"El planteamiento de la democracia es que todas las personas, sean mujeres u hombres, tengan la oportunidad y las condiciones para participar"
Entrevista a Ana Silvia Monzón, Socióloga y Feminista. Los esfuerzos de más de dos décadas de lucha de los movimientos de mujeres han permitido un aumento en la participación política femenina. Sin embargo, en el discurso y en la agenda política, los derechos de las mujeres y la lucha por su autonomía no se reflejan. ¿Cuál es su diagnóstico sobre la participación política femenina en el actual proceso electoral? Veo el proceso desde dos perspectivas: una cuantitativa y otra cualitativa. Cuantitativamente estamos viviendo los frutos de más de dos décadas de esfuerzos intencionados por que más mujeres participen en el ámbito público. En términos cualitativos, hay que matizar, porque los discursos que se están enviando a la ciudadanía, y particularmente a las mujeres, son más conservadores que los escuchados a partir de 1985, cuando regresamos al régimen de la democracia. Hoy los discursos nos ubican como subordinadas a los hombres. ¿Qué relación hay entre estas candidaturas femeninas y los compromisos en la defensa por los derechos de las mujeres? Me parece que hay una desvinculación. La agenda que desde el movimiento de mujeres se ha venido planteando desde los últimos 30 años está muy diluida en esta campaña electoral. No se reconoce que el hecho de que más mujeres puedan participar hoy tiene que ver con luchas históricas sobre nuestra autonomía y criterio político. Los mensajes nos colocan como beneficiarias, subsidiarias o dependientes de los hombres para tener un espacio político y participación. ¿Vale la pena que lleguen a ocupar cargos públicos candidatas que no están comprometidas con la lucha por los derechos de las mujeres? El planteamiento de la democracia es ese: que todas las personas (sean mujeres u hombres) tengan la oportunidad y las condiciones para participar. Hay diversidad de posturas, de ideologías, de identidad étnica, sexual, y todas tienen que estar representadas y merecen respeto. En un Congreso ideal o en un Estado ideal, esas diversidades tendrían que estar reflejadas con una amplia representación. Históricamente, esta ha sido la lucha de las mujeres, de los pueblos indígenas y de los pueblos afrodescendientes: ser reconocidos en sus derechos como personas y sujetos políticos. En todo el mundo sigue habiendo un juego de poder que obstaculiza la representación en el ámbito público, y regularmente ese poder es masculino, de una etnia determinada y una clase social en particular. Las mujeres tenemos que ir aprendiendo a ejercer y exigir el derecho a equivocarnos porque somos humanas. Nos ponen la vara muy alta para poder participar. Nos exigen perfiles muy altos, los cuales no se aplican a los hombres. ¿Qué significa para la democracia guatemalteca que haya seis mujeres participando en los binomios presidenciales? Que ellas estén participando nos muestra la diversidad. Estamos escuchando desde discursos feministas hasta conservadores. Pero así somos como sociedad. Así de complejos y de diversos somos. El derecho a equivocarse debe ser parte de los derechos de las personas. Y aunque a título personal no estoy de acuerdo con algunas posturas –y señalo incoherencias–, no se puede negar el derecho a la participación. Si yo me postulara, algunos no estarían de acuerdo con mi postura feminista, pero sería mi decisión participar. ¿Por qué no me van a dejar? Tenemos que ir encontrando medios justos y hacer un análisis más complejo de lo que esto implica. Recientemente se realizó un foro organizado por la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG). Tomando en cuenta las respuestas de las y los participantes a partir de las preguntas formuladas, ¿a qué conclusiones llegó? Los discursos políticos no son auténticos. Se van acomodando al público que los escucha. Una candidata a vicepresidenta hace planteamientos de avanzada y progresistas cuando se encuentra con organizaciones de mujeres, pero en ese foro el candidato a presidente por el mismo partido tiene una postura totalmente diferente y de menoscabo a los avances en materia de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Hay una contradicción y eso es grave. Estamos ante una doble moral. También preocupa ese discurso teocrático que hace una constante referencia a una religión, a Dios, porque Guatemala intenta ser un Estado laico, lo que no significa que no haya religiones, pero sí que la cosa pública debe manejarse desde una visión ciudadana. ¿Cuáles son los grandes retos en términos de aumentar cuantitativa y cualitativamente la participación política femenina? Es un gran reto para los movimientos de mujeres. Tenemos que seguir luchando por una agenda que incluya la ciudadanía plena y todos los derechos que se han ido obteniendo a medias. Se ha demostrado que cuando las mujeres logran alianzas más allá de su posición partidaria se pueden obtener resultados y eso es importante. Es un reto lograr puntos en común que hagan avanzar la agenda de las mujeres. Fuente: Diario de Centro América