Cuba. Mujeres cooperativistas: de la igualdad formal a la real
Las mujeres continúan en desventaja en el escenario cooperativo, coinciden estudios y especialistas en Cuba. Ellas están numéricamente menos representadas, integran con mayor frecuencia cooperativas que brindan servicios considerados “femeninos” o se dedican a tareas que reproducen el mandato patriarcal.
Con más del 85 por ciento de estas formas productivas en el país dedicadas a la producción agropecuaria y el resto, en su mayoría, a actividades donde predominan los varones —como la construcción o el transporte—, “es de esperar que las mujeres estén sub-representadas”, razonó en entrevista con SEMlac la economista Camila Piñeiro.
Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de Información (Onei) confirman que en 2021 la participación de las mujeres en este modelo de gestión productiva era de apenas 17,2 por ciento, aunque la tendencia ha sido al alza: hace cinco años era de 12,1 por ciento.
“Ellas llegan en desventaja porque cargan con los roles y estereotipos de género que las sitúan en posiciones subordinadas y ‘de ayuda’ en los procesos productivos y, además, mantienen su papel como cuidadoras por excelencia, explicó a SEMlac la socióloga Dayma Echavarría.
“Esto es peor para las mujeres rurales, quienes se insertan en labores menos valoradas dentro de la producción”, agregó Echavarría, investigadora del Centro de Estudios de la Economía Cuba (Ceec), de la Universidad de La Habana.
Sin embargo, el problema parece más complejo. Más allá de los análisis en torno a la igualdad de género, especialistas consideran que urge dotar a las cooperativas de facultades para eliminar barreras que impiden su propio desarrollo. De esta manera, se podría propiciar también una mayor participación de las mujeres, tanto en la membrecía como en el liderazgo.
“Las cooperativas cuentan con fortalezas o potencialidades que no tienen otras formas de gestión empresarial; pero es necesario potenciarlas aún más”, precisó Piñeiro.
La experiencia de Gilma Irene Elías Vázquez, presidenta de la cooperativa “Adoquín”, especializada fundamentalmente en construcción civil y remodelaciones, así lo confirma.
“Nunca he enfrentado un problema por ser mujer. La traba más grande que tuvimos fue con los clientes, que se negaban rotundamente a contratar a las cooperativas porque tenían miedo. Llevaban toda la vida tratando con empresas estatales y luego con particulares”, contó Elías a SEMlac.
Pese a tener una mujer al frente, “Adoquín” se dedica a labores tradicionalmente masculinas y también reproduce la relación estadística del escenario cooperativo del país: de 116 socios, solo 16 son de sexo femenino.
¿Oportunidad en retroceso?
Las cooperativas se desarrollaron en Cuba, históricamente, en el sector agropecuario, en tres modalidades: las de Créditos y Servicios (CCS), que agrupan a dueños de tierras para facilitar el acceso común a créditos, suministros y comercialización; las de Producción Agropecuaria (CPA), cuyos integrantes unen sus tierras y medios de producción, y las Unidades Básicas de Producción Campesina (Ubpc), organizadas en torno a la gestión colectiva de fincas estatales.
Desde 2011, a esas variantes se sumaron, de forma experimental, las Cooperativas No Agropecuarias (CnA). Sin embargo, lo que parecía una opción llamada a jugar un rol relevante en la reforma o actualización del modelo económico, ha registrado una tendencia sistemática al decrecimiento
Entre 2011 y el 2018, el total de cooperativas disminuyó ocho por ciento, según el artículo “Tras los pasos de las mujeres cooperativistas cubanas”, de la socióloga Jusmary Gómez Arencibia, publicado en el libro Mujeres, cooperativismo y economía social y solidaria en Iberoamérica.
Se redujeron las agropecuarias (16 %) y en su interior las Ubpc (29%). Las CnA, en tanto, no tuvieron mejor suerte: de las 498 aprobadas hasta 2014, solo 422 estaban funcionando en 2018, según el texto de Gómez Arencibia.
Cuatro años después, el 22 de diciembre de 2022, el Ministerio de Economía (MEP) informó, en su canal de nuevos actores económicos, la aprobación de 176 nuevas solicitudes, de las cuales 175 eran para micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) y solo una para CnA.
“Con esta decisión, suman 6.161 los actores económicos aprobados desde que inició el proceso en septiembre de 2021. De ellos, 6.026 son mipymes privadas, 75 mipymes estatales y 60 cooperativas no agropecuarias”, indicó la nota informativa del MEP, con lo cual se confirma el acentuado decrecimiento de estas últimas.
Para Piñeiro, desde la pausa y evaluación del experimento con las CnA entre 2016 y 2017, “el discurso subliminal que ha predominado entre muchos funcionarios y empresarios estatales es el de ‘cuidado con las cooperativas”.
“Los motivos detrás de esta extrema cautela para apoyar o comercializar con cooperativas han sido varios: desde acomodamiento burocrático, hasta corrupción, pasando por los instintos de autoconservación de empresarios y funcionarios estatales que creen que el crecimiento de las cooperativas puede hacer innecesarios sus puestos”, detalló la economista.
“Así, la realidad sugiere que las cooperativas deberían continuar como actores marginales y no centrales de nuestra sociedad, mientras las Mipymes parecen estar de moda”, evaluó Piñeiro.
Elías lo ha vivido en el día a día de su trabajo. Inversionista de la construcción antes de organizar la cooperativa, con 13 años de experiencia en esa tarea, siguió de cerca la implementación del experimento de las CnA “para no perderse ni un detalle de las normativas que iban saliendo”.
“Adoquín” fue aprobada a finales de 2013 y constituida formalmente en enero de 2014. Con poco más de tres años, a las alturas de 2018, ya era una entidad competitiva. Asociada mayormente con el Ministerio de la Industria Alimentaria, prestó servicios a la confitera Gamby, a la Molinera de Cárdenas y a la fábrica de sorbetos en Jovellanos, estas dos últimas en Matanzas, a unos 120 kilómetros de La Habana.
También ha trabajado con la empresa Cuba Ron y asumió la reparación del Museo de Ciencias Naturales del centro histórico capitalino y del Instituto de Investigaciones del Tabaco, en San Antonio de los Baños, Artemisa, a poco más de 100 kilómetros de la capital del país.
“Obtener buenos resultados no es solamente un asunto económico, sino también de ganar prestigio ante cualquier cliente”, explicó Elías. Pero, en su opinión, a las cooperativas hay que verlas en dos tiempos: antes y después del ordenamiento económico.
Iniciada el primero de enero de 2021, la llamada Tarea Ordenamiento planteó como aspectos esenciales la eliminación gradual de subsidios excesivos, una reforma en los ingresos y la unificación monetaria y del tipo de cambio.
Antes de ese año circulaban en el país dos monedas, el peso cubano (CUP) y el peso cubano convertible (CUC), con dos tasas de cambio diferentes: una para el sector estatal, que equiparaba al CUP con el dólar, y otra para la población y el escenario cuentapropista o cooperativo, de un CUC (o un dólar) por 24 CUP.
“Pienso que la mayoría de las cooperativas mostramos mucha profesionalidad y seriedad en nuestro trabajo. Demostramos en poco tiempo mejores resultados que la empresa estatal Y no solo económicos, porque realmente teníamos ventaja en la tasa de cambio; sino en la forma de gestionar los recursos humanos, materiales y hasta en la buena comunicación con los inversionistas, algo de lo que adolece muchísimo la empresa estatal”, reflexionó Elías.
“Pero cuando vino el ordenamiento igualaron a las cooperativas con las empresas estatales, cuando lo debían haber hecho al revés”, opinó la presidenta de “Adoquín”.
“Eso ha traído como consecuencia menos flexibilidad para producir y otras trabas que también impactan el salario y las ganancias de los asociados, con lo cual “la gente no quiere trabajar y se van a hacer trabajos particulares”, explicó.
En busca de igualdad real
Que existan cooperativas exitosas con dirección femenina o que las cifras de participación de las mujeres en esos espacios productivos hayan crecido no implica, necesariamente, un avance hacia la “igualdad real”.
La participación de las mujeres en el empleo en Cuba es de 37 por ciento. O sea, ellas no llegan al 40 por ciento del total de personas ocupadas en la economía. En el sector no estatal, en tanto, esa presencia es de alrededor de 24 por ciento, aunque con una tendencia al alza en los últimos cinco años. En las cooperativas es aún menor.
Un estudio sobre las redes sociales en las que transcurre la vida cotidiana de las cooperativas confirma la permanencia de desigualdades en estos espacios productivos.
“Se aprecia una posición ventajosa para los hombres, quienes están más representados en las CnA, las cuales constituyen nuevos espacios de oportunidad”, confirma la psicóloga Claudia María Caballero Reyes, de la Universidad de La Habana, en su artículo “Mujeres y cooperativismo en Cuba hoy. Un estudio de redes sociales”, publicado en 2018 por la Revista interdisciplinaria de estudios de género de El Colegio de México.
Según la investigación, los cooperativistas hombres mantienen relaciones más heterogéneas, tanto en la esfera laboral como en la de tiempo libre, lo que diversifica y amplía sus redes; mientras las mujeres poseen redes laborales y de tiempo libre homogéneas y centradas en los familiares.
“Esto constriñe la pluralidad de fuentes potenciales de acceso a las nuevas oportunidades laborales. También reduce la cantidad de recursos a movilizar ante necesidades de colaboración o apoyo en la esfera laboral. La reproducción de esta situación en otros ámbitos de la vida cotidiana refuerza su situación desventajosa, históricamente denunciada, y respecto a la cual todavía es necesario aunar esfuerzos en pos de su transformación”, refiere el texto de Caballero.
Según Piñeiro, las cooperativas no pueden superar del todo a la cultura, circunstancias y condiciones de sus integrantes y entorno, por lo que van a reflejar, en gran medida, la división sexual del trabajo y los roles de género predominantes en la sociedad.
“No obstante, están mejor preparadas para superarlos, sobre todo si se articulan con movimientos sociales más amplios, que satisfagan las necesidades diferenciadas de las mujeres y creen condiciones para la equidad al interior de las organizaciones empresariales”.
Por Dixie Edith
Fuente: Semlac