noviembre 13, 2014

Manifiesto Político del XIII EFLAC - “POR LA LIBERACIÓN DE NUESTROS CUERPOS”

Del 22 al 25 de noviembre se realizará en Lima, Perú el 13 Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. En ese marco te compartimos el documento elaborado por la Comisión Organizadora.

Las feministas afirmamos que, nuestro cuerpo, es producido y transformado por las relaciones sociales en las cuales estamos inmersas. Así, en sociedades capitalistas-neoliberales, coloniales, patriarcales, heteronormativas y racistas donde imperan relaciones de dominación y de explotación, nuestros cuerpos son afectados por esas relaciones que dejan ver las huellas de la explotación, la subordinación, la represión, el racismo y la discriminación. Es en nuestros cuerpos, como primer territorio, donde operan los múltiples mecanismos de dominación y evidencian nuestras resistencias, la insubordinación, la liberación en acciones que conducen hacia la transformación con justicia y rescate del placer y la creatividad. El cuerpo —portador de derechos— de las mujeres, se ha convertido en un “territorio en disputa. A ello aludimos cuando afirmamos que “el cuerpo es una categoría política”, en el que se encarna el discurso feminista

En las luchas por la defensa de la democracia y la ampliación de los derechos, las feministas siempre hemos dado nuestro aporte desde nuestra comprensión del cuerpo como categoría política; pero no siempre lo hemos hecho desde una perspectiva intercultural crítica e interseccional: ese es el reto que enfrentamos en el momento actual, sobre el que queremos reflexionar y dialogar en este 14 Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe.

1. El CONTEXTO LATINOAMERICARIBEÑO Y LOS RETOS AL MOVIMIENTO FEMINISTA

En los inicios del siglo XXI vivimos un momento histórico excepcional en el mundo y en América Latina y el Caribe. Es el inicio de una crisis profunda que pone en tela de juicio las bases mismas del sistema dominante.

El momento histórico es también excepcional por la presencia activa de miles de mujeres y hombres que resisten y sostienen a través de sus propios cuerpos una diversidad de luchas para acabar con el hambre, la explotación, la violencia sexual, la normalización, el silenciamiento, entre otros mecanismos de dominación. Son muchos y muy diversos los movimientos sociales que hoy están disputando imaginarios, territorios y recursos en nuestro continente latino-caribeño.

Estos movimientos —étnicos raciales, territoriales, generacionales, transgénero, lésbico, de personas con discapacidad— enriquecen a los feminismos en sus diversas vertientes con sus nuevas perspectivas y causas de lucha, pero también nos colocan ante retos importantes. Y es que las diversidades que caracterizan a nuestras sociedades están teñidas de desigualdad y violencia, y reflejan severos desbalances de poder, que tienen implicancias para nuestros movimientos. Evidentemente la diversidad no ha sido puesta en valor ni entendida como una posibilidad concreta para hacer frente a la discriminación en todas sus formas.

Las democracias “de baja intensidad” en nuestra región evidencian la tensión no resuelta entre democracia y desarrollo, en las que nunca hemos alcanzado la realización de los derechos económicos, sociales y culturales; contrariamente vemos como el conservadurismo y el debilitamiento del carácter laico de los Estados alientan políticas que desconocen los derechos humanos de las mujeres. Los derechos sexuales y los derechos reproductivos han devenido hoy en un tema estratégico para la democratización de nuestras sociedades latino-caribeñas. La afirmación de la democracia en el país, en la casa y en la cama; en el vecindario y en las organizaciones sociales; a nivel local y global, es un aporte histórico de los feminismos para el conjunto de la humanidad, no solo para las mujeres, que hoy más que nunca debemos revalorar y defender.

La potencia de los movimientos feministas ha estado, más que en la capacidad de movilizar masas, en la capacidad de disputar y lograr cambios en los imaginarios democráticos y en los horizontes de transformación. Nuestra energía y capacidad de cambio se sustenta en la disputa político-cultural, enriqueciéndola con las voces de nuevas actoras cuya presencia renueva y profundiza la democracia a medida que nuestros feminismos se van ennegreciendo, indigenizándo, cholificando, transgenerizándo, lesbianizando, “des-normalizando”.

Los feminismos en sus diversas vertientes levantan una crítica profunda a este sistema: a sus valores que exacerban la violencia contra los territorios y los cuerpos; a su modelo de desarrollo extractivista, depredador de la vida y la naturaleza, a su lógica de acumulación que mercantiliza todos los medios de vida, a la manera como subordina y explota el trabajo de las personas, en particular el trabajo del cuidado y de reproducción, realizados principalmente por las mujeres.

En el actual contexto de crisis civilizatoria, los feminismos latino caribeños confluimos en nuestro compromiso de confrontar y luchar para cambiar los múltiples sistemas de dominación que impactan simultánea y diferenciadamente en todas las mujeres, en sus cuerpos desvalorizados y secuestrados.

2. NUEVOS HORIZONTES DE SENTIDO PARA NUESTRAS LUCHAS

a) Interculturalidad desde la mirada de la interseccionalidad o “interculturalidad crítica”:

El reconocimiento de la diversidad sexual y de género, las características pluriculturales y multiétnicas de América Latina, no ha sido un proceso fácil. La colonialidad y su visión monocultural han marcado la relación entre las diversas poblaciones que hoy habitamos el sub-continente. Los lugares desde donde “hablamos”, sentimos, deseamos, hacemos, producimos riqueza, cultura y conocimiento, están cargados de relaciones desiguales de poder que invisibilizan y degradan otras formas de vida, de saberes y de sociedad, considerándolas subalternas y subordinándolas a la hegemonía occidental. Esa constatación nos obliga a mirar la diversidad como expresión no sólo de diferencias sino también como fuente de desigualdades que se entrecruzan e influyen de manera distinta en las mujeres según sus procedencias y nos reta a reconocer la urgencia de redistribuir el poder en la sociedad y en los movimientos mismos, con el consiguiente empoderamiento de las mujeres. Socializar el poder es el desafío clave para la construcción de la democracia radical. Aprender a aceptar y a manejar los conflictos, los disensos y las visiones discrepantes.

La interculturalidad crítica, permite recuperar otras voces, conocimientos y formas de pensar, apreciar diversas cosmovisiones que hablan de la complejidad de la realidad y de las múltiples formas de vivir y ser mujer. Pero no se conforma con celebrar o tolerar la diversidad, sino que nos exige reconocer lo incompleto de cualquier propuesta política que no dialogue con las otras múltiples formas de vivir, de construir identidades y producir conocimientos, y nos pide asumir como un compromiso ético-político la incorporación de la diversidad en nuestras formas de vivir, de pensar, de convivir.

b) La sostenibilidad de la vida como prioridad

La economía feminista pone en evidencia cómo, durante siglos, la forma de sustentar la vida ha sido resuelta mediante la división sexual del trabajo con la consecuente sobrecarga de trabajo para las mujeres.

El sistema capitalista impone discursos como “verdades” para legitimarse como modo de producción hegemónico. Entre éstos, una serie de falsas dicotomías como producción-reproducción, público-privado, naturaleza–cultura, normalidad-trastorno. También reduce la noción de trabajo al considerar solo aquel que produce bienes o servicios con valor de cambio en el mercado. El trabajo doméstico, de cuidados y el trabajo comunitario, imprescindibles para la reproducción humana, son desvalorizados e invisibilizados al ser desligados de la reproducción social. Esto es usado por los Estados y por el sistema socio-económico-cultural en su conjunto, para eludir su responsabilidad sobre las condiciones de vida de las personas y en particular de las mujeres, mucho más grave aún en América Latina y el Caribe.

En esta etapa avanzada del capitalismo extractivo y depredador, la sostenibilidad de la vida en el planeta se ve amenazada y se pone en cuestión los modos de vida y de producción imperantes. Las feministas, como otros movimientos sociales, interpelamos al tipo de organización social imperante y sus valores, y exigimos condiciones de vida aceptables para toda la población: ello implica no sólo la producción de bienes sino relaciones de cuidado y afecto.

Los movimientos feministas luchamos, por eso, por un cambio radical en la lógica de funcionamiento actual de la economía, por un nuevo equilibrio entre la producción y la reproducción, porque se deje de considerar el trabajo de las mujeres como recurso disponible para que el Estado cubra las obligaciones de protección y cuidado de la vida que le competen. La vida humana y su sostenibilidad debe ser la primera y única prioridad.

3. LA APROPIACION DE NUESTROS CUERPOS POR EL CAPITALISMO PATRIARCAL, RACISTA Y HETERONORMATIVO

Nuestros cuerpos han sido convertidos por el capitalismo patriarcal en territorios sobre los que deciden otros y sobre los que se construyen discursos que restringen nuestra libertad. Violencias soterradas y otras evidentes oprimen a nuestros cuerpos en el trabajo, en la calle, en la intimidad familiar, en la vida sexual, e incluso en la vida subjetiva y emocional. La heteronormatividad, el racismo, la división sexual y división social del trabajo, la explotación económica, la desvalorización de los cuerpos y sus energías, su reducción a simples fuerzas de trabajo o portadoras de trabajo invisible (trabajo reproductivo o de los cuidados, sin reconocimiento económico-social), el repudio a la discapacidad: son todas expresiones de los cuerpos como territorios «para otros», ajenos, lejanos, aunque sean nuestros. Veamos cómo operan:

Cuerpos “Normalizados”: Repudio al Desempeño Diferente.

Los feminismos latinoamericano caribeños denunciamos la cultura hegemónica que considera las diferencias corporales y variaciones en su funcionamiento motivo de opresión y discriminación, sea con argumentos médicos, religiosos, estéticos, o aludiendo a la menor productividad de la fuerza de trabajo. Las feministas denunciamos la discriminación prescrita de un modelo médico normalizador que no subsana los obstáculos que determinan discapacidad en las personas. Apelamos a problematizar qué es lo “normal” y señalamos la incapacidad de la sociedad actual para aceptar la diversidad funcional.

Cuerpos para la “Fuerza de Trabajo” y Objeto de Consumo.

En el capitalismo patriarcal, el control sobre el cuerpo, la reproducción y la sexualidad está directamente relacionado con las necesidades de su reproducción como sistema. El cuerpo es visto sobre todo como fuerza de trabajo, condición de creación de riqueza material. La división sexual del trabajo, que tiene como base la separación entre trabajo productivo / de los hombres y trabajo reproductivo / de las mujeres, es central para la acumulación capitalista. Nuestros cuerpos también generan demanda en el mercado capitalista: se impulsa un consumismo desenfrenado, se impone un ideal de belleza que provoca la anorexia y la bulimia e incluso la muerte a muchas mujeres en la competencia por obtener un lugar en la mirada masculina.

Cuerpos Sexuados Negados al Deseo y el Goce.

La heteronormatividad ha sido un elemento constitutivo del orden dominante desde que el modo de producción capitalista reestructuró el sistema patriarcal y la relación entre el cuerpo/sexo/reproducción convirtiéndose en una dimensión central de las relaciones sociales. Es en este terreno donde las jerarquías eclesiales y grupos conservadores concentran su acción para controlar los cuerpos de las mujeres como una estrategia para mantener y expandir su poder político. Y si bien los cuerpos contienen la posibilidad de auto determinarse, más allá del marco binario sexo/género, el desafío que implica esta libertad tiene costos altos porque esto se percibe como amenazante y se estigmatiza como algo que debe ser expulsado o patologizado

Cuerpo y Territorio: Salvaguardar la Vida en Comunidad.

Un territorio es mucho más que una parcela de terreno: es un espacio de vida cultural, simbólica e histórica. Entender el cuerpo como un territorio, como un sistema vivo, complejo e integral, constituido por múltiples relaciones en las que participan todos los seres vivos y los bienes naturales como el agua, la tierra, las montañas, nos interpela a pensar nuestros cuerpos individuales y colectivos como parte de una comunidad y parte constitutiva de los territorios. El eco feminismo, el feminismo comunitario, los feminismos indígenas y afrodescendientes, el lesbo y trans feminismo, nos invitan a cuestionar la visión antropocéntrica y androcéntrica de nuestra sociedad actual, que ha puesto al hombre/ blanco/ individuo/racional/heterosexual en el epicentro del universo, en el centro del poder, y cuyo fin es dominar la naturaleza de la misma forma como se domina a las mujeres. Nos invitan a revalorar nuestra relación con la naturaleza, con nuestra ancestralidad, con nuestra comunidad social.

4. NUESTROS CUERPOS EN MOVIMIENTO

Al recuperar la política del cuerpo, recuperamos otras dimensiones potentes y transgresoras, que aluden a las múltiples y variadas formas de lucha; vencemos a la modernidad que quiere imponer un yo separado del cuerpo, imponer una razón separada de la subjetividad y la emoción, un cuerpo individual separado del ámbito social. Desde su condición de portadores de derechos, nuestros cuerpos despliegan nuevas luchas políticas para imprimir nuestra autonomía en torno a la producción, reproducción y sexualidad

La negación de los derechos sexuales y reproductivos ha generado una lucha contracultural que reafirma el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos, el derecho al placer, a un erotismo diverso, a una sexualidad diversa, a una identidad de género soberana, a la autodeterminación. Nuestra lucha por la salud y los derechos reproductivos exigen no solo servicios cálidos y adecuados, sino la recuperación de las formas no occidentales de ejercer la reproducción y garantizar la sanación. Estas luchas que abordan también el combate contra el SIDA confronta el monopolio de las patentes por las grandes trasnacionales de medicamentos.

La heterosexualidad obligatoria y la compulsiva determinación de nuestro género, están siendo confrontadas por los movimientos de disidencia género-sexual y los feminismos, que denuncian el enfoque biologicista y el marco binario del género y la sexualidad, abogando por la autodeterminación sobre nuestros deseos y nuestra identidad de género.

Los impactos de los ajustes neoliberales, de las políticas económicas extractivistas y el mercantilismo, que producen hambre y pobreza, han generado luchas en contra de los tratados de libre comercio, por la defensa de la tierra y el territorio, en contra el daño y la privatización de nuestros bienes comunes fundamentales para la sobrevivencia, como el agua y la tierra.

Igualmente, las luchas contra el racismo y la discriminación étnica, y su intersección con otras formas de discriminación, generan en el caso de las mujeres, principalmente afrodescendientes e indígenas, especial impacto en su cuerpo sexuado, dando lugar a potentes movimientos de resistencia que están logrando incluir la lucha contra la discriminación étnico-racial como parte de todas las agendas feministas y agendas democráticas de los movimientos sociales.

Por su parte, amplios movimientos de mujeres con discapacidad confrontan la forma en que se ha definido la normalidad, la belleza, y el rol discapacitante de la sociedad al mantener factores que limitan las oportunidades para ejercer sus derechos que son exactamente los mismos derechos de toda ciudadana y ciudadano.

Asimismo, las migrantes, que por decisión o como resultado de procesos políticos represivos y económicos en la región se vieron forzadas a buscar nuevos destinos, vienen cuestionando el sistema global injusto, racista y colonial y se insertan en la globalización de las luchas feministas.

Y en todos estos procesos, las feministas hemos producido teoría y conocimiento, nuevas categorías que cuestionan la desvalorización del trabajo reproductivo y proponen a la “economía del cuidado” como un posicionamiento ético, económico, político y de justicia y exigen la corresponsabilidad de los hombres, la sociedad y el Estado en estas funciones.

Las feministas latino-caribeñas hemos dado un salto político, conceptual y de los imaginarios. Hoy se rebelan, transgreden, trascienden fronteras, transforman el horizonte político-cultural de nuestros tiempos.

Sí a la Diversidad Familiar!
The Blood of Fish, Published in