junio 23, 2024

Análisis de las elecciones europeas en clave feminista



El pasado 9 de junio se celebraron en España las elecciones al Parlamento Europeo, al que estaban llamados a las urnas casi 37,5 millones de votantes, de los cuales 1,6 millones votaban por primera vez y 2,3 millones lo hicieron desde el exterior, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Pues bien, de estos 37,5 millones de votantes en España, sólo ejercieron su derecho al voto el 49%, es decir, menos de la mitad. Ésta es la principal razón de todos los resultados de las elecciones: la abstención ganó por mayoría absoluta: el 51%. En términos de representación política, este porcentaje daría lugar a la formación de gobierno, o más bien, en el caso que nos ocupa, de un no-gobierno, porque, con la abstención, la mayoría absoluta de la ciudadanía con derecho a voto ha expresado su malestar o rechazo al sistema democrático vigente.

Y esto es algo gravísimo, porque pone en cuestión la legitimidad democrática de los representantes de la ciudadanía en el Parlamento, la de la clase política de la que forman parte, e incluso la del mismo sistema democrático. Teóricamente, tendría que dar lugar a considerar que los resultados de las elecciones carecerían de validez, porque la mayoría absoluta de la ciudadanía llamada a votar, optó por no ejercer su derecho al sufragio.

Sin embargo, en Europa, en esta anomalía no produce ningún efecto, porque en la normativa no está prevista esta consecuencia jurídica. Así que, pese a la escasa participación del electorado, las elecciones se tienen por válidas, y no afecta a los resultados de las mismas.

En cualquier caso, los datos del alto abstencionismo resultan muy significativos, especialmente si tenemos en cuenta que en la antigua Grecia, cuna de las democracias occidentales, a los ciudadanos que no votaban se les llamaba ‘idiotas’.

El que la mayoría absoluta de la ciudadanía española se haya abstenido en las elecciones del #9J es como ser gobernados por idiotas, porque ese es el significado de la palabra ‘idiota’, ciudadanos que pudiendo votar, prefieren mantenerse al margen de la vida política e institucional.

El abstencionismo como fuente de otros fallos democráticos 

El abdicar del derecho ciudadano al sufragio propicia el deterioro de la calidad democrática de los países, porque las decisiones políticas relevantes son adoptadas con base en los votos de una minoría técnicamente poco representativa del ideal en el que se fundan las democracias, donde se supone que lo que la define es el poder de las mayorías. Este fallo del sistema democrático perjudica de forma muy concreta a los partidos minoritarios, a los progresistas y a los derechos de las mujeres.

Como vemos en España, el abstencionismo ha favorecido que los partidos mayoritarios sigan acaparando el poder, manteniendo sus feudos, y perjudicando a los partidos minoritarios, a los que les resulta más difícil alcanzar a llegar al mínimo de votos que deben obtener para lograr la representación, ya que necesitarían una mayor cantidad de votos.

E igualmente, perjudica a más a los partidos de izquierda porque, además de la habitual fragmentación del voto de estas formaciones, los prosélitos de estos partidos suelen tener menos movilización que los de la derecha, cuando se votar se trata. Este ha sido el caso de partidos teóricamente progresistas a la izquierda del PSOE, que vieron muy menguadas las curules logradas, como sucedió con la plataforma SUMAR y el partido Podemos. Y, de cierta manera, con lo ocurrido con PACMA, que no logró llegar al Europarlamento.

Guardando las proporciones, podríamos decir algo parecido de los partidos de nueva fundación y escasa trayectoria, como la plataforma de partidos de la España vaciada ‘Existe’, el partido progresista Izquierda Española y el partido Feministas al Congreso que, pese al loable empuje con el que han incursionado en la escena política, se quedaron lejos de alcanzar un número de votos suficientes para obtener una curul.

Precisamente por esta razón, la alta abstención propicia que en Europa se acerquen peligrosamente al poder los partidos de la ultraderecha más reaccionaria, amenazando con poner en peligro los avances democráticos logrados durante la segunda mitad el siglo XX, que permitieron construir en Europa sociedades razonablemente democráticas, con niveles elevados de bienestar social, estabilidad política y la tan anhelada paz, que ahora empieza a correr peligro con el aire belicista que empieza a soplar.

Según los resultados electorales, la ultraderecha de corte totalitario se ha hecho con cerca del 25% de las curules del Europarlamento. Y en Alemania, Francia, Italia y los Países Bajos lograron situarse a la cabeza de las votaciones. No siendo menos inquietante su avance en España, toda vez que el partido de ultraderecha se ha convertido en la tercera fuerza política; y, contra todo pronóstico, un partido antisistema de la misma ideología, de reciente fundación y nula formación política, ha logrado obtener tres curules en el Europarlamento.

Detrás de la alta abstención está, entre otras cosas, la desafección ciudadana por el bajo nivel de los partidos con opción de poder y representación en los órganos legislativos, así como la alta corrupción, incompetencia y crispación al interior de los mismos; pero también por la poca importancia que la ciudadanía le da a las elecciones al Europarlamento, ya que la mayoría ignora que un 30% de las leyes internas se derivan de las normas europeas.

El desprecio por los derechos de las mujeres 

Lo más grave de todo es que en estas elecciones perdimos las mujeres. Pese a ser poco más de la mitad de la población, ninguno de los partidos que lograron curules en Europa representan en realidad nuestros derechos. Al contrario, tal y como atestigua la deriva legislativa de los últimos años, son los principales responsables del progresivo deterioro jurídico que sufren los derechos de las mujeres y las niñas en España, que empieza por el desmantelamiento de la categoría jurídica ‘sexo’.

A nivel interno, el deterioro jurídico se ha concretado en la aprobación de la mal llamada ‘ley trans’, por medio de la cual se instituyó en España el inexistente derecho a la ‘autodeterminación del sexo’, con base en el cual, a efectos prácticos, se reconoce a los hombres el insólito derecho a ser considerado ‘mujer registral’, con todas sus consecuencias legales, amenazando nuestros derechos específicos basados en el sexo, y poniendo en peligro la eficacia de las leyes de Igualdad, de Violencia de Género y de todas las normas y políticas públicas instituidas en las últimas décadas a favor de las mujeres y niñas.

A nivel Europeo, el desmantelamiento de la categoría jurídica ‘sexo’ se ha estado planteando a través de diversas medidas normativas, donde han ido sustituyendo la expresión ‘sexo’ por ‘género’ o ‘identidad de género’. De todas estas medidas las más lesivas son las que están promoviendo en el Parlamento Europeo en aras de reformar el Tratado de la UE para que se sustituyan todas las referencias a «igualdad entre mujeres y hombres» por «igualdad de género«, pues esta es la coartada que necesitan para introducir el concepto de identidad de género, es decir, que el sexo legal de las personas estaría determinado no por la biología (el sexo), sino por la autopercepción individual derivada de los roles y estereotipos (el género y sus múltiples identidades).

Lo más inquietante es que estas medidas legislativas que pretenden implementarse en Europa son defendidas por eurodiputados del otrora progresista partido Socialista Español, con el apoyo de sus pares en el Europarlamento. Medidas a las que previsiblemente acompañarán otras encaminadas a regular la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, la minoración de las garantías de los derechos de los menores y todas las demás medidas contenidas en la agenda queer, con la que se ha ido desplazando la agenda feminista en Europa.

A la final, como hemos podido comprobar, los resultados de las elecciones nos muestran que las mujeres terminamos doblemente perjudicadas: no sólo nos gobiernan los ‘idiotas’ que se abstienen de votar; sino que los gobernantes elegidos también nos toman por idiotas, despreciando el voto de las mujeres, mientras socaban nuestros derechos y libertades.

Ahora que todas las elecciones se han celebrado, y que ya se han consolidado los puestos y cargos en los partidos, la pregunta que se impone es ¿podemos esperar a que las mujeres de los partidos políticos con representación en los Parlamentos defiendan ya nuestros derechos, los suyos?



Jurista, doctora en Derecho Vicepresidenta de Feministas Radicales
Fuente: Tribuna Feminista

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