El debate público para visibilizar la división sexual del trabajo ha sido uno de los ejes abordados por la comisión de feminismos de Sol.
Foto: Pau Barrena
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En un movimiento tan caliente,
polimorfo y global (que es capaz de implicar a tantas personas diversas pero
que también atañe a tantos aspectos de tu vida) es una tarea difícil y, muy
posiblemente, innecesaria, tratar de evaluar los logros del 15M o de algunas de
sus líneas de trabajo. Por supuesto, se pueden enumerar algunos cambios más
visibles o fácilmente cuantificables pero hay otros, quizá los más decisivos y
perdurables, que escapan de los acotamientos, las palabras y las medidas. Y,
sobre todo, es prácticamente imposible tratar de hacerlo sin caer en la
emotividad.
En el caso que nos ocupa, se
perciben signos claros de que el discurso y la práctica feminista,
a lo largo de este año, se ha extendido por las calles de barrios y pueblos de
Madrid. Y no se trata únicamente de que hayan calado cambios más o menos
superficiales o simbólicos, como la normalización de un uso no sexista del
lenguaje en los carteles reivindicativos y en las asambleas. Como recordaba la
dinamizadora del II Encuentro de Feminismos en el 15M, “usamos el femenino
genérico porque nos referimos a todas las personas que luchamos por un mundo
más justo”. En este encuentro, que tuvo lugar el 14 de abril en el EKO de
Carabanchel, se certificó esa propagación de los grupos de trabajo sobre feminismo,
género o igualdad con la presencia de barrios como Chamberí, paseo de
Extremadura o plaza de Dalí (incluso con la presencia de gente de Feministes
Indignades de Barcelona), trabajando sobre la cuestión de las violencias
económicas. También se pusieron en común las dificultades y, sobre todo, las
estrategias puestas en práctica a la hora de llevar a la asamblea del barrio
determinadas propuestas que inicialmente se perciben como exclusivas del
movimiento feminista.
El primer aniversario del 15M
(iniciado el 12 de mayo) ha supuesto otro espaldarazo para la comisión
de Feminismos Sol. A pesar de los inevitables cambios de último
momento en la agenda, la plaza de las Descalzas ha estado rebosante de
participantes en todos los talleres y asambleas que se han realizado. En un
año, se ha pasado de explicar
constantemente qué es feminismo, qué no lo es y por qué no hay
auténtico cambio social si éste no hace tambalearse al sistema patriarcal, a que hombres, mujeres y personas trans debatan en
profundidad cuestiones centrales para el movimiento feminista.
Entre los temas tratados, se abordó la despenalización del aborto y su
realización dentro de la red sanitaria pública, los diversos tipos de violencia
que la alianza entre el sistema capitalista y patriarcal ejercen contra las
personas –especialmente las que se alejan de su centro normativo–, la
visibilización de otros modelos familiares no tradicionales cómo los recortes en la sanidad pública afectan específicamente a población homo y transexual.
Además, muchas de estas
demandas defendidas tradicionalmente por el movimiento feminista se han dado a
conocer más allá de los circuitos tradicionales y han sido asumidas como
propias por otros grupos de trabajo y asambleas. Por ejemplo, la necesidad
urgente de replantearnos la organización social de los cuidados que,
actualmente, sigue siendo una responsabilidad casi exclusiva de las mujeres. Es
decir, poner a las personas en el centro y que sean las necesidades de éstas –y
no de los mercados– las que marquen los ritmos de vida y trabajo. De hecho,
durante este año se han realizado algunas acciones en este sentido, como la
participación en la jornada de huelga general del pasado 29 de marzo y en el 1
de mayo con
un “comando de cuidados” que,
armado de delantales, guantes y carros de la compra, recorrió los mercados del
centro de Madrid invitando a las personas, mayoritariamente mujeres, a
reflexionar sobre la posibilidad y las implicaciones
de realizar una huelga de cuidados.
Pueden parecer logros menores o
insuficientes para un movimiento social con tantas décadas de historia pero,
aunque sólo haya servido para que algunas personas que experimentaban ese
malestar fruto de las tensiones impuestas por el sistema patriarcal y
capitalista hayan salido de sus casas para politizar sus problemas en la
asamblea más cercana, significa que, un año después, la revolución está siendo
feminista.
Por Laura García /
Participante en la Comisión de Feminismos de Sol
Fuente: Diagonal