Una epistemología para cambiar el mundo. La exclusión de las mujeres de los ámbitos del saber tiene consecuencias estructurales que son analizadas en el nuevo libro de la filósofa colombiana Flor Ávila
Flor Emilce Cely Ávila es doctora en filosofía.
Crear una narrativa científica que pueda dar cuenta de otras experiencias, que se aparte de una lectura general, condicionada por la conformación de un sujeto despojado de toda afectividad y corporalidad, es una de las propuestas de la epistemología crítica feminista.
Mujeres, poder y conocimiento, de Flor Ávila (Editorial Contrapunto).
Entender la epistemología como un recurso que instala otro punto de vista implica, no solo detenerse en la autoría, en las características de quien enuncia, sino habilitar el espacio para que la experiencia de los sectores marginados adquiera la envergadura de un discurso científico.
En Mujeres, poder y conocimiento, la filósofa colombiana Flor Ávila señala ese momento anterior a la escritura donde las condiciones de vida pasan a excluir a ciertos sectores como objetos y sujetos de conocimiento.
No se trata solo de la cantidad de mujeres que han logrado ocupar un lugar profesional en la ciencia, la autora colombiana se pregunta por la metodología como un campo donde ciertos saberes se integran o quedan absolutamente desacreditados. En este sentido la recuperación de una primera persona es una marca que instala una particularidad, una desconexión con la norma que puede abrir las posibilidades de un espíritu crítico.
La génesis del método científico
Pero a Ávila no le interesa fomentar el relativismo, tampoco alejarse de las exigencias o el rigor académico. Su discusión va hacia la génesis del método científico para instalar conceptos como injusticia epistémica o injusticia hermenéutica que toma de la filósofa inglesa Miranda Fricker para pensar una desposesión simbólica.
Su cuestionamiento con un punto de vista, que Ávila negocia a partir de la conformación de una segunda persona que integre a esa tercera persona más atada a la autoridad científica con una primera persona donde surge un sujeto capaz de analizar racionalmente su malestar sin prescindir de su experiencia sensible, intenta construir otra fenomenología.
Es allí donde su escritura se encuentra con el trabajo que realizó Simone de Beauvoir en torno la obra de Maurice Merleau-Ponty.
La autora francesa pensó en El segundo sexo una fenomenología ligada al cuerpo situado. Este dato le sirve a Ávila para ampliar las variantes de una experiencia. La objetivación científica hace del cuerpo (especialmente del cuerpo femenino) pura inmanencia.
En Beauvoir este concepto funciona como un punto de estancamiento, de fijación. En alianza con el existencialismo, Beauvoir entiende que el sujeto surge cuando puede decir que no a las condiciones dadas. Una epistemología feminista crítica rompe con el esencialismo de la inmanencia y adhiere a la idea de trascendencia, de mutación y de transformación. Un modo de hacer visible las relaciones de poder que conforman cualquier método científico.
Herramientas de combate
Si bien este libro publicado por Editorial Contrapunto parece hacer de los procedimientos científicos herramientas de combate, también es verdad que Ávila suele describir a los grupos minoritarios o marginados como seres extremadamente determinados, susceptibles a cualquier uso o interpretación que suele hacerse sobre ellos, no siempre capaces de adueñarse de los elementos que fundan la opresión y darles otros sentidos.
El gesto democratizante que plantea esta autora graduada en la Universidad de Colombia se sustenta en llevar a descubrir los recursos hermenéuticos que las comunidades poseen y que han sido desestimados.
Ese saber que disputa con la autoridad del pensamiento científico encuentra su soporte crítico en esa disonancia entre lo establecido y su propia experiencia. El cuestionamiento será, entonces sobre la característica de esa experiencia, sobre una narrativa elaborada por sujetos que no aceptan que otros les expliquen su dolor y malestar, su propia injusticia.
Ávila identifica como ciertos sectores que no cuentan con una instrumentalidad científica terminan manifestando lo que piensan y sienten con el cuerpo, a través del arte, de las formas performáticas o del baile, entonces presenta otra manera de clasificar el arte político: Una forma artística que no se define por su temática sino por su capacidad de resistir a los discursos impuestos. En la práctica tiene lugar una verdad.
El trabajo de Ávila recuerda a algunos procedimientos de coinvestigación y vuelve a instalar el problema de la autoría, de la voz de quien relata ¿Se trata de producir teoría para dilucidar una desigualdad o de crear las condiciones para darle voz a quienes la sufren?
Al final del libro, cuando la autora colombiana menciona el método de la entrevista fenomenológica marca los límites del trabajo científico. El propósito no es solo describir o reflexionar, la aplicación de un método puede ser un elemento para desarmar mínimamente algunas coordenadas que sostienen al mundo.
Mujeres, poder y conocimiento
Flor Ávila
Editorial Contrapunto
256 págs.
Por Alejandra Varela
Fuente: Clarín.com