enero 04, 2023

María Lejárraga, el referente feminista que la historia borró y que acaba de arrasar gracias a un documental


Una de las más grandes escritoras del siglo pasado recupera su nombre tras muchos años de injusto ostracismo.

Hay ocasiones en las que desempolvar la historia puede ser una forma de redescubrir nuevas joyas que en su momento no tuvieron la oportunidad de brillar. Es el caso de María Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974), probablemente una de las escritoras más prolíficas, brillantes y desconocidas del pasado siglo XX. Referente del feminismo en nuestro país, esta maestra, dramaturga, ensayista y política española contribuyó con sus textos e ideas a promover una sociedad más igualitaria y una cultura más avanzada en cuanto al reconocimiento de los derechos de las mujeres.

Su historia, sepultada por la guerra y el tiempo, ha salido a relucir recientemente gracias a la película escrita y dirigida por Laura Hojman, A las mujeres de España. María Lejárraga, que optará al Goya a mejor documental del año, premio al que ya optó en 2020 por Antonio Machado. Los días azules, tras la fama cosechada en cines y televisión. Un éxito que ha sorprendido a su propia autora por la dificultad que suponía, a priori, llegar a tanta gente con un personaje prácticamente desconocido.

«Llegué a ella a través del libro de Antonina Rodrigo (María Lejárraga, una mujer en la sombra, 1994). Cuando empecé a leer me quedé absolutamente fascinada con su historia y al mismo tiempo sentí rabia porque no me podía explicar cómo era posible que María Lejárraga fuera una desconocida. Me pregunté qué estábamos haciendo mal como país para que pasara esto», explica Hojman.

Muchos sabían, otros sospechaban, que María colaboraba en la obra de su marido aunque nunca apareciera su nombre. Hoy existe la certeza de que María fue la auténtica autora de prácticamente la totalidad de la obra de Gregorio Martínez Sierra. Una producción de que incluye títulos como Canción de cuna o El reino de Dios, obras que cruzaron fronteras y formatos, que llegaron a Broadway o Londres e incluso a Hollywood.

La pareja en un inicio funcionó como un tándem perfecto en el que ella usaba su talento para escribir, mientras él ejercía de relaciones públicas y conseguía que sus textos llegaran lo más lejos posible. Cabe preguntarse, sin embargo, por qué una mujer inteligente, con ideas feministas y presencia en la vida pública (llegó a ser diputada en la 2ª República española), acabara firmando sus obras con el nombre de su marido.

«Entendí muy bien lo que significaba, porque es algo que sigue pasando, -relata Hojman- María sabía perfectamente la mirada prejuiciosa que hay sobre las obras creadas por mujeres. Ella era consciente de que su obra no habría sido tomada tan en serio. Seguramente no habría podido estrenar sus obras en los mejores teatros de España si las hubiera firmado con su nombre. Sus textos estaban además marcados por un mensaje absolutamente feminista que hubiera sido tomado a broma, mientras que si lo hacía a través de un hombre respetado como fue su marido, sí se iba a escuchar». En virtud del mensaje, Lejárraga prescindió de la importancia del mensajero.

Un hecho que a la postre acabó lamentando pues, aunque funcionaron muy bien como empresa, a la muerte de Gregorio, su mujer se quedó sin nada. El documento firmado en vida en el que sí se reconocía la autoría de María, no fue ratificado en el testamento, privándola de todos los derechos de autor que la pertenecían y dejándola en una situación de pobreza e ignominia que duró prácticamente hasta hoy.

Cuando Katia Martínez Sierra, hija extramatrimonial de Gregorio Martínez Sierra y la actriz Catalina Bárcena, reclamó derechos de autor tras la muerte de su padre en Buenos Aires, en 1947; Lejárraga empezó a firmar sus obras con el nombre de María Martínez Sierra. Así lo hizo en Una mujer por los caminos de España (1949) y Gregorio y yo, medio siglo de colaboración (1953). En este último, da cuenta de un documento firmado en 1930 por Gregorio Martínez Sierra, en presencia de testigos, en el que declara que las obras son compartidas, a los efectos legales. Además, en su legado, centenares de cartas y telegramas confirman que las novelas las escribía Lejárraga. También se supo que su separación había sido una realidad desde 1922.

Y es que, como se empeña en recalcar la directora del documental, «no nacemos con una conciencia feminista, llegamos a tomar conciencia a través de las experiencias que vivimos». Por eso, la película acompaña en este proceso a a María Lejárraga, para encontrar en ella un punto de partida que va más allá de recordar su historia, ampliando su repercusión a las vidas de tantas otras mujeres que el relato oficial se encargó de borrar.

La dramaturga Vanessa Montfort es una de las voces que participan en este proyecto, aportando con su perspectiva esta visión actualizada de la historia. «Estamos en un proceso de recuperación de la memoria histórica de la mujer, parecido al proceso que vivimos con la guerra civil, solo que en este caso no afecta a tres años de nuestra historia, ni a un país, sino a toda la humanidad y a dos milenios», reflexiona Montfort. Junto a ella, otros testimonios como los de Rosa Montero, Manuela Carmena o Remedios Zafra analizan y contextualizan este documental.

«Quería abordarla desde el presente, por eso conté con personas que pudieran dar una visión que va más allá de su historia», explica Hojman. En el caso de Manuela Carmena, por ejemplo, la directora se interesa por su papel como mujer de la transición que se encontró sin referentes. Y es que, a pesar de que la historia de Lejárraga pertenezca al pasado, sus consecuencias siguen afectando nuestro presente y nuestro futuro.

«Me gustaría que las nuevas generaciones no tuvieran que sufrir ese vacío que sentí yo cuando no tenía referentes ni en la literatura ni en el cine, porque toda la cultura que me venía estaba hecha por hombres», reconoce la directora.

Desde su estreno, A las mujeres de España. María Lejárraga ha contagiado la fascinación y la rabia que experimentó Laura Hojman cuando se acercó al relato de esta mujer silenciada. Rabia y fascinación necesarias para exigir justicia, no solo con María, sino con la historia borrada de todas esas mujeres que en algún momento de sus vidas no pudieron firmar con su nombre.

Por Lucas Méndez Chico-Álvarez 
Fuente: https://www.elindependiente.com


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