La toma de conciencia real de la violencia de género en los espacios laborales
Las niñas y las mujeres en demasiados lugares del mundo son desprovistas de cualquier derecho y al mismo tiempo son “cosificadas” para después ser abusadas y, en el peor de los casos, matarlas.
Siempre nos da la impresión que eso ocurre en países como México o Guatemala con índices de muertes de mujeres altísimos, pero a veces nos convendría analizar qué pasa en nuestra casa y, también, ver qué discursos son los que permiten que estas manifestaciones de poder mal entendido permitan sesgar la vida de tantas y tantas mujeres.
No voy a dar datos puesto que me parece muy duro y están publicados en algunos estudios realizados por la OMS y por ONG’s.
Lo que hoy quiero comentar es la tolerancia que con estas agresiones se sigue teniendo en demasiadas ocasiones y en demasiados lugares. Y no hace falta salir del estado español para ver cómo es tratado el tema pese a tener una ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género. Y me explico.
En los casi cinco años de vigencia de la ley y pese a ser muy explícita en algunos temas relacionados con los derechos de las mujeres víctimas de este tipo de terrorismo, las consecuencias de estas secuelas e incluso de estas realidades, todavía no están suficientemente claras en lo que a relaciones laborales se refiere. Son demasiados los convenios colectivos que no hacen más que transcribir el texto de la ley orgánica sin facilitar a las víctimas medidas reales que las ayuden a su recuperación integral ni a que puedan reintegrarse al mundo laboral de una forma correcta, puesto que a casi todos los participantes en los procesos de negociación colectiva les falta información y, sobre todo formación en esta materia.
Al mismo tiempo, las mujeres que tenemos conciencia de clase y además de género, asistimos perplejas en demasiadas ocasiones a unas negociaciones en donde las personas expertas y formadas en materia de salud laboral olvidan por completo las secuelas que este tipo de agresiones continuadas pueden dejar en las mujeres que las padecen. Con lo cual se sufre una nueva forma de desprotección y de falta de atención a unas circunstancias muy particulares que estas mujeres vienen sufriendo.
Además y, como reacción del sistema androcéntrico en el que vivimos, las reacciones a la puesta en marcha de la ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género, no se han hecho esperar también en los centros de trabajo. Así nos encontramos con que uno de los peores enemigos de las mujeres víctimas de la violencia que se ejerce contra ellas es el hecho de la duda.
Si y digo bien la duda. El hecho de que incluso con una sentencia que la declara víctima de violencia por parte de su agresor y, por tanto beneficiaria de una serie de beneficios legales, genera dudas sobre la veracidad de esa misma sentencia por parte de algunos empleadores y compañeros de la propia víctima que, de nuevo, es estigmatizada por parte de su entorno laboral incluso con una sentencia favorable.
Este tipo de situaciones puede alargar innecesariamente la recuperación de las mujeres que afortunadamente puedan tener trabajo hasta puntos en donde la presión del entorno laboral las lleve a abandonar ese puesto de trabajo.
La formación es básica para que estas situaciones no se den. Y esta formación ha de ser impartida y recibida por todos los agentes sociales para que aborden este fenómeno a lo largo de la negociación colectiva como una situación específica que necesita de regulación específica y que debe mejorar los aspectos establecidos en la ley, incluyendo medidas de acción positiva que, acotadas en el tiempo, permitan a las mujeres víctimas de violencia de género, reintegrarse con normalidad a sus trabajos y que esta reincorporación facilite su recuperación integral y, sobre todo su reincorporación a la sociedad en su conjunto , como ciudadanas de pleno derecho sin estigmas que las recuerden su propio drama personal, incluso en sus empresas.
Siempre nos da la impresión que eso ocurre en países como México o Guatemala con índices de muertes de mujeres altísimos, pero a veces nos convendría analizar qué pasa en nuestra casa y, también, ver qué discursos son los que permiten que estas manifestaciones de poder mal entendido permitan sesgar la vida de tantas y tantas mujeres.
No voy a dar datos puesto que me parece muy duro y están publicados en algunos estudios realizados por la OMS y por ONG’s.
Lo que hoy quiero comentar es la tolerancia que con estas agresiones se sigue teniendo en demasiadas ocasiones y en demasiados lugares. Y no hace falta salir del estado español para ver cómo es tratado el tema pese a tener una ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género. Y me explico.
En los casi cinco años de vigencia de la ley y pese a ser muy explícita en algunos temas relacionados con los derechos de las mujeres víctimas de este tipo de terrorismo, las consecuencias de estas secuelas e incluso de estas realidades, todavía no están suficientemente claras en lo que a relaciones laborales se refiere. Son demasiados los convenios colectivos que no hacen más que transcribir el texto de la ley orgánica sin facilitar a las víctimas medidas reales que las ayuden a su recuperación integral ni a que puedan reintegrarse al mundo laboral de una forma correcta, puesto que a casi todos los participantes en los procesos de negociación colectiva les falta información y, sobre todo formación en esta materia.
Al mismo tiempo, las mujeres que tenemos conciencia de clase y además de género, asistimos perplejas en demasiadas ocasiones a unas negociaciones en donde las personas expertas y formadas en materia de salud laboral olvidan por completo las secuelas que este tipo de agresiones continuadas pueden dejar en las mujeres que las padecen. Con lo cual se sufre una nueva forma de desprotección y de falta de atención a unas circunstancias muy particulares que estas mujeres vienen sufriendo.
Además y, como reacción del sistema androcéntrico en el que vivimos, las reacciones a la puesta en marcha de la ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género, no se han hecho esperar también en los centros de trabajo. Así nos encontramos con que uno de los peores enemigos de las mujeres víctimas de la violencia que se ejerce contra ellas es el hecho de la duda.
Si y digo bien la duda. El hecho de que incluso con una sentencia que la declara víctima de violencia por parte de su agresor y, por tanto beneficiaria de una serie de beneficios legales, genera dudas sobre la veracidad de esa misma sentencia por parte de algunos empleadores y compañeros de la propia víctima que, de nuevo, es estigmatizada por parte de su entorno laboral incluso con una sentencia favorable.
Este tipo de situaciones puede alargar innecesariamente la recuperación de las mujeres que afortunadamente puedan tener trabajo hasta puntos en donde la presión del entorno laboral las lleve a abandonar ese puesto de trabajo.
La formación es básica para que estas situaciones no se den. Y esta formación ha de ser impartida y recibida por todos los agentes sociales para que aborden este fenómeno a lo largo de la negociación colectiva como una situación específica que necesita de regulación específica y que debe mejorar los aspectos establecidos en la ley, incluyendo medidas de acción positiva que, acotadas en el tiempo, permitan a las mujeres víctimas de violencia de género, reintegrarse con normalidad a sus trabajos y que esta reincorporación facilite su recuperación integral y, sobre todo su reincorporación a la sociedad en su conjunto , como ciudadanas de pleno derecho sin estigmas que las recuerden su propio drama personal, incluso en sus empresas.