No son iguales. No, no lo son
Estos días pasados navegando por las redes sociales me encontré con una foto que me dio que pensar.
La foto en cuestión era la de la fachada principal del Congreso de Diputadas y Diputados y al pie de la misma había la siguiente expresión: "Cueva de Alí Baba y los cuarenta ladrones". Me sentí molesta y me dio por pensar.
Al final me dí cuenta de que mi desagrado con la imagen venía dada porque soy de las que considero que, pese a todo, todas las personas que han sido elegidas democráticamente y que se sientan en los sillones del hemiciclo, no son iguales y por tanto no se las puede catalogar a todas por igual.
No voy a negar que hay mucho cinismo, hipocresía y necedad entre sus señorías, pero quiero romper una lanza a favor de aquellas personas que nos representan y a quienes su honestidad les precede y su trabajo, pese a que suelen trabajar en grupos minoritarios y con mucha falta de medios, sale cada día.
En política parece que todas las personas actúan por interés propio o partidista y que no se trabaja por nada que no sean estas premisas y, por supuesto la de "desviar" fondos públicos para que alguien se enriquezca. Vivo (y sufro) en la Comunidad Valenciana y, por tanto, tenemos ejemplos inmejorables de choriceo por estos lares.
Pero insisto en querer romper una lanza a favor de todas aquellas personas que si que ejercen correctamente su representación de los intereses de toda la ciudadanía, porque haberlas, haylas.
Las hay en el Parlamento, en el Senado, en las Comunidades Autónomas, en los Ayuntamientos, en las Diputaciones…Hay cargos públicos que están al lado de la ciudadanía y, cuando se convoca una huelga general, pese a seguir trabajando, piden que se les descuente ese día de trabajo puesto que secundan la huelga. Hay Ayuntamientos en donde el dinero que no van a pagar a sus trabajadores en concepto de la paga extra de navidad, lo van a destinar a planes de empleo para personas en situación de desempleo de larga duración. Hay mujeres y hombres que se enfrentan a sus propios partidos para defender aquello en lo que creen más allá de doctrinas partidistas y que se suman a las movilizaciones en defensa de los servicios públicos de calidad o, en la defensa de unos derechos adquiridos y que, ahora estos que nos gobiernan, nos quieren arrebatar.
Hay muchas mujeres y hombres honestos en política y que trabajan con medios limitados pero que alzan su voz en defensa de quienes son más vulnerables. Hay muchas y muchos que no perciben ningún salario por dedicarse a la política, que la ejercen desde el compromiso y la militancia.
En estos días en que se criminaliza a Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, desde todos los frentes, muchos de quienes le están inculpando e inventando verdaderas atrocidades sobre él, deberían reflexionar sobre el concepto que tienen de ser una persona honesta y, en todo caso, criticar con la misma dureza las acciones de gobierno que nos han llevado a tener una tasa de pobreza superior al 26%.
La ignominia, la hipocresía, la mezquindad de algunas personas va mucho más allá de su deslealtad para con el conjunto de la ciudadanía a quienes dicen representar. Olvidan que engañaron impunemente para conseguir un gobierno que les permita enriquecerse a costa de la pobreza de la población. A esa gentuza mentirosa, hipócrita, mezquina y con intenciones y agendas de todo tipo ocultas e inconfesables, habría que juzgarlos también socialmente y no sólo en las urnas. Habría que aplicarles la misma ley que sus secuaces pretenden aplicar a Sánchez Gordillo y a otras personas que defienden otro modo de encarar los problemas.
Me gustaría saber qué pena sería aplicable al reaccionario ministro de justicia con el recorte que pretende llevar a cabo en la actual legislación en materia de derechos de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, cuando va a condenar a miles de mujeres a interrumpir sus embarazos de forma clandestina, sin condiciones y con riesgo para su propia salud. Y este es sólo un ejemplo.
Pero podríamos hablar de todos y cada una de las acciones de gobierno tomadas con la excusa de la crisis y que han ido encaminadas al enriquecimiento (no siempre lícito) de unas cuántas personas ajenas incluso a la política pero que mueven los hilos de las políticas con mucho arte.
No, que van a ser iguales Joan Coscubiela que Gallardón, o Caridad García que Ana Mato, o Uxue Barkos que Fátima Báñez. No son iguales en absoluto. Y no sólo por la acción de gobierno de los segundos, sino, incluso por las motivaciones.
Ah! Y se me olvidaba la funesta, maleducada, e impresentable Andrea Fabra que, además, insultó a las personas paradas. Aunque, quien sabe, quizás sólo expresó en público lo que todo su grupo parlamentario opina de las personas paradas…
Me quedo con los miles de concejales y concejalas que cada día trabajan desde la honestidad y con el valor añadido de pensar en sus pueblos y ciudades. Me quedo con las diputadas y diputados que no se doblegan ante este gobierno de mayoría absoluta mentiroso y mezquino. Ellas y ellos, los que no son de los grupos mayoritarios añaden dignidad a la política. Dignidad y credibilidad. Dos valores escasos entre la marabunta de intereses particulares, partidistas y/o amiguistas que mueven a tantos otros que ahora nos gobiernan en todas partes.
No, no son iguales y, seguramente el próximo día 15 de septiembre, en la cumbre social que se está preparando nos encontraremos a nuestro lado a Gaspar Llamazares, Ricardo Sixto, Caridad García y tantos otros y otras, pero no encontraremos seguramente a ninguno de los que mienten y engañan a la ciudadanía embruteciendo así la noble praxis de la política.
Definitivamente no son iguales y no me gusta nada que se les meta a todas y todos en el mismo saco. Reivindico un trato diferenciado en función de su trabajo, su honestidad y la dignidad con que ejercen sus responsabilidades para con la ciudadanía, que es, en definitiva, a quienes representan.
Teresa Mollá Castells
La Ciudad de las Diosas