julio 17, 2023

El cuento que nos cuentan




– Cuando empecé, El cuento de la criada se llamaba Offred, el nombre de su personaje principal. Está compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el prefijo que denota posesión. El nombre insinuaba también otra posible interpretación: offered, «ofrecida» – Margaret Atwood

Nos encontramos ante el enésimo intento de introducir lo que eufemísticamente se llama “gestación subrogada” como práctica en nuestra sociedad. Cuando se aprobó en 2006 la ley de técnicas de reproducción humana asistida se prohibió directamente la gestación por sustitución. Desde entonces los intentos de legalizarla en nuestro país no han cesado. El negocio detrás es importante La explotación de mujeres con fines reproductivos es un negocio que no ha dejado de crecer. Según las estimaciones del informe The Global Surrogacy Market Report en 2018 la venta de bebés nacidos por subrogación generó unos ingresos que alcanzaron los 6.000 millones de dólares. Se prevé que en 2025 la cifra de negocios del baby business llegue a los 27.500 millones de dólares, lo que supone una tasa de crecimiento anual compuesta del 24,5 por ciento para el periodo 2019-2025. De estos 27.500 millones de dólares, 17.700 millones serán ingresos generados exclusivamente por las clínicas de fertilidad [1], lo que equivale a un 64 por ciento del total; el resto, un 36 por ciento se lo reparten entre comercializadoras, servicios jurídicos y empresas satélites. Del total de la cifra de negocio a nivel mundial, las mujeres solo percibirían el 0,9 por ciento de los ingrlesos generados. En 2017 ya hubo una propuesta política a la que se hizo frente, pero continuamente escuchamos testimonios de políticos que parecen apoyar la práctica con diferentes excusas, como el altruismo. Continuamente aparecen en prensa testimonios de personas, algunas famosas y otras anónimas, que han obtenido un bebé de éste modo.

Como ya demostró Gerda Lerner en “La creación del Patriarcado”, la sexualidad de las mujeres, es decir, sus capacidades y servicios sexuales y reproductivos, se convirtió en una mercancía antes incluso de la creación de la civilización occidental. Queda patente en los primeros testimonios escritos que se conservan, donde ya se recogían leyes, sancionando prácticas posiblemente muy anteriores, que regulan la sexualidad y la capacidad reproductiva de las mujeres clasificándolas y dividiéndolas según el servicio que daban a los varones de su comunidad. Aunque las mujeres hemos tomado conciencia de la subordinación a la que históricamente hemos estado sometidas, parecemos enfrentarnos a la hidra de siete cabezas. Cuando cortamos una, aparece otra. Y es que, como sostiene Celia Amorós, los pactos patriarcales son metaestables, es decir, son susceptibles de transformar continuamente sus formas de dominación, tan distintas las de hace dos siglos de las de ahora, tan distintas en las diferentes culturas, pero siempre eficaces. El control de la sexualidad de las mujeres es un aspecto fundacional de las sociedades patriarcales en las que vivimos. Aunque las formas han cambiado, ese intento de control sigue estando ahí. Nuestra sexualidad es hoy un lucrativo negocio.

En el mes de junio tuvo lugar en Bilbao el XVI Congreso de Anacer, (Asociación Nacional de Clínicas de Reproducción Asistida), donde se programó una mesa redonda para abordar lo que insisten en denominar “técnica” de reproducción asistida. No es el primero, ni será el último. España es líder en tratamientos de fertilidad en Europa y las clínicas parecen estar ávidas por sumarse al carro de los vientres de alquiler.

Los días 20-22 de julio tendrá lugar en Bilbao el I Congreso Internacional de Mujeres y Gestación Subrogada, convocado por las asociaciones “Son nuestros hijos”, “Gure umeen ametsak” y “REDLIBRE”

¿ Por qué congreso de mujeres?

Perdida la batalla por el discurso por parte de los partidarios de legislar nuevamente sobre el cuerpo de las mujeres, la nueva argucia para promocionar, normalizar y blanquear el negocio es poner en la palestra a mujeres para que hablen favorablemente de la práctica. Testimonios individuales que se utilizarán para tratar de ocultar otros; los de las cientos de mujeres sin recursos que se ven abocadas a alquilar sus cuerpos y a vender a sus criaturas para poder subsistir. No sólo en países menos desarrollados, si no también en países como EEUU, un país con una dudosa tradición de DDHH que no ha ratificado la Convención Internacional de Derechos del Niño y donde la tasa de mortalidad materna ha ido en aumento siendo una de las más altas entre los países desarrollados y donde un seguro médico está al alcance de muy pocos.

Testimonios que no hablarán sobre la trata de mujeres que son llevadas a países donde la práctica está legalizada con el pretexto del “altruismo” que tanto gusta a algunos de nuestros políticos. Altruismo al que, como es lógico, apenas se presentan voluntarias, pero que sí abre la puerta a las redes de tráfico de mujeres, venta de bebés y comercio de óvulos, como está ya sucediendo en países de la UE como Grecia. Testimonios que tratarán de argumentar, una vez más, que la manera de que no se produzcan abusos es legalizar y regular la práctica, desviando el foco de lo realmente importante: el hecho de estar usando literalmente a seres humanos, a las mujeres y sus cuerpos. Desviar el foco sobre la decisión de si, como sociedad, queremos permitir la explotación reproductiva de unos seres humanos sobre otros. No se hablará tampoco de los contratos leoninos que rigen la práctica en los países en los que está permitida y por los que los contratantes rigen la vida de las mujeres durante todo el proceso. Contratos donde, como manifestaba el Tribunal Supremo en su sentencia de 31 de marzo de 2022, “se imponen a la gestante unas limitaciones de su autonomía personal, de su integridad física y moral incompatibles con la dignidad humana” y en los que “se le priva al menor de su derecho a conocer sus orígenes y es tratado como un objeto de cambio, se cosifica”.

Como viene siendo habitual en los últimos tiempos para intentar blanquear y colocar cualquier discurso reaccionario del que las mujeres podamos ser objeto, se intentará revestir de “perspectiva feminista” la práctica del alquiler de vientres. Como ya nos adelantaba recientemente el Diario Deia, el congreso pretende “ayudar a generar un espacio de encuentro con movimientos feministas”, como si la explotación reproductiva de mujeres pudiera ligarse en modo alguno a las reivindicaciones emancipatorias del feminismo.

Hoy en día, como dice Ana de Miguel en su “Neoliberalismo Sexual”, vivimos en sociedades formalmente igualitarias, donde la desigualdad sigue encontrando el modo de mantenerse. Ya no se reproduce por coacción explícita de las leyes, ni por la aceptación de ideas sobre la “inferioridad de la mujer”, sino a través de la “libre elección” de aquello a lo que nos han encaminado. Lo que Alicia Puleo viene a denominar “patriarcados basados en el consentimiento”, donde la socialización diferencial encubierta, las arraigadas prácticas discriminatorias en el mercado laboral y la difusión de poderosos mitos patriarcales a través de los medios de comunicación propician la aceptación de la desigualdad. Las sociedades neoliberales en las que vivimos nos venden constantemente a las mujeres la posibilidad de sacar rédito de nuestros cuerpos. “El consentimiento, el dinero y los medios de comunicación de masas se limitan a hacer aceptable lo inaceptable” sostiene de Miguel. Y es que nuestra sexualidad y nuestra capacidad reproductiva siguen siendo un bien de tremendo valor, no para el clan como en épocas pasadas, sino para el mercado.

Decía Gerda Lerner que el sistema patriarcal sólo puede funcionar gracias a la cooperación de las mujeres. La cooperación, continúa Lerner, se consigue de diferentes modos: la inculcación de los géneros (la socialización en roles y espectativas diferenciados por sexo); la privación de la enseñanza; la prohibición a las mujeres a que conozcan su propia historia; la división entre ellas al definir la «respetabilidad» y la «desviación» a partir de sus actividades sexuales; mediante la represión y la coerción total; por medio de la discriminación en el acceso a los recursos económicos y el poder político; y al recompensar con privilegios de clase a las mujeres que se conforman. Rompamos esta rueda.

Desde la plataforma de “No es Ficción Está Pasando” hacemos un llamamiento a la sociedad en general y a las mujeres en particular a manifestarse el día 22 de julio a las 11:00 frente a la Alhóndiga de Bilbao en contra de este nuevo intento de legalizar la explotación reproductiva de mujeres. Pedimos a los partidos que dejen de ponerse de perfil, que aborden de una vez la derogación de la Instrucción del 2010 que permite la inscripción de los bebés comprados en el extranjero para que se acabar con este y que se haga cumplir la prohibición de publicitar y promocionar la “gestación subrogada”. Pedimos al Ayuntamiento de Bilbao que no ampare en la Alhóndiga, un instalación de titularidad municipal que pagamos todos (las mujeres también), actos donde se promociona la explotación reproductiva de mujeres y la venta de bebés. Al Gobierno Vasco a que tome cartas sobre las asociaciones registradas en Euskadi que pretenden fomentar la “gestación subrogada”, una práctica ilegal en nuestro país y considerada por la ley violencia contra las mujeres.



Fuente: Tribuna Feminista

Sí a la Diversidad Familiar!
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