Silvia Lamadrid habla del escenario que se presenta para las mujeres, feminismos y disidencias tras la composición mayoritariamente conservadora del Consejo Constitucional en Chile
Además, señala que parte de los resultados electorales se deben a la desconexión de la política —en especial del gobierno— con la calle
“Es sinceramente muy raro, sobretodo en una generación de la cual se esperaba tanto. Que condujo las movilizaciones (2006, 2011), y terminan enclaustrados en un mundo político-académico (…) no se dan cuenta que tienen que salir, que tienen que tomar contacto con la gente”. Y agrega que algo parecido les pasa a los movimientos feministas: “las mujeres populares llevan vidas muy duras, viven con violencia constante en sus barrios, perciben esa forma de manifestarse —de algunas feministas (performances)— como una fiesta, y la vida de ellas no es una fiesta”.
“Este resultado electoral (del 7 de mayo) es la continuación del rechazo. Un cambio fuerte, un masazo político… Probablemente no tenga mayores consecuencias en la legislación, pero sí en las definiciones centrales de la Constitución”, dice de entrada la socióloga, subdirectora del Laboratorio de Análisis de la Realidad del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
“El futuro se ve complicado, por decir lo menos. El gobierno lleva poco más de un año y las evaluaciones son sistemáticamente malas. En ese contexto, el resultado era absolutamente predecible. Lo que no estaba tan claro era que iba a estar tan cargado a la ultraderecha. Como dijo José Antonio Kast, ganó el sentido común, ganó la prudencia… Es bastante curioso que hoy los republicanos representen la prudencia. Pero de algún modo, fue la propuesta más consistentemente protectora del orden, en oposición al temor de situaciones inmanejables, caóticas, desordenadas”.
—Es esperable que después del Estallido, la mayoría de los chilenos desearan prudencia.
—El Estallido fue una expresión muy masiva del descontento popular, que termina transformándose en una situación caótica porque no es derivada a ninguna propuesta. Durante el Estallido no había diálogo entre el descontento y los partidos. Lo impresionante es que hasta hoy el Frente Amplio no intenta construir un lazo con los sectores populares, siguen encerrados en una especie de autocomplacencia muy extraña. Yo vengo de otra práctica, una en que tú no concebías la política de izquierda si no era en las calles, en las poblaciones, los lugares de trabajo, con la gente. No hacías la política entre cuatro paredes, en una oficina solasándote de lo inteligente o graduado que eres. Es delirante. Y después del golpe que significó el rechazo, no se dan cuenta que tienen que salir, que tienen que tomar contacto con la gente. Es su extraña forma de hacer política.
—¿Tiene alguna explicación?
—Siguen una forma de hacer política muy hija de la Concertación, porque ellos fueron encerrando la política entre cuatro paredes. En los primeros gloriosos cuatro gobiernos de la Concertación la política se enclaustró. Se trataba de usar a la gente como cliente de la política, pero no se les dio participación. Fueron gobiernos formalmente democráticos que no intentaron vincularse con la mayoría, ni siquera hablo del pueblo. Hace 60 años, Eduardo Frei Montalva puso todo el aparato político para desarrollar la participación popular: las juntas de vecinos, las organizaciones en el campo… Y estos no hacen nada, están ahí en sus oficinas… Es sinceramente muy raro, sobretodo en una generación de la cual se esperaba tanto. Que condujo todas las movilizaciones, las de 2006, 2011, y terminan enclaustrados en un mundo político-académico.
Los feminismos y las mujeres
—A sus ojos, ¿qué tan feminista ha sido el gobierno que se autodeclaró feminista?
—Si entendemos por feminista que tenga vínculos con el movimiento feminista, eso está. Pero el problema es que la misma movilización feminista padece del problema anterior. O sea, las movilizaciones del 2011 y del 2018 ocurren en los centros de estudios, no afuera, y está bien porque expresan un sentir popular —porque además la enseñanza superior hoy es masiva, no es solo elite, ahí hay también muchos jóvenes populares—, pero la cosa sigue limitada al sentido común universitario: hartos debates académicos sin interesarse mucho por un vínculo más profundo con las mujeres populares. Entonces se va creando una cierta distancia. Las mujeres populares no ven al movimiento feminista como un “nosotras”, sino como “ellas”, las que hacen cosas interesantes, a veces —para muchas— cuestionables, porque el tipo de performance del movimiento feminista, excepto Las Tesis, con disfraces, con desnudos y todo eso, a las mujeres populares no les gusta mucho. Es lo que hemos recogido en los estudios del Núcleo de Investigación Género y Sociedad Julieta Kirkwood, del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
—No se identifican.
—Es que es una manifestación alejada… Son mujeres que llevan vidas muy duras, que viven con violencia constante en sus barrios, perciben la forma de manifestarse de esas feministas como una fiesta, y la vida de ellas no es una fiesta.
—¿Sus caminos no se unen?
—Donde se da el lazo de la demanda feminista más ilustrado con la clase popular, es en la lucha contra el femicidio, contra la violencia. Eso habla de dolor, de vidas difíciles. Ahí hay un lazo común.
—¿Y en los cuidados?
—Para las mujeres populares el tema es el tiempo. No tienen tiempo porque deben conseguir ingresos y además cuidar. Para ellas, el mayor problema no es sólo el riesgo de ser asaltadas en las poblaciones, lo peor es que sus hijos se metan en la delincuencia. Ese es un temor diario.
—Se metan en drogas.
—En cualquier tipo de delincuencia organizada. Ellas pasan mucho tiempo consiguiendo ingresos: vendiendo, haciendo pequeñas cosas o con trabajo remunerado mal pagado. Esas mujeres cumplen jornadas largas con bajos sueldos, no tienen con quién dejar a sus niños, poseen escasas redes familiares, porque las otras mujeres cercanas también están trabajando. El mayor temor es que los hijos se descarrilen. Es la pesadilla de la mujer popular y su fracaso como madre.
—¿A esas mujeres estará llegando el Estado?
—Con demasiada frecuencia escuchamos lo difícil que es para ellas acceder a servicios que da el Estado. Su mayor queja con los servicios de salud es que nunca consiguen hora… Incluso personas de barrios evidentemente populares no consiguen la gratuidad universitaria para sus hijos. Hay beneficios del Estado, pero debes saber cómo conseguirlos. Y ahí recuerdo el programa Puente. En el primer gobierno de Michelle Bachelet se dieron cuenta de esto y pusieron a profesionales apoyando a las familias más vulnerables para enseñarles a solicitar beneficios estatales. Y no sé en qué quedó.
La nueva Constitución
“La constitución actual es muy patriarcal, empieza diciendo que la familia es la célula básica de la sociedad. Familia, escrito en 1980, quiere decir heterosexual, patriarcal con absoluta exclusión de otra cosa que no sea el vínculo heterosexual como generador del grupo familiar”, dice Lamadrid, Coordinadora del Núcleo de Investigación Género y Sociedad Julieta Kirkwood, del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
—Antes de tener el texto, ¿qué se puede esperar de la nueva propuesta desde la mirada de género?
—Es preocupante porque los republicanos son absolutamente conservadores en este plano. La única familia posible es heterosexual. Y por lo tanto, si está en sus manos no me extrañaría que la pusieran así en la Constitución, tampoco me extrañaría que instalaran el derecho a la vida del por nacer. Esos conceptos valóricos podrían predominar. Y no hay posibilidad de vetar, no hay votos. Si la familia patriarcal es el núcleo base, dalo por seguro que la la educación sexual será responsabilidad de los padres.
—Sin embargo, la Constitución del 80 habla de la familia como núcleo y tenemos igual matrimonio igualitario…
—Es que cuando se redactó la Constitución del 80, tú decías familia… y el sentido común de familia ha ido cambiando, y en función de ese cambio, se le puede dar contenidos distintos. Pero uno podría pensar que en la nueva Constitución, las definiciones van a ser más rígidas, más acotadas. Van a estar complicados los consejeros porque hoy existen las familias monoparentales…
—Y qué pasará con las diversidades? No debería ser un tema constitucional.
— Pero hay maneras. Por ejemplo, en la Constitución del 80 se habla de hombre, entendiendo que hombre es el universal. Es probable que en esta nueva se hable de hombres y mujeres. Es probable que intenten instalar pequeños detalles, como la heterosexualidad como norma. Disculpa, pero estamos hablando de un partido cuyo presidente le prohibió a su esposa usar anticonceptivos. Ella lo contó en una entrevista.
—¿Qué podríamos esperar las mujeres de una Constitución más conservadora?
—Ahí está la contradicción: el capitalismo global necesita del liberalismo económico, pero el liberalismo valórico “le dice cri cri”, porque el capitalismo necesita el máximo de personas disponible para trabajar en las peores condiciones. Y en esas condiciones hay muchas mujeres… tienen que salir a trabajar. El capitalismo neo liberal no tiene el menor interés en pagar mejores sueldos ni en dar mejores condiciones de trabajo. Entonces, ni la propuesta más conservadora va a cuestionar que las mujeres trabajen. Fíjate que el discurso más reciente de la derecha respecto al trabajo de las mujeres era que necesitan jornada flexible, lo que se traduce en más explotación. Ya se vivió durante la pandemia. Eso no va a cambiar. Esa es la tensión en la que va a estar esta propuesta republicana. Entonces si ellos quieren que las mujeres lo sean “como Dos manda”, tienen que mejorar los sueldos a los maridos o pagar el trabajo doméstico de quienes se queden en la casa.
—La paridad no se ha puesto en tela de juicio, aun.
—Esa discusión es muy entretenida. He escuchado a hombres republicanos cuestionar la paridad y a algunas mujeres republicanas y de Chile Vamos defendiéndola. Y como esto se va a discutir entre 50 personas, en esas 50 personas hay 16 que van a defender la pariedad a raja tabla y habrá quienes se sumen. Creo que ese es uno de los pocos temas que se pueden salvar porque hay mujeres. También creo que podrían introducirse apoyos específicos para cuidados, precisamente porque, como esta gente es ideológicamente conservadora y quiere a las mujeres en la casa, entonces es de toda lógica que apoyen a las mujeres que están en la casa a cargo de los cuidados.
—¿En qué derechos se podría retroceder con respecto a la mujer?
—En los derechos sexuales y en identidad género porque ahí hubo hartos avances. Sobre el aborto por tres causales hay cierta mayoría y consenso. Ya está instalado: violación, vida de la madre y viabilidad del feto.
Fuente: El Mostrador.