cRamata-Toulaye Sy, directora de ‘Banel y Adama’: “He huido de ese tipo de mujer africana dulce, simpática, que gusta a todo el mundo”
El primer largometraje de la joven cineasta francosenegalesa fue candidato a la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes
La directora de cine Ramata-Toulaye Sy, en el festival cinematográfico de Biarritz este 1 de julio.SYLVAIN LEFEVRE (GETTY IMAGES)
Apenas dos incursiones como guionista, un cortometraje y su debut en el largo formato, Banel y Adama, rodado el pasado año en el árido norte de Senegal. Con un currículum escueto, la directora francosenegalesa Ramata-Toulaye Sy (Benzons, Francia, 1986) ya ha alcanzado el sueño de muchos cineastas: ser nominada para la Palma de oro en el Festival de Cannes. La cadencia de sus imágenes contrasta con el ritmo de su carrera cinematográfica. Pausa y frenesí. Densidad metafísica contra vértigo mundano.
Banel y Adama avanza entre diálogos esquemáticos y estampas oníricas. Barniza el amateurismo de sus actores con una producción de pinceladas envolventes. Tiene fachada de cuento romántico y esconde una sutil reflexión sobre el destino, la locura y la rebeldía sin escrúpulos. Su protagonista femenina, Banel, se carga de un plumazo el estereotipo de mujer africana abnegada y paciente, siempre presta al sacrificio altruista, siempre dispuesta a arrimar el hombro con una sonrisa en la boca.
Sy cuenta por videoconferencia qué ha supuesto para ella codearse —en la misma categoría de Cannes— con gigantes del panorama internacional como Wes Anderson, Nanni Moretti, Ken Loach o Win Wenders. También explica por qué su película concilia la maldad de una mujer y el feminismo.
Pregunta. Termina su primer largometraje y, al poco tiempo, este entra en la selección oficial para la Palma de oro en Cannes. Vaya sorpresa, supongo.
Respuesta. Imagínese. Fue todo un honor. El equipo y yo esperábamos, como mucho, estar en la categoría reservada para cineastas jóvenes, nunca en la competición oficial para la Palma de oro. Nuestra candidatura viene a mostrar el interés del festival por el cine africano. Y también la ambición de la película.
P. ¿Se sintió esos días como una especie de embajadora del cine hecho en África?
R. En absoluto. En otras categorías había varias películas africanas. Y, entre las candidatas a la Palma de oro, también estaba [la directora tunecina] Kaouther Ben Hania. Es mi primera película, estoy lejos de aspirar a representar nada. Una responsabilidad que, en cualquier caso, no quiero asumir.
P. ¿Existe el cine africano como género geográfico con una sensibilidad compartida, temas comunes...?
R. No estoy segura. Sí, le puedo decir que mi voluntad ha sido contar una historia universal rodada en África. E ir más allá de los estereotipos, de ese cine naturalista que suele abordar temas como la migración, la pobreza o el maltrato de la mujer. Problemas que, sin duda, existen. En África y en otros lugares del mundo.
P. Nació en Francia. Su obra bebe de Gabriel García Márquez, de William Faulkner, de los clásicos griegos. ¿Por qué decidió ir a rodar a África? ¿Hubo algo de búsqueda personal, de exploración identitaria?
R. Desde luego. Soy hija de dos culturas, crecí en Francia pero empapada de cultura y tradición senegalesas. En Banel y Adama está ese afán de coherencia entre mi lado occidental y mi lado africano. Hay gritos y tragedia griega. Hay realismo mágico y brujería. Cosas que forman parte de mí, que son, en definitiva, yo misma.
“Nunca me sentí tratada como la francesa que va a contar historias que no le pertenecen. Durante el rodaje, la gente de la comunidad vio que, aunque educada en Europa, era también muy africana”
P. ¿Ha escuchado o sentido reproches por querer contar una historia senegalesa sin ser, por así decirlo, puramente senegalesa?
R. Nunca me sentí tratada como la francesa que va a contar historias que no le pertenecen. Durante el rodaje, la gente de la comunidad vio que, aunque educada en Europa, era también muy africana. Hablo su idioma, lo cual facilitó mucho la comunicación. Suelo vestir moda africana, también en Francia [Sy lleva durante la entrevista un vestido con los habituales estampados policromáticos del África occidental]. La gente vio que no tenía ninguna intención de moralizar, sino más bien de mostrar su grandeza cultural desde el respeto.
P. Pero el respeto es muy subjetivo. Intuyo que habrá gente a la que no le guste cómo aborda, por ejemplo, la figura del jefe local, un cargo hereditario, esencial en la jerarquía social senegalesa.
R. Respeto no significa, al menos para mí, no poder estar en contra de ciertas cosas, no poder criticar.
P. ¿Qué tal fue la relación con el jefe de la comunidad en la que se desarrolló el rodaje?
R. Antes de empezar, tuvimos que pedir permiso a él y al imam. Nos recibieron bien. Entendieron que se trata de ficción. Y quiero pensar que respetan mi opinión, reflejada en la película, sobre cómo ciertas tradiciones no dejan espacio a la individualidad.
P. No plasma un amor imposible a lo Romeo y Julieta, sino, más bien, la locura a la que puede conducir el amor.
R. Exacto. ¡Yo nunca he mencionado a Romeo y Julieta! Pero hay gente que vio el tráiler, lo unió al título de la película e hizo la asociación. Siempre he insistido en que Banel y Adama se inspira directamente en Medea o Fedra, en esas tragedias clásicas en las que la pasión deriva en locura.
P. Entiendo que esa dimensión mítica le ha ayudado a dar a la película el carácter universal del que hablaba antes.
R. El tema principal es la maldición del amor, una historia contada mil veces. He tratado de reflejar cómo un amor tan apasionado como el de Banel trae una maldición y cómo la comunidad trata de traer el orden de vuelta.
“Quería crear un personaje antipático. En el cine africano no hay suficientes personajes complejos, apasionados, que puedan generar repulsa en el espectador”
P. Banel es un torbellino de matices, con varios registros entremezclados y un gran secreto en su conciencia.
R. Desde el principio tuve claro que quería crear un personaje antipático. Pienso que en el cine africano no hay suficientes personajes complejos, apasionados, que puedan generar repulsa en el espectador. He huido de ese tipo de mujer africana dulce, simpática, que gusta a todo el mundo. Hay quien me ha dicho: “Me gustó tu película, pero no tanto el personaje de Banel”. Bueno, esa era la intención.
P. Uno espera una heroína feminista. Y se encuentra con algo bastante diferente.
R. Pero esa vocación feminista le acompaña durante toda la película. A pesar de su tremendo egoísmo, Banel es feminista: quiere su libertad y vivir el amor a su manera.
P. En ocasiones, parece una mujer víctima de la convención, de un destino que no ha elegido. En otras, una manipuladora sin miramientos.
R. Es un poco las dos cosas. Es víctima de su destino y, al mismo tiempo, crea su destino. Tiene algo de bruja, de sobrehumano, de alguien capaz de romper el curso natural de los acontecimientos.
P. ¿Seguirá filmando en África?
R. Ya veremos. No tengo un interés particular, aunque tampoco estoy cerrada. Para mí era importante que Banel y Adama se ambientara en África, que contribuyera a la reconciliación entre mis dos culturas. Pero quizá no haga más películas allí. Por eso no tengo, como decía antes, ningún interés en que se me considere una representante del cine africano.
P. No puedo evitar preguntarle su opinión sobre el caso Nahel [adolescente francés muerto a manos de la policía] y los incidentes posteriores. Usted, como Nahel, es de origen africano y creció en las banlieues [extrarradios con alta concentración de población de origen inmigrante].
R. Es muy complicado saber cómo va a afectar al país a largo plazo. Pienso que todo dependerá del juicio al policía que le disparó, de si se le declara o no culpable. Prefiero ser prudente. Pero es obvio que hay un problema y que habrá que sentarse y plantearse las preguntas adecuadas.
Por Rodrigo Santodomingo
Fuente: El País