¿Cuál es la relación entre género y tecnología? ¿Qué posibilidades ofrecen las TIC a las mujeres en el entorno laboral? Éstas y otras interesantes cuestiones son abordadas en este artículo de una de las mayores expertas en la materia: Judy Wacjman.
El tema de este artículo es la naturaleza de las relaciones de género en la era digital, y su objetivo es ofrecer una visión general de los informes feministas tanto pesimistas como optimistas de la relación de la mujer con TIC, basada en estudios sociales de tecnología para proporcionar un análisis más sutil de la manera en que las relaciones de poder de género influyen en el diseño, contenido técnico y uso de artefactos.
Los debates acerca de las relaciones de género y las diferencias de sexo se han intensificado en los últimos años, junto con la prominencia siempre creciente de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). ¿Pero qué es lo que les depara a las mujeres la nueva sociedad -interconectada, con ingeniería genética, diseñada digitalmente, de control remoto- de la información global? Esta es la pregunta sobre la que reflexionaré aquí, basándome tanto en estudios sociales sobre tecnología como en la teoría de género.
A pesar de los más de treinta años de investigación e iniciativas prácticas que han tenido por objeto desenmarañar la relación entre género y tecnología, esta relación sigue siendo controvertida. De hecho, mi propio interés en la relación entre género, ciencia y tecnología se desarrolló en gran medida en respuesta a la larga marginalización de las mujeres con profesiones y trabajos de orientación técnica. Muchos estudios internacionales han identificado las complejas barreras existentes a la participación de la mujer, fijándose en la discriminación por sexo en el empleo y el tipo de socialización y educación que las chicas reciben y que las alejan de estudiar matemáticas y ciencias. Además, las campañas para cambiar los estereotipos de género, mediante la legislación y los programas e iniciativas para ayudar a las mujeres a obtener un igual acceso a la educación y el empleo en las ciencias y en ingeniería han tenido un éxito limitado.
Esto ha llevado a los estudiosos a cuestionarse el enfoque de "déficit de género" que tiene como objetivo a las mujeres como problema, y recurrir a explorar la naturaleza de género de la cultura del lugar de trabajo y la naturaleza de género de la misma tecnología. De hecho, las teorías feministas de género, tecnología y trabajo han avanzado muchísimo en las dos últimas décadas, tendiendo un puente en el debate, a menudo polarizado, sobre si las tecnologías reproducen el patriarcado o bien liberan a las mujeres. Los enfoques actuales se centran en la configuración mutua de género y tecnología, haciendo hincapié en que la relación entre ellas es fluida y flexible. Un enfoque así de co-construcción pone en un primer plano la necesidad de que un análisis de género vaya más allá, planteando la cuestión en el acceso igual, para incluir la política de diseño e innovación.
Estos son los temas que exploraré en este artículo. Empezaré describiendo, de manera muy esquemática, algunas de las perspectivas feministas, generalmente caracterizadas como pesimistas y optimistas, que se han adoptado para conceptualizar el vínculo entre mujeres y máquinas. La pesimista deriva del análisis de la tecnología y experiencia técnica como rasgo definitorio de masculinidad, perpetuando la segregación sexual en el lugar de trabajo. La optimista deriva de la idea de que los desarrollos innovadores en las tecnologías digitales han roto finalmente el vínculo entre la tecnología industrial y el privilegio masculino.
Yo defiendo que debemos partir de ambas perspectivas: ser más críticos con la ciencia y la tecnología, mientras que reconocemos su potencial para abrir nuevas dinámicas de género. En la sección final, recurro a algunas estudiosas recientes acerca del carácter marcado por el género de organizaciones, carreras y cultura de gestión.
Máquinas masculinas en lugar de telas femeninas
Empecemos reflexionando por un momento sobre la concepción tradicional de lo que consideramos que es la tecnología. Históricamente, ha existido una tendencia a pensar acerca de la tecnología en términos de maquinaria industrial y automóviles, por ejemplo, pasando por alto otras tecnologías que afectan a la mayoría de los aspectos de la vida diaria. La misma definición de tecnología, en otras palabras, tiene un sesgo masculino.
Mi propia formación es la de socióloga industrial, y recuerdo haber leído el artículo de Ruth Schwartz Cowan (1976) «The Industrial Revolution in the Home» donde defendía que la revolución industrial trataba también, y de forma crucial, los cambios tecnológicos en el hogar. Y es que para muchas de nosotras esto fue un gran cambio en la percepción de ver el hogar como algo lleno de tecnología, desde las máquinas lavaplatos y la electricidad, hasta los teléfonos. Y así como tan famosamente nos recordó, pese a todas las historias de maquinaria industrial, en ese momento no había rastro del biberón, algo que se da por sentado como accesorio doméstico.
Así pues, el proyecto feminista de redefinir la tecnología no sólo como algo que tiene que ver con las actividades masculinas, sino también de redescubrimiento de mujeres inventoras, ha sido muy importante. Hay un maravilloso artículo australiano sobre la historia del automóvil, donde Georgine Clarsen (2006) muestra que el discurso tecnológico ha oscurecido o ha hecho impensable la posibilidad de la participación activa de la mujer con las tecnologías en términos que sean similares a la de los hombres. En él ilustra cómo la publicidad de automóviles cuenta una historia en la que los hombres "dan" la tecnología del automóvil a las mujeres como un "regalo" para permitir a las mujeres superar una inferioridad física "natural". En su lugar, la autora documenta ejemplos históricos de mecánicos mujer perfectamente competentes con la tecnología de los automóviles.
En su libro clásico sobre la historia de la ingeniería en América, Ruth Oldenziel (1999) muestra de forma similar que el "problema" de las mujeres en la ingeniería es esa incapacidad persistente de la historia para "ver" los conocimientos mecánicos y los inventos de las mujeres, y pensar acerca del trabajo realizado por las mujeres como "tecnológico". De hecho, defiende que sólo fue durante finales del siglo XIX cuando la ingeniería mecánica y civil cada vez más llevó a definir lo que es la tecnología, disminuyendo la importancia de artefactos y formas de conocimiento asociados con las mujeres. Mientras que el concepto inicial de artes útiles había incluido costura y trabajos del metal, así como hilado y minería, con la formación de la ingeniería como profesión de clase media, de blancos y hombres, «las máquinas masculinas en lugar de las telas femeninas» fue lo que se convirtió en los marcadores modernos de la tecnología. Y como la experiencia técnica llegó a ser terreno de hombres, la feminidad fue entonces interpretada como algo incompatible con los objetivos tecnológicos.
Esta investigación histórica desafía la visión de que las mujeres están menos interesadas o son menos hábiles en áreas técnicas de trabajo, y la visión de que las mujeres no han desempeñado un papel significativo en los desarrollos tecnológicos a lo largo de la historia. Señala también la importancia de la cultura en hacer de la tecnología un dominio masculino. Las tecnologías tienen una imagen masculina, no sólo porque están dominadas por los hombres, sino también porque incorporan símbolos, metáforas y valores que tienen connotaciones masculinas. La reticencia de las mujeres "a entrar en ella" tiene que ver con la asociación estereotipada por sexo de la tecnología como actividad apropiada para hombres. No se trata simplemente de una cuestión de adquirir habilidades, porque estas habilidades estén arraigadas en una cultura de la masculinidad.
Por tanto, para navegar por ese mundo, para aprender su lenguaje, las mujeres deben abandonar primero su feminidad. El problema es que aunque se pide aún a las mujeres que intercambien aspectos importantes de su identidad de género por su versión masculina, no existe un proceso de "desgenerización" similar que se exija a los hombres. Dado el carácter relacional de feminidad y masculinidad, es decir, que son producidos en relación el uno por el otro, es imposible rehacer uno sin el otro. Ésta es una importante lección de la teoría de género.
http://sociedaddelainformacion.telefonica.es/jsp/articulos/detalle.jsp?elem=7563
Por Judy Wajcman
Catedrática en la Escuela de Investigación en Sociología (Research School of Social Sciences) de la Universidad Nacional de Australia (National University) y profesora visitante en el Instituto de Internet de Oxford (Oxford Internet Institute). Sus libros más recientes incluyen TechnoFeminism(Polity Press, 2004) traducido al castellano como El Tecnofeminismo(Ediciones Catedra, 2006) y The Politics of Working Life (con Paul Edwards) (Oxford University Press, 2005).
Fuente: Sociedad de la Información (telefonica.es)
«Artículo publicado en el número 74 de la revista TELOS»