abril 28, 2024

Museos más feministas e inclusivos: así está transformándose el sector cultural

Los museos, faros para otros tipos de centro cultural, buscan adaptarse a los criterios de un nuevo visitante más crítico, más consciente, más global. ¿En qué punto se encuentran ahora?



El feminismo en los museos no solo implica incluir más artistas mujeres en las colecciones, sino también revisar cómo se desarrolla la narrativa cuando el sujeto de la obra es femenino.Museo del Prado

Alrededor del globo, los museos han manifestado un fuerte compromiso por dar visibilidad a las mujeres artistas en sus colecciones. Sin embargo, aunque los porcentajes de representación han aumentado en las últimas décadas, continúan recordándonos que todavía falta mucho por hacer: en 2021, solo el 4% de las obras del Louvre estaban firmadas por mujeres, una cifra que ascendía al 5% en el caso del MoMa (Nueva York) y que decaía al 0,8% en la colección del Prado, según los datos más recientes.

Pero, al contrario de lo que se suele pensar, el feminismo en los museos no solo tiene que ver con la autoría de las obras que cuelgan en las paredes del recinto, sino también con los lentes con los que se mira a las mujeres cuando son el sujeto de la pieza, o con la forma en que son descritas en las cartelas.

Así, ¿cómo es un museo atravesado por la revolucionaria idea de que las mujeres también han escrito -y continúan escribiendo- la historia del arte?
COLECCIONES EN FEMENINO: UNA ASIGNATURA PENDIENTE

Los museos no solo son instituciones culturales sino agentes con la capacidad de impactar en la sociedad global, de legitimar a través de sus colecciones, permanentes o temporales, a los artistas y a las corrientes que representan. En este sentido, en sus más de 200 años de historia, no fue hasta 2016 cuando el Museo del Prado dedicó la primera exposición a una mujer pintora, Clara Peeters.

Conscientes de ello, a partir de dicho año comenzó una transformación en la pinacoteca del museo, una de las más importantes del mundo, que se ha materializado en iniciativas como El Prado en femenino, un itinerario que permite al visitante descubrir el rol de la mujer en el arte, "ya sea como artífice, patrona y coleccionista o como sujeto de la mirada masculina", expone su web.

Artemisa Gentileschi, Rosa Bonheur o Elisabetta Sirani son algunas de las destacadas del recorrido, cuyos nombres aún son desconocidos para aquellos que no están especialmente interesados en el arte. Algo que no ocurre con Goya, Velázquez o Rembrandt.

The Finding of Moses. Private Collection.
Cordon Press

Además, el proyecto también incluye la revisión y modificación de algunas descripciones obsoletas: "Nos dimos cuenta de que algunas cartelas estaban citando a las mujeres en función de otra persona (como 'esposas de') cuando ellas tal vez también habían sido reinas de un país", explica Víctor Cagenao, Coordinador General de Conservación del Museo Nacional del Prado. 

Más allá de las colecciones, de lo que el público puede juzgar simplemente con una visita a cualquier institución cultural, el feminismo -dentro y fuera de los museos- implica asimismo cuestionarse quién toma las decisiones. Según cuenta Camila Opazo-Sepúlveda, investigadora en el ámbito de la memoria, los museos y el patrimonio en la Universidad de Barcelona, "en el contexto del llamado primer mundo, las mujeres están alcanzando las bases sustanciales y ya forman parte mayoritaria de algunas plantillas de museos". 

Cambio de los pastos (1863), Rosa Bonheur, óleo sobre tela.
Foto: Kunsthalle Hamburg

Sin embargo, en el denominado sur global la lucha por incorporar el género a la mirada de los grandes museos enfrenta arduos retos: muchas mujeres racializadas no se sienten identificadas con las políticas del feminismo blanco hegemónico, el cual constituye para ellas una doble forma de opresión.

Para buscar ejemplos de buenas prácticas en este sentido, es necesario fijarse en proyectos disidentes cuya popularidad aumenta a medida que la sociedad se torna más consciente, como por ejemplo, la Red de Museos Comunitarios de América: un conjunto de espacios donde, de forma igualitaria, mujeres y hombres defienden el patrimonio cultural de su comunidad y lo transmiten a las nuevas generaciones. "Los museos comunitarios incluyen en su esencia a las mujeres indígenas, que no solo están atravesadas por el patriarcado, sino también por otras estructuras de dominación, como la clase", añade la investigadora.
CONSTRUYENDO MUSEOS PARA TODOS LOS PÚBLICOS

Por otro lado, la transformación en los museos está abarcando múltiples dimensiones más allá del feminismo, por ejemplo: la inclusión de grupos invisibilizados o menospreciados a lo largo de la historia. En línea con ello, "enano", "disminuido" o "deforme" son algunos de los términos peyorativos que el Museo del Prado ha eliminado de sus cartelas, en una iniciativa de largo recorrido que pretende dirigirse a todos los públicos sin exclusión.

El cambio llega de la mano de la última reforma del artículo 49 de la Constitución Española, aprobada el pasado 15 de febrero de 2024, aunque es una transformación en lo que la institución ha estado trabajando desde 2022.

Con un riguroso criterio que ha afectado a la descripción, pero no a los titulares, de grandes obras como El Niño de Vallecas o El Bufón el primo, de Diego Velázquez, el Prado se ha reafirmado como faro del sector cultural de España, si bien todavía le queda mucho camino por delante: "Es un proyecto sin fecha límite. Se trata de una idea transversal que va a impregnar toda la filosofía del museo, aunque sí que es cierto que en el caso de los términos peyorativos hemos hecho un esfuerzo más puntual", especifica Cagenao.

El Niño de Vallecas (1643–1645), Diego Velázquez.
Museo del Prado

Lo que está claro es que los museos han dejado de ser islas en medio de las ciudades para convertirse en interlocutores de un diálogo con la sociedad que los acoge: por un lado, la institución ofrece un valor educativo y cultural sin igual, pero por otro deja la puerta abierta a la crítica constructiva y a la valoración sincera de sus visitantes. Y esta es la clave para continuar con una transformación orgánica.

Es al visitar museos o galerías de arte cuando las personas con mayor poder adquisitivo y mayor nivel educativo se diferencian de los más bajos en la jerarquía social.

Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales elaborada por el Ministerio de Cultura de España en el período de 2021-2022, la última disponible, solo el 25,5% de la población analizada en el país realizó en el último año una visita a un museo, exposición o galería de arte.

Además, las estadísticas revelan que el porcentaje de visitantes aumenta a medida que lo hace el nivel de estudios, y que la tercera razón por la que muchas personas no acceden a estos centros culturales es que hay poca oferta en su zona.

Aquí es donde se añade un reto más para los museos: acabar con la brecha social que, por naturaleza, generan. Y es que, tal y como detallaba el sociólogo francés Pierre Bourdieu en 1984, es al visitar museos o galerías de arte cuando las personas con mayor poder adquisitivo y mayor nivel educativo se diferencian de los más bajos en la jerarquía social. La cultura está ciertamente planteada por y para ese segmento de la población, y las tasas de participación lo demuestran. Pero puede que eso empiece, por fin, a cambiar. 

Los Museos Estatales de España, entre los que se encuentran el Museo de América, el Cerralbo o la Casa Cervantes, han llevado a cabo diversas iniciativas para trasladar sus colecciones a realidades no normativas: con la colaboración de especialistas en educación social, se realizaron 23 proyectos de inclusión social alrededor de España en 2022.

Y en cuanto a los Museos Nacionales, el Prado también se ha adherido a este tipo de proyectos, con programas educativos que buscan integrar a personas de la periferia y del ámbito rural en la sensibilidad artística y creativa.

Con todo ello, mientras que pareciera que los museos son lugares donde el tiempo se detiene, nada más lejos de la realidad: sí, su misión es conservar las piezas como en su momento de creación, pero la mirada con la que se observan va adquiriendo, de forma progresiva, mayor sensibilidad. "A lo mejor dentro de 20 años esta perspectiva se considera mejorable. Tendremos que seguir adaptándonos", concluye Víctor Cagenao. 

Así, todos los cambios se traducen en que en las colecciones ya no solo importa el qué, sino también el cómo y, sobre todo, el por qué: ¿por qué esta obra? ¿Por qué este o esta artista? ¿Por qué esta cartela? ¿Por qué en este museo y no en otro?

Fuente: National Geographic

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