Misoginia repartida
Esta semana nos hemos enterado del lamentable y desconcertante incidente que tenía lugar el pasado mes de octubre cuando un Fiscal de la Rioja pedía que se abrieran las ventanas momentos antes de juzgar a una mujer nigeriana con el siguiente comentario: “abrid las ventanas que la negra huele mal”.
Al Fiscal en cuestión se le ha impuesto una sanción leve porque la mujer en cuestión no estaba presente en la sala, pero da una idea de lo que puede haber detrás del comentario no sólo racista, sino también misógino.
Y es que nos encontramos misoginia repartida a diestro y siniestro. Y lo que es peor, no reconocida. Cuando la detectas y lo comentas como una posibilidad de que sea, eso, misoginia a quien se la has detectado, normalmente ellos, se ponen de los nervios, puesto que se creen que el machismo ya no existe, que es una cosa trasnochada y que ha dado paso a una sociedad igualitaria en donde ya no existen situaciones desiguales para las mujeres y que, en todo caso, la pérdida de los privilegios que históricamente han tenido, es algo que nosotras ahora, y los movimientos de las mujeres a lo largo de la historia les hemos arrancado.
Muchos de ellos creen que la conciliación de la vida laboral, personal y familiar de las mujeres sigue pasando porque las mujeres trabajemos a media jornada o porque cuando llegan ellos a casa después de una dura jornada de trabajo como ellas y se tiene que hacer la cena o bañar a las criaturas, han de seguir siendo ellas las que lo hagan y ellos en todo caso “ayudan” pero sin corresponsabilizarse en el duro mundo de la tareas domésticas que atañen a ambos.
Además en algunos casos, nos seguimos encontrando comentarios del tipo “algo habrá hecho para que su marido le pegue” que siguen justificando los malos tratos. O, lo que es peor, inventándose síndromes para seguir culpabilizando a las mujeres por el simple hecho de intentar vivir una vida sin golpes.
Un buen ejemplo de lo que digo es el llamado Síndrome de Alienación Parental (S.A.P.), que no deja de ser un invento del patriarcado para seguir sometiendo a las mujeres que desean separarse y que tienen hijos con la no demostrada teoría de la negativa influencia que ellas, las madres ejercen sobre los hijos en contra de los padres. Habría que preguntarle al inventor de este síndrome ciertas cosas pero cuando intentaron hacerlo algunos forenses, el señor se suicidó. Seguramente no sería demasiado feliz después de haber generado tanta polémica y, sobre todo tanta infelicidad a tantas mujeres.
Otro ejemplo de la misoginia bien camuflada e imperante en nuestra sociedad es el hecho de que cada vez que se habla de las denuncias que se interponen por violencia machista, te encuentras a alguien cercano con la cantinela de la cantidad de denuncias falsas que las mujeres interponemos para aprovecharnos de los beneficios que otorga la ley, pero a nadie se le ocurre cuestionar la cantidad de denuncias falsas que se interponen por hurtos, por seguros, y por otros temas que, a pequeña o gran escala siguen estando ahí. Pero eso sería normal en una sociedad plural, en cambio que haya un porcentaje paupérrimo de denuncias llamadas falsas por parte de algunas mujeres, puede, incluso llegar a restarle importancia a un problema como lo es el de la violencia machista.
Y todo eso sin haber mencionado a las grandes religiones monoteístas. En las tres más extendidas y conocidas, se nos trata a las mujeres como subsidiarias de los hombres. No se nos permite el ejercicio de los diferentes ritos que cada una de ellas practica y el castigo que se nos otorga por nuestros presuntos pecados siempre es mayor que el de los hombres, puesto que somos sus elementos de perdición permanente.
Pues si con estos ejemplos que he comentado, se sigue sin ver misoginia por ningún lado, ya no sé qué sería necesario para demostrarlo!!
En cualquier caso, seguiremos demostrando que como las meigas, la misoginia existe y, además goza de buen salud (aunque camuflada, todo hay que decirlo) en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
Teresa Mollá Castells
tmolla@teremolla.net
La Ciudad de las Diosas