Mujeres reVeladas: Visiones y acciones dentro del movimiento feminista islámico en la actualidad.
Laure Rodríguez Quiroga (la segunda fotógrafa por la izquierda), trabajando en el III Congreso de Feminismo Islámico organizado por la Junta Islámica Catalana, en 2008 en Barcelona
En el mundo arabo-musulmán, y musulmán fuera de los países árabes, cada vez son más las voces que defienden el feminismo islámico como vía de conciliación entre la religión y la libertad de la mujer. Buscan una nueva lectura de los textos sagrados, lejos de la oficial y tradicional, hecha por hombres en sociedades a menudo profundamente patriarcales. Tras la aplicación de políticas restrictivas del hiyab en distintos lugares de la Unión Europea, el debate amplió sus fronteras. Mientras hay quienes defienden una reinterpretación femenina y feminista aceptando muchas de las tradiciones del profeta, otras mujeres van más allá y renuncian por completo a toda limitación externa en los códigos sociales y culturales.
Es el primer viernes tan caluroso en Madrid y la sombra del parque vecino concede una tregua a los comerciantes que empiezan a desplegar alimentos y otros productos junto a la conocida comoMezquita de la M-30. Este Centro Cultural Islámico es también la primera masjid (mezquita mayor) de la capital, así como la más grande de Europa, con 12.000 metros cuadrados distribuidos en sus seis plantas. En la puerta, varios voceros de ‘El Islam hoy. La ciudad iluminada’ se refugian bajo sombrillas improvisadas. Sentada en el bordillo de la entrada al templo, la joven Almudena no se muestra abierta a hablar. Cuando se le pregunta sobre el hiyab, el código islámico de vestimenta y, tomando el todo por la parte, el velo distintivo que llevan las mujeres musulmanas, la estudiante espeta: “El Islam dice que la mujer vaya tapada y, aunque a mí nadie me dice que tengo que ponérmelo, llevo el pañuelo por respeto”. Según fuentes propias del personal de la Mezquita, entre la administración trabaja personal marroquí, sirio y español, del que un 40% aproximado son mujeres.
Descubriendo la cortina
Uno de los prejuicios más habituales hacia la religión musulmana es el que respecta a los derechos de sus mujeres, pero, ¿cómo conjugan Islam y autonomía femenina en la práctica, prejuicios a parte? ¿Pueden ser compatibles los códigos de vestimenta con la libertad de elección de las mujeres?
La clave para entender las interpretaciones musulmanas que aluden a la sumisión y renuncia femeninas está en que han sido hombres quienes tradicionalmente han hecho esas lecturas.
Un artículo de Elmundo.es recoge la explicación que la arabista Luz Gómez García hace del término hiyab en su ‘Diccionario del Islam e Islamismo’: aunque hoy día su uso más popular designe el velo femenino, éste sería un uso metonímico a partir del significado dado en el Corán y el Hadiz. En los dichos del profeta, ‘hiyab’ significaba literalmente ‘cortina’ y hacía referencia a la separación que preserva la pureza. No solo la de las mujeres frente a los hombres, sino la que diferenciaba el lugar del califa del espacio ocupado por su pueblo, la de los creyentes frente a los no creyentes, la de las mujeres de Mahoma frente a sus invitados pero, sobre todo, la preservación de la intimidad del profeta frente a otras personas.
De las cuotas de participación política a las costumbres más o menos restrictivas, de Magreb a Oriente Medio, la situación de la mujer en general, y musulmana en particular, es muy variable, pero el feminismo islámico constituye una corriente cada vez más fuerte entre aquellas que han decidido hacer compatibles su fe y su independencia personal.
La mujer del profeta o el Islam en femenino
Asma Lamrabet, hematóloga marroquí y comprometida escritora, se ha erigido como una de las más importantes representantes del feminismo islámico. Entre sus libros, destacan ‘El Corán y las mujeres: una lectura de liberación’ y ‘Aisha o el Islam en femenino’, en el que, en forma de potente preámbulo, dice: “Nuestro mayor flagelo: la ignorancia. La mayoría de los musulmanes conoce a Aisha, la mujer del Profeta del Islam [de un modo] muy superficial, borroso y abstracto. Incluso entre los musulmanes comprometidos, fervientes defensores de esta religión mal o demasiado amada, se nota una ignorancia de fondo, muy inquietante, de las personalidades históricas del Islam”.
Laure Rodríguez Quiroga, convertida al Islam a la edad de 28 años, tras preparar una tesis doctoral sobre la opresión de la mujer en el Islam y no hallar fundamento religioso en los textos sagrados
Cuando Asma, conmovida por la historia de Aisha, transmitía sus sentimientos a otras intelectuales musulmanas, ellas reaccionaban de manera contradictoria: “Según su punto de vista, Aisha era la esposa del Profeta, estaba por encima del común de la gente y no podía ser tomada como ejemplo por otras mujeres, esas ‘pobres criaturas humanas’. Esta justificación aparecía continuamente para excusar nuestra ignorancia y nuestra actitud derrotista”. Así, mientras hay quien ve en la mujer de Mahoma un perfecto ejemplo de la “buena esposa musulmana”, circunscrita al espacio familiar y conyugal, otras personas intuyen en ella, política y exigente, la inteligencia y fortaleza de una mujer que reivindica sus derechos “en nombre del Islam y por el Islam”. La autora admite que “queda mucho por hacer. No faltan voluntades. Desde luego que la contribución de este libro es sólo un grano de arena para una eventual toma de conciencia y, porqué no, para una brizna de autoestima femenina”. Incluye una dedicación a los hombres musulmanes para que la relectura del Islam se haga en conjunto y alcance a la mayoría.
A lo largo de su discurso, Asma Lamrabet reitera el concepto de ‘dicotomía’ para referirse al binomio feminismo-Islam. Asume que, a los ojos de las personas no musulmanas, puede parecer una combinación imposible a priori y, sin embargo, argumenta que son numerosos los ejemplos que la literatura islámica recoge sobre la liberación de las mujeres, como la Sira o la historia de la vida del profeta. En ella, Asma Bint Yazid Bin Sakan fue la primera en reivindicar el derecho a la yihad, concepto a menudo traducido como ‘guerra santa’ que significa ‘esfuerzo’ y refiere a la lucha espiritual que cada persona lleva a cabo en su camino hacia Dios. Cuenta Lamrabet que, según las lecturas, Asma Bint se acercó un día al profeta y le dijo: “Yo soy la delegada de las mujeres junto contigo, Profeta”, haciendo esencial su presencia, ya no solo como ‘compañera’ del profeta.
Claras fuentes primarias
La clave para entender las interpretaciones musulmanas que aluden a la sumisión y renuncia femeninas está en que han sido hombres quienes tradicionalmente han hecho esas lecturas. Así como éstas no son exclusivas del Islam: los mismos esquemas de supremacía masculina se repiten en las grandes religiones monoteístas y en distintas sociedades. Laure Rodríguez Quiroga, presidenta de la Unión de Mujeres Musulmanas de España, afirma que “las religiones confieren habitualmente interpretaciones marginales hacia el género femenino”, además de que “hoy día, hay una organización de las comunidades jerárquico-patriarcal, lo que desarrolla un discurso androcéntrico que legitima la discriminación”.
Pero, ¿son auténticas las llamadas hadith (palabras del profeta narradas por la tradición) consagradas a las mujeres? “Para conocer y comprender el papel de las mujeres en el Islam, deberíamos acudir a las fuentes iniciales, a Medina [la primera comunidad musulmana fundada], para observar como hace casi quince siglos las mujeres jugaron un papel igualitario al género masculino”, aclara Laure Rodríguez, que es también codirectora del Congreso Internacional de Feminismo Islámico. La organización Sisters in Islam corrobora que “es imperativo que la experiencia, el pensamiento y la voz de las mujeres se tomen en cuenta para la interpretación del Corán y la administración de la religión en el mundo musulmán”.
Ocupad… la mezquita
Ya en 2005, la destacada feminista islámica Amina Wadud, profesora asociada de estudios islámicos en la Commonwealth University (Virginia, Estados Unidos), desató la controversia al dirigir la oración del viernes para un centenar de hombres y mujeres en una catedral episcopal de Nueva York, después de que tres mezquitas le hubieran denegado el permiso por ser una tarea exclusiva de los -hombres- imanes.
Y, al calor de otros movimientos ciudadanos de protesta a nivel global, nació en febrero de este año ‘Occupy the Masjid’ (Ocupad la mezquita), colectivo que demanda la reapropiación de los espacios físicos y simbólicos por las mujeres musulmanas. Su declaración de intenciones incluye los derechos islámicos de las mujeres a entrar en la mezquita, y de hacerlo por la puerta principal, a tener acceso visual y auditivo y a rezar en la musalla -oratorio central- sin ser separadas por una barrera; en definitiva, que puedan participar libremente y ocupar puestos de liderazgo en la comunidad religiosa.
“Para conocer y comprender el papel de las mujeres en el Islam, deberíamos acudir a las fuentes iniciales, y observar cómo hace casi quince siglos las mujeres jugaron un papel igualitario al género masculino”, aclara Laure Rodríguez.
En un llamamiento a la actuación autónoma y responsable, declaran: “Hablad. Dejad de aceptar el statu quo. Nada va a cambiar nuestra situación sino nosotras”. Insisten en que la religión, de base, no lo hubiera querido de otro modo: “Recuperemos la mezquita tal y como era en los tiempos del profeta Mahoma. No hay puerta de atrás para la Kaaba [literalmente ‘el cubo’, en referencia al lugar sagrado y de peregrinación de La Meca más importante del Islam], no hay una habitación separada para Dios. Todas las personas tenemos el derecho de rezar y nadie debería prohibirlo, menos nosotras mismas”.
Renovación de los pies a la cabeza
Nasreen Amina, nombre musulmán de Vanessa Rivera, escritora y periodista del Global Press Institute, explica el feminismo islámico como un movimiento reformista basado en el Corán en torno a dos ejes: “Propone un ejercicio de desconstrucción de aquellas interpretaciones patriarcales en pos de una mejora de la situación de las mujeres; por una razón de justicia de género y a favor del sentido original de las revelaciones en contraste con la práctica social”. Y, por otro lado, “promueve el fin de los estereotipos asociados al Islam en general y a la mujer musulmana en particular”. Amina defiende el derecho de cada persona a definir su identidad. Desde el programa semanal de radio ‘Sin careta’, de FM La Mosca 93.5, apoya lo queer y la inclusión de la diferencia con contenidos y fondo que combaten el integrismo y el fundamentalismo. En la última edición, el ‘tópico del día’ que compartió con los radioyentes fue “lo políticamente correcto en el sexo”.
La periodista Vanessa Rivera -la primera abajo a la izquierda- en la cumbre iberoamericana de mujeres activistas del programa de Yahoo Business and Human Rights en México en septiembre de 2012.
En cuanto al debate en torno a los códigos de vestir, alega: “El problema no es Dios sino el Patriarcado [la mayúscula es suya]. Yo soy una feminista con velo y no necesito quitármelo para liberarme porque el hiyab no es sinónimo de opresión. Y soy una feminista creyente y no necesito renunciar a mi fe para liberarme porque Dios no es misógino”. Pone a un mismo nivel la islamofobia y la ‘kufarfobia’ [kufar significa no musulmán] ya que considera ambos “venenos nocivos para el diálogo interreligioso y la convivencia de las personas”. Ella confiesa que ha experimentado acoso y violencia verbal en más de una ocasión desde los sectores dogmáticos y conservadores de su comunidad. Los insultos que ha recibido por Twitter alcanzan a veces un alto grado de violencia. Conserva testimonio de cómo, entre otras muchas amenaznas, Omar Le-Calife le dijo que el feminismo era blasfemia, una ofensa a Alá y que “solo recibiría de él lo que ella misma daba”.
Conocer es poder
Si bien sin conocimiento de las fuentes primas, las niñas y mujeres musulmanas corren el riesgo de verse oprimidas, la misma ignorancia puede llevar a problemas de integración de las y los musulmanes más allá de las fronteras del mundo árabe. En una reciente entrevista del programa televisivo ‘Islam and life’, Tariq Ramadan se centró en la percepción que se tiene de las musulmanas desde el mundo occidental no musulmán. La invitada era Myriam François-Cerrah, representante de la Sociedad Islámica de la Universidad de Oxford. La primera pregunta del entrevistador: cómo se puede rebatir el argumento de quienes esgrimen que los matrimonios forzosos, la violencia doméstica o los problemas de autonomía de las mujeres para gestionar sus cuerpos y sus bolsillos no son percepciones, sino hechos, en el mundo musulmán. François-Cerrah respondía: “Sí, tienen razón. Estas cosas suceden. La cuestión es si éste es el modo islámico de hacer las cosas o es un reflejo de parámetros culturales según los cuales la condición de las mujeres se reduce a un estado de supeditación. ¿Acaso esto concuerda con la visión islámica?”.
Al calor de otros movimientos ciudadanos de protesta a nivel global, nació en febrero del año pasado ‘Occupy the Masjid’ (Ocupad la mezquita), colectivo que demanda la reapropiación de los espacios físicos y simbólicos por las mujeres musulmanas.
Al igual que Asma Lamrabet, François-Cerrah recalca que el hecho de que las musulmanas desconozcan los postulados de su propia fe hace que no puedan usar el ejemplo histórico para combatir actitudes opresoras y “decir a los que justifican que el Islam es así: ‘Esto que estás diciendo o haciendo no concuerda con las fuentes’. Sobre los matrimonios forzados, hay dichos muy claros del profeta que estipulan que, si un padre organiza un matrimonio entre una niña y un hombre sin el consentimiento de la niña, éste sería anulado”. Pero, para que otros no puedan usar el Corán en su contra y ellas mismas puedan usarlo a su favor, las niñas y mujeres han de haber leído y entendido lo que leen.
¿Veladas?
Uno de los estereotipos más comunes que rodea a las mujeres musulmanas es la supuesta falta de libertad para elegir la cobertura de sus cuerpos y sus caras. La motivación religiosa y, en caso de algunos países árabes, por extensión, la cultural, es la que llevaría a las mujeres a vestir de forma ‘modesta’ y a tapar sus cabezas, cabellos, cuellos y hasta manos. ¿Es o no es el pañuelo un símbolo de opresión? ¿Legitima los roles femenino-masculino tradicionalmente desiguales?
En junio del año pasado, minutos antes de su partido contra Jordania, la selección nacional femenina iraní fue informada de que no podían salir con velo por infringir las normas de vestimenta de la FIFA. El juego se dio por ganado a Jordania por 3-0. Las participantes llevaban un pañuelo que les cubría la cabeza y las orejas, siguiendo las leyes musulmanas de su país. Durante los Juegos Olímpicos de la Juventud 2010, celebrados en Singapur, ya habían recibido una advertencia y las chicas optaron por reducir el tamaño de su pañuelo. Esta decisión las dejó sin la posibilidad de acceder a las olimpiadas de Londres 2012.
Myriam François Cerrah, escritora y periodista franco-británica, convertida al Islam ya adulta
Laure Rodríguez, desde su puesto como investigadora del Instituto de Estudios Euromediterráneos de la Universidad Complutense, analizó el tratamiento que hacen los medios de comunicación de la mujer musulmana, concluyendo que “el 98% de las noticias se centra en su forma de vestir, como si no hubiera otros problemas más graves”. En opinión del periodista Tariq Ramadan, la mujer parece la clave que se repite en todo debate sobre la visión occidental de la religión musulmana.
“Recuperemos la mezquita tal y como era en los tiempos del profeta Mahoma. Todas las personas tenemos el derecho de rezar y nadie debería prohibirlo, mucho menos nosotras mismas”, reivindica Sisters in Islam.
Almunimina Al Garnatia, suní que no acogió el Islam hasta la edad adulta, admite que en su entorno “fue casi un shock verme vestir el hiyab. Para mí también supuso un esfuerzo, ya que la forma de mirarme y dirigirse a mí cambió de forma radical”. Pero se es tajante en cuanto a las prohibiciones impuestas desde fuera: “Cada cual puede vestir o llevar cuantos signos de identidad prefiera. Así como sería inaceptable que obligaran a una niña o a una mujer a utilizarlo en contra de su voluntad, no me parece justo que prohíban el velo islámico en la escuela ni en el trabajo. El cuerpo de cada persona es sagrado y debe protegerlo desde la libertad”. En palabras de Nasreen Amina: “Un trozo de tela no me hace mejor mujer ni me protege de nada, solo hace pública mi opción espiritual”.
No, gracias
Pero no todas aceptan el hiyab por igual. La intelectual y feminista argelina Wassyla Tamzali tiene clara su postura en contra de cualquier elemento que pueda relacionarse con épocas pretéritas o actuales de dominación masculina. Y lo hace con conocimiento de causa. En 1979 empezó su función pública internacional en la UNESCO, a cargo del programa de género para la igualdad de derechos, que incluía las difíciles áreas de trabajo de la prostitución y el tráfico de mujeres. A lo largo de su carrera, ha ejercido una constante defensa de la autonomía femenina. Ya el título de su último libro, con un informe de la periodista Iztiar Elizondo sobre la polémica del burka en Catalauña y España, no deja lugar a dudas: ‘El burka como excusa. Terrorismo intelectual, religioso y moral contra la libertad de las mujeres’. Aunque en él Tamzali hace un “rechazo rotundo y razonado” de todo tipo de velo, también critica las políticas europeas que, en nombre de una supuesta progresía, han amparado con distintas leyes las prohibiciones del velo integral -el burka en Cataluña- o parcial -en los colegios o lugares de trabajo, como en el caso de Francia-.
Uno de los estereotipos más comunes que rodea a las mujeres musulmanas es la supuesta falta de libertad para elegir la cobertura de sus cuerpos y sus caras. ¿Es o no es el pañuelo un símbolo de opresión? ¿Legitima los roles femenino-masculino tradicionalmente desiguales?
“Mi historia es la larga historia de las mujeres con velo y despierta en mí una rebelión nacida de la memoria de todas estas muchachas cubiertas hasta el corazón de las sociedades más brillantes, ciudadanas ricas o pobres, que tienen en común con la campesina, la esclava y la cortesana, el dogma del velo”. Tamzali confiesa que, por ínfima que sea la tela que cubra a la mujer, “es el miedo el que se me representa. Nuestra historia, la de ellas y la mía, es la de la conquista de la calle, que desde la infancia hemos recorrido con el cuerpo liberado, con el pelo suelto bajo la mirada cómplice de nuestros abuelos vestidos en blanco”. Recuerda que las niñas argelinas han ido con la cabeza descubierta a la escuela desde la década de los sesenta, a pesar de que, en algunos de sus hogares, las mujeres llevaran velo. Tamzali se refiere a la “cultura del harén” como aquella en que las mujeres musulmanas vivieron -y algunas aún viven- limitadas bajo el pretexto tradicional o religioso. Radica su rechazo a deber ocultar u ocultarse, a “todo lo que trate de devolvernos al estado de dominación”, en un profundo respeto “a las mujeres que nos han precedido abandonando sus tradiciones, y que muchas han pagado caro”.
Volviendo a Aisha, a su ‘Islam en femenino’, Asma Lamrabet concluye así: “Imperativamente, la renovación pasa por la participación de las mujeres musulmanas en los proyectos reformadores del Islam y en la reapropiación del debate religioso. No se puede hacer sin ellas”. Tamzali insiste en que “nuestra historia es una historia sin velo”. Veladas o sin velar, muchas de estas mujeres consideran ya el feminismo islámico la clave de su empoderamiento.
Por Belén Lobos
Fuente: Pikara Magazine
Fuente: Pikara Magazine