Poner fin a la violencia contra las mujeres
La violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos y un importante obstáculo para el progreso de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Debilita la salud de las mujeres, sus expectativas de educación y trabajo productivo, y la capacidad de participar como miembros de pleno derecho en sus sociedades, entre otras consecuencias.
Las cifras son claras: reflejan que la violencia está muy generalizada y que adopta muchas formas. En todo el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual, principalmente de parte de un compañero sentimental. Cerca de 120 millones de niñas han sufrido el coito u otros actos sexuales forzados en algún momento de sus vidas. Tan sólo en 29 países, 133 millones de mujeres y niñas se han visto sometidas a la mutilación genital femenina.
Más de 700 millones de mujeres que viven actualmente se casaron siendo niñas. Prácticamente la totalidad de las 4,5 millones de víctimas estimadas de la explotación sexual forzada son mujeres y niñas.
Los 189 Estados Miembros de las Naciones Unidas que aprobaron la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing aceptaron el llamado mundial a favor de poner fin a todas las formas de violencia contra mujeres y niñas al hacer hincapié en la violencia como una de las 12 esferas de especial preocupación. Asimismo, acordaron una definición exhaustiva de lo que significa la violencia, independientemente de si ocurre en la familia o en la comunidad, o si se trata de violencia perpetrada o tolerada por el Estado. Reconocieron que la violencia es uno de los principales mecanismos sociales que niegan la igualdad a las mujeres, y que tiene costos sociales, sanitarios y económicos elevados.
Desde Beijing, dos terceras partes de los países —una cifra sin precedentes— han instaurado leyes concretas para poner fin a la violencia doméstica. Las campañas de promoción realizadas en todo el mundo han generado conciencia e iniciado acciones para poner fin a la violencia. En estas campañas participan mujeres y niñas, hombres y niños. Sin embargo, siguen existiendo lagunas en las leyes, así como en la implementación de la protección legal y los servicios esenciales. Las mujeres todavía se muestran reacias a denunciar la violencia. Las actitudes en algunos lugares no sólo la toleran, sino que a veces la fomentan.
La promesa de Beijing consistía en que los gobiernos, las organizaciones comunitarias, las escuelas, las empresas, entre muchos otros colectivos, trabajarían incansablemente para poner fin a la violencia, sea cual sea la forma que adopte. Contamos con el impulso inicial, pero este impulso debe acelerarse rápidamente. Un mundo sin violencia es posible: es el derecho inherente de todas las mujeres.
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Fuente: Onumujeres