septiembre 11, 2022

Cincuenta años sin Pizarnik: el legado de una autora fundamental en la literatura argentina

"No quiero ir/nada más/que hasta el fondo" escribió Alejandra Pizarnik antes de morirse en 1972 y ahora, que se cumplen cincuenta años de su muerte, su legado tan multiplicado y profundo en la literatura argentina sigue su marcha ardiente. Quien fuera traducida a tantísimas lenguas, se vistiera de varón y amara febrilmente a las mujeres, fue una "feminista visceral siempre al acecho" según palabras de su amigo Fernando Noy. Junto a Alicia Genovese, ambxs poetas, reconstruyen la vida y la obra de una escritora fundamental. 


La poesía y la influencia de Alejandra Pizarnik no paran de crecer. Su obra es conocida y admirada en todo el mundo y ha sido traducida en innumerables idiomas. Investigadores de distintos puntos del planeta se ocupan de indagar sus textos y decenas de autores la citan como musa indiscutida. Es que su equipaje “es el ojo de la cerradura hacia dentro, un prisma para volver a componer la descomposición de la luz en una semilla de fuego, un documento de identificación con los rostros de sus rostros inasibles y un telescopio al revés para completar la órbita del sueño”, al decir de Olga Orozco.

El poeta, actor y performer Fernando Noy fue uno de los amigos de la poeta Alejandra Pizarnik, de quien el próximo 25 de septiembre se cumplen cincuenta años de su muerte. Alicia Genovese es una de las poetas argentinas contemporáneas más destacadas, conocedora de la obra de la autora de Árbol de Diana y La Condesa Sangrienta. Ambos se refieren acá a la vida y la obra de esta suerte de meteorito con luz propia, que fue la enigmática Pizarnik según palabras de su amiga Ivonne Bordelois, de esos que aparecen a veces en las hermosas noches del sur, en este mes de homenajes a su persona y a su obra.

Pizarnik fue traducida a más de 40 idiomas

Versos que se llevan adentro

Cuenta Genovese, recién llegada de Toay, La Pampa, donde fue entrevistada en la Casa Museo Olga Orozco, durante el Poesía Pampa Fest, que la lectura de los textos de Alejandra empezó “cuando tenía unos diecinueve años, había comenzado a asistir al Taller Mario Jorge De Lellis y recuerdo que con Irene Gruss nos pasábamos fotocopias de sus poemas, comentábamos lo que leíamos, todavía no habían aparecido sus obras completas. Conseguí en (librería) Hernández, como quien encuentra una rareza, El infierno musical y en una librería de viejo de la calle Corrientes La condesa sangrienta. Su poesía tuvo un impacto fundamental entonces. Eran épocas agitadas políticamente y de una u otra manera se sentía la exigencia de que la poesía tenía que hacerse en un camino acorde a esos tiempos de mucha esperanza en cambios profundos, de militancia y discusiones”. Sin embargo, la lectura de Pizarnik le dio a Genovese “otra llave para la poesía, una que me abría la intimidad, la brevedad lírica que puede resonar infinitamente, esos versos que se llevan adonde vayas y reaparecen en diferentes momentos adquiriendo otro sentido o ampliando el que tenían”

Para las poetas de los 80 la poesía de Pizarnik fue una influencia inevitable. “Recuerdo a una poeta amiga que me decía que después de publicar uno de sus libros en una reseña la asociaban con Pizarnik, pero que ella en ese momento no la había leído. Mi opinión era que, aunque no la hubiese leído directamente, estaba tan presente en la poesía que circulaba escrita por mujeres especialmente, que creo que se absorbía un modo Pizarnik a través de otras producciones. Era como una textura epocal, como la cultura de determinado momento histórico. Eso poco a poco fue decantando”.


Palabra por palabra

Su enorme gravitación entre las poetas mujeres fue, entre otras cosas, “porque muchas veíamos en ella un modelo de escritora, de poeta mujer, no había tantos modelos femeninos con una voz tan poderosa, capaz de ejercer su fascinación, su invitación a escribir en serio, a buscar las palabras del poema hurgando sin cesar, tanto como fuese necesario. Toda la noche hago la noche, toda la noche escribo. Palabra por palabra yo hago la noche, dice en un poema. Ahí hay algo además del mundo oscuro, poco visible, en el que se sitúan sus poemas para decir, hay una imagen de escritora entregada a la búsqueda de su escritura. A través de Alejandra Pizarnik voy encontrando luego a Olga Orozco, a Susana Thénon”.

Su poesía siguió siendo importante a principios de los noventa. Hay que tener en cuenta que póstumamente se habían conocido los Textos de sombra y últimos poemas, en los 80, que incluían textos desconocidos como La bucanera de Pernambuco, textos que se desfasaban de ese centro lírico. Luego aparecen sus Obras completas en 1990, que también revelan las incursiones de Pizarnik en ese otro tipo de textos y de lenguaje. Pero además empiezan a circular fragmentariamente sus diarios, su biografía, y ha sido contradictorio que a pesar de ampliarse la lectura con esos textos inéditos que la muestran irónica y mordaz, se siguió alimentando con algo de morbo esa visión de la poeta suicida que contribuyó a distorsionar su lectura. Una lectura psicoanalítica de segunda mano, muy berreta”, considera Genovese.

“Me parece que esa textura Pizarnik tal como aparecía en otras épocas, ya no se lee en las nuevas producciones poéticas, ha desaparecido, ya no es tan evidente. No obstante creo que sigue siendo una poeta muy leída, su obra sigue siendo una puerta de entrada a la poesía para muchos lectores”.

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Por Laura Haimovichi
Fuente: Página/12

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