Luciana Peker, lo político en el amor y el deseo, el derecho al goce y el combate contra extremistas: “No hay ciudadanía plena sin aborto”
La periodista especializada en género habla a propósito de su libro más reciente, ‘¿El amor es o se hace?’, presentado la última semana de julio en la FIL Lima 2023. También aborda el estancamiento de derechos de las mujeres en el Perú y el asomo de grupos extremistas en el poder.
Peker ganó el premio 'Por la vida de las mujeres, ni una muerte mas', entregado por ISIS Internacional y auspiciado por UNIFEM. (Planeta)
El libro que la periodista Luciana Peker —argentina, activista especializada en género e integrante del colectivo Ni Una Menos— llegó a presentar a la FIL Lima 2023 la última semana de julio lleva por título una pregunta —‘¿El amor es o se hace?’— y está prologado por el filósofo Darío Sztajnszrajber, con quien ha hablado sobre la “paja”, el “te amo” y “el garche” en tiempos de crisis de la monogamia.
Autora de éxitos como ‘Sexteame: Amor y Sexo en la era de las mujeres deseantes’ y ‘Putita golosa’, desde hace mucho escribe sobre los derechos de las mujeres. Pero fue en 2018 cuando su activismo marcó un precedente: acudió al Congreso a una audiencia por la legalización del aborto y gritó para sacar este derecho del silencio.
“Esta es la revolución de las hijas. Y a ellas les tienen que dar el derecho a disfrutar, sin morirse, sin tener miedo, sin tener menos derechos que sus novios, amigos y hermanos [...] Les vengo a pedir su responsabilidad por las 46 muertas por los femicidios de la clandestinidad del aborto. Eran muertes evitables”, dijo ante la cámara
Dos años después, fue ley. A la fecha, Argentina es vanguardia regional con la interrupción legal del embarazo, y Perker se ratifica como una de las voces feministas que puede pelear por los derechos “desde las garras de un periodismo con filo, alma y cuerpo”, como la ha definido la revista Anfibia.
Luciana Perker integra el movimiento Ni Una Menos, que surgió en el 2015 en Argentina. @luciana.peker
-Meses atrás, cuando ocurrió un crimen machista, la ministra de la Mujer dijo: “Es que ellas deben aprender a elegir a sus parejas”. Boluarte ni nadie del gabinete salió a condenar estas expresiones. ¿Qué nos puede decir esta mirada, sobre todo desde el Gobierno, de que las víctimas son las culpables?Te puede interesar:José Godoy compara el gobierno de Boluarte con el de Belaúnde: “Los derechos humanos no están muy presentes”
Me parece que estamos viviendo un retroceso de los derechos de las mujeres en América Latina. En Perú, particularmente, creo que es un enorme repliegue que una ministra pueda decir que las mujeres tienen la responsabilidad de ser víctimas de violencia. Esa frase no es un error o un traspié o una frase más, sino exactamente la antítesis de por lo que venimos peleando hace más de 30 años.
Me parece importante que eso se diga en el Gobierno de una mujer, que a la vez está políticamente cuestionada. Tenemos que responsabilizar a los violentos. Veo que hoy muchos sectores buscan que la cara de los políticos antiderechos sean, justamente, mujeres.
Es uno de los procesos más difíciles que enfrentamos quienes luchamos por el ascenso a la política de las mujeres. No es lo único que ha pasado en la gestión. Por ejemplo, uno puede estar o no de acuerdo con la protesta, pero cuestionar a las madres que van con sus hijos es algo muy grave. No es que una mujer no puede protestar por tener hijos. Si así fuera, todavía no tendríamos votos femeninos.
Luego vemos que quienes dicen ‘Con mis hijos no [te metas]’ tienen a una persona acusada de abuso sexual. De manera que no veo la declaración en un contexto aislado, sino en uno de retrocesos de derechos que me resulta preocupante.
-Los grupos feministas desde hace mucho vienen haciendo campañas como Perú, país de violadores. Pero aún hay voces que, quizá sin entender el trasfondo, dicen que no hay que generalizar. ¿Cuál es la lectura de esto?
Justamente ahí hay mucha relación entre Argentina y Perú, y hablo de eso también en el libro. Porque hablar de amor es hablar de cómo se nos inculcó la idea de amor, donde teníamos que soportar la violencia. Así como existe la meritocracia, el sistema culpocrático desliza la idea de que si me pegan es porque me lo merezco.
No quiere decir que todos los varones sean violentos o violadores, o que Perú es un país en donde todos los hombres son violadores. A lo que refiere es que la violencia es una práctica sistemática y estructural, y hay todo un aparato para que la educación ubique a al varón como violento y a la mujer como sumista. Entonces, estamos hablando de un orden de las cosas, de un orden del amor que soporta la violencia. Y eso es lo que venimos a cuestionar.
Por eso no solo no es culpa de las mujeres o responsabilidad de las mujeres, sino que esa frase también quiere sacar la responsabilidad del Estado en educar o estimular las conductas no violentas de los varones, en ayudarlos a salir de esos lugares y en educar a las mujeres para que no soporten la violencia, pero que además para que tengan posibilidades de no soportarla. Toda América Latina tiene y ha sido educada en una violencia machista estructural.
-Perú es el único país de la región que ha sido condenado tres veces por tribunales internacionales por negar el acceso al aborto a menores en riesgo mortal. Cuando una niña embarazada por violación llega a los hospitales, todo conspira para que la gestación llegue a término.
Eso habla de una forma de educación al sometimiento y la tortura en un país que, a nivel de región, además, tiene el juicio más grande por esterilizaciones forzadas. Creo que realmente lo que demuestra esto es una demonización muy fuerte de las mujeres.
Si quieren ser madres, no pueden protestar para ser madres en mejores condiciones o no pueden acompañar a sus hijos para expresar sus ideas. Si no quieren ser madres, porque además son niñas y son violadas, se las tortura para que sean madres.
Si quieren ser madres, no pueden serlo porque pertenecen a sectores pobres o a territorios empobrecidos o aislados que tienen que dejar de tener hijos porque pareciera que no pueden decidir. Me parece que la condena es a ser mujeres y a ser niñas, y aquí la conjunción es como en ningún otro país de América Latina.
-En ‘Sexteame’ te preguntas, precisamente, por qué se juzga a aquellas mujeres que logran trabajar, amar y seducir después de ser violadas, por qué se destrata a las que buscan un encuentro, mandan mensaje o invitan a salir...
Ese libro dice que las mujeres tienen derecho a ser sujetos deseantes y no objetos de deseo. Lo que me sorprende mucho es que los varones no se pueden adaptar a que las mujeres expresen su deseo, que las mujeres los inviten a salir, que les inviten a tener sexo. Esa resistencia es muy fuerte al cambio.
En relación con las mujeres violadas, eso es mucho más fuerte. No solo es la condena en sí misma, cómo lo vive y lo sufre cada una, sino además la condena de no poder recuperar su vida, su trabajo y su deseo sexual afectivo.
-En ‘Sexteame’ también señalas que el amor es político y en ‘Putita Golosa’, que el deseo es político. ¿Por qué es necesario entenderlo así?
Creo que es muy importante más allá de lo electoral y lo partidario. Las condiciones políticas son las que cambian las estructuras sociales y amorosas. Si marchamos por Ni una menos para que, por ejemplo, un hombre no pueda pegarle o matar a una mujer porque no le gusta la comida que prepara, cambiamos las estructuras del amor. Cambiamos cosas con las palabras, aunque parezca ingenuo. Creo que hay que seguir cuestionando esa estructura, de lo contrario no habrá espacio para un amor más democrático ni justo.
-Argentina es referente en la región por lograr el derecho al aborto. A un país como el Perú, donde, por ejemplo, el actual alcalde de Lima dijo alguna vez que sería capaz de enviar a una niña violada a un hotel cinco estrellas con tal de que no aborte, ¿cuánto le falta para esas conquistas?
La lucha por el aborto en Argentina cambió toda América Latina. Después vinieron los fallos de México y Colombia. Hay muchas reacciones adversas, pero en la práctica ves que mujeres que se quedan embarazadas —porque fueron violadas, porque se equivocaron, porque algo falló—, hoy tienen la posibilidad de no recurrir a la clandestinidad. Me impacta el ensañamiento con las niñas, que son lo más importante que tenemos como sociedad. La ligadura tubaria o el aborto son prácticas que, en sí mismas, son inocuas, pero cuando se hacen con ensañamiento, no se legalizan por ensañamiento o se hacen forzosamente por ensañamiento, las mujeres pueden llegar a morir.
No hay ciudadanía plena si no hay aborto. Es un tema sanitario. En el caso de las niñas, [negarlo] es directamente un tema de tortura y violaciones a los derechos humanos. Y es un problema porque la sociedad peruana, que logró tantos progresos, se siga aferrando a la tortura hacia las niñas y mujeres con un paradigma viejo que genera una escenografía de mujeres con derechos.
Acompañar a mujeres que se quedan embarazadas y que no quieren seguir con ese embarazo, tanto como las que sí desean quedar embarazadas, es fundamental para que este sea un país donde las mujeres son ciudadanas plenas, donde las hijas tienen los mismos derechos que los hijos.
-En ‘La revolución de las hijas’ mencionas el avance de los grupos antiderechos. Aquí hay uno que actúa con impunidad y se llama ‘La Resistencia’. Y te cuento algo más terrible: hace unas semanas se reunió con el Gobierno, que dijo que tiene una “política de puertas abiertas”. ¿Qué mensaje envía estos encuentros?
No es un gobierno de puertas abiertas el que acepta a sectores antiderechos. Me parece que, además, eso no se puede hacer sin la legitimidad del voto popular. No se puede legitimar estos encuentros porque implica retrocesos a pactos de derechos de las mujeres que Perú firmó, importantes para gobiernos democráticos. No se puede abrir la ventana a grupos que van en contra de los derechos de las mujeres, de la diversidad sexual, de las niñas y de los niños. Es muy grave.
-Hace poco se aprobó un proyecto de ley para prohibir el matrimonio infantil. Solo un único congresista se abstuvo. En su intervención, dijo: “lLas relaciones sexuales tempranas ayudan al desarrollo psicológico de las niñas”. En voz de un ciudadano común, sería un potencial abusador. Pero es un diputado que sigue sentado en su curul.
En una sociedad donde un legislador piensa de esa manera se demuestra que el amor se hizo de un modo de sometimiento absoluto de las mujeres al placer absoluto de los varones. Ahí vemos cómo el abuso fue parte de la estructura que se generó el código del amor en la sociedad peruana y, en general, en la latinoamericana. No hay otro lado. No es un tema de discusión. Simplemente, un señor de 40 años no se puede casar con una niña.
Por Luis Paucar
Fuente: Infobae