paró en mitad del Egeo. Entre los ocupantes, solo Yusra, su hermana y otras dos personas sabían nadar. Se lanzaron al mar y desde allí estuvieron achicando agua durante tres horas hasta que el motor volvió a funcionar. Lograron llegar a la isla de Lesbos con vida.

La huida de las hermanas Mardini no terminó ahí, sino que continuó a través del continente europeo hasta que ambas se instalaron en Berlín en septiembre del mismo año.

Yusra, quien desde el 2012 ya había participado en los campeonatos del mundo de piscina corta, reanudó pronto sus entrenamientos que le permitieron soñar con un futuro en la natación.

El sueño olímpico

Cuando el Comité Olímpico Internacional (COI), estrecho colaborador de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), tuvo la idea de crear un equipo de refugiados olímpicos, la nadadora siria fue desde el principio una candidata destacada a ser parte del grupo.

Dos sirios, un etíope, cinco sursudaneses y dos congoleños, seis hombres y cuatro mujeres, formaron la selección, que compitió bajo bandera olímpica y con las siglas R.O.T..

Esas tres letras, entre los aros olímpicos y su apellido, adornaban el gorro de Yusra el día en que se acercó al poyete de la calle cuatro para convertirse en olímpica. Con los brazos en jarras y la cabeza baja, es probable que se le pasaran por la cabeza las etapas del largo trayecto que la había llevado de Damasco a Berlín y de Berlín a Río de Janeiro. Comparados con esa empresa, los dos largos a mariposa que tenía por delante debieron de parecerle un juego de niños.

Yusra Mardini ganó su serie con un tiempo de 1:09.21. No le bastó para avanzar a semifinales. Tampoco lo hizo unos días después en la prueba reina, los 100 metros estilo libre. Pero estuvo al mismo nivel que otras muchas competidoras y, entre todas, solo ella era, además, una deportista refugiada.

Ella y sus nueve compañeros se convirtieron en el orgullo de los Juegos.

Embajadora de la ACNUR

En 2017 fue nombrada embajadora de ACNUR, la organización que cada 20 de junio conmemora el Día Mundial del Refugiado. Yusra sigue viviendo en Alemania, ha publicado un libro con su biografía y se habla de una posible película sobre su vida.

Mientras, y por desgracia, el COI tendrá que volver a formar un equipo de refugiados para los Juegos de Tokio 2020, ahora en 2021. Los campamentos de todo el mundo están llenos de jóvenes deportistas que buscan una oportunidad. Yusra Mardini confía en estar de nuevo en ese equipo para demostrar que el sueño de ser olímpico flota en el agua transparente de una piscina.

Por Natalia Arriaga
Fuente: Efeminista

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