diciembre 24, 2022

Mujeres en gestación subrogada: procedimientos motivados por la pobreza y marcados por el abuso

Las mujeres que entran a procesos de gestación subrogada comparten rasgos, como la intención de obtener recursos económicos para atender necesidades de ellas y sus familias y haber visto vulnerados sus derechos.



Si no hubiera sido por grupos de Facebook, ‘L’, Angélica y Sofía jamás se hubieran enterado de que podían rentar su vientre y recibir una cantidad de dinero con la que, pensaron, cubrirían las necesidades del día a día y cambiarán su vida en pobreza.

Entrevistadas por separado, las tres mujeres dijeron primero que aceptaron ser gestantes subrogadas porque querían ayudar a aquellas personas que deseaban tener hijos, pero que por distintas razones no podían.

Conforme avanzó la charla, aceptaron que la posibilidad de acceder a recursos económicos a cambio de convertirse en madres gestantes fue también un incentivo para hacerlo, aun cuando nunca nadie les dijo de qué forma la ley las protegía al aceptar el procedimiento, cuáles eran sus derechos como subrogantes o si debían recibir más información sobre los riesgos a su salud por someterse a estos procedimientos.
“Tienen un catálogo y los papás escogen a la gestante”

‘L’, de 32 años, vive en Cancún, Quintana Roo, y hace tres años decidió someterse a un proceso para ser madre gestante y poder recibir una compensación económica de 14 mil 500 dólares, unos 290 mil pesos mexicanos.

Cuenta que antes de 2019 jamás había escuchado nada sobre el alquiler de vientres hasta que un día, mientras revisaba su Facebook, leyó un anuncio en el que solicitaban mujeres jóvenes. El anuncio llamó mucho su atención, pero el miedo a que se tratara de una estafa la detuvo y no contestó el anuncio. Mejor, explica, comenzó a investigar de qué se trataba y si era real.

Unas semanas después, y luego de darle vueltas al asunto, se decidió y pidió informes a la clínica que había publicado el anuncio. Sus necesidades económicas, acepta, eran tantas que en ese momento encontró una posible solución.

A los dos meses de escribir para pedir informes, ‘L’ ya estaba embarazada.

“Pasé todos los exámenes, me dijeron ‘estás lista’ y empecé a tomar los medicamentos, muchos medicamentos, porque empiezan a preparar tu cuerpo de una manera especial”, dijo ‘L’.

“Ellos (la clínica) tienen como un catálogo (…) y los papás me eligieron para gestar a su hijo”.

En Quintana Roo, la maternidad subrogada no está legislada; sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un paraíso al que acuden parejas y personas solteras de todo el mundo para tener a sus hijos a través de procesos de maternidad por sustitución. Una pareja homoparental que reside en Australia fue quien escogió a ‘L’.

Antes y después del proceso, comparte la joven, nunca preguntó qué pasaría si el embarazo se complicaba, confió en que la clínica se aseguraría de su bienestar durante todo el proceso y jamás preguntó qué trámites legales se tenían que hacer para que el bebé, una vez que naciera, se fuera con sus padres a Australia.

Incluso, compartió la joven, aunque el proceso se hizo a través de una clínica de subrogación —o al menos eso fue lo que a ella le dijeron—, una vez que la bebé nació y aún en el hospital, los representantes de la clínica le dieron a firmar una serie de papeles en los que quedaba asentado que ella estaba dando en adopción a la bebé.

“(En ese entonces) mi hija tenía tres años y necesitaba dinero porque mis opciones ya se me habían acabado y pues vi que eso de rentar mi vientre sería buena opción… sentía que eso me iba a ayudar a salir de mis problemas”, afirmó.

Antes de tomar la decisión de someterse al procedimiento, se acercó con su familia, específicamente a su mamá y hermana, para platicarles sobre la maternidad subrogada y las compensaciones económicas que recibían las mujeres que lo hacían. De inicio, no lo vieron mal y, si bien no le dijeron que lo hiciera, coincidieron en que era una buena opción y que la cantidad de dinero que ofrecían era adecuada.

Semanas después, cuando ‘L’ volvió a su casa y les dijo que había empezado el procedimiento y que ya estaba embarazada, toda su familia se enojó, la juzgaron y le dejaron de hablar.

“Fue la parte más complicada (…) mi mamá me dejó de hablar, mi hermana me bloqueó (de sus redes sociales) y se enojó conmigo. Yo pensaba, creía, que iba a recibir mucho apoyo pero fui un cero para ellos”, recordó.

Si no es porque durante el embarazo se contagió de COVID-19 y su familia pensó que moriría —pues en aquel momento no había vacuna y la información que se tenía sobre la enfermedad era muy poca—, seguirían sin dirigirle la palabra.
Víctimas de violencia y en soledad 

La reacción de la familia de ‘L’ no fue aislada; de hecho, en México suele ser la respuesta común.

Aunque en solo dos entidades la maternidad subrogada está legislada (Tabasco y Sinaloa), estos procedimientos se llevan a cabo sin control en todo el país violentando los derechos humanos de las mujeres que deciden someterse a ellos.

María Cristina Pérez Agüero, profesora en la Facultad de Psicología de la UNAM, alerta sobre las complicaciones y secuelas en la salud mental de las mujeres que rentan su vientre porque no solo son juzgadas por sus familias y conocidos, lo que las obliga a llevar los embarazos en completa soledad, sino que también son víctimas de violencia psicológica por parte de las clínicas y agencias que las reclutan.

Y es que, para garantizar que la mujer no se encariñe con el bebé que crece en su vientre y asegurar que al final del proceso lo entregue a los padres que contrataron el servicio, es más común de lo imaginado que les digan, una y otra vez, que no es de ellas y que solo son incubadoras.

“Cualquier entorno violento puede conllevar aspectos desde depresión, ansiedad hasta estrés postraumático, y al objetivizar o minimizar un vientre subrogado a ser solo la incubadora no se está viendo todo lo que implica el proceso del mismo embarazo”, dijo Pérez Agüero.

“Puede no ser el óvulo de la persona que está prestando el vientre, pero es un cuerpo que no está escindido de la mente, de las emociones, y por mucho que la mujer esté consciente de que es una subrogación de vientre, no implica que no vaya a crear ningún vínculo con el ser que está gestando y el que se le esté recordando continuamente que no es la madre, o que solo está funcionando casi como una máquina, pues evidentemente sí atenta contra los derechos de la persona”, subrayó.

La experta abundó en que este tipo de situaciones también son resultado de la falta de una regulación específica sobre los procedimientos, que ha llevado a que en el país se lleven a cabo en la clandestinidad, dejando a la deriva a las mujeres que deciden someterse a ellos.

“Es completamente una violación a sus derechos y esto debería atenderse como parte del respeto básico y mínimo de cuando una persona accede a un vientre subrogado”, consideró Pérez Agüero.
“Quisiera saber de los bebés”

Angélica vive en Puebla, tiene 31 años y hace tres años fue madre gestante para un papá soltero. Tuvo mellizos.

“Abrí mi Face y leí una historia de una pareja que no podía tener hijos. Su historia me conmovió mucho porque habían tenido tres intentos fallidos y seguían buscando alguna (madre) gestante… fue por eso que me llamó la atención y empecé a buscar en internet y me uní al grupo”, narró la mujer.

“Un día me postulé. Puse mi nombre, mi edad, de dónde era, puse una foto mía y dije ‘si en algún momento yo puedo ayudar a alguien, es como dejar una huellita en el mundo, saber que hicimos feliz a alguien o completamos una familia’”.

Su esposo la acompañó a la Ciudad de México para llevar a cabo el procedimiento. El último mes del embarazo, detalla, ella se fue a vivir al departamento del hombre quien había contratado los servicios de una agencia de subrogación a fin de que estuviera al pendiente y pudiera llevarla de inmediato al hospital cuando fuera necesario.

Angélica sostiene que la experiencia fue única. Los recordatorios continuos de que ella no era la madre y que se le pagaría por ello, acepta, no los vio mal en ese momento pues pensó que era normal y parte del proceso; incluso, durante la charla informó que estaba en conversación con otra clínica para hacerlo de nuevo porque conoce el proceso y su familia necesita el dinero.

Sin embargo, conforme avanzó la plática, reconoció que hasta la fecha añora saber qué pasó y cómo están los mellizos.

“Me quedó la espinita (…) porque no sé cómo son. Alguna vez sí quise saberlo y chequé el perfil (del papá) pero me bloqueó por todas partes… le mandé mensajes pero ya nunca me contestó, no quiere que sepa ya nada”, dijo la mujer.

“Es un proceso difícil para las mamis gestantes… hay un lazo porque no somos animales, sentimos… de repente sí me pongo a pensar: ¿cómo serán? No sé, muchas cosas que pasan en mi mente”.

La compensación económica que le dieron a Angélica fue de 180 mil pesos, los cuales recibía tanto en efectivo como en distintas transferencias electrónicas que le hacía directamente el hombre que buscaba ser padre, no la clínica que supuestamente la contrató.

Al final del procedimiento, detalla, tuvo que destinar parte de ese dinero para atenderse y sobreponerse, porque la clínica y el hombre que se llevó a los mellizos la dejaron completamente sola. Incluso, nunca volvieron a contestar una llamada ni un mensaje.

“Me costó un poquito de trabajo reponerme (…) tenía yo leche y en la cesárea me fue mal porque se me infectó y los puntos se me estaban encarnando; entonces, todos esos gastos ya fueron parte mía, porque él ya ni siquiera ‘oye, ¿cómo estás?, ¿cómo te fue hoy, ya te recuperaste?’, nada”, lamenta.
Alquilar su vientre para construir un baño en su casa

Sofía, a quien se le cambió el nombre al igual que las otras dos entrevistadas para proteger su identidad, vive en el estado de Morelos, está casada y tiene dos hijos.

Una tarde, cuenta, mientras revisaba su Facebook le apareció una publicación que le llamó mucho la atención: era un anuncio —con videos incluidos— en el que se leía que buscaban a mujeres gestantes quienes recibirían una compensación económica de 250 mil pesos.

Un anuncio la llevó a otro y a otro y a otro, hasta que encontró un grupo privado al que se sumó con la idea de convertirse en madre gestante y con ello poder acceder al dinero que le servirá para hacer frente a todas las carencias con las que viven ella y su familia.

Sin mayor información, publicó un mensaje en el que daba a conocer que quería rentar su vientre. Detalló que tenía 24 años, que era madre de dos hijos y que se encontraba completamente sana. De inmediato comenzaron a llegarle decenas de mensajes privados con un sinnúmero de ofrecimientos.

“Me llegaron varios mensajes de agencias. Unos ofrecen lo que es toda la hospitalización, las citas clínicas, los ultrasonidos. Hay unos que te ofrecen dinero para ropa de maternidad y a lo mejor también hasta alimentación. Hay unos que te ofrecen hasta 250 mil pesos y hay otros que no, que te ofrecen 300 mil, y ya por decir, si lo haces fuera de una agencia depende de la pareja lo que te quiere ofrecer. Hay unos que ofrecen 80 (mil pesos), hay unos que ofrecen 150 o 200 (mil pesos)”, compartió Sofía.

Datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), con actualización a 2020, dan cuenta de que en México el 52.8% de la población se ubica en condición de pobreza y un 17.2% de la población se ubica en extrema pobreza.

Entre las principales carencias de la población se encuentra el acceso a la seguridad social (52%), acceso a los servicios de salud (28.2%) y acceso a la alimentación nutritiva y de calidad (22.5%).

Así, con la realidad que se vive en México, Sofía está convencida de que rentar su vientre es una salida a la complicada situación económica que vive.

“El dinero no sería nada más para mí, sería para el bienestar de mis hijos, comprarles a lo mejor ropa, zapatos o cosas que hagan falta aquí en la casa (…) nosotros somos una pareja joven y la verdad pues el único apoyo que recibí de mi papá fue que nos compró un terrenito”, explicó Sofía.

“De hecho, ni tenemos baño y digo, pues con ese dinero podemos hacer el baño, las cosas que le hagan falta a la casa y más aparte para nosotros”, detalló.

Después de su publicación, hubo personas que la contactaron ofreciendo 80 mil pesos en efectivo y en una sola exhibición. Sin tener mayor información y sin saber de qué personas se trata, o con qué objetivo real la buscan, ha estado tentada en aceptar el ofrecimiento. “Peor es nada”, dice resignada.

Durante semanas contestó a escondidas de su esposo decenas de mensajes privados que le mandaban supuestas clínicas y particulares pidiendo detalles de su estado de salud o solicitando fotos de cuerpo completo. Fueron semanas de soledad e incertidumbre porque no sabía a quién platicarle lo que pretendía hacer.

Cuando los mensajes se volvieron más y más insistentes, la joven tomó valor y le contó a su madre.

“Le expliqué y me dice ‘órale, pues anímate… tú todavía puedes tener hijos’. ‘Anímate, dice, y así tienen un dinero y pues no lo vas a criar tú’”, recuerda la mujer.

Con el aval de su mamá y más tarde el de su esposo, comenzó a tener contacto permanente con las supuestas clínicas que creyó eran las más serias para buscar un buen trato.

De contratos, seguro médico, seguro de vida, riesgos, legalidad, no sabe nada. No ha preguntado y tampoco es algo que de momento la tenga inquieta. Solo le han dicho que firmarán un contrato en la Ciudad de México, entidad en donde la maternidad subrogada no está legislada.

“Ya había dicho que me quería operar este año, pero si cabe la posibilidad de poder ser madre gestante pues qué padre. Digo, así nomás lo hago una vez, me opero y ya, ahora sí que todos felices y contentos”, sostiene.

Hasta agosto de 2022, Sofía no había comenzado el procedimiento por falta de recursos económicos, y es que todo lo que le prometió la agencia que más le convenció y que se presentó bajo el nombre de Baby Boom ha ido cambiando sobre la marcha. Si desea ser mujer gestante, le informaron, ella debe pagar todos los gastos de traslado para realizarle estudios y confirmar si es candidata al procedimiento.

El proyecto Baby Broker Investigation contó con la participación de periodistas de Animal Político en México, iFact en Georgia, The Observer en el Reino Unido y Eesti Päevaleht en Estonia. Reporteras independientes en Kenia y Camboya también participaron. La investigación fue coordinada por Finance Uncovered y recibió apoyo y financiamiento del Pulitzer Center. La investigación completa puede leerse, en inglés, aquí.

Fuente: Mural de Género

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