Mujeres del sur. “Con el escudo y la lanza” Entrevista a Marta Elia
Mujeres del sur obrando en pleno norte
Cantautora, feminista, artista plástica, profesora de canto y jazz vocal, artesana conductora radial, y migrante vanlifer[1] desde 2016, esta argentina sobreviviente de abuso durante su infancia supo encontrar en las artes un camino de reconstrucción que hoy comparte en las cocinas con otras mujeres.
Hay otro mundo y está en éste, decía el gran Bertolt Brecht. En la baja California hay uno, allí donde una mítica generación de inconformistas se opuso a la guerra de Vietnam, predicó el amor libre, el anti consumo y poco más tarde la diversidad sexual, la consultora y acompañante de personas que padecen abuso y violación, Marta Elía extiende su propio universo en clave feminista y solidaria, tanto en situaciones de urgencia como en un posterior. Empoderamiento a partir de círculos de expresión artística.
AP: -Contanos, Marta, dónde empezaste a cantar y por qué.
-Hace muchos años, encontré un libro en una biblioteca, que hablaba de los orígenes de la voz y allí todo derivaba a las nanas, a las canciones de cuna. El autor era chino y el libro estaba en inglés. (Cuando empezó la pandemia -entre todos los libros que vendí, que regalé- se fue ese, trataré de conseguirlo). Hablaba de los orígenes y nos decía que nacemos llorando y que llorar es cantar, definitivamente; y que hablar es cantar. Las primeras mujeres cantantes fueron las que susurraron canciones de cuna a sus hijos. De ahí nace todo, con sonidos guturales, o como los quieras llamar. Una madre, desde los comienzos, cuando su bebé llora ¿qué hace? Lo arrulla. Y eso ya es música, eso ya es cantar.
Mi vieja cantaba todo el tiempo y yo soy igual, me pedían que me calle, porque hasta cuando comía no paraba de murmurar. Y eso lo hacia mi mamá estando embarazada y desde siempre. Yo empecé a cantar desde el vientre de mi madre, como hacemos todos, cuando salimos lloramos y llorar también es cantar. Todas y todos pasamos por esa etapa y luego dejamos de cantar. Ahí está lo profundo: ¿Por qué dejamos de cantar? ¿Qué pasa con las mujeres?… ¿Por qué dejamos de cantar? Traigo a colación que mi padre decía: “Las putas cantan”, qué sugestivo, viniendo de él…
Yo nací en una familia super patriarcal en donde las mujeres, los niños y las niñas estaban en la cocina todo el día, laburando, cocinando para los hombres. Y ellos estaban en el comedor, eran 12 hombres, generalmente. Había que alimentar 12 bocas, entonces todas las mujeres estábamos en la cocina y ellos en el comedor dándose la gran vida. No se levantaban en ningún momento, únicamente para ir al baño. Entonces yo -que era muy chiquita- empecé a hacer payasadas en la cocina, a hacerlas reír, y yo me daba cuenta de que se reían con lo que yo decía, se divertían. Eran mujeres golpeadas, super abandonadas, de una vida muy amarga. Yo era chica, pero me daba cuenta de esas cosas y entonces ahí les cantaba, les bailaba, armaba todo en la cocina, disponía los bancos, todo. Y mientras tanto, ellas cocinaban para la jornada: Mañana, tarde y noche, porque los hombres querían ser servidos. Y ahí comenzó en mi país mi historia de canto en las cocinas.
Luego, a los 18 años me fui a recorrer el norte argentino. Y en las casas pobres no hay otro lugar para aprender a bagualar que no sea la cocina. Es así, son ranchos donde falta todo y ahí se come, se convive, se duerme. Y luego llegué aquí, a California. Esto es practicamente México. Fue dividido al medio –como el muro de Berlín- pero de forma mucho más amplia. De este lado hay gente que tiene familia del otro, y viceversa.
-¿Cuándo te instalaste en California y cuál fue el proyecto inicial de aquel cambio de hemisferio?
-Fue hace 23 años, a partir de un proyecto de vida en común y de estudio. Quería estudiar y lo terminé haciendo, me gané dos becas. Para la segunda fui y pregunté por qué me la daban. Me dijeron: “Porque sos una mujer latina mayor y haces mucho esfuerzo y tenés un muy buen record de estudio y eso lo valoramos” y entonces me renovaron 4 años más de beca. Pero no es lo corriente. Aquí, el 90% de las mujeres latinas abandona el primer año de la escuela de inglés. Yo la terminé y fueron 10 años, conmigo no pudieron en ese sentido. Aunque eso no significa que haya salido ilesa ¿verdad? Todo eso te condiciona y te machaca la cabeza. Una anécdota: Un día en clase de literatura inglesa la profesora me preguntó: -¿De qué parte de México sos, Marta? Y como había un gran mapa en la pared, me levanté y le dije:
-Mire, esto es México, ¿ve? ¿ok? Bueno, de acá hasta aquí abajo todo esto es Latinoamérica. Hay un total de 52 países -por ahora, hasta que se sigan independizando-. Mire, esto que está acá se llama Argentina y esto que está aquí es la provincia de Buenos Aires. Bueno, yo nací en la provincia de Buenos Aires, estoy exactamente a 13.000 km de México. Creo que usted se debe haber llevado la materia Geografía.
La profesora sudaba y estaba toda colorada y todos se le rieron en la cara. Pero la materia la pasé, así me pase 8 años, con el escudo y la lanza.
-¿Cómo es la vida de las mujeres latinas que migran a los EEUU?
-Trabajo con latinas, y somos las más damnificadas. Y hay una base para todo eso: “El blanco” (acá se le dice así) que es el anglosajón y todo lo que vino de Europa, se auto percibe como un ser superior. Y para ellos las personas latinas somos inferiores y eso lo vivimos aquí las mujeres. Con la pandemia el problema se agudizó. Trump asumió y nos quitó todos los beneficios. Por eso no tenemos ni atención médica, ni jubilación, y los actuales[2] tampoco restituyeron esos derechos. Hay una película Nomadland (Tierra de Nómades)[3] que es muy explícita en lo que significó la llegada de Donald Trump aquí para las mujeres. (Es la historia de una trabajadora golondrina que abandona su pueblo para vivir y trabajar viajando por el oeste de los Estados Unidos). Es muy recomendable. Aquí las mujeres de color también somos las latinas y ellos (los supremacistas blancos[4]) siempre están pensando que los latinos somos una especie de raza inferior, como lo piensan también de las personas negras. Eso es horrendo y hace que las que levantan la uva, la fresa, la chaucha, todas, son las mujeres. Aquí trabajan en el campo, las blancas no.
AP: -Habría entonces, además de una división “sexual” del trabajo una división “étnica” también?
Sí, claro. Las blancas trabajan desde mozas de cafetería y restaurantes para arriba. Para abajo en las cocinas, las que lavan y limpian, somos las latinas. De las 100 que vienen de otros países con la posibilidad de estudiar llegan a hacerlo 10. Por eso yo ando en las cocinas. La esclavitud sigue ahí al pie del cañón, es unas moneditas el sueldo, es muy duro. A eso súmale que en el trabajo del campo las mujeres son violadas, también tuve que ir a acompañarlas allí. A esas cosas exponen los y las blancas a las latinas. Durante la pandemia se vio mucho, por eso se abrieron tantos mercados latinos. Dijeron: “A nosotras nos abandonaron durante la pandemia, y beneficiaron a las blancas, como siempre”. Claro que si sos una latina millonaria la cosa cambia, pero el desprecio está siempre.
A veces falta solidaridad entre nosotros. Pasa por ejemplo que el latino llega aquí y cierra la puerta al que viene atrás. Otro tema por el que se lucha mucho en los refugios -y que encontrás mucho- es que las mujeres no saben ni leer ni escribir. Muchos norteamericanos van a México a buscar latinas, porque a las blancas no las dominan tanto, porque muchas ya son feministas. Y entonces se traen a chicas sin papeles (de residencia) se casan, las hacen trabajar, las explotan desde todos los lugares, hacen los trámites legales ellos y hay mujeres que vienen al refugio totalmente destruidas y resulta que los tipos tienen los papeles de ellas en regla y no les dicen, las mujeres son residentes y les esconden la información. No nos quieren. O sos esclava y vas a cosechar frutillas o te morís de angustia. Nos dejan al margen.
AP:-¿Cuándo empezaste con tus cursos de canto y cómo fuiste armando una propuesta propia?
-Cuando llegué a la baja California tuve la suerte de conocer a Pedro, que es un productor de música y es chicano[5]. Él me llevó a los recorridos por las cocinas, para que yo aprenda lo que estaba buscando que era el folclore, la voz de la gente mexicana. Las mejores cosas se cocinan, además de la comida, en la cocina. Es el único lugar que conocen muchas mujeres que no saben leer ni escribir, pero que adentro de las cocinas cantan. Entonces fui: Sentarte, hablar con ellas, comer de su comida y empezar a transitar el mundo de la música y de su filosofía de vida, porque es muy profunda la filosofía de vida de las mexicanas. Es el pueblo que más conserva sus origines. Es impresionante, y la cocina es lugar de encuentros. Y de cantar todas juntas.
-¿Qué pasa con las mujeres que toman la palabra a partir del canto y las diferentes expresiones artísticas que exploran con vos?
-¡Las cosas que se arman en las cocinas mientras cocinan, por ejemplo, una cabeza de vaca! Una vez me invitaron a comer tacos de cabeza y cuando llegué había como 20 mujeres cocinando y había una cabeza de vaca adentro de una olla. La desmenuzan toda y con eso rellenaron los taquitos. Así que he comido eso también mientras canto con ellas.
En cuanto al Covid 19, disponer de mayores recursos hizo que para las blancas la pandemia haya sido un hecho histórico más. A nosotras nos costó mucho más: La falta de trabajo, de comida, tener que volverse a sus países… Acá la latina y la mujer de color no tiene ningún tipo de ventajas y eso lo ves a la hora de entrar a las cocinas que yo llamo “laboratorios”. Hay dos tipos de concina para mí a las que voy: La de la gente mexicana, pobre, con mujeres sin recursos que pasan el día cocinando con leña. Esas mujeres son los pueblos originarios, no saben ni leer ni escribir, el español lo hablan muy mal porque solamente hablan maya, y otros idiomas de sus comunidades. A esas mujeres llego pero para aprender yo más que nada: Su música, su canto, y sus artes, (bordan como pocas)…A ellas no las vas a cambiar y lo más fuerte que escuché de ellas y lo más común es: “Yo hace 25 años estoy casada y me acostumbré a los golpes, a veces me defiendo y otras veces no, pero ya no voy a cambiar, es así el camino que me puso el señor”. Aquí nace la gran barrera de las mujeres latinas: la religión católica. En México –me cuentan algunas- si los domingos no vas a la iglesia te empiezan a marginar, te convertís en una especie de diablo. Como hicieron los conquistadores cuando también se pusieron a cazar brujas en América. Me ha tocado echar a una mujer de mi círculo por poner en duda la palabra de una víctima que había sido abusada por un cura. También me pasó (en tres oportunidades) que me llame un pastor evangélico de las iglesias a las que asisten alumnas mías para preguntarme “qué tipo de música” tiene usted pensado enseñarle a las niñas”. ¿Sabés como los pongo en su lugar? Les digo: -¿Primeramente, usted quién es? usted es una persona ajena a mí, no es el padre de las niñas ni es la madre… ¿Qué problema tiene con las niñas? Le voy a mandar a una trabajadora social porque quiero saber por qué usted es tan celoso con las niñas.” Me cortó el teléfono y no jodió más. Nombrás la palabra pedofilia y desaparecen.
Otras veces pasa que son chicas feministas y están en la iglesia todo el tiempo y es muy difícil, porque por consejo a veces reinciden y vuelven a la violencia. Llegué a encontrar un hogar latino con 5 hijas y con las 5 el padre tenía sexo, las abusaba. En menor medida también lo vi en algunos hogares “blancos”.
AP: -¿Cuál es la mayor gratificación que recibiste en tu trabajo terapéutico desde el arte y la palabra?
-Los resultados más inmediatos suelen verse en las mujeres con un poco más de recursos. A partir de ver toda esa desigualdad es que hago hincapié en llegar a las mujeres que no saben leer ni escribir. A través de la música comunicamos, porque la música la llevan pegada al alma. Vos les decís: “Una canción de cuna que te hayan cantado de chiquita” y empiezan con una canción y no terminan más. Es toda una historia, riquísima, que no tienen las blancas. Y lo que estás haciendo lo ves ahí. También es importante decir en voz alta, leer en grupo, escribir juntas o individualmente.
Atiendo también a las familiares. En una cocina blanca, bien occidental, me tocó el caso de una mujer francesa con 5 hijos a quien le mataron a una de sus hijas estudiante. Un femicidio en un campus hecho por un novio joven que quiso vengarse y -además- se equivocó de puerta, asesinando a otra chica con 42 apuñaladas. Conocí entonces a la madre de esta chica, una mujer que está siempre cantando, y no sabes lo que hace con la voz. El primer día que vino me abrazó y dijo: ¿Sabes cuánto hace que no me reía, Marta? Ella hoy sigue cantando, en dúo con una de sus hijas, hace unas armonías hermosas. Mientras su terrible duelo continúa la música la revivió, le permitió estar viva, porque si hay algo que amaba su hija muerta era la música y se puso a estudiarla. Ella cuenta que la música le permite estar con su niña, dice que es ella la que le canta esas armonías. Esta mujer me da vida verla… me da mucha vida.
-Por último, ¿qué le dirías desde tu trabajo a aquellas chicas que aún transitan por situaciones de violencia?
Ayer vino una mujer con su hija en situación de violencia con el novio, y me pidió que le hable y sea cruda con ella. Yo prefiero decir que soy realista. Se sale de la violencia, absolutamente. Y hay dos caminos para salir, uno es en un cajón y el otro es caminando y de pie. Una vida plena y feliz es posible.
[1] Personas que trabajan y viven en furgonetas, proceso en expansión facilitado por la irrupción de las redes sociales.
[2] Se refiere a la gestión de los demócratas, partidarios del actual presidente, Joe Biden que gobierna desde el 2021.
[3] Nomadland: película estadounidense dramática, escrita y dirigida por Chloé Zhao. Está basada en el libro “Nomadland: Surviving America in the Twenty-First” de Jessica Bruder. Es protagonizada por Frances McDormand. Fue estrenada en 2020 durante el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde se alzó con el León de Oro, reportó además tres oscares por mejor película, mejor directora (Zhao) y mejor actriz (McDormand).
[4] Sujetos que sostiene que las personas blancas son superiores en muchos aspectos a las personas de otras etnias, y que, por lo tanto deben dominar por sobre todas las etnias.
[5] Que es de origen mexicano y habita en Estados Unidos de América.
Por Adriana Pedrolo
Cantautora, escritora, comunicadora, docente de canto y poetiza.
Fuente Diario Digital Femenino
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