febrero 19, 2024

Mónica Ojeda: Me interesa la violencia por mi experiencia como mujer en Guayaquil



La escritora ecuatoriana Mónica Ojeda. Foto: Jairo Vargas

El terror, la violencia y el miedo son parte esencial de las obras que la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda ha publicado en los últimos años y que la han llevado a ser reconocida como una de las voces literarias más relevantes de América Latina. Una temática que maneja como pocas personas y que conoce muy bien porque lo ha vivido de cerca desde que su madre la parió en una de las ciudades más violentas de la región: Guayaquil.

«Tengo claro que sin duda todo mi interés por la violencia y el miedo es porque la violencia y el miedo han atravesado mi cuerpo y mi experiencia como mujer en Guayaquil, porque es el lugar en donde he estado toda mi vida», dice en una entrevista con Efeminista la autora, quien publica en España de la mano de Random House su nueva novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol. Ojeda migró de Ecuador a España en 2017, empujada por una insoportable ansiedad que le provocaba mover su cuerpo en esa ciudad, la más violenta del país para las mujeres, donde se registran la mayor cantidad de feminicidios.

Y es precisamente Guayaquil el punto de partida de esta nueva novela que cuenta la historia de Noa y Nicole, dos amigas que deciden escapar de la violencia que azota la ciudad para asistir al «Ruido Solar», un macrofestival popular que anualmente congrega, durante ocho días y siete noches, a miles de jóvenes -entre músicos, bailarines, poetas y chamanes- a los pies de uno de los numerosos volcanes de los Andes ecuatorianos.

«Es un intento por explorar la posibilidad de que se haga la fiesta en medio del duelo y todo el potencial político que tiene la fiesta como un lugar de revivificación del cuerpo en un lugar en donde el cuerpo está en peligro constantemente, en donde el miedo hace que quieras encerrar el cuerpo y no sacarlo porque la fiesta siempre es sacar el cuerpo y llevarlo a lo comunitario también», explica la escritora
Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, de Mónica Ojeda

Pregunta: ¿De dónde nace la idea de este libro?

Respuesta: Yo tengo muchas amigas que están viviendo en Ecuador, toda mi familia vive en Ecuador, pero hablo de mis amigas porque son las que más me inspiraron a esto. Ellas están viviendo en medio de balaceras que se desatan en cualquier momento en Guayaquil, porque la delincuencia y el crimen organizado hacen que tengas mucho miedo de pisar la calle. Sin embargo, mis amigas están haciendo muchas cosas, entre ellas hacer la fiesta.

Hacer la fiesta pese a que todo lo que dice el Estado y la propia sociedad tomada por los narcos y por las bandas delictivas que es que te quedes en tu casa, que no salgas y que apenas respires. Pero ellas están allí haciendo la poesía, la fiesta, el baile, la música y me hizo pensar muchísimo en la juventud y en la necesidad de buscar un futuro. Entonces dije: ‘Voy a escribir una novela en donde el país esté justamente en esta situación de violencia extrema, pero la novela no va a ir de eso, va a ir de dos chicas que en medio de todo esto se van a ir a un festival de música experimental en la cordillera andina al lado de un volcán’.

P: ¿La fiesta es el futuro de las personas que viven en Guayaquil y en Ecuador, un deseo o un lugar al que llegar?

R: Sí es un deseo, pero es también algo que se da en el presente. Por supuesto el deseo apunta a un futuro y es importante tener la posibilidad de imaginar un futuro, porque cuando te quitan el futuro te amputan la juventud también. No es una cosa de edad, es de posibilidades. Y por supuesto que la fiesta tiene ese deseo y esa sed de futuro, pero también, y esto es muy importante, lo que hace es reivindicar el presente, reivindicar la vida que está ahora y que igual mañana no está. Y también tiene una forma de traer el goce como una posibilidad, no sólo estética sino también política.

Pareciera que en un contexto en donde tu vida está en peligro constantemente, en donde hay tanta muerte, tanto dolor, tanto daño es imposible hacer la fiesta, pero en realidad es ahí mismo donde más se necesita la fiesta porque si no llevas el cuerpo a un espacio de goce, de liberación, de imaginación, entonces estás muerto políticamente, como comunidad y lo único que te queda es la parálisis social. Eso es importantísimo. Y cuando estaba escribiendo la novela estaba pensando mucho en cómo la fiesta no es nada más la música y el baile, lo es también la poesía, la pintura. El arte en general es el lugar de la fiesta.

«Mi propio cuerpo está atravesado por Guayaquil»

P: En la novela escribe: «Nadie se va del sitio donde alguna vez puso su atención: uno se arranca del lugar de origen llevándose un pedazo». ¿Qué se ha llevado de Guayaquil?

R: Casi todo. Yo migré y migrar para mí fue como convertirme en una tortuga. Ves que llevan el caparazón a todos lados, llevan su casa a todos lados, pues para mí es lo mismo. Yo creo que emigrar es como convertirte en una tortuguita y entonces te das cuenta de que el cuerpo también es territorio y mi propio cuerpo está atravesado por Guayaquil y toda su violencia, pero también por los ríos, los manglares, los animales que me interpelaron durante mi infancia en Guayaquil, por mis padres, por mis amigas, mis amigues, por mi terror hacia la ciudad y a la vez por mis constantes ganas de volver.

Es una especie de amor tóxico, como que no quiero vivir allí, pero lloro cada vez que pasa algo malo allá y quiero estar allá y no quiero. Y vivir en esa especie de contradicción constante creo que es lo que también implica migrar en determinadas circunstancias. Yo creo que en mi escritura está clarísimo eso porque me he ido y más ha entrado Ecuador en mis libros. Cuando estaba allá escribía menos sobre Ecuador y ahora que estoy lejos en la escritura no paro de volver. No desde un lugar mimético, porque no me interesa la escritura mimética, pero sí volver desde un lugar del imaginario, de los afectos.

P: Además de la violencia, también está el tema del padre ausente que busca a su hija, ¿qué otros temas atraviesan la novela?

R: Yo creo que la novela tiene varias vertientes. Tiene la vertiente de la fiesta en las faldas del volcán, tiene la vertiente de la amistad en un momento en donde necesitas querer a alguien para darle sentido a tu vida porque lo único que tienes alrededor es muerte y violencia, entonces los afectos se convierten en un refugio. También tiene la vertiente de la música como un lugar de goce, pero también como un lugar de abismarse, en donde puedes llegar a lugares extremos de la experiencia que pueden ser peligrosos, pero también increíblemente poéticos.

Luego está la vertiente de una hija que busca el padre que la abandonó y que quiere ir al origen e interpelarlo para preguntarle: ‘Padre, ¿por qué me abandonaste?’, un poco esta pregunta clásica judío-cristiana, pero yo creo que eterna en la historia de la humanidad. Y luego tiene también la vertiente de la voz como un elemento que no solamente te viene de la presencia, sino también del pasado e incluso la vertiente de la voz que invoca la vida, pero también invoca la muerte.

P: ¿Cómo escribe sobre estos temas que le tocan tanto sin perder la cabeza o hay alguna manera de separarse al escribir?

R: A mí no me gusta separarme, a mí me gusta sentir muchísimo cuando estoy escribiendo y también dejarte sentir es asumir determinados riesgos. Cuando sientes vas a sentir todo lo bueno y todo lo malo, pero eso es lo bonito de escribir también. ¿Cómo quitarle eso a la escritura? No le quitas el corazón a la escritura. Sí fue difícil porque porque había ratos en donde había mucha rabia y frustración y otros en donde solamente había tristeza y otros en donde solamente había alegría y deseo de vivir.

He escrito esta novela desde finales de 2018 y puedes ver cómo se ha ido degenerando la situación en Ecuador hasta 2023 y mi libro iba sufriendo cambios conforme iban pasando cosas, porque yo estoy en una situación segura porque estoy fuera del país, pero ¿qué tipo de seguridad? Está seguro mi cuerpo a medias porque si algo le pasa mañana a mi madre o a mi hermana o a mis amigues mi cuerpo va a sufrir y va a estar dañado también.


Es una falacia la idea de que los migrantes no sufrimos o que estamos bien, no es verdad. Tratas de llevarlo lo mejor posible, pero eso se cuela en la escritura sin duda.

Cuando empecé a escribir el libro ni siquiera estaba el tema de los narcos y de las narcobandas, fue entrando en el libro y no entrando porque quería trabajar algo de actualidad, sino porque la escritura me lo fue pidiendo, porque era lo que yo tenía en mi cabeza todo el rato y porque estaba leyendo las noticias y hablando con mi madre, mi padre, mi hermana y mis amigues que trabajan en lugares que a veces pueden ser muy peligrosos.

La literatura escrita por mujeres en Latinoamérica

P: Antes los y las escritoras veían a ciudades como Barcelona como referentes literarios y ahora parece que esa mirada se ha puesto en América Latina. ¿Hacia dónde mira usted y cómo ha sido su experiencia en España?

R: A mí me encanta el trabajo que están haciendo muchas autoras ahora mismo en Latinoamérica, también autores. En Ecuador me encanta lo que está haciendo Daniela Alcívar Bellolio, Natalia García Freire, Juliana Ortiz Ruano, Gabriela Ponce, María Auxiliadora Balladares o Andrea Crespo Granda, que la estoy leyendo ahora. Estoy todo el rato mirando lo que se hace en Ecuador porque me interesa, pero además porque me fascina. Y luego fuera del país hay un montón, me encanta la literatura de Fernanda Melchor, Cristina Rivera Garza y otras más.

Con respecto a la mirada, no sé si se está mirando al sur. O sea creo que nosotros como sur sí que nos miramos. Nos estamos tratando de mirar a nosotros mismos con ojos nuevos, no con la mirada de Occidente. Creo que se está haciendo un cuestionamiento de la mirada de Occidente y estamos tratando de refundar nuestra propia mirada, si tal cosa existe como una propia mirada, pero estamos tratando de mirar desde otro sitio y aquí en España la mirada que hay de la literatura latinoamericana creo que todavía es muy exotizante.

En mi caso, mi literatura ha sido muy bien recibida, pero mi literatura no representa toda Latinoamérica, ni siquiera de la literatura de Ecuador. Entonces ahí ya puedes ver también que hay sólo algunos nombres que se leen en España, no todos. Y tampoco nos debe importar mucho si se lee en España o no. Lo que debe importar en Latinoamérica es si nos estamos leyendo allí y cómo nos estamos leyendo.

P: ¿Producto de esa exoticidad de la que habla es que salió la denominación de «Nuevo boom latinoamericano» que se les puso a varias autoras, entre las que estaba usted, hace unos años? ¿Cree que fue una estrategia de marketing o es que había algo más en el fondo?

R: Sí, eso fue una estrategia de marketing, claramente, como el boom también lo fue. Es una forma de vender la literatura que se consideraba y que se considera exótica, pero, claro, el exotismo no está en la literatura está en la mirada de quien lee, que de repente lee lo que le pones por delante con ojos de desconocimiento, a veces sin ganas de conocer, y lo exotiza.

Cuando uno piensa en «boom latinoamericano» no está pensando en una categoría crítica, en realidad está pensando en una categoría de aglomeración publicitaria de algunos autores, pero no es una categoría crítica. Es como ponerle el nombre a una generación. Entonces cuando ahora a las nuevas autoras latinoamericanas que están siendo más leídas en sus territorios y también en algunos territorios del norte global se les dice que son parte de un boom es volver a la única idea que tiene el norte global de la literatura latinoamericana: «el boom», porque piensan: «literatura latinoamericana: el boom», pero es que el boom no representa ni la cuarta parte de nuestras literaturas.

Hay muchísimas cosas en la literatura de un continente y me parece que es reduccionista. Entiendo que es una táctica de venta y por lo tanto no es algo interesante para las personas que pensamos literatura. Será interesante para los que hacen el marketing de los libros, pero para nosotros no es un debate ni es algo interesante porque no es una categoría crítica, es una categoría de venta.

Por Cristina Bazán
Fuente: Efeminista

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