junio 04, 2023

El lado menos visible de Gabriela Mistral: sus discursos públicos


 Ilustración: Sofía Valenzuela

Leemos sus poesías y sus cartas. La vemos en portadas de libros, en los billetes, en nombres de calles y plazas, incluso en muchas ropas. Pero sabemos muy poco de los discursos públicos de Gabriela Mistral.

Esto, pese a que internacionalmente fue muy reconocida. Era cónsul, se relacionaba con el mundo diplomático y con el mundo intelectual. Era respetada, querida, admirada. Hacía conferencias, escribía en todos los diarios del mundo y hablaba de tú a tú al poder. Era, finalmente, un gran personaje público, que fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura por su obra y su persona pública.

En el imaginario chileno, sin embargo -dice Claudia Reyes García, biógrafa de Gabriela Mistral- ella es “la profesora, la poeta. Se la conoce poco. ¿Cuáles han sido nuestras posibilidades de acercarnos a ella? El hecho de que tengamos padres lectores o una biblioteca en la casa es algo reducido, esquivo y muy de elite. Este capital cultural debería irradiar el Ministerio de Educación”.

Bajo su punto de vista, Gabriela Mistral es un patrimonio público y el encargado de representarla es el Estado de Chile. Otros poetas, como Pablo Neruda o Nicanor Parra cuentan con fundaciones que se hacen cargo de que sus legados se transmitan y sean públicos. Algo que no pasa con Gabriela Mistral.

Consciente de ello, Claudia Reyes García recopiló -junto a Benjamín León-, 10 discursos públicos de la Premio Nobel en el libro La palabra elemental (Editorial Letrarte). Uno de ellos, “Lo primero en la tierra”, es inédito.

¿Por qué todos deberíamos conocer esa faceta menos visible de Gabriela Mistral? “Porque hay una gran humanidad presente en su discurso público. Tienen una relación vivencial, porque ella los preparaba para decírselo a terceros, a que la escucharan. Tienen un componente estético, poético, trascendental, muy pensado, muy filosofados”.

Gabriela Mistral, filósofa

Leer, en 2023, los discursos públicos de Mistral es sorprendente. Algunos fueron pronunciados hace más de 100 años y, aún así, son completamente contingentes. Grandes problemáticas de la actualidad que aparecen una y otra vez en la discusión pública, en congresos, en manifestaciones. Aspectos medioambientales, sociales, educativos, políticos.

“Su mensaje es actual y está sembrado de futuro”, dice el prólogo de La palabra elemental.

Eso se nota, por ejemplo, en el Mensaje para el Congreso por la Paz y la Democracia, realizado en 1950 en Santiago. En este, Gabriela Mistral expresó un visionario diagnóstico de los avatares que atraviesa la democracia en Latinoamérica. “Es para mí un viejo asombro constatar que, siendo la democracia la patrona de nuestros destinos, cuando toca nuestra ama, la urna electoral, y al día del solsticio democrático, se nos vuelva un jolgorio de mercado, y de los chistes placeros que cambian compradores y vendedores del voto”, planteó entonces, añadiendo que “nos llegó como a galope la democracia; no la jadeamos a la europea, en camino largo, sino que se nos puso adelante bruscamente”.

Para ella, había ciertas medidas concretas que se podían usar para preservar la democracia desviada -o afectada- por esos anuncios fantasiosos: “lo que la democracia significa todavía en la boca de nuestra gente de trabajo son unos salarios mejores y lo que deriva de ello: alojamiento decoroso, la ropa común y la dominguera, un plato más de comida, cinema, etc.”. Son elementos que, hasta hoy, son discutidos.

Algo similar ocurre cuando se lee Imagen y palabra en la educación, un discurso realizado en Nueva York en 1954. En momentos en que la imagen -entendida como la televisión y el cine- era vista como un gran competidor de la palabra en el aula. Sobre eso, Mistral dice “no hay que desalentarse (...) lo que está dando ya la enseñanza visual es admirable para los adultos y toda una fiesta para los escolares”. Los define como “inventos magníficos” que podían beneficiar todas las esferas educacionales. “Mientras a los profesores y a la sociedad les daba pánico que la imagen, la radio y el cinema estuvieran en la clase, ella decía ‘adelante, si esto es todo para mejor’”, resume Claudia Reyes García. Es de preguntarse qué diría hoy Gabriela Mistral de los temores que causan las redes sociales o la inteligencia artificial en el aula.

En la misma línea, en Educación Popular, un mensaje entregado en 1918 en Punta Arenas, Gabriela Mistral defiende el derecho a la educación y también los derechos de la mujer. “Sé también que cuando la naturaleza no pone en los hombres la virtud fácil como pone el perfume en la flor, solo la educación es capaz de crear el sentimiento y tatuar los deberes en la mitad del pecho humano”, sostiene en un momento. “Es ley infecunda toda ley encaminada a transformar pueblos y que no toma en cuenta a las mujeres”, dice en otro.

En ese mismo texto, Gabriela Mistral hace hincapié en la importancia de enseñar a los hombres y mujeres “para la lucha por la vida”, y no discrimina entre educación técnica y la humanista. Siempre invitaba a tener una visión integral de la educación, a valorar los oficios. Algo que hoy es muy raro que se plantee en los debates de educación, en los que se tiende a separar y a discriminar entre profesión y oficio, o entre educación técnica y profesional.

Cabe preguntarse por qué sus mensajes públicos son tan actuales. Claudia Reyes García plantea que porque Gabriela Mistral, aunque no sea reconocida como tal, era una filósofa. “Lo que ella dice tiene una carga filosófica que lo hace trascendente. Le dicen ‘adelantada a su tiempo’ o ‘visionaria’, pero nada debía impedirnos de decirle filósofa a Gabriela Mistral. Por estar filosofando es sus discursos, sigue estando vigente. Cuando una persona se conecta, se interesa, se sensibiliza, se interesa y se cuestiona sobre los principales problemas del ser humano, va a llegar a conclusiones que se conectan esencialmente con lo humano, como lo han hecho todos los filósofos”.

Patrimonio público

Como mujer apartidista, Gabriela Mistral es una figura que ha sido utilizada por todos los sectores políticos. Eso ocurre, plantea la biógrafa de la Premio Nobel, porque hay un cariño muy grande por ella como personaje social y popular.

Aun así, el Estado está en deuda, dice Claudia Reyes García: “No se ha hecho lo suficiente, no se le ha dado la relevancia que tiene”. “La poesía de Gabriela Mistral es maravillosa, tiene que ver con su pensamiento, pero eso se puede resolver a nivel editorial. Ya la enseñanza del pensamiento de Gabriela Mistral, que está en su prosa y, por supuesto, en sus discursos públicos, necesita estudiarse para poder llegar a todos. Y el único que tiene esa posibilidad es el Estado a través del Ministerio de Educación”.

La experta sugiere que Gabriela Mistral sea considerada transversalmente en los currículos de estudios, no solamente en el aprendizaje de literatura, sino también en historia, filosofía, geografía, botánica y religión.

En religión, plantea, desde un aspecto de espiritualidad, para el cual serviría leer su discurso “El sentido religioso de la vida”, pronunciado en 1922, en el que Gabriela Mistral invita a otorgar sacralidad a lo cotidiano, alejar la banalidad de los actos personales y a despojarse de las apariencias. “El materialismo monstruoso que valoriza a los individuos por su traje y no por su ser íntimo, por su posición social y no por su finura espiritual, le ha dado un culto ciego y lastimoso del traje, y una ansia febril de vida social”, dice la poeta, añadiendo “espiritualicemos el mundo apreciando a todo individuo por su valor real, el de su alma, y desdeñemos la riqueza insolente, cuando no tiene otro cimiento que el de una posición o un nombre que se lleva sin dignidad”.

Una “educación mistraliana”, sostiene Claudia Reyes García, debería empezar por una preparación y valoración extraordinaria de los maestros. También, tener en cuenta aspectos integrales de formación, estar rodeados por la naturaleza y mucha formación práctica. Que se considerara, como planteaba la Premio Nobel, un niño no hiciera nada que no pudiera hacer por sí mismo. Y finalmente, concluye, poner al niño y a la comunidad en el centro de cualquier pensamiento.

Por Amanda Marton Ramaciotti
Fuente: Paula, La Tercera

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