enero 08, 2023

Vivian Maier, la fotógrafa callejera que capturó el siglo XX


Vivian Maier (1926-2009) dejó un legado fotográfico de más de 150.000 negativos hallados de forma casual en 2007 tras una subasta pública en Chicago, que han obligado a revisar la historia de la fotografía contemporánea para incorporar a esta retratista anónima, niñera de profesión, que murió pobre, sola y sin ver su trabajo reconocido.

La investigadora Ann Marks desvela en su libro «Revelar a Vivian Maier», publicado por Paidós, a «la mujer profundamente inteligente, empática y talentosa» que se escondía detrás de esta fotógrafa-niñera, aparentemente presentada bajo «una fachada de frialdad» en un recorrido por unas 400 fotografías, muchas de ellas inéditas.

Su obra sitúa a Maier a la altura de figuras consagradas de la fotografía callejera como Berenice Abbott, Lisette Model o Robert Frank y como una de las grandes fotógrafas del siglo XX, aunque aún no se ha incorporado su obra a las colecciones permanentes.

El libro recorre su innegable valor como documentalista al hacer una exhaustiva crónica visual de la diversidad social y de un largo periodo de la cultura norteamericana, especialmente de principios de los 50.
Una mujer que «derribó obstáculos»

Cámara en mano, sintonizó los detalles de lo cotidiano, recorrió las calles de Chicago y Nueva York captando expresiones y acciones espontáneas y mostró las normas de vestir o de cortesia del periodo. Aunque todo el mundo despertaba su interés fotográfico, retrató, especialmente, a «los desprotegidos» con el objetivo de mostrar las profundas desigualdades del periodo.

Vivian Maier fue «una mujer que derribó obstáculos para vivir su vida en sus propios términos sin traicionar por ello su firme compromiso con la mejora de la sociedad y con el bien común», explica la autora en el libro.

Desde su juventud fue una convencida defensora de la igualdad que dejó claros su puntos de vista feministas, siempre se posicionó del lado de la clase trabajadora y promovió causas de izquierdas y sindicalistas. Evidencia de ello es una de sus instantáneas, en la que fotografió en 1954 a la multitud que acudió al funeral de Israel Amter, miembro fundador del Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA).

Además, apoyó activamente el movimiento por los derechos civiles y condenó el segregacionismo.
Un archivo de 143.000 fotografías

Ann Marks, la autora del libro que ahora recupera la historia de esta fotográfa, cuenta en una entrevista con EFE que tras ver el documental «Buscando a Vivian Maier», dirigido por John Maloof y Charlie Siskel (2014), sintió que «necesitaba profundizar más y resolver algunos enigmas sobre sus orígenes, porque ellos sabían muy poco sobre su familia» y quería dar respuesta a la pregunta de «por qué había hecho 143.000 fotografías pero solo había positivado el 5%, unas 7.000».

Marks, que fue directora ejecutiva en grandes empresas y directora de marketing de Dow Jones/The Wall Street Journal durante más de treinta años, se entregó a su pasión por la genealogía una vez jubilada y para poner en práctica sus habilidades se centró en desvelar la misteriosa vida de Vivian Maier.

En su propósito, Marks encontró una «total colaboración» de los propietarios del archivo Maier, el propio John Maloof y Jeffrey Goldstein, los dos principales compradores de las cajas que se habían subastado en Chicago en 2007, que le permitieron examinar todas sus fotografías.
La historia oculta de Vivian Maier

De su investigación, Marks desenterró «una historia oculta de bastardía, bigamia, rechazo parental, violencia, alcohol, drogas y enfermedad mental«.

Precisamente, Marks considera que «un capítulo crucial de esta biografía es el historial familiar de enfermedades mentales, elemento que en buena medida se ha venido ignorando o considerando irrelevante, como si reconocerlo fuera a estigmatizar o restar valor a sus logros».


A su juicio, «solo a través del prisma de sus experiencias de infancia y de su máscara psicológica podremos entender sus motivaciones y sus acciones y ponerlas en relación con su obra».

Conservaba toneladas de periódicos y su equipaje, que incluía cámaras, negativos y material fotográfico, ocupaba doscientas maletas y paquetes, de modo que en algunas de las viviendas en las que trabajó como niñera hubo que sacar los coches del garaje para que fuese ocupado por sus pertenencias, algo que, según Marks, denota «un trastorno de acumulación».

En muchas fotografías se reflejan escenas de madres con hijos, «algo que se explica por que Vivian porque ella no había tenido una relación con su madre» y en muchas aparecen niños y personas mayores, «con los que ella se sentía más cómoda y a los que muestra como seres humanos en su intimidad».

Marks se maravilla de que «un cúmulo de felices coincidencias» permitiera conocer esta colosal obra: «La probabilidad de que el excepcional conjunto fuera recuperado algún día era infinitesimal y lo más probable es que las fotografías se hubieran perdido para siempre y hubieran acabado en un basurero».

«Revelar a Vivian Maier» rompe, según su autora, con el mito de que aquella niñera se sintió marginada, infeliz y frustrada y tuvo una vida triste: «Todo lo contrario; Vivian fue una superviviente, y tuvo la fortaleza y la capacidad de romper con la disfuncionalidad familiar y mejorar mucho su suerte».

Hasta sus últimos años, añade Marks, fue «básicamente una mujer alegre, activa, comprometida e informada, y vivió su vida siempre en sus propios términos indisolublemente ligada a su fotografía».
De Francia a Nueva York y Chicago

En el libro cuenta cómo la propia Maier le dijo a una de sus empleadoras que ella «trabaja para vivir». De modo que su trabajo como niñera le permitió viajar, conocer y fotografíar países como Filipinas, China, Tailanda, Malasia, Singapur, La India, Yemen Egipto, o Italia.

La investigadora ha averiguado que antes de Chicago, estuvo cinco años en Nueva York, donde «quiso ser fotógrafa profesional y compartir su trabajo, pero ese trastorno de acumulación le impedía emocionalmente deshacerse de sus fotografías».

Pero sus inicios se remontan a Francia, allí aprendió el oficio y comenzó a hacer fotografias con una cámara de cajón. Viajó a España e Italia y empezó a perfilar sus motivos: panorámicas de paisajes, hitos y rituales de los sitios que visitaba, o sus propias vivencias y los logros de la gente de su entorno.
Maier y el eutorretrato

En el conjunto de su obra, son fundamentales, según la autora, sus autorretratos, de los que consiguió identificar cerca de 600.

La conservadora de la obra de Vivian, Anne Morin, piensa que «el autorretrato le permitía producir pruebas irrefutables de su presencia en un mundo en el que parecía no haber sitio para ella» y para ello se vale de artificios ingeniosos: En una foto aparecen 54 Vivians y en otra se vale de una secuencia de espejos circulares para multiplicar su estampa hasta el infinito.

También se observa una evolución en esos autorretratos: «En Nueva York se muestra como fotógrafa con la cámara alrededor del cuello, algo que no sucede luego en Chicago, donde se siente más niñera».

Durante el tiempo que vivió en Chicago no paró de almacenar material y el volumen de espacio de guardamuebles y almacenes no dejó de crecer, hasta que sus deudas e impagos junto a los lios fiscales de las compañías terminaron provocando la pérdida de sus posesiones, que serían subastadas en otoño de 2007.

Jose Oliva/Laura de Grad
Fuente: Efeminista

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