Reinados en decadencia
Abdicar estos reinados de belleza hegemónica, abre el espacio público para que la vida política de mujeres vaya más allá de coronaciones de pertenencia a una inventada nobleza, que nada tienen que ver con la democracia.
Mientras en La Pampa, la Secretaría de Cultura reconoció a Victorica por celebraciones sin reinas ni embajadoras, en la mendocina Guaymallén un revés inteligente acató la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la provincia celebrando una Vendimia con elección virtual de representante. Abdicar estos reinados de belleza hegemónica, abre el espacio público para que la vida política de mujeres vaya más allá de coronaciones de pertenencia a una inventada nobleza, funcionales a moldes de belleza hegemónica, que nada tienen que ver con la democracia.
La Pampa.
La Secretaría de Cultura de La Pampa reconoció a Victorica por eliminar de la tradicional Fiesta Provincial y Nacional de la ganadería la elección de reinas y/ o embajadoras. La Fiesta de Sorgo en Realicó, de la Cría en Telén y del Mate en Winifeda, son algunas de las localidades pampeanas que se suman a la eliminación de concursos cosificantes y discriminatorios, violatorios de la normativa vigente en materia de derechos de las mujeres y diversidades.
Mendoza.
En marzo de 2021, Guaymallén prohibió «la organización, patrocinio y/o auspicio por parte del Municipio, de manera directa, de elecciones de reinas, embajadoras y princesas u otras denominaciones similares y concursos de belleza de personas», para la desinstalación cultural del culto sexista de oda a la belleza hegemónica. Pero este 25 de Enero, la Suprema Corte de Justicia de Mendoza declaró la nulidad e inconstitucionalidad de la ordenanza, en el entendimiento que la prohibición municipal vulneraba el derecho al patrimonio cultural de la comunidad guaymallina, en tanto la elección de reinas es parte integral de los aspectos de este derecho «actual y ancestral». Por tanto, Guaymallén organizó a las apuradas la clásica festividad de la Vendimia con concurso incluido y un revés interesante: una elección virtual, sin fotos ni identificación alguna de las aspirantes, quienes debieron rendir examen con contenidos de historia, cultura, enoturismo, producción, geografía y derechos humanos para concursar. De esta forma, el pasado viernes 10 de febrero, se llevó a cabo la elección virtual a partir de una votación que sólo exhibía frases de las concursantes. Electores y electoras de Guaymallén -nada de jurados al costado de la pasarela- eligieron a su representante, sin conocer nombre, foto, descripción ni edad. Natalia Mercery, de 35 años, madre de tres y gestora de proyectos solidarios, resultó elegida, sin cetro, ni corona, ni la designación de «reina» pero con una banda que la designa representante electa por Guaymallén. El Municipio cumplió así con la decisión de la Corte de la Provincia y con el espíritu de la ordenanza anulada, con un concurso disruptivo de la tradicional coronación cosificante y obediente a mandatos de belleza hegemónica, esta vez, no condicionado por rasgos físicos ni estéticos, con perspectiva de género y derechos humanos.
Destronar.
En Argentina, la tendencia de eliminar concursos de belleza vino dada por la pionera organización Acciones Feministas de Bahía Blanca, en 2013. Su lucha fue tomada por la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género (CONSAVIG) y desde entonces, más de 70 ciudades abandonaron estas celebraciones reproductoras de violencia simbólica. Estas acciones como claras políticas de género interpelan el orden naturalizado de violencias, enquistadas en entramados incuestionados y al amparo del folklore costumbrista que ahora por fin, comienza a interpelarse y deconstruirse para sociedades más justas e igualitarias.
Belleza.
La eliminación del repertorio cultural de estos concursos importa su cuestionamiento en tanto herramienta disciplinadora de cuerpos y mentes, funcional a modelos patriarcales de cosificación y mercantilización de cuerpos en exhibición, de existencias femeninas con valor agregado por su correspondencia con lo hegemónicamente bello. De esta forma, estos certámenes han servido de coronación del modelo de femenidad patriarcal: de mujer que sólo pisa un acotado espacio público para exhibir atributos físicos intercambiables y de fácil reemplazo siempre que se correspondan con moldes de escasos kilos y años, además de rasgos y estilos estéticos bien definidos. La violencia simbólica y estética contra las mujeres ejercida por estos concursos en decadencia, continúa instalando discursos violatorios de derechos humanos, reforzando el racismo y el clasismo, la discriminación, la geronto y gordo fobias, la competencia feroz entre mujeres para neutralizar cualquier atisbo de sororidad, y la repetición del manta patriarcal que reza que la belleza -hegemónica- es el valor indispensable y aspiracional para vidas femeninas plenas. Así, sobrevive la estrategia patriarcal de mantenernos ocupadas en la intrascendencia del conteo de calorías y la incoherencia de querer detener el tiempo, para quitarnos de espacios de verdadero liderazgo, sin cetros ni coronas de cotillón.
Abdicar.
La vida política de las mujeres ya no se limita a reducidos espacios de pretendida representación, comandados por jurados antidemocrácticos y reproductores de violencias. Aunque el resabio de los certámenes de belleza se cuela en la vida política de mujeres, con críticas hacia los outfits de presidentas y primeras ministras, y debates sobre la cantidad de canas, botox y kilos como cuestión de Estado, liderezas con representación sin precedentes le hacen frente a la resistencia patriarcal que las quiere en casa. La avanzada feminista contra una realidad todavía sexista que nos circunda y violenta brutal e imperceptiblemente, desarticula patrones culturales para la conquista de los espacios postergados, para un mundo más democrático e igualitario, sin coronitas ni privilegios. (La Arena)
Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles
Fuente: Diario Digital Femenino en Instagram: diariodigitalfemenino_