octubre 27, 2023

Democracia y feminismo: riesgos actuales



Hablar de “democracia” y de “feminismo” puede parecer redundante, pero ni siempre se han entendido entrelazados ni hoy se presentan juntos en todos los lugares del mundo. Por ejemplo, en la Grecia clásica, donde se vanagloriaban de su democracia, quedaban excluidas de ella todas las mujeres –junto a personas metecas y esclavas-. Hoy en día, nuestro sentido común entiende que una verdadera democracia debe otorgar carta de ciudadanía a las mujeres en igualdad de condiciones qué a los hombres, pero lo que hoy se considera de sentido común era una locura impensable hace tan sólo unas décadas –recordemos que hasta 1933 las mujeres españolas no disfrutamos del pleno derecho al voto-. Y no se trata meramente de una cuestión de mentalidad según las épocas, ya que se pueden encontrar personas defensoras de los valores igualitarios entre los dos sexos en siglos muy anteriores, como es el caso de Hipatia de Alejandría en el siglo IV d. C., Poullain de la Barre en el siglo XVII o el de John Stuart Mill en el s. XIX.

Por esto la filosofía sigue siendo necesaria como encargada de cuestionar, analizar y criticar lo que una sociedad, en un momento dado, afirma de una manera acrítica. En nuestro país, es toda una suerte contar en estos momentos con una filósofa como Amelia Valcárcel, incansable defensora de la Democracia y del feminismo en un tiempo en el que algunas corrientes filosóficas parecen haberse rendido al relativismo cultural y a la negación de la realidad olvidando que los recién conquistados Derechos Humanos, como el derecho a la educación o a la seguridad, muchas niñas y mujeres en gran parte del mundo carecen de ellos. Y es que como afirmaba Kant, el escepticismo y el relativismo están bien para pasar una noche, pero no para quedarse a vivir en ellos.

Amelia Valcárcel en sus libros Ahora feminismo y La civilización feminista -además de explicar la historia del movimiento feminista- realiza un análisis de la situación de las mujeres en las democracias occidentales –y fuera de ellas- cuya lectura es necesaria si se quiere comprender cuáles son los puntos de la agenda feminista que deben priorizarse. La filósofa afirma que “Las mujeres, todas las mujeres, que habitamos este mundo, necesitamos una sociedad que nos espere libres e iguales. Venimos trabajando en ello desde hace más de tres siglos y edificando con esfuerzo, pero también con gozo, una civilización feminista” (p. 245-246. La civilización feminista), y añade que el feminismo será necesario siempre porque “la libertad y la igualdad no pertenecen al orden espontáneo de las cosas y el riesgo de perder estos valores es continuo” (p. 262 Ahora feminismo).

El feminismo, tal y como lo define Amelia Valcárcel, es una corriente racionalista de raíz ilustrada que aboga por implementar la libertad y las oportunidades de participación de las mujeres en todo el mundo, entendiendo que esta mejora no va a repercutir únicamente en las mujeres, sino también en los hombres. Considerando este concepto, los pensamientos que chocan contra los ideales racionales ilustrados que fundamentan el feminismo, no pueden considerarse como tal y ese es uno de los criterios de demarcación entre lo que es y lo que no es feminismo –como las corrientes identitarias basadas en sentimientos y percepciones subjetivas-. La civilización feminista que anuncia Amelia Valcárcel se basa en la democracia, la paz y la igualdad; lo que quiere decir que precisa de los valores que se han ido devaluando en las últimas décadas.

Y hablando de civilización feminista podemos preguntarnos -como se preguntaba Celia Amorós- ¿Debemos aceptar en el estado democrático europeo un relativismo cultural que defienda que todas las culturas son iguales desde un punto de vista ético? Amelia Valcárcel no duda en responder con un no rotundo. No todas las culturas son iguales. Las culturas que confrontan los Derechos Humanos no pueden ser aceptadas ni respetadas en aquellos aspectos que los niegan, especialmente y como feministas, cuando no reconocen los derechos de las mujeres. “No tenemos por qué tolerar al imán lo que no permitimos al cura”. (https://www.elmundo.es/opinion/2016/09/24/57e57682ca4741c56f8b45e2.html).

Los Derechos Humanos han sido uno de los mayores logros de la humanidad y defenderlos no es una cuestión subjetiva, sino necesaria para todas las mujeres, desde las niñas y mujeres afganas o iranies, hasta las mujeres víctimas de cualquier violencia, o aquellas que se enfrentan a una vida sin calidad humana por el mero hecho de haber nacido con sexo femenino. La realidad que nos encontramos es que actualmente no todas las culturas defienden estos derechos, y algunas, ni siquiera los reconocen.

En el momento actual, la situación en Oriente Medio -con el conflicto entre Israel y Hamás- pone de relieve la importancia del derecho humano a la paz como elemento primordial para el bienestar de las mujeres. Hemos visto imágenes horribles de asesinatos, violaciones y secuestros de mujeres en Israel y de mujeres en Gaza intentando huir de los bombardeos. Llama la atención como -incluso en una situación de emergencia extrema como la que está sufriendo el pueblo palestino- las mujeres deban seguir cumpliendo el mandato de su cultura patriarcal en la vestimenta –velo e incluso burka- aunque pueda constituir un riesgo para su vida la huida en esas condiciones. Y es en esta situación de terrorismo y violencia desatada por Hamás y secundada por el gobierno de Israel anunciando una guerra, que a Occidente le corresponde apoyar la democracia y la paz por encima de cualquier otra estrategia política o causa histórica y posicionarse en contra de la barbarie. Sobre la postura a tomar a tomar, destaca el análisis político de la situación que hace Pilar Rahola, al considerar que asistimos –sobre todo- a una cuestión de geopolítica (Tiempos oscuros, por Pilar Rahola (elnacional.cat)).

Recordemos que las situaciones de violencia extrema son queridas y utilizadas por el sistema patriarcal para justificar su existencia y afianzar el sometimiento de las mujeres. Así, en estos días y, con motivo del conflicto palestino-israelí, se oyen voces de ideólogos posmodernistas y personas pro-islamistas, exigiendo al feminismo que acoja la lucha del pueblo palestino entre sus causas cayendo, una vez más, en la actitud machista de decir a las mujeres lo que deben pensar y hacer. Frente a estas posturas se han posicionado algunas feministas que se han ganado a pulso su prestigio de defensoras de las mujeres a costa de su paz personal y que han apoyado siempre la libertad de las mujeres para escoger sus creencias y su propia agenda de lucha -como JK Rowling-, feministas que no han dudado en condenar enérgicamente el terrorismo de Hamás preocupándose, también, por todas las mujeres y la población en general masacrada en esta contienda. Por su parte, Nazanín Armanian –politóloga iraní exiliada en España- pone el dedo en la llaga al cuestionarse cómo algunas personas de izquierda occidentales pueden apoyar a Hamás sabiendo que se trata de un grupo de extrema derecha.

El feminismo, como -movimiento internacionalista que es-, siempre se va a señalar la situación injusta de las mujeres, independientemente de su lugar de origen, clase social, etnia o religión. Por lo tanto, lo que le corresponde al movimiento feminista en los momentos que vivimos, es recordar al mundo que la violación y el secuestro de mujeres no es un instrumento legítimo para ninguna causa, como tampoco lo puede ser la venganza ciega. En un Estado justo el fin nunca puede justificar los medios.

Profesora de educación secundaria en la especialidad de filosofía.
Fuente: Tribuna Feminista

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