Dorina Hernández, la primera palenquera en el Congreso: “El racismo en Colombia es solapado”
La representante a la Cámara reconoce su lugar en el Capitolio como una reivindicación a los pueblos negros y a las mujeres
Dorina Hernández, la primera y única mujer palenquera, en el salón elíptico del Congreso, el 27 de julio de 2022.SANTIAGO MESA
Un turbante blanco sobresale en la parte delantera del salón elíptico del Capitolio Nacional. Entre el ruido y el movimiento de congresistas que entran y salen del recinto, la mujer que lo lleva permanece sentada, revisa apuntes y escribe. Es Cha Dorina Hernández, la primera palenquera en el Congreso colombiano. De sus orejas cuelgan dos enormes aretes dorados con la forma del mapa de África y de su cuello una bufanda que se saca con afán cuando se pone de pie. “Me quito esta cachacada”, dice con gracia haciendo referencia a la prenda que usa para protegerse del frío de Bogotá, tan lejos de su pueblo San Basilio de Palenque, caliente y de cielo azul.
Dorina antepone a su nombre la palabra Cha, que significa autoridad, y se presenta en la lengua nativa de su pueblo, el palenquero. “Soy la primera palenquera en llegar al Congreso. Aquí estoy, después de siglos de que nuestros abuelos y abuelas, descendientes africanos, hicieron de mi pueblo el primer pueblo libre de América”, dice también en español. Nació hace 56 años en Chambacú, Cartagena, pero sus raíces y su vida están en Palenque, el pedacito de África en Colombia, el pueblo afrocolombiano de casi 3.500 habitantes que conserva la herencia de los cimarrones que se rebelaron contra la esclavitud de la época colonial.
“Por primera vez podemos llegar a un espacio de poder. Esto constituye un ejercicio de justicia y reparación histórica para nuestros pueblos, para las mujeres, para los afro, para todos los que siempre hemos sido excluidos”, dice. Su nombre encabezó la lista a la Cámara del departamento de Bolívar por el Pacto Histórico. 85.000 votos le permitieron romper con el bipartidismo liberal y conservador de la región y asegurarse una curul que hace parte de la bancada de Gobierno, con el que ella cree que, por fin, Colombia se asoma a un camino donde “no se menosprecie la identidad”.
Cha Dorina Hernández, durante una entrevista con EL PAÍS, el pasado 27 de julio.SANTIAGO MESA
Dorina Hernández creció en el mismo movimiento que Francia Márquez. Ambas son reconocidas líderes en el Proceso de Comunidades Negras (PCN). Una por el Cauca y la otra por Bolívar. Ambas han dedicado su vida a la reivindicación de sus raíces y ambas hacen historia ahora, aunque tocar el poder, dice ella, esté avivando el racismo. “El racismo en este país es solapado, pero se destapa cuando nos ven ocupar lugares en los que nunca nos habían visto. Es ‘normal’ que seamos obreros, trabajadoras del servicio, pero no funcionarios públicos”, reclama. “Cuando Francia era precandidata no decían nada, pero cuando la ven como vicepresidenta sale todo el racismo, lo hemos visto estos meses”.
Ella ya lo ha vivido. Hace 20 años, cuando fue nombrada directora de cultura de su departamento, casi no se puede posesionar por trabas administrativas. “Luego me enteré de que algunos funcionarios decían que cómo iban a llenar la Gobernación de negros y palenqueros”. Cuando ocupó ese cargo ya era licenciada en Administración Educativa y estaba en camino de un doctorado, también en educación. Se ha dedicado a enseñar la lengua palenquera, y ha escrito varios libros sobre esa cultura. Su liderazgo fue clave para que Palenque fuera declarado patrimonio por la Unesco en 2005.
En el Congreso dice que trabajará para dignificar las condiciones de vida de las poblaciones afro y poner en agenda la economía popular, de la que hacen parte las palenqueras. “Ha habido una desatención total hacia las necesidades de estas mujeres. No hay apoyo de ningún tipo. Ni hacia ellas, ni hacia los artistas de la calle, los músicos, los champeteros, que no tienen un respaldo institucional que les permita competir en el monstruoso mercado de la ciudad. Necesitamos elevar con leyes esas formas productivas de la economía popular”, dice.
Su papá era boxeador, “el Jab Hernández, de la época de Rodrigo ‘Rocky’ Valdez, antes de Pambelé”, dice, y su mamá era vendedora en el mercado antiguo de Getsemaní, en Cartagena, “era una palenquera, una matrona”, apunta orgullosa. Cuando era niña la acompañaba a vender yuca y plátano en la esquina donde ahora es el centro de convenciones de la ciudad. “Venimos de esas comunidades donde siempre se ha pensado en maneras de salir adelante y de resolver la vida de forma colectiva. Todos [esos trabajos] están ligados a nuestra cultura y queremos protegerlos para que el país sea más equitativo, que ponga a funcionar [el Estado] al servicio del patrimonio, del pueblo”. Dice que en términos de leyes, su presencia en el Congreso buscará “revertir ese embudo que venía legislando para la parte más angosta de este país para empezar a hacerlo para la parte más ancha”.
Dorina Hernández durante una intervención ante la Cámara de representantes, el 27 de julio de 2022.SANTIAGO MESA
Cha Dorina habla de Chambacú, el barrio en el que nació y que fue desaparecido, para recordar el racismo en Cartagena. “Fuimos desterrados de la ciudad porque ‘afeábamos’ el centro histórico”. Chambacú no existía para los cartageneros desde antes de que sus habitantes fueran reubicados. Era un lugar pobre, a un costado de las murallas, por donde el turismo no pasaba, y tampoco lo hacía el gobierno local. “Siempre han querido cambiar nuestra identidad, ocultar lo que somos. Sigue pasando ahora”. Cuenta el caso de un joven negro de 23 años al que un hotel de la ciudad tuvo que pedirle disculpas públicas en mayo pasado por haberlo discriminado en una entrevista de trabajo por su pelo afro. “Fue gracias a una tutela que reconocieron que se habían equivocado, pero hay muchos casos así en Cartagena porque siguen creyendo que los negros estamos llamados de manera connatural a ser obreros y no conciben tenernos en otros espacios”.
“El racismo en Colombia es estructural, es una práctica viviente. Parece que no pudiéramos ocupar los lugares que toda la ciudadanía ha ocupado, sino que tenemos que seguir siendo obreros de la alcurnia colombiana”, repite antes sentarse de nuevo en su puesto, donde más tarde pedirá la palabra para apoyar el uso del término “personas menstruantes” en un debate en la Cámara sobre derechos menstruales. También es feminista. “No solo se trata de ver quiénes han estado históricamente en el poder, sino de ver en función de qué han estado. Y la respuesta es que han estado en función de perpetuar el patriarcado”, dice.
Fuente: El País