“Una lectura feminista del autoritarismo, la cárcel y la represión”: sobre la reedición de Mi habitación, mi celda
Lilián Celiberti (archivo, noviembre de 2020).
Foto: Federico Gutiérrez
El libro de Lilián Celiberti y Lucy Garrido, publicado hace más de tres décadas, es considerado una obra “inaugural del relato testimonial de las mujeres ex presas políticas”
La Colección Feminista Guyunusa, en alianza con Sujetos Editores y Fesur, presentó este mes la reedición de Mi habitación, mi celda, un libro de Lilián Celiberti y Lucy Garrido que constituye un testimonio fundamental sobre la experiencia de las mujeres presas políticas uruguayas durante la dictadura. El texto recoge una conversación que las dos interlocutoras empezaron en 1987 en Moscú, en el marco del Congreso Internacional de las Mujeres, sobre la experiencia de Celiberti en la cárcel, y que retomaron en Montevideo, atravesadas por las búsquedas que ya lideraban en distintos espacios para construir una mirada feminista sobre sus realidades y sobre el mundo.
Fueron tres meses de conversaciones que quedaron grabadas en 11 casetes y que finalmente tomaron forma en este libro, que tuvo una primera edición de la editorial Arca en 1990 y una segunda, en formato digital, que lanzó Cotidiano Mujer en 2003. Durante demasiado tiempo esta versión en pdf fue la única manera de acceder a una pieza que, pese al valor histórico que tiene, no tuvo grandes repercusiones cuando fue publicada por primera vez.
La decisión de reeditar el libro busca rescatarlo de este casi olvido, ponerlo al alcance de las nuevas generaciones y reivindicarlo como un aporte fundamental a la memoria feminista de Uruguay. La nueva edición fue presentada el 5 de noviembre en la Biblioteca Popular Juan José Morosoli y ya está disponible en todas las librerías del país.
El testimonio de Celiberti fue transgresor en varios sentidos, pero lo fue específicamente en una época en que la historia, y sobre todo la de la dictadura, era narrada por varones. A través de su experiencia singular, su relato también refleja cómo vivieron otras mujeres que lucharon contra la represión durante el terrorismo de Estado y tramaron estrategias específicas para resistir y sobrevivir en el encierro. Es “una visión personal de un gran dolor colectivo”, definía Celiberti en el prólogo de la edición de 2003.
“Traer esta historia de vuelta no es solamente volver a este testimonio tan particular, que fue el único que salió en aquel momento, sino que se trata además de volver a ponerlo sobre la mesa para que ahora forme parte de un diálogo, porque Lilián y Lucy ya no están solas en exponer esta parte de su historia y de la historia de todas”, explicó a la diaria Majo Ramos Mancuso, editora de contenidos de Sujetos e integrante de Guyunusa. “Es un texto muy importante como aporte a la historia del feminismo uruguayo, y tenía que estar disponible en formato libro para las nuevas generaciones”, aseguró.
Para la editora, el libro tiene vigencia tres décadas después de haber sido escrito porque, “más allá del tema político y social que aborda, que es el de las mujeres en la dictadura, que está muy vigente”, el centro también es “todo lo que surge con la posibilidad del diálogo y el entendimiento entre mujeres”. En su opinión, la conversación entre Celiberti y Garrido –que hoy coordinan juntas la organización Cotidiano Mujer– “tiene muchas cosas para enseñar acerca de cómo hacer un proceso feminista y cómo superar algo en compañía de otras sin ser juzgada, ni violentada, ni cuestionada, sino desde un diálogo que va hacia el mismo lado”.
El aporte a la memoria feminista
“Sabía que de lo vivido por los uruguayos en las cárceles de la dictadura había cientos de testimonios en la prensa y que, de ellos, los publicados en forma de libro tenían un denominador común que se sumaba a los otros: eran hombres quienes escribían. Sin embargo, todos habíamos escuchado alguna vez hablar de las presas en el penal de Punta de Rieles, de su resistencia, de su capacidad creativa, de los poemas y el teatro clandestino, de la fuerza y la solidaridad con que enfrentaron la represión”, introduce Garrido en el prólogo de 2003. “Alguien tenía que empezar a armar esta historia y me preguntaba por qué Lilián, que a sus años en el penal de Punta de Rieles sumaba una reflexión feminista, no daba un testimonio sintetizador de las dos experiencias”, dice en aquel texto, y resume el espíritu de la obra.
En el epílogo de la nueva edición, la politóloga y doctora en Ciencias Sociales Ana Laura de Giorgi, que también integra el comité editorial de Guyunusa, recuerda que hoy existen distintos textos de relatos de mujeres sobre la experiencia carcelaria durante la dictadura, pero que todos fueron publicados a partir de la década de los 2000. En ese sentido, afirma que Mi habitación, mi celda es “un libro inaugural del relato testimonial de las mujeres ex presas políticas, que contiene una serie de marcas que coinciden con los relatos de las mujeres que lo sucedieron”.
A la vez, De Giorgi identifica la “excepcionalidad” y la “condición inaugural” del relato de Celiberti en el hecho de que comprende el género “como una construcción social y no como un determinismo biológico”. “La cárcel le permite pensar sobre el ser mujer, dejando al descubierto otra cárcel: la del patriarcado”, puntualiza la académica. En ese sentido, dice que este libro “es una intervención intelectual que permite conocer una experiencia carcelaria y cómo fue significada desde una lectura feminista”.
La propia Celiberti lo ha dicho varias veces y lo reiteró en entrevista con la diaria: “Yo antes era una militante política y es en la cárcel que me vuelvo feminista”. Hay un pasaje del libro muy claro respecto de ese devenir feminista y de una conciencia de estar habitando esa “otra cárcel”: “Yo, mujer de 28 años, madre, separada, había empezado a sentir que nunca antes había decidido en la vida personal más que por los modelos que de antemano se me habían construido por ser mujer. Era como el espejo de Alicia en el país de las maravillas, el túnel iba muy hondo y comenzaba a ver que esas cosas, mías, personales, tenían algo que ver con las otras mujeres, con una historia innombrada que confinaba nuestras angustias a una celda más pequeña que la que en ese momento habitaba”.
En el prólogo que escribió para esta reedición, Celiberti cuenta que en 1987, cuando empezaron a grabarse esas cintas que ilustran la tapa, las interlocutoras no tenían otro objetivo más que “hablar y escucharnos para repensarnos”. “Un diálogo que situaba la experiencia de enfrentar el autoritarismo dictatorial como punto de partida de nuestro feminismo y establecía la voluntad de construir una nueva forma de ser y estar en el mundo”, define. Y dice que en ese momento se sentía “en un torbellino de urgencias”, no sólo por recuperar el tiempo perdido con sus hijos y sus “amores”, sino también desde una “necesidad de hablar de la cárcel desde las mujeres para recuperar vivencias y subjetividades que nos diferenciaban”.
En ese sentido, dijo a la diaria que sí hubo una intencionalidad “de tener una lectura feminista del autoritarismo, de la cárcel y de la represión, partiendo en este caso de una reflexión, de la experiencia y de analizar la vivencia, porque no teníamos otros instrumentos más teóricos”.
La potencia del diálogo “entre iguales”
El diálogo con Garrido significó para Celiberti, además, un instrumento “sanador”. “En ese momento, yo estaba acosada internamente, subjetivamente, por todas las emergencias que te plantea la vida: tenés hijos, tenés que recuperar las relaciones afectivas. La cárcel no te pasa por cualquier lado, te pasa por el cuerpo, por la subjetividad, por las emociones. Entonces también fue un poco catártico poder dialogar con alguien desde un lugar no victimizante sino sanador”, enfatizó Celiberti.
En este punto, reivindicó el poder de “la amistad entre mujeres” y “la importancia de consolidar ese diálogo que se da entre iguales, con alguien que te puede entender, donde vos podés decir ‘sí, soñé esto’ o ‘me pasó esto’, y que sus preguntas también me llegaran a lo íntimo”. “No era una elaboración política para reafirmar lo heroicas que fuimos, sino una búsqueda que iba en otro registro”, aclaró Celiberti, y puntualizó: “Por eso también es un diálogo y es una construcción que vamos haciendo juntas”.
De Giorgi también destaca la potencia de que “sea un diálogo entre feministas”, porque “genera otras condiciones no sólo de escucha sino de habla, de romper tabúes, de hacer desde la mutua confianza preguntas muy incómodas”. Por eso, la académica afirma que “en este libro, como no sucede en otros, aparecen asuntos que no fueron abordados en los textos que lo sucedieron mucho tiempo después, como las relaciones sexoafectivas con los militares, el debate sobre el consentimiento, los sueños eróticos y el autoplacer de las mujeres”.
Reeditarlo en 2022
Para Celiberti, que el libro se reedite 32 años después es “una confirmación de la construcción de una escucha que va en dos dimensiones”. La primera es “una escucha feminista o unas orejas que están dispuestas a escuchar, a interpretar y a nutrirse de experiencias de otras y de otras situaciones”. La segunda es “una escucha en relación al pasado reciente, al autoritarismo, que en estos 30 años ha crecido, ha salido del ámbito más directamente de los afectados a un ámbito público, sobre todo juvenil, mucho más amplio, que ni siquiera vivió la dictadura”.
La coordinadora de Cotidiano Mujer consideró que es un texto que además sigue vigente, porque “el autoritarismo, más allá de lo militar en sí mismo, de la institución y de la represión, sigue siendo un elemento que está presente también en nuestras vidas actuales”, aunque adapten “otras formas” y “otras realidades”, y mencionó como ejemplo a las mujeres que están presas en Nicaragua. “No es que aquello pasó y estamos en otra etapa del mundo; estamos en un mundo capitalista que le declara la guerra a la vida, entonces estos diálogos nutren experiencias actuales y las anteriores”, aseguró.
Consultada sobre qué repercusiones le gustaría que tenga la reedición del libro, Celiberti dijo que quisiera que se transmita el mensaje de que “en las situaciones adversas, difíciles y complejas es posible construir caminos emancipatorios”. “Lo que me gustaría que quedara de esto es cómo, en medio de una cárcel, podés vislumbrar nuevas formas de vida, en mi caso el feminismo, para imaginar una utopía diferente, no desde el camino de la heroicidad sino desde el camino que recorrés analizando tu experiencia y buscando otras formas de liberarte”, apuntó.
Por su parte, Ramos aseguró que el objetivo de la colección Guyunusa, además de volver a hacer circular una pieza importante para la memoria feminista de nuestro país, es que repercuta en un “diálogo con el feminismo actual”. “Nos interesa recibir comentarios de jóvenes que lo lean por primera vez, de mujeres que no hayan conocido esta parte de la historia, de personas que no tienen un contexto en el que esto haya sido parte de su vida”, señaló la editora, y dijo que una “intención esperada” es que haya “repercusiones sociales”, en el sentido de que la lectura impulse a que “grupos de mujeres se sienten a discutir con este libro” para “hablar de que esto pasó, de que esto es parte de nuestro feminismo, de que esto es parte de la historia de Uruguay”.
Fuente: La Diaria.es