Mi testimonio como mujer y radiografía de las izquierdas en México
Imagen de Laura Fuentes
I
Quien soy
Soy mujer afro-mestiza mexicana, una feminista decolonial que desde mi temprana adolescencia he participado en diversas organizaciones sociales de la variopinta izquierda extraparlamentaria mexicana, la izquierda no electoral, lo que en México llamamos “abajo y a la izquierda”.
Aunque tengo sangre y ancestros africanos no heredé muchos de sus rasgos, además de mi cabello rizado obtenido de mi abuela materna no hay muchas señales de mi herencia a menos que alguien los esté buscando (entonces saltan a la vista), fácilmente paso por una mestiza mexicana, una morena.
Toda mi vida, por ser mujer no blanca en un país racista, misógino y colonizado (primero por españoles, después por estadounidenses) he tenido que soportar una serie de agravios conocidos ya por todas mis lectoras. Estas dañinas formas de pensamiento, actitudes y dinámicas de sumisión y sometimiento.
No es mi interés o intención escribir otro ensayo sobre como este tipo de dinámicas aparecen en la izquierda, ya se han escrito antes. No, mi interés es otro, escribo este ensayo para dejar un testimonio sobre mi paso por las diversas izquierdas mexicanas antes de aterrizar (a mis treinta años) en el afrofeminismo. Tal vez algún día escriba una crónica al respecto, pero no ahora, hoy quiero escribir sobre mis vivencias dentro de las diversas trincheras de las izquierdas mexicanas.
Ahora bien, antes de continuar quiero dejar en claro que escribo estas críticas como una izquierdista más, no soy alguien que se acomodará en la derecha o se resignifique a sí misma como pos-izquierdista o por encima de la clasificación “izquierda-derecha”, cuando hablo, hablo como una mujer trabajadora, precarizada y racializada en un país colonizado que ha militado la mitad de su vida. Entonces, al hablar sobre los problemas de las diversas izquierdas mexicanas hablo como alguien que quiere y busca romper con las dinámicas y prejuicios de estas izquierdas que aun arrastran dada la hegemonía ideológica que la derecha aun tiene sobre nosotros y nuestras maneras de relacionarnos.
Imagen: Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultura de Mujeres que Luchan en el Caracol Zapatista de la zona Tzotz Choj CHOJ. Daniela Andrade Zubia
II
Feministas, comunistas y zapatistas
Hablo sobre estos grupos porque son los principales espacios de lucha política en México para las izquierdas, si bien hay colectivos y organizaciones que reivindican otros modelos de organización ninguno ha logrado crear suficientes seguidores para ser algo más que una anécdota académica.
El feminismo en México probablemente sea la ideología de izquierda más exitosa actualmente, sin embargo, lo que compensa con números lo pierde en liderazgo y claridad ideológica.
En parte es culpa nuestra, aun esperamos supermujeres, rogamos a nosotras mismas que quienes tomen la palabra sean sabias, fuertes y voluntariosas, ejemplos morales a quienes seguir e imitar. Pero las mujeres somos de carne y hueso, cometemos errores, somos maliciosas cuando no requerimos serlo o lastimamos sin ser esa nuestra intención. Es obvio que cuando idealizamos a otra persona a menos que caigamos en las formas más severas de autoengaño tarde o temprano terminaremos por desilusionarnos. Alguien en cierta ocasión bromeaba que las feministas mexicanas parecemos troskistas, que existen decenas de colectivas que solo pueden definirse como “la escisión de la escisión de la escisión” y en buena parte esto se no debe a discusiones ideológicas, tácticas o estratégicas sino porque simple y sencillamente somos incapaces de evitar lastimar, perdonar ofensas reales, o incluso porque nuestras heridas sin curar nos llevan a encontrar desaires imaginarios.
Eso es un problema estructural capitalista que nos afecta como mujeres y nos hace incapaces de relacionarnos entre nosotros incluso cuando compartimos objetivos, simple y sencillamente muchas cargamos heridas de toda una vida de sometimiento y silencio ¿Cómo no esperar que estallemos en el peor momento posible? Dice el dicho que “no se trata de quien te las debe sino quien te las pague” ¿acaso es descabellado esperar que en un ambiente donde bajamos la guardia a ser agredidas no sucumbamos a la tentación de ser agresoras?
Hay quien dice que esto se resuelve con una psicóloga de confianza, pero ¿acaso la terapia me curará de la explotación laboral y la pobreza? ¿los antidepresivos harán que la sociedad deje de ser racista? Por supuesto que no intento justificar estas dinámicas, pero explicarlas nos permiten solucionar el problema. Muchas colectivas están solucionando este problema en la medida de sus posibilidades, la ternura (bien aplicada) puede ser radical para sanar.
El segundo problema del feminismo es la falta de claridad ideológica. Esto permite que florezcan una gran cantidad de discursos “feministas” que tienen poco interés para mujeres como yo y que solo vemos a mujeres blancas o mestizas blanqueadas ganar la relevancia apropiándose de palabras y acciones de otras con algún objetivo, especialmente uno electoral.
Recuerdo muy bien como varias “feministas” que ahora se encuentran en MORENA (el partido populista que se apropió del discurso marxista, sus símbolos y mártires, pero lo llenó de prácticas patriarcales y neoliberales) llegaban a las marchas que accionamos en respuesta a los feminicidios solo para tomarse la foto para las redes sociales e irse inmediatamente.
Muchas nos hemos dado cuenta de esto y tratamos de curarnos en salud. Si el éxito de los marxistas al extender su discurso en las ciudades y movimientos sociales fue la causa de su derrota cuando López Obrador tomó estos discursos y les dio un contenido y significado completamente diferente ¿acaso las feministas no podemos aprender? Si el feminismo está calando entre la población entonces dar una mayor claridad a nuestros conceptos y practicas han de impedir que cualquier demagogo o demagoga potencial hable en nuestro nombre ¡y mañana se proclame feminista para reformar el patriarcado, así como López Obrador está dándole un segundo aire al capitalismo mexicano!
En verdad esto es algo urgente, he tenido el infortunio de tratar con muchas mujeres (privilegiadas o no) respondiendo incluso con histeria a la idea que la opresión basada en el sexo, el genero y la raza va de la mano con la explotación laboral, el acaparamiento de tierras o los medios de producción en manos privadas para luego acusarnos de “machistas-leninistas” por mencionar estos problemas.
Si bien no sorprende que mujeres de la elite neocolonial mexicana no quieran ver destruidos sus privilegios no deja de ser preocupante como tantas mujeres explotadas, precarizadas, con estudios universitarios o sin ellos expresan una enorme agresividad ante la idea que “conviertan el feminismo en marxismo”.
Impedir que mujeres patriarcales hablen con lenguaje feminista es una prioridad, me gustaría decir que todas mis amistades feministas han sabido resistir a la tentación, pero eso sería faltar a la verdad, si bien no ha habido cambios tan extremos ni tan generalizados lo cierto es que muchas feministas que ayer eran anti-Estado están ahora en MORENA y los diversos institutos por la mujer enfocados en el que todo cambie para que todo siga igual, aunque esto es más instrumental que un cambio ideológico y si bien no niego las conversiones de antiguas compañeras que ahora veneran a la 4T esto es algo menos extremo que otra minoría aún más pequeña que se recicló a sí misma como transfobicas conservadoras en el PAN (un partido que históricamente ha representado los intereses del clero y los empresarios mexicanos) o en acolitas de Christina Hoff Sommers o Camille Paglia. Estos ejemplos que doy son reales, pero no tan generalizados como muchos izquierdistas misóginos creen o quieren hacer creer.
Y ya que menciono a los marxistas no puedo evitar hablar sobre sus problemas.
Aquí en México el marxismo se divide mayormente en dos vertientes, el comunismo (marxismo-leninismo) y el zapatismo.
Hay quien dice que el leninismo es el marxismo para los obreros e intelectuales mestizos mientras que el zapatismo es el marxismo para los campesinos-indígenas. Si bien es una simplificación bastante forzosa (sobre todo en el aspecto ideológico) no carece de su lógica, tras la reforma agraria las organizaciones marxistas-leninistas siempre han estado centradas en las ciudades, en las ciudades surgieron los partidos electoreros y guerrillas marxistas leninistas del siglo XX y XXI.
Por su lado el zapatismo si bien es marxista no obtiene sus militantes de la insatisfacción de los trabajadores de la ciudad, su fuerza viene de las comunidades indígenas y mestizas que se aferran a la tierra y tradiciones. Desde el alzamiento del EZLN el zapatismo como ideología ha crecido entre los pueblos aquejados por el problema de la tierra, pero nunca ha logrado saltar a las ciudades. La mayoría de los zapatistas urbanos son redes de estudiantes y académicos, no trabajadores, mayormente se contentan con ser simplemente megáfono de las organizaciones rurales zapatistas y de los defensores del territorio, pero no suelen tener propuestas propias, el resto se conforma con apoyar las iniciativas de sus compañeros comunistas (con quien tienen generalmente relaciones de trabajo positivas a menos que reciban órdenes del EZLN de romper con estos compañeros).
En el espacio antirracista tengo poco que criticar. En las ciudades las organizaciones comunistas y zapatistas mexicanas han hecho un esfuerzo consciente y consistente en lograr un espectro amplio en cuanto al origen étnico de sus militantes, si bien (obviamente) son una gran mayoría de mestizos morenos hay en sus filas bastante militantes de origen criollo (europeo), indígena y africano.
Ojalá pudiera decir que este antirracismo va de la mano con el abandono de prácticas y estructuras patriarcales.
Como mujeres, no es extraño que al unirnos a nuestros pares comunistas y zapatistas terminemos siendo victimas del patriarcado mestizo, afro-mestizo e indígena aun cuando luchamos contra el patriarcado blanco del capitalismo. Aunque opuestos ambos patriarcados tienen muchos rasgos en común que los hace cómplices de las diversas injusticias que vivimos las mujeres.
El ejemplo más acabado es el Partido Comunista de México dirigido por Pavel Blanco que tras un crecimiento bastante interesante en universidades y fabricas sufrió un gran escandalo cuando se destapó la cloaca sobre acoso y abuso sexual por parte de varios hijos de destacados militantes contra muchas mujeres (concentradas especialmente en el ala juvenil, la Federación de Jóvenes Comunistas) este acoso fue encubierto por varios miembros del Comité Central hasta que se convirtió en un secreto a voces y luego en un escandalo público para gran regocijo de muchos derechistas llevando al partido a perder mucha influencia organizativa e ideológica.
No es que las redes zapatistas sean mejores, simplemente su naturaleza de red permite menos presión grupal y social para mantener calladas a varias mujeres, en vez de un gran escandalo tenemos numerosos pequeños escándalos locales.
Este comportamiento en las ciudades es reproducido también en el propio EZLN, incluso el propio subcomandante Galeano, por años muchas reporteras europeas (todos conocemos el fetiche que muchos hombres racializados tienen por las mujeres blancas) han mencionado que “no acepta que no es no” pero últimamente las propias militantes zapatistas han elevado la voz, el muchas veces olvidado Comandante German en una conferencia informó de audios captados en celulares enviados por el propio “sub” donde insulta y denigra a una mujer indígena con quien tenía una relación sexoafectiva muy joven a la cual agotó tanto que decidió suicidarse.
Si bien los partidos comunistas, los sindicatos y las redes zapatistas han hecho esfuerzos por eliminar publica o discretamente a sus peores militantes (o los militantes con la conciencia limpia han abandonado en masa sus partidos para fundar nuevas organizaciones) y han trabajado para eliminar sus excesos aún falta mucho para que superen el estigma de “machos de izquierda” que llevan arrastrando por varios años.
- Para leer el ensayo integro: Aquí
Por Laura Fuentes
La Ciudad de las Diosas