Refugiadas iraquíes, mujeres que sobreviven olvidadas de todos
Muchas refugiadas iraquíes, acogidas temporalmente en Siria, soportan las cicatrices y traumas de la extrema violencia sufrida en su patria. La persecución de base étnica y religiosa destrozó a unas comunidades anteriormente estables en Iraq, arrancando a esas mujeres y a sus niños de sus tradicionales sistemas de apoyo. Despojadas de las protecciones habituales de un hogar y de la vida en una familia extensa, sobreviven apenas en los márgenes de la sociedad.
Las refugiadas viudas y solteras que no cuentan con el apoyo y protección de parientes masculinos se enfrentan a serios riesgos físicos y psicológicos. Cuando a primeros de año hablamos con las refugiadas iraquíes, muchas de ellas, constituidas en cabezas de familia, subrayaron las facilidades para acceder en Siria a la atención sanitaria y educación para sus niños y lo amables que eran muchos sirios. Pero otras muchas, viudas y solteras, expresaron su desdicha y temor de que algunos de sus vecinos pudieran cuestionar su carácter y virtud, creyendo que las mujeres buenas no viven solas. “Algunos nos llaman putas, pensando que somos mujeres caídas, poco sanas, porque vivimos solas, salimos a trabajar, a conseguir alimento y no regresamos a Iraq”.
Cuando algunas de estas supervivientes a tantos traumas reúnen finalmente el coraje para buscar cuidados médicos y psicológicos en Siria, es probable que tengan que enfrentarse a ciertos prejuicios que suponen que la violación o violencia contra una mujer es algo que probablemente ella provocó y se merecía. Siria tiene pocos psicólogos, psiquiatras o profesionales de la salud mental formados para abordar los problemas de las víctimas de violación, de tortura o secuestro. Y así sucede que algunos de los tratamientos que se les sugiere pueden traumatizar aún más a estas mujeres e impedirles recuperar su sentido de la dignidad y valía.
Muchas refugiadas están solas con sus temores y recuerdos de los abusos físicos y psicológicos infligidos en Iraq para destruir sus comunidades y forzar su huída. La incertidumbre frente al futuro, el alto coste de vivir en Siria y la falta de posibilidades de acceso a un trabajo legal u oportunidades para formarse las encadena a los temores del pasado.
Siria concede a las refugiadas iraquíes tan sólo permisos de residencia a corto plazo, aumentando el temor al futuro de muchas refugiadas dadas las aún inestables condiciones de su patria y las muy pocas probabilidades de poder reasentarse en un país extranjero. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha pedido el reasentamiento de alrededor de 85.000 refugiados, los considerados más vulnerables, las mujeres que son cabeza de familia y las mujeres solteras que son víctimas de torturas y abusos. Pero la comunidad internacional ha ofrecido acoger tan sólo la tercera parte de ellas y algunos de los lugares donde las han reasentado carecen también de los necesarios servicios médicos y psicológicos que estas mujeres víctimas de abuso necesitan para capacitarse y construir una nueva vida para ellas y sus niños.
Para sobrevivir financieramente, algunas familias están obligando a sus hijas más jóvenes a muy tempranos matrimonios (18 años es la edad legal en Iraq) o incluso a la prostitución. En Siria, las prostitutas extranjeras están expuestas a arresto y deportación. El tráfico de mujeres ha aumentado y, además, aunque se logre rescatar a algunas de las víctimas, tienen pocas esperanzas de volver a tener una vida normal o de ser aceptadas en la sociedad iraquí. O lo que es peor, que las víctimas de abusos o tráfico se vean expuestas a los asesinatos por honor perpetrados por sus propias familias o comunidades. Allí, al igual que en Iraq, los autores de los crímenes por honor casi nunca reciben un castigo proporcionado a la gravedad de sus actos.
La comunidad internacional y los gobiernos de Iraq y Siria tienen que actuar para poner fin a su tolerancia ante los crímenes por honor y considerar esos ataques contra las mujeres como actos criminales. Se debería prestar más atención a la educación pública, así como a la acción policial y judicial para proteger los derechos de las mujeres en sus familias y en la comunidad, y desarrollar una serie de programas que ayuden a las mujeres a recuperarse de tales abusos.
Durante las próximas semanas, Refugees International seguirá presentando la situación de los derechos de la mujer por todo el planeta como parte de 16 Días de Activismo Contra la Violencia de Género.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Fuente: Rebelión/
Refugees International
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